Recordando 1951

Política

Hace sesenta años, el 8 de septiembre de 1951, el primer ministro Yoshida Shigeru pronunció una alocución en San Francisco. Dada su brevedad, permítanme citarla íntegramente:

Me alegro de que esta tarde se haya suscrito este Pacto de Seguridad entre Japón y EE.UU. después de haberse firmado un tratado de paz esta mañana.

Ese tratado da a Japón la clave para reingresar en la comunidad de naciones como miembro soberano en igualdad de condiciones. Este pacto garantiza la seguridad del Japón desarmado e indefenso.

He tenido siempre el convencimiento de que Japón, cuando haya recuperado su libertad e independencia, debe asumir toda su responsabilidad en la salvaguarda de esa libertad e independencia. Por desgracia, todavía nos falta mucho para poder asumir la autodefensa. Por ello, nos alegra sobremanera que EE.UU., conscientes de que la seguridad de Japón significa la seguridad del Pacífico y del mundo entero, hayan accedido a proporcionarnos la protección necesaria manteniendo sus fuerzas armadas en Japón y alrededores temporalmente después de la paz para así ahuyentar la amenaza de la agresión comunista que se extiende en este mismo instante cerca de nuestras costas.

Con la independencia restaurada, el pueblo japonés recuperará su autoestima, su orgullo y su patriotismo. Nuestra nación se siente ahora con pujanza y entusiasmo renovados, para cargar con su propia responsabilidad en la seguridad colectiva del Lejano Oriente. Deseo garantizar a los delegados americanos que el Gobierno y el pueblo japonés colaborarán gustosos y sin reservas en la puesta en práctica de este pacto. (*1)

Yoshida realizó estas observaciones cuando asistió a la firma del Tratado de Seguridad entre Japón y EE.UU. Cuando hoy leo sus palabras sigo sintiendo un profundo respeto.

La afirmación de Yoshida de que “el tratado de seguridad de Japón significa la seguridad del Pacífico y de todo el mundo” y que por ese motivo EE.UU. se ha comprometido a proteger a Japón, deja de sobra claro que el significado del pacto de seguridad bilateral no ha cambiado ni un ápice durante estos últimos sesenta años.

El fracaso constante en lograr lo que Yoshida esperaba

Como primer ministro, Yoshida prometió también que el pueblo japonés, una vez que hubiese recuperado su autoestima, orgullo y patriotismo, cargaría con su parte de responsabilidad en la seguridad del Lejano Oriente. Hasta hoy, esa ambición no se ha cumplido todavía. El enquistamiento de este fracaso hace que los lectores contemporáneos se sientan algo desesperados.

La declaración de Yoshida es corta y sucinta. Sin embargo, estas pocas líneas, seguramente escritas por él mismo, o por alguien muy cercano a él y capaz de transmitir los sentimientos del primer ministro adecuadamente, demuestran con claridad la flaqueza de su corazón.

Hay unas palabras en la primera mitad de la declaración que expresan una imagen de debilidad y impotencia del país que sorprenden por su preeminencia: “desarmado”, “indefenso” y “nada preparado”. Son conceptos que describen la realidad que Yoshida veía para Japón.

Pero una persona con tanta autoestima como Yoshida no podía evitar afirmar que sin ninguna duda Japón resurgiría y que su responsabilidad sería total.

Cuando Yoshida centra su atención en transmitir este mensaje en la segunda mitad de su alocución, su tono cambia de repente, y elige palabras que revelan una fuerza oculta. Su alusión a “la amenaza de la agresión comunista que se extiende en este mismo instante cerca de nuestras costas” es una elocuente forma de expresar la decidida toma de conciencia de un primer ministro en un momento de cuasi-beligerancia (la Guerra de Corea no había terminado todavía), tras lo cual no puede evitar aplicar términos alentadores para su país: “autoestima”, “orgullo y patriotismo” y “pujanza y entusiasmo”.

No obstante, durante los años que han transcurrido desde entonces, Japón no sólo no ha conseguido madurar tal y como Yoshida esperaba, sino que ha huido de sus responsabilidades creyendo que eso no tendría ningún coste. En algún momento, el país se permitió olvidar el agudo dolor que Yoshida debió sentir, pero que no le impidió pronunciar sus mejores bravatas como líder de un país atado de pies y manos.

Un recargo por la seguridad

Ya han pasado sesenta años, y hoy la principal amenaza proviene de China. Las bases estadounidenses, desde Misawa hasta Kadena, e incluso hasta una zona tan alejada como Guam, se han tornado vulnerables al estar en el radio de los misiles chinos de corto y medio alcance. El campo de batalla de la rivalidad de las grandes potencias está trasladándose a los océanos, ocupando una vasta zona que abarca desde el Océano Índico hasta el Pacífico Occidental. Y no puede decirse que las bases estadounidenses en Japón se encuentren precisamente en las líneas del frente de este nuevo escenario marítimo.

Se acerca el momento en que deberemos pagar un plus si queremos continuar dependiendo del seguro que ofrecen las fuerzas estadounidenses. Al mismo tiempo, las Fuerzas de Autodefensa de Japón, además de su misión de proteger nuestro territorio y nuestras aguas jurisdiccionales, también deben estar preparadas para asumir la responsabilidad de la seguridad del tráfico marítimo en alta mar lejos de nuestro país. La cooperación con países como Australia e India resultará vital.

Es hora de que hagamos de Japón un país que de una vez por todas “demuestre un compromiso total” con la salvaguarda de la libertad y la independencia, tal y como prometió Yoshida. Entiendo que esto fue parte de la ambición que en un principio hizo decidirse a Noda Yoshihiko a convertirse en político. Ahora que es ya primer ministro de Japón, espero que Noda tenga presente la figura de Yoshida Shigeru, que aceptó su carga de responsabilidad al firmar el Tratado de Seguridad entre Japón y EE.UU. hace sesenta años, y que recuerde la misión que le hizo emprender su propio camino hacia su actual cargo. (16 de septiembre de 2011)

(Escrito originalmente en japonés y traducido al español de su versión inglesa)

(*1) ^ Texto inglés no editado extraído del Gaimushō Jōyaku-kyoku Hōki-ka, “Heiwa jōyaku no teiketsu ni kansuru chōsho VII”.

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