Los asesinatos indiscriminados no son obra del diablo

Sociedad Cultura

En el barrio de Shinsaibashi, en pleno corazón de Osaka Minami, en la ciudad de Osaka, ha ocurrido una serie de asesinatos. En mi época de periodista recorría a diario esa zona, así que conozco muy bien el lugar donde se han producido tan lamentables homicidios. De hecho, todavía recuerdo el alivio que podía sentir al alejarse del gentío de la calle principal por los callejones aledaños. Mientras escribo, me horrorizo sólo de pensar que por allí pueda caminar alguien que lleve un cuchillo y tenga intenciones asesinas.

Cuando ocurre un caso de estas características, muchos medios de comunicación suelen referirse a él como "ataque de un transeúnte diabólico", tōrima en japonés.

Cuando era periodista, me enseñaron que no se podía usar ese término tōrima porque no se debía exagerar ni ser sensacionalista de manera innecesaria. De hecho, el periódico para el que yo escribía tampoco lo ha utilizado al cubrir este caso: se han referido a lo ocurrido como "los asesinatos indiscriminados de Osaka Minami"; cuando han escrito sobre su presunto autor, también lo han evitado, y han preferido decir que se trata de "un presunto homicida que asesina de manera indiscriminada".

Me parece una buena elección, pues no me gusta la palabra tōrima, ya que el asesino es una persona, no un diablo. Lo que me da miedo es que una persona, por la razón que sea, sea capaz de matar con un arma blanca en la calle de manera indiscriminada.

Personas diabólicas en novelas y obras de teatro

Citando al popular escritor Kyōgoku Natsuhiko, se podría decir que el ser humano es temible, ya que cualquier persona alberga escondido en su interior el peligro de perder el control y convertirse en un diablo por casualidad. Sin embargo, no me parece necesario ni instructivo mezclar conceptos literarios al informar de sucesos trágicos.

También se piensa que, tal y como propuso el filósofo Inoue Enryō en obras como Yōkaigaku (Estudio sobre fantasmas), una parte de las historias y cuentos de fantasmas propios de la tradición oral se crearon a partir de sucesos reales. A bote pronto se me ocurren dos ejemplos de Japón: los ogros (oni, en japonés) y las arañas tsuchigumo. Aunque ambos fueron objeto de exclusión y subyugación en la literatura y el teatro antiguos, existe la teoría de que eran denominaciones peyorativas usadas para referirse a los vencidos y a los que se resistían a la autoridad. Otro ejemplo fácil de comprender es el del noble académico Sugawara no Michizane (845-903), que murió en la provincia a la que había sido relegado tras haber sido derrotado políticamente y haber pasado el poder a manos de sus enemigos. Primero fue temido por considerársele un espíritu maldito causante de catástrofes y calamidades varias; sin embargo, pasó a ser venerado como dios de la sabiduría posteriormente. En otras palabras, los mitos y las historias de fantasmas están relacionados con hechos históricos.

Esta misma situación se daría también en las historias de fantasmas, la mitología y la tradición oral de otros países. A este respecto, me viene a la cabeza la película de terror estadounidense El proyecto de la bruja de Blair, otro ejemplo de cómo un suceso real se transformó en una historia de fantasmas, o las palabras del mitólogo Joseph Campbell, que hablaba de la universalidad existente en los mitos de las distintas partes del mundo.

Excluir lo diferente tachándolo de diabólico

Es posible que la explicación a esa tentación instantánea que se tiene por explotar la parte diabólica de los sucesos brutales que ocurren de repente en el día a día tenga su explicación en un ansia universal, tanto de los que informan como de los que reciben la información. Así, la gente quiere trazar una línea que separe a los que perpetran estos crímenes de la gente corriente, algo que les sirve para diferenciarse de ellos y para decir que no pueden comprender este tipo de comportamiento porque es propio de un diablo y no de una persona.

Esa línea es el primer paso hacia la discriminación. Las personas de naturaleza diferente son diabólicas y siniestras, de ahí que tengamos que excluirlas de nuestra sociedad formada por personas de bien. Por eso, considero que no es necesario eliminar de las novelas y las obras de teatro los términos que puedan conducir a la marginación y la exclusión. No obstante, no son necesarios cuando se informa de un suceso objetivo; a mí no me convencen. El que perpetró los crímenes de un lugar tan familiar para mí como es Osaka Minami no es un diablo, sino una persona. Precisamente eso es lo que me da miedo.

(16 de junio de 2012, traducción al español del original en japonés

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