Lo que los japoneses esperan del renacimiento de los limpiabotas

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Podría parecer que la expresión “niños de la calle” no significa nada para los japoneses, pero en realidad no es así. Akatsuki Teruko cantó en 1951 Tōkyō shūshain boi (Niño limpiabotas de Tokio), basada en los jóvenes que limpiaban los zapatos en esa época, y en 1955 Miyagi Mariko cosechó un gran éxito con su canción Gādo shita no kutsumigaki (El limpiabotas bajo el puente).

El trabajo de los limpiabotas, repleto de calor humano

Fotografía tomada en Shibuya, en 1969, en la que se ve una hilera de limpiabotas. (Imagen cortesía de Mainichi Shinbun / Afro)

Hablando de 1955, en ese año se cumplía un decenio desde la derrota japonesa en la Guerra. Por todo el país se construía a un ritmo frenético, y la economía salía de los números rojos por primera vez. Se puso de moda la expresión “Esto ya no es la posguerra”, y las familias de clase media empezaban a poseer los llamados “tres tesoros”: un frigorífico, una lavadora y un televisor en blanco y negro.

Por otro lado, no eran pocos los que sufrían la pobreza. Un grupo representativo de ellos eran los chicos limpiabotas, presentes en cada calle, que se ganaban el sustento diario frente a la entrada de las estaciones y junto a las barandillas sacando lustre al calzado de las personas que iban a trabajar o salían de fiesta por la noche. Aunque no fuera un gran salario, muchos niños eran capaces de ayudar así a sus padres y hermanos y contribuir al presupuesto del hogar. Aunque a través de todo Japón se iba extendiendo la reconstrucción de posguerra y la recuperación económica, aún podía sentirse la pobreza en el aire.

En este sentido, los intercambios repletos de calor humano no solo se conservaban en el campo, sino también en la ciudad: la imagen del intercambio entre jóvenes limpiabotas y vendedores de más edad, y sus clientes, era una estampa típica de la vida diaria de aquel entonces.

Lo que se perdió con la riqueza

Con el paso del tiempo se aceleraba la mecanización del país, y la vida de los japoneses se iba haciendo más fácil. Y a medida que el avance económico y los beneficios sociales iban haciéndose más evidentes, la pobreza también iba desapareciendo poco a poco de la ciudad.

Yo comencé mi vida como estudiante de intercambio en 1978 en Osaka, ciudad en la que aún quedaba ese intercambio humano. En aquella época todavía no se hallaba extendido el uso de las máquinas automáticas que comprueban el billete de tren, de modo que al entrar y salir de la estación teníamos que entregarle el billete a un empleado de la estación para que lo marcara. Eran unos pocos segundos, pero se trataba de un intercambio diario que se repetía constantemente, entre los empleados y los pasajeros.

Además, tras empezar a vivir en Higashi-Hanazono, junto a la línea Kintetsu (Kinki Nippon Tetsudō, compañía de ferrocarriles), algunos amigos japoneses me llevaban a veces a un bar cercano, donde conocí el karaoke. Allí los clientes, pese a ser desconocidos, hablaban sin reparo entre ellos y con la dueña del local y cantaban duetos, y así llevábamos una vida repleta de calor humano.

1978 también fue el año en el que Invaders dio comienzo a la era de los videojuegos. Posteriormente las máquinas fueron penetrando en las vidas cotidianas de los japoneses y en su tiempo de ocio.

Poco a poco se fueron instalando máquinas automáticas en la entrada de las estaciones de tren, y los karaoke box (establecimientos con habitaciones independientes para cantar) reemplazaron a los bares.

Así fue también con los limpiabotas: se vieron reemplazados por los puestos de la cadena Mister Minit, donde además realizan reparaciones y ajustes de calzado, y se pueden ver por todas partes, en supermercados y grandes almacenes. Además la técnica de producción de cera para el calzado ha avanzado mucho, y ahora uno puede darse lustre a los zapatos fácilmente, antes de salir de casa.

Los limpiabotas logran resurgir en Tokio

Los limpiabotas retoman su actividad en las esquinas de Ginza, Tokio (Imagen cortesía de AP / Afro)

Este mundo es un lugar cada vez más cómodo, pero al mismo tiempo presenta cada vez menos interacción directa entre los seres humanos. Se pierden los intercambios personales, y en el alma de los japoneses su soledad se agrava.

Sin darse cuenta, los japoneses han empezado a buscar lugares en los que poder tratar con otras personas para ahogar su aislamiento personal.

Últimamente se dice que los limpiabotas han resurgido en el centro de Tokio. Aquellos que buscan la oportunidad de comunicarse con otros se acercan al limpiabotas junto a la estación, en el camino de vuelta tras el trabajo, para tener una breve charla con el abuelo que los atiende, y así librarse un poco del estrés de un día lleno de responsabilidades.

(Artículo traducido al español del original en japonés)

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