Palabras de las que preocuparse: el peligro de la parcialidad mediática en Okinawa

Política

Recientemente ha estallado un gran debate público sobre el papel de los medios de comunicación japoneses en la nación en su conjunto, en general, pero específicamente sobre la crisis del “asedio” a los medios de comunicación de Okinawa. De hecho, los medios locales de Okinawa son en gran parte el centro y en muchos casos la causa de esta controversia, debido a la parcialidad de sus informaciones y a lo que yo denomino “desinformación”.

La acusación de parcialidad periodística es un hecho realmente grave. Puede tratarse de un enfoque intencionado de las noticias, normalmente para apoyar un programa político determinado y criticar a otro, pero también puede manifestarse ignorando deliberadamente noticias y puntos de vista que puedan incomodar a la causa que se favorece. Y a través de este control de la información se desarrolla una determinada narrativa.

Aunque esto suena a las acusaciones que suelen verter los defensores de la libertad de prensa sobre el Gobierno, desgraciadamente en Okinawa es una práctica que perpetúan los propios medios de comunicación locales y, a gran escala, las agencias nacionales e internacionales que operan desde Tokio.

La parcialidad se instaura en Okinawa

El 14 de enero de 2015 asistí a una ceremonia de homenaje a un marine estadounidense por salvar a un anciano de Okinawa que había caído de su bicicleta sobre una transitada carretera costera el 23 de diciembre en Kin Town, en el norte de Okinawa. El sargento marine, que aquella tarde se dirigía hacia Camp Hansen, tuvo una reacción heroica y rápida de reflejos que le permitió alejar al anciano de la zona de peligro y reanimarlo.

La ceremonia fue breve, sencilla y digna. El oficial al mando habló de heroismo, no sólo en términos históricos y míticos, sino también en cuanto a lo que significaba para nosotros como seres humanos. “El acto de un héroe”, dijo, “es un hombre normal que hace cosas extraordinarias por otras personas”, y aplaudió que el sargento hiciese lo que otros conductores no se atrevieron a hacer.

La prensa fue invitada también a ese acto, pero soprendentemente, a pesar de que un miembro del ejército estadounidense había salvado la vida de un residente local, los dos periódicos y las cadenas emisoras locales no hicieron acto de presencia.

Fue muy desafortunado que ni el Ryūkyū Shimpō ni el Okinawa Times se presentasen. Se les avisó con antelación, y estarían de acuerdo con el dicho de Okinawa de que “la vida es un tesoro” y, por lo tanto, que salvar una vida merece reconocimiento y cobertura.

En realidad, el hecho de no informar sobre esta buena historia es un ejemplo de “desinformación”, la no publicación –a menudo intencionada- de noticias positivas. Hablamos de amistad, de actos humanitarios, de buenas acciones, de relaciones comunitarias, y de muchos otros aspectos de la presencia militar estadounidense o de la relación entre Japón y los Estados Unidos. Al no informar sobre cosas positivas, los medios de comunicación desdibujan la relación que realmente existe para centrarse solo en lo negativo y lo ruidoso.

De hecho, hubo varias oportunidades para informar de lo sucedido, pero parece que existió una decisión consciente de ignorarlo. La primera oportunidad surgió inmediatamente después del accidente, cuando la policía y otros servicios de emergencia se presentaron en el lugar de los hechos. La segunda fue el 31 de diciembre, cuando el periódico online Okinawa Marine publicó una reseña de lo sucedido a cargo de un testigo ocular; reseña que se publicaría también en japonés el 5 de enero. Los órganos mediáticos locales suelen seguir la información distribuida por los militares estadounidenses, aunque en su mayor parte no la publican.

Finalmente, los medios locales habrían conocido la noticia tras recibir el aviso de invitación a la ceremonia el 8 de enero. Desgraciadamente, decidieron no asistir ni informar de ese acto, ni tampoco compartir los mensajes que se transmitieron ese día con sus lectores, los vecinos del ejército estadounidense estacionado en Okinawa.

Esto me deja entrever una triste conclusión: que el Shimpō y el Times son parciales a la hora de informar sobre las fuerzas estadounidenses de Okinawa. Esto va en contra de la Ley Ética del Periodismo suscrita por la Asociación de Editores de Prensa de Japón en 2000.

Medios atrincherados en todo el país

El 25 de junio, el conocido comentarista conservador Hyakuta Naoki, en una presentación ante un grupo de estudio formado por unos cuarenta jóvenes miembros del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD), comentó tras su charla con uno de sus interpelantes que los medios de comunicación de Okinawa eran “realmente peligrosos”, y que “sus dos periódicos debían ser destruidos”.

Aunque más tarde aclaró que este comentario surgió en tono jocoso, y que la conversación derivó hacia otros temas, los medios de comunicación de Okinawa, los de la isla continental de Japón y los medios extranjeros presentes en Japón expresaron su ira ante esas observaciones. La dirección del PLD actuó rápidamente y sancionó al patrocinador del grupo de estudio y a otros miembros que realizaron comentarios supuestamente ofensivos. Posteriormente, incluso el primer ministro Abe, en parte preocupado por las consecuencias que este tema tendría sobre las deliberaciones de la Dieta referentes a las leyes de seguridad, ofreció también sus disculpas al Kōmeitō, su socio de coalición.

Pero lo más sorprendente del “incidente Hyakuta” no fueron sus comentarios. Ni tampoco lo fue la enfática reacción negativa de los rotativos de Okinawa: formalizaron una declaración de protesta, se unieron a sus aliados empresariales como el Asahi Shimbun para condenar a Hyakuta en sus editoriales, y hablaron de la cuestión en reuniones de sus recientes aliados del Club de Corresponsales Extranjeros de Japón. Lo más notorio fue la lentitud de la gente en darse cuenta de que los propios medios de comunicación estaban violando burdamente la libertad de expresión de un ciudadano privado, todo bajo la excusa de estar protegiendo la libertad de expresión y la libertad de prensa.

Las críticas se cebaron en los comentarios que se realizaron durante esa charla, tildándolos de ofensivos hacia Okinawa y de amenaza a la democracia, a la libertad de prensa y a la libertad de expresión. Pero en ninguna de las críticas los medios citaron el contexto de cobertura parcial e intencionadamente distorsionada en que se habían producido esos comentarios, ni su papel en esa situación. En lugar de aprovechar una buena oportunidad para realizar autocrítica, los medios de comunicación de Okinawa y sus colegas de otros lugares han optado en su mayoría por atrincherarse, por así decirlo, y están disparando indiscriminadamente en todas direcciones.

Se busca información sólida y responsable

Como escribió Taira Tetsuo, un residente de Naha, en la sección de comentarios del Ryūkyū Shimpō el 6 de noviembre de 2014, “los periódicos son un importante bien público, deben ser neutrales y justos en sus posturas, y deben trabajar sobre informaciones veraces como base de la democracia. Para mantener la democracia, pagamos una cuota de suscripción a los periódicos, y los leemos con un interés y expectativas profundos”.

Estoy completamente de acuerdo con su comentario, y me alegra que el Shimpō lo publicase. Pero no estoy seguro de que los editores hayan captado la ironía. Los dos rotativos de Okinawa deben preguntarse de forma seria y transparente si no están violentando la Ley Ética del Periodismo y las expectativas de los lectores.

La irresponsabilidad de los medios en informar puntualmente, tanto por acción como por omisión, es todavía más grave en Okinawa debido a la descarada parcialidad contra la base y el Gobierno, así como a la existencia de un mercado de la información prácticamente cerrado en la prefectura más meridional de Japón.

Personalmente, tengo más amigos en los medios de comunicación que en cualquier otro sector de la sociedad, con la excepción tal vez del mundo académico, donde pasé muchos años. El periodismo atrae a muchas de estas personas reflexivas y solidarias. Espero que estas cualidades puedan ser resaltadas todavía más obrando correctamente: reflejando y aceptando la crítica constructiva cuando se produzca (y especialmente cuando no resulte grata), y demostrando apertura y honestidad en sus informaciones.

Algunos periodistas dijeron haber quedado “helados” por los comentarios efectuados por Hyakuta y los miembros del grupo de estudio del PLD. Pero a mí me heló más el poder vengativo que demostró la prensa inmediatamente después del incidente. Cuando un ciudadano privado no puede criticar a un grupo mediático sin ser castigado por ello, ¿qué derechos tenemos cualquiera de nosotros? Los medios tildaron sus comentarios de “reto a la democracia”, pero para mí, la situación de conspiración mediática que vivimos representa un reto todavía mayor. ¿Es que la prensa tiene que decirnos lo que debemos creer? ¿La prensa debe marcar nuestros parámetros?

De hecho, me pregunto si la prensa es consciente de lo poderosa que puede llegar a ser. El “Cuarto Poder” se utiliza para controlar al Gobierno, supuestamente en nombre del interés general. Aunque esto no es siempre así, seguimos teniendo la esperanza de que la prensa hará honor a sus nobles objetivos y servirá a nuestros deseos comunes y nuestras inquietudes universales, en lugar de prestarse a intereses provincianos o particulares.

Por desgracia, hoy vivimos una situación en la que la prensa continúa escribiendo y publicando falsedades y datos incorrectos, todo contado con parcialidad y a menudo siguiendo el dictado de determinados programas políticos.

Lectores responsables, otra clave

Estas cuestiones no solo están perturbando profundamente a alguien que ha trabajado estrechamente con los medios locales de Okinawa como académico, sino que también son especialmente graves a la luz del debate que se está produciendo ahora mismo en Japón sobre el papel de la prensa. Los medios de comunicación, tanto locales como regionales, nacionales o internacionales, no pueden regirse por una doble moral. Si lo hacen, pierden su credibilidad todavía más.

Escribo este artículo, tal vez no irónicamente, el cuatro de julio, la festividad nacional estadounidense que celebra su Declaración de Independencia. Thomas Jeffeson, uno de los más importantes pensadores democráticos y un hombre que destacó por encima de todo por ser el autor de esa declaración, es también conocido por su cita de 1787: “Si yo tuviese la última palabra para decidir si deberíamos tener un Gobierno sin periódicos o periódicos sin un Gobierno, no dudaría ni un momento en preferir lo segundo”.

Al mismo tiempo, Jefferson sabía que la prensa puede ser también irresponsable. En 1800 ya lo avisó: “El hombre que no lee nada está mejor educado que el hombre que no lee más que periódicos”. Aunque seguimos necesitando a los medios de comunicación por la amplia dimensión de la información que proporcionan, debemos ser también conscientes de los excesos y de la irresponsabilidad que estos mismos medios demuestran de forma ocasional (o en algunos casos, de forma continuada).

La Asociación de Editores de Prensa de Japón suscribió la Ley Ética del Periodismo el 21 de junio de 2000, subrayando que “La información debe ser veraz e imparcial, y nunca debe quedar sesgada por las convicciones personales o la parcialidad del periodista”. Basándome en las informaciones que he visto hasta el día de hoy, muchos integrantes de la prensa no están haciendo honor a estos mandamientos. Esta situación resulta especialmente cierta en Okinawa. Como lectores, es imperativo que informemos de estos problemas.

Cuanto antes acepten los medios de comunicación las críticas legítimas y constructivas y solucionen los problemas que les afligen, mejor estaremos todos. De lo contrario, la confianza de la población en la prensa continuará disminuyendo, proliferarán medios alternativos para obtener información, y la vigilancia de los medios por parte de la opinión pública se acentuará.

Escrito en inglés el 4 de julio de 2015. Foto principal: El sargento Jacob J. Baumann recibe una mención de Nakama Hajime, alcalde de la ciudad de Kin, por su rescate de un residente de Okinawa el 23 de diciembre de 2014. © Cpl. Thor J. Larson/IIIa Fuerza Expedicionaria de los Marines e Instalaciones del Cuerpo de Marines en el Pacífico.

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