Recursos humanos para épocas de cambio: el espíritu de Kome hyappyō

Sociedad

El Japón actual se encuentra en un proceso de reforma, tras la Restauración Meiji y la derrota de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, puesto que las ciencias prácticas se consideran un bien preciado de cara a terminar los estudios y salir al mercado laboral, hay estudiantes que empiezan a trabajar sin un entendimiento claro sobre la historia de Japón. ¿Qué clase de educación hará frente a la formación de las nuevas generaciones y responderá a las necesidades de la nueva época?

Invertir en una educación escolar al estilo Kome hyappyō

En el siglo XIX el Este Asiático se veía amenazado por las grandes potencias occidentales. En esa situación Japón, sumido en el caos desde el bakumatsu (los últimos días del shogunato Tokugawa, al final del periodo Edo, 1603-1867) hasta el periodo Meiji (1868-1912), invirtió sus esfuerzos en formar a personas que estuvieran a la altura de Occidente.

Tras la derrota en la guerra del bakumatsu, la zona de Nagaoka, convertida en un erial, sufría económicamente por las consecuencias del conflicto, y la región vecina de Mineyamahan (en la actual Niigata) envió, como expresión de simpatía, cien sacos de arroz. Los samuráis de la zona se regocijaron al recibirlos.

Sin embargo Kobayashi Torasaburō (1828-1877), discípulo de Sakuma Shōzan (1811-1864), que había abierto una escuela para los samuráis del clan Nagaoka, no veía el dinero necesario para educar a gente excepcional como un gasto a corto plazo, sino como una inversión a largo plazo. Lo consideraba una inversión para no quedarse atrás en el espíritu de la época, para lograr especialistas capaces de responder a las necesidades de esa época. En abierta oposición a los samuráis que querían usar el arroz recibido en la preparación de la comida de ese día, Torasaburō argumentó que los cien sacos del presente se multiplicarían en el futuro, subrayando así la importancia de la educación.

En 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, Yamamoto Yūzō (1887-1974) registró esta historia inspiradora, que se hizo conocida por su interpretación sobre los escenarios de kabuki. En 2001, el entonces primer ministro Koizumi Jun’ichirō, en un discurso sobre política general, dio que hablar al hacer referencia a la misma historia. En el extranjero también se conoció: en 2003, por iniciativa del embajador de Honduras, Takemoto Masami, actores hondureños representaron la historia, lo cual creó una reverberación en la zona que propició más representaciones en otros países de Centroamérica.

El hecho de que esta historia haya trascendido las épocas, se siga contando y haya traspasado las fronteras, generando simpatía, tal vez se deba a que pone de manifiesto el espíritu humano propio de Oriente, que considera la educación como parte fundacional de una nación, que subyace en la base misma de Japón, construida sobre la formación de sus ciudadanos(*1)).

¿Qué resulta necesario para el futuro de la nación?

En un Japón en la abundancia, ¿qué resulta necesario para forjar un espíritu capaz de lograr su voluntad? Si su ciudadanía no aprende con serenidad sobre su historia y pierde la capacidad de sentirse orgullosa de su país, quizá este se quede sin futuro. Torasaburō compiló en su Shōgaku kokushi (Historia nacional para primaria) una forma sencilla de que los niños del pueblo llano pudieran comprender la historia. Hoy en día también resulta necesario que los japoneses aprendan de la misma manera sobre la fundación de Japón, con sus reflexiones y errores, así como sobre el funcionamiento de esta sociedad, y de este modo sobre su propia identidad como japoneses. Además, también puede ser necesario que aprendan sobre partes importantes de las historias de otros países, y como dice Shōzan, reflexionen sobre el espíritu de “la moral oriental y las bellas artes occidentales”. Recientemente se ha empezado a hablar de la necesidad de que los trabajadores se hagan con ciertos conocimientos sobre historia de Japón y del mundo, incluso entre los círculos empresariales. Para que la educación pueda responder a las necesidades de la época quizá debamos plantearnos que para juzgar las cosas no solo nos sirve un punto de vista inmediato, sino la voluntad de tener objetivos a largo plazo.

Despertar la autoestima

Fukuzawa Yukichi (1835-1901) acuñó en Japón la idea del espíritu de la autoestima bajo la tesis de que, si cada individuo se hacía independiente, todo el país sería independiente y devendría en una nación más fuerte. Antes de repetir las críticas de siempre a las políticas gubernamentales, quizá debiéramos, cada uno en su calidad de ciudadano, volver la vista atrás para plantearnos qué es Japón, y qué significa ser japonés.

(Escrito el 13 de febrero de 2013, y traducido al español del original en japonés)

(*1) ^ Sakamoto Yasutomi, Kome hyappyō no shujinkō Kobayashi Torasaburō (Kobayashi Torasaburō, el protagonista del Kome Hyappyō, Gakubunsha, 2011

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