Admirable transformación de un joven actor de kabuki

Sociedad Cultura

Entre aficionados incondicionales de kabuki

Hace unos días decidí ir a ver kabuki al teatro Shimbashi Enbujō porque me parecía que hacía mucho tiempo que no me sentaba en sus butacas. Para una persona a la que le gusta el kabuki tanto como a mí, "mucho tiempo" significa un mes y medio.

En un mundo como el del kabuki, en el que hay aficionados que llevan yendo al principal teatro, el Kabuki-za, incluso desde que estaban en el vientre de su madre, puede resultar ridículo considerarse "aficionado" cuando se lleva viendo obras sólo diez años.

Además, como sólo hace diez años a lo sumo que veo este tipo de teatro, mi actor preferido ya había alcanzado la madurez artística cuando me empezó a gustar. Lo que hizo que me apasionara como si me hubiera fulminado un rayo fue precisamente la profundidad de su arte ya maduro. En otras palabras, esa madurez artística suya se ha convertido en un criterio para mí cuando veo kabuki; de ahí que hasta ahora no me hayan entusiasmado tanto las representaciones de los intérpretes jóvenes (trataré el tema de mi actor favorito en otra ocasión).

Sin embargo, diez años son diez años. Entonces los actores jóvenes, que todavía se encontraban en la veintena o no la habían alcanzado, me dejaban estupefacta por lo malos que eran, pero ahora su técnica ha mejorado considerablemente. Me alegra que haya aumentado el número de ocasiones en las que, ante una majestuosa representación sobre el escenario, tengo que pedirles disculpas para mis adentros por haber pensado que eran malos.

Precisamente el otro día, cuando fui al teatro Shimbashi Enbujō por primera vez en mes y medio, viví uno de esos momentos de felicidad en los que pido perdón por dentro. La obra se llamaba Musume Dōjōji (La doncella en el templo de Dōjōji).Es posible que incluso a los que no hayan visto kabuki les suene esta historia de una joven que, tras enamorarse de un guapo monje y ser engañada, se convierte en una serpiente llena de pena y rabia. En especial, conocerán la imagen en la que se ve una gran serpiente enroscada en una gran campana. Se trata de una obra maestra de la danza tradicional japonesa en la que durante una hora se puede observar cómo un guapo actor especializado en papeles femeninos va cambiándose de ropa y mostrando a través del baile la transformación de la protagonista, de una inocente joven enamorada a una mujer adulta que sufre por amor.

¿Testigo de la historia?

Onoe Kikunosuke V, hijo mayor del gran actor Onoe Kikugorō VII, ejecutó el baile. Aunque nunca me ha parecido un mal intérprete, le debo una disculpa por no haber sabido apreciarlo en su justa medida. Así hizo que me sintiera su maravillosa interpretación.

Hasta entonces, siempre lo había tenido por el hijo de una familia de alcurnia, joven, guapo, serio y buen discípulo. Sin embargo, tras esta actuación, se ha convertido en un intérprete con resolución. En este caso, la resolución consiste en que no busca pretextos, no huye ni se esconde, sino que lucha utilizando su arte como única arma. De hecho, estuvo solo en el escenario prácticamente toda la obra, más de una hora, tiempo en el que llenó el amplio espacio del teatro con su presencia sirviéndose sólo de su baile. Se transformó en un intérprete capaz de fascinar a la audiencia derrochando seguridad en sí mismo.

Poder ser testigo de esa transformación de modo gráfico es precisamente lo que hace interesante ver las representaciones en vivo. Me produce una gran felicidad asistir a ese momento, del que quizás se podría decir que marca un antes y un después en la carrera de un actor. Puede parecer exagerado, pero posiblemente estuviera presenciando cómo se escribe una página de la historia.

Me divierte ver con mis propios ojos cómo los actores veteranos continúan perfeccionándose cada vez más, y ser partícipe del proceso de maduración de las jóvenes promesas; además, en vivo y en directo. Por mucho que se desarrollen nuevas técnicas para dejar constancia de lo que ocurre en nuestra historia y que el mundo virtual se expanda, creo que sigue siendo un gran placer experimentar todo esto en tiempo real y en vivo. El deleite del teatro reside en confirmar este hecho.

(24 de noviembre de 2011 ; traducido al español del original japonés)

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