Mejor Bambi que Godzilla

Política

En 2009, el experto en relaciones internacionales John Mearsheimer tuvo la famosa ocurrencia

de afirmar que en el peligroso mundo de la política internacional, “para los estados es mejor ser Godzilla que Bambi”. A su modo de ver, el continuo auge militar de China y su empeño por conseguir la hegemonía regional constituyen una póliza de seguros natural para aprovechar al máximo su seguridad y defender sus intereses.

¿Distanciamiento entre Godzilla y Voldemort?

Situémonos ahora a finales de 2012, cuando China exhibió músculo militar y económico para desafiar el control efectivo de Japón sobre las Islas Senkaku (denominadas Diaoyu por China) tras la nacionalización del Gobierno japonés de tres islotes previamente propiedad de un ciudadano japonés anónimo. En lugar de reconocer la existencia de una disputa territorial, la Administración de Abe Shinzō plantó cara a un autoritario Xi Jinping: reforzó los acuerdos de seguridad y de poder duro y utilizó toda la maquinaria económica del país para responder al desafío chino. Dicho de otro modo, Tokio entendió que ser Bambi menguaría las posibilidades de Japón de ganar la partida del poder bilateral.

Pero el distanciamiento entre Japón y China por las Islas Senkaku condujo a una lenta pero continua escalada de movimientos de ambos Gobiernos sobre el tablero económico y de seguridad. Cuanto más recurrían Tokio y Pekín al modelo Godzilla para presionar al otro a realizar concesiones, más se endurecían sus posturas y más alto era el riesgo de llegar a un choque potencialmente grave.

Además, puesto que cada bando ve al otro vulnerable en la batalla de las relaciones públicas tanto a nivel internacional como doméstico, el juego de poderes acabó necesariamente desembocando en un tercer tablero, el de la comunicación. China y Japón se lanzaron acusaciones mutuas para ganar el apoyo de los gobiernos extranjeros y para tomar ventaja en el campo de la opinión pública tanto doméstica como internacional. Por ejemplo, China se cebó en el controvertido peregrinaje de Abe al Santuario de Yasukuni en diciembre de 2013, orquestando una campaña internacional destinada a denunciar los peligros de lo que Pekín denomina “un Japón militarista y revisionista que desafía el orden mundial creado tras la guerra contra el fascismo”. A principios de febrero de 2014, hasta 73 embajadores chinos por todo el mundo habían escrito editoriales o concedido entrevistas en ese sentido, lo que a su vez causó duras refutaciones y contracríticas japonesas a favor de Japón.

En un giro interesante, en enero de 2014 los embajadores de ambos Gobiernos en Gran Bretaña,

Liu Xiaoming y Hayashi Keiichi, compararon al otro país con Voldemort, el malvado brujo de la popular serie Harry Potter, incluso intercambiando acusaciones en hora de máxima audiencia televisiva en un popular programa de la BBC dedicado a repasar la actualidad. El conflicto había conseguido finalmente que la realidad se tornase fantasía o, como mínimo, que surgiesen graciosas referencias de la cultura popular en debates serios sobre relaciones internacionales.

La cumbre del Foro APEC y las perspectivas de un final feliz a lo Disney

Las declaraciones paralelas y la cumbre bilateral informal entre Abe y Xi aprovechando la reunión de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) de noviembre de 2014 marcaron la intención de China y de Japón de evitar más escaladas. El reciente diálogo sobre seguridad bilateral y la posible creación de un mecanismo de contacto marítimo bilateral entre ambos Gobiernos enfriará la confrontación y evitará que la segunda y tercera economías más grandes del mundo puedan convertir a la próspera y estable región del Asia-Pacífico en el decorado de la próxima película kaijū. Al fin y al cabo, aunque puede que Bambi quedase indefenso tras la muerte de su madre, las batallas kaijū producen siempre muchos daños colaterales.

En cualquier caso, ¿pueden China y Japón aspirar a un final feliz disneyniano de sus tiranteces? Para mí, el distanciamiento comunicativo ha contribuido a la cristalización de enfrentamientos en áreas que van más allá del juego de poderes Senkaku/Diaoyu. Estos últimos años, las declaraciones oficiales de ambos Gobiernos y los medios de comunicación han generado poderosos episodios de una creciente intensidad y hostilidad, en particular tras el estallido de la cuestión territorial, que exacerba las discrepanacias bilaterales.

Es posible desenmarañar varios argumentos repetitivos que caracterizan los discursos generales de Japón sobre China y viceversa. El primero describe a Japón (o a China) como una potencia bondadosa y pacífica enfrentada a un contrario agresivo, siguiendo el guión de las declaraciones entre los dos embajadores en Londres. El segundo subraya la naturaleza revisionista del contrario como un reto al orden internacional, mientras se presenta a Japón (o a China) como un país centrado que cumple las normas internacionales. Por el contrario, el tercer conjunto de imágenes es multicolor. Japón subraya su modernización política como primer país asiático en defender valores universales como la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley, para destacar las diferencias con la autocrática China, cuya economía sobrepasó a la japonesa en 2010 según ciertas estimaciones. En lugar de valores democráticos, el discurso chino recalca el revisionismo histórico de algunos líderes japoneses como indicio de un supuesto comportamiento militarista japonés, aunque las evidencias sobre ello son claramente insuficientes.(*1)

Imagen tomada en la cumbre del Foro APEC de noviembre de 2014. ¿Pueden China y Japón encontrar la manera de mirarse a los ojos? © Jiji

La Administración de Abe entiende bien las virtudes de contrarrestar las campañas negativas en contra de Japón presentando una imagen positiva a sus homólogos internacionales y centrándose en las virtudes de una relación constructiva con China. De hecho, el Gobierno japonés hace referencias indirectas a China cuando la critica, de forma parecida al personaje Lord Voldemort, cuyo nombre no puede decirse en voz alta. Por el contrario, los argumentos del Gobierno chino suelen tener un matiz más negativo y un tono más acusador. Aunque las acusaciones bilaterales han disminuido desde su punto más álgido de principios de 2014, el discurso público continúa caldeado, y ello contribuye probablemente a la imagen asombrosamente negativa que cada bando tiene del contrario.

Al mismo tiempo, tanto los líderes chinos como los japoneses entienden que el restablecimiento de relaciones funcionales al más alto nivel político requiere un inequívoco cambio de los registros de lenguaje y una rebaja del tono de acritud respecto a los temas relacionados con la historia. Sin embargo, la tímida reconciliación entre China y Japón sufrirá cierta tensión en 2015, el año de la historia. Entre las muchas efemérides que se celebran este año encontramos el septuagésimo aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, y el 120 aniversario (dos ciclos sexagenarios chinos completos) del fin de la primera guerra chino-japonesa. Este conflicto ocurrido entre 1894 y 1895 comportó el nacimiento del nacionalismo moderno tanto japonés como chino, marcó el fin de la primacía regional china Qing a manos del Japón moderno, y de hecho permitió la discreta anexión de las Islas Senkaku por parte de Japón a principios de 1895. Será muy difícil que China y Japón puedan evitar hacer referencia conjuntamente tanto a la guerra como a las islas en este año tan sensible. Asimismo, el apretón de manos más confiado entre Abe y Xi y la cumbre bilateral en ocasión del sexagésimo aniversario de la Conferencia Asiático-Africana de Bandung del 22 de abril hace presagiar una primacía de los imperativos políticos y económicos de China y Japón sobre sensibilidades historicistas.

El poder blando de Japón en el año de la historia

¿Qué sucede con el aspecto internacional del distanciamiento comunicativo entre Japón y China, y qué puede hacer Japón para remediar esta situación? El momento Godzilla de Japón de 2012 a 2014 coincidió con su caída del primer al quinto lugar en la clasificación de los países con mayor valoración positiva del mundo en un popular sondeo de opinión global realizado por la BBC. Pero estos resultados siguen demostrando una sólida confianza internacional en Japón. Resulta interesante comprobar que entre los encuestados occidentales, los alemanes son los que tienen una visión menos favorable de la influencia de Japón en el escenario mundial: un 46 % se inclinan por negarla, y solo un 28 % tiene una opinión positiva. (No obstante, cabe destacar que los encuestados alemanes son tradicionalmente más críticos en comparación con sus homólogos occidentales, y que sus respuestas sobre China fueron más claramente negativas. Ver págs. 20-21 y 37-38 de los resultados del sondeo del enlace anterior).

Es un hecho conocido que China utiliza al máximo la “carta histórica” para enfrentar a Japón con Alemania, el estado penitente modelo de los discursos internacionales, pero esto ha conseguido resultados contradictorios. De hecho, los gobiernos occidentales son plenamente conscientes del uso político de la historia que realiza China, como demuestra el rechazo de la canciller alemana Angela Merkel a que el presidente Xi visitase el memorial del Holocausto en Berlín como parte de su visita oficial. Pero, por otro lado, observadores bien informados tienen dificultades para entender la insistencia en algunos círculos japoneses sobre el revisonismo histórico, sobre todo porque no tiene sentido a nivel estratégico. Uno de mis alumnos americanos parafraseó a Theodore Roosevelt para aconsejar una posible estrategia para el país nipón: “Si Japón desea tener un bastón más grande, tendría que hablar más bajo”.

En realidad, la Administración de Abe ya ha demostrado valorar la máxima de Roosevelt a través de su insistencia en los valores universales y en “la contribución proactiva a la paz” para legitimar una política de seguridad más potente. Los intensivos viajes diplomáticos de Abe se han realizado también para garantizar el respaldo explícito de gobiernos extranjeros a su programa de seguridad, porque el mantra del “pacifismo proactivo” japonés entiende que uno de los mayores recursos de poder blando de Japón apenas se menciona en los debates públicos o entre especialistas: su congruente naturaleza pacifista de posguerra. Dicho de otro modo, las opiniones globales sobre Japón han sido tradicionalmente favorables precisamente a causa de su imagen de Bambi. Por el contrario, y aunque la evidencia no corrobora esta imagen simplista, China ha sufrido ampliamente la percepción opuesta.

Por los motivos citados, la canciller Merkel, entre muchos otros, ha bendecido las iniciativas de Japón para desempeñar un papel proactivo en el mantenimiento del orden liberal internacional, e incluso el Papa Francisco ha reconocido el constructivo papel de Japón en las cuestiones internacionales. Al mismo tiempo, tanto la canciller Merkel como el Papa han insinuado que Japón debe reexaminar y debatir sus ofensas pasadas para conseguir una completa reconciliación con sus vecinos. Por estas razones, aunque Japón ha logrado conservar una sólida imagen pacifista en todo el orden liberal internacional de posguerra, un reconocimiento paralelo y congruente de sus ofensas pasadas no haría más que fortalecer su positiva imagen durante la delicada tarea que debe afrontar Abe para reconstruir la influencia de Japón. Además, el reconocimiento de los errores históricos constituiría un paso indispensable para la reconciliación de Japón con sus vecinos, y también el preludio a una significativa distensión chino-japonesa que descansa sobre unos más que precarios y rápidamente cambiantes cimientos políticos y económicos.

(Escrito originalmente en inglés. Foto principal: el presidente chino Xi Jinping y el primer ministro japonés Abe Shinzō se cruzan en la cumbre del Foro APEC de noviembre de 2014. © Jiji)

(*1) ^ Para más detalles sobre este tema, consulten mi próximo artículo “Japón: entre una cuestión china y una obsesión china”, en Asia Maior 2014, ed. Michelguglielmo Torri y Nicola Mocci, Bolonia, 2015. El artículo estará disponible en la página web de Asia Maior o directamente por el autor en: giulio.pugliese@zo.uni-heidelberg.de​.

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