Japón como emisor de información en un momento crucial

Política Economía

¿Supondrá el ascenso de China la introducción de un nuevo orden?

Cuando el escritor francés Julio Verne publicaba La vuelta al mundo en 80 días, en 1872, la embajada japonesa a los países occidentales encabezada por Iwakura Tomomi estaba en pleno periplo. Tengo la impresión de que muy pocos han reparado en que la ruta seguida por los protagonistas de la novela y la de aquel grupo de japoneses son notablemente coincidentes. Esta ruta venía avalada, en su tiempo, por grandes avances técnicos y nuevas dotaciones de infraestructuras, como la apertura del Canal de Suez y el establecimiento de la ruta marítima del Pacífico Norte para los barcos de vapor, o la extensión de la red de cables telegráficos alrededor del orbe. Se eligió la ruta que parecía más razonable según los criterios de la época, una época en que dar la vuelta al mundo estaba dejando de ser una aventura. El Reino Unido, creador de una serie de bienes públicos internacionales a lo largo de esta ruta, moldeó así el Imperio Británico, del que surgieron muchos países soberanos y territorios coloniales a lo largo y ancho del mundo.

La globalización que se viene produciendo desde finales del siglo XX ha mostrado muchos desarrollos, incluyendo entre ellos el movimiento antiglobalización que se opone a la misma, pero al posibilitarse la transmisión masiva de datos y consecuentemente también el traslado instantáneo de capitales, la actividad económica del mundo ha quedado unificada y transformada de una forma espectacular. Del mismo modo, aprovechando el impulso globalizador, muchos países han sido capaces de conseguir un gran desarrollo económico y convertirse en verdaderas potencias. Un lugar de honor entre estos países emergentes que han crecido a un ritmo inimaginable en 1990, cuando comenzaron las transformaciones que darían paso a esta nueva época, lo ocupa China. ¿Producirá el ascenso de estos países una transformación del orden internacional y una redefinición de las fronteras comparables a lo que ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX? Todo indica que nos encontramos en el momento decisivo del proceso que podría dar lugar a tales cambios.

China trata de aprovechar la nueva ola de cambios

Japón, por decirlo de algún modo, es un país que aprovechó la ola de cambios que se produjo a nivel mundial a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Pese a haber sido derrotado en la Segunda Guerra Mundial, Japón no ha visto peligrar de forma apreciable su supremacía en Asia Oriental, si bien es cierto que a ello han contribuido también las grandes alteraciones sufridas por China, que fue uno de los países vencedores en aquella contienda. En este último país, tras la época de apogeo vivida durante la dinastía Qing en el siglo XVIII, tanto el crecimiento económico como las tendencias demográficas entraron en una época de contención y hubo de pasar mucho tiempo hasta que el país estuvo en condiciones de responder a los cambios ocurridos a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

La Guerra Sino-Japonesa de 1895 y la Ruso-Japonesa de 1904 fueron claros exponentes del proceso de traspaso de la supremacía en Asia Oriental de China a Japón. Si bien China tuvo que esperar hasta la Segunda Guerra Mundial para recibir en la escena internacional un trato de gran potencia, la guerra civil entre comunistas y nacionalistas, así como la que se desarrolló en la vecina Península de Corea impidieron que los dos estados surgidos del conflicto civil, la República Popular China y la República China de Taiwán, pudieran beneficiarse en medida apreciable de su condición de vencedores en el conflicto mundial.

La pregunta es si China será capaz de aprovechar en su favor la nueva ola de cambios iniciada a finales del siglo XX. Da la impresión de que la propia China, convertida ahora en segunda potencia económica del mundo, está algo perpleja ante la "grandeza" e influencia que ha alcanzado, y ante la imprevisibilidad que rodea sus problemas internos y sus relaciones exteriores. Por otra parte, el año pasado se vio cómo algunos nubarrones comenzaban a cernerse sobre el crecimiento económico de los países emergentes y en China, ante las previsiones de una reducción de su fuerza laboral, se da ya por sentado que el país camina hacia una fase de crecimiento más moderado y estable. Desde la perspectiva china, en el plano de la política exterior, cabe suponer que lo más importante será ir obteniendo uno tras otro los frutos que están actualmente a su alcance, aun sin apartar de la mente la posibilidad de que en el futuro pueda igualar a Estados Unidos en poderío económico. La dirección que actualmente sigue este país de reconocer y fortalecer su influencia en Asia Oriental el tiempo que construye relaciones estratégicas y de cooperación con Estados Unidos y con Europa es una muestra de esas aspiraciones.

Japón afronta una relación con China especialmente difícil

Sin embargo, Japón, como país, no puede sino contemplar con preocupación esta actitud. La política china frente a los países de su área es ahora mucho más dura de lo que solía ser. No hablamos solo de soberanía o seguridad nacional, sino también de la economía. Esta venía siendo ya un tema prioritario de la política exterior china, pero siempre iba ligada la importancia que se concedía a la concertación internacional y era un factor que garantizaba una diplomacia moderada y razonable. Sin embargo, ahora que se ha convertido en la segunda potencia del mundo, China está utilizando la economía como un arma que imposibilita que los países de su entorno, que le son altamente dependientes económicamente, puedan ejercer una oposición firme frente a ella.

El poder chino en Asia Oriental, con su ya considerable fuerza militar, está introduciendo cambios en el statu quo o al menos lo está amenazando en muchos sentidos. Ejemplos claros los vemos en problemas como el de las Islas Senkaku o el del Mar de la China Meridional, así como en el método que ha utilizado para establecer su zona de identificación de defensa aérea. Paralelamente, China está reforzando sus vínculos económicos con los países de su entorno y asegurándose una gran influencia sobre ellos. Para China Japón es uno más de esos países de su entorno, y Japón encuentra en Corea del Sur, Vietnam o Filipinas países con los que comparte sus problemas territoriales con China y la necesidad de tener muy en cuenta los estrechos lazos que lo unen al gigante asiático en el plano económico. Son, pues, países hermanados por las circunstancias.

Sin embargo, Corea del Sur, que arrastra el problema de su vecino del norte, muestra posiciones muy próximas a China, y Vietnam es un país socialista, con un gobierno que hace equilibrios para no disgustar a China ni a su sociedad, que ve con severidad las acciones de este país. Filipinas ha adoptado una actitud dura frente a China, pero para mantener esa actitud es necesario un gran poderío nacional y ahí estriba el problema. Habrá que concluir que no hay ningún país en este entorno, además de Japón, que pueda hacer frente al poder económico de china y a su potencia como país en conjunto y esto da una idea de lo complicado que le resulta adoptar una estrategia efectiva.

Favorezcamos la reflexión con información seria y variada

Hoy en día el orden y las fronteras que han venido estableciéndose en Asia Oriental, tal como aparecen, por ejemplo, en la Península de Corea o en el Estrecho de Taiwán, están empezando a tambalearse. El origen de esta situación se encuentra, evidentemente, en China, pero hay que decir aquí que lo que ocurre en esta región está interconectado con otros cambios y fluctuaciones que ocurren a escala mundial. Japón es el único miembro del G7 geográficamente situado en el entorno de China y uno de los escasos países de ese entorno con poderío suficiente para enfrentársele. Y estos hechos redundan, he aquí el problema básico, en una gran dificultad a la hora de recabar apoyos internacionales en su política frente a China. Hay que añadir a esto una campaña para desacreditar a Japón tanto en el tema de los problemas territoriales como en el de las diversas concepciones de la historia.

En esta fase crucial serán muchas las opciones que puedan tomarse, y será también necesario dar algún paso, aunque sea por el rudimentario método de ensayo y error. Es importante también que desde la sociedad civil se propongan nuevos planteamientos, como lo es también, quizás más todavía, que se establezca un diálogo y un intercambio de ideas que supere las fronteras nacionales. Y a esos efectos hay que llamar la atención sobre el hecho de que, a la hora de debatir o de tomar en consideración asuntos relacionados con Japón dentro y fuera del país, la información disponible es a veces tendenciosa y su volumen, en términos absolutos, suele ser insuficiente.

En un momento como el actual, en que Japón y el resto de Asia Oriental suscitan un gran interés, es perfectamente conocido que existe una importante demanda de información procedente de Japón. Pero no sería deseable que para satisfacerla se adoptara una política de restringir ese flujo a informaciones elegidas una a una por su supuesta corrección. Pienso que es necesario, en primer lugar, respetar toda la variedad de posturas existentes sobre Japón. Al hacerlo, no obstante, no hay que perder de vista la tendencia existente en el extranjero a pensar que las ideas y opiniones más extremas vertidas en Japón son representativas del conjunto del país. Aunque en Japón seamos capaces de distinguir al tacto estas opiniones extremistas, en países donde no existe esa misma sensibilidad no siempre se llega a la conclusión de que sean opiniones de tal naturaleza. En ese sentido, al emitir información desde Japón, no hay que conformarse con respetar esa variedad existente. Creo que es necesario ofrecer una información que sea digna de ser tomada como fundamento para las múltiples deliberaciones que acompañan a este momento crucial de la historia

(Escrito el 7 de mayo de 2014 y traducido al español del original en japonés)

Japón China Kawashima Shin seguridad nacional Asia Oriental soberania Islas Senkaku