Acuerdo sorpresa sobre la cuestión de las mujeres de solaz y el “efecto rebote” en Corea del Sur

Política

Diciembre de 2015 fue un mes histórico para las relaciones entre Japón y Corea del Sur. El día 18 se cumplía el quincuagésimo aniversario de la normalización de los lazos diplomáticos entre ambos países, y una semana después, el día 25, el ministro de Relaciones Exteriores nipón anunció por sorpresa una inminente visita a Corea del Sur. Tras la reunión que mantuvo con su homólogo surcoreano en Seúl el día 28, ambos ministros de Exteriores anunciaron un acuerdo “definitivo e irreversible” sobre la cuestión de las mujeres de solaz. La resolución de este polémico asunto, que fue muy bien acogido por la comunidad internacional, será sin ninguna duda un punto de inflexión en la historia de las relaciones bilaterales entre ambos países. Pero esta repentina iniciativa de ambos Gobiernos ha provocado muestras de escepticismo y ha causado una fuerte reacción contraria en Corea del Sur.

Viaje a finales de año a petición del primer ministro

El 24 de diciembre, los medios informativos japoneses informaron que el primer ministro Abe Shinzō había dado instrucciones al ministro de Relaciones Exteriores Kishida Fumio para que visitase Corea del Sur “antes de finales de año”. Era una inusual iniciativa en el contexto de la política japonesa contemporánea: el primer ministro ordenando a una figura política veterana como Kishida, que dirige una de las principales facciones del Partido Liberal Democrático (PLD) en el Gobierno, que viaje al extranjero durante un periodo del año muy ajetreado. Los analistas políticos llegaron a la conclusión de que esto se produjo tras los progresos conseguidos en las conversaciones entre bambalinas entre Tokio y Seúl. La presidenta surcoreana Park Geun-hye había presionado para solucionar la cuestión de las mujeres de solaz a finales de año; y el primer ministro Abe, por el contrario, se comportaba como si no le preocupase el calendario en demasía. ¿Qué había pasado entonces? Se habían celebrado reuniones entre diplomáticos de ambos países a nivel viceministerial y de jefatura de Gabinete, pero cuesta imaginar que estas conversaciones hubiesen servido para convencer por sí solas a Abe de la conveniencia de enviar a Kishida a Seúl.

Mientras yo le daba vueltas a este enigma, me acordé de mi visita a la Casa de Acogida (también conocida como Casa Nanum, o en el exterior por su nombre en inglés “The House of Sharing”) a finales de noviembre. Este edificio, situado en un barrio de Seúl, alberga a 10 de las 56 mujeres de solaz que todavía viven. Fue construido en 1992, con apoyo de la comunidad budista coreana sobre terrenos cedidos por una persona privada, y en él existe también un museo histórico y un centro internacional sobre la paz y los derechos humanos. Se trata de uno de los principales edificios de Corea del Sur para las mujeres de solaz. En mi visita hablé con su director, Ahn Shin-kwon, sobre la salud de las residentes, y cuando le pregunté sobre el futuro de las instalaciones, explicó que su idea era seguir el ejemplo de la Fundación alemana “Recuerdo, Responsabilidad y Futuro”. En sus ojos puede ver su idea y su esperanza mientras argumentaba una respuesta que yo no me esperaba. Un mes después, los ministros de Exteriores de los dos países celebraron una conferencia de prensa conjunta posterior a su reunión en Seúl en la que anunciaron la creación de una nueva fundación con fondos provenientes del Gobierno japonés.

El actor principal de esa fundación tendrá que ser un organismo del sector privado. ¿Qué grupo surcoreano desempeñará el papel principal, teniendo en cuenta que será un grupo que llevará a cabo actividades relacionadas con las mujeres de solaz? Las opciones que barajan las autoridades surcoreanas se reducen a dos:  la Casa de Acogida y el Consejo Coreano de Mujeres Reclutadas por Japón para Esclavitud Sexual Militar. Dada la orientación conservadora de la actual Administración de Park, cabe esperar que elija la Casa de Acogida. El Consejo Coreano es bien conocido por estar dirigido por personas de perfil izquierdista que no esconden el orgullo de su postura ideológica.

Parece ser que el Gobierno surcoreano llevó a cabo sus conversaciones entre bambalinas con Japón mientras proseguía también con sus consultas con la Casa de Acogida. El primer secretario de la Presidencia para relaciones exteriores visitó la Casa de Acogida en varias ocasiones, aunque esta se encuentra a una distancia considerable de la Casa Azul (oficina y residencia de la presidenta de Corea del Sur).

Otra prueba de que la Administración de Park abordó la cuestión de las mujeres de solaz mediante consultas con la Casa de Acogida surgió tras el anuncio del acuerdo del 28 de diciembre. Uno de los dos viceministros de Exteriores se desplazó a la Casa de Acogida y el otro al Consejo Coreano para explicar el acuerdo. En el Consejo Coreano, el viceministro fue recibido por una antigua mujer de solaz que le recriminó y cuestionó su nacionalidad coreana. La mujer dijo que el acuerdo era inaceptable. Por el contrario, el viceministro que acudió a la Casa de Acogida tuvo una recepción relativamente tranquila, y una mujer de solaz con la que conversó le dijo que aunque el acuerdo era insuficiente, ella lo aceptaría porque apreciaba los esfuerzos del Gobierno. En este punto cabe destacar un elemento clave: se supone que estas mujeres, ambas de más de 80 años de edad, no estaban expresando opiniones personales sino que reproducían las opiniones de las organizaciones que las habían acogido. Un grupo de opinión coreano de Washington declaró que la retirada de la estatua de bronce en homenaje a las mujeres de solaz situada frente la embajada japonesa en Seúl (gesto que Japón espera tras el reciente acuerdo) dividiría a la opinión pública nacional en dos. Pero la opinión pública surcoreana sobre la cuestión de las mujeres de solaz ya estaba dividida con anterioridad.

Posturas antijaponesas de la izquierda y de la derecha

Los principales artífices de la modernización de Corea del Sur fueron el presidente Park Chung-hee (padre de la actual presidenta) y las personas que continuaron su legado tras su muerte. Estos miembros del sector conservador, entre los que se encuentran también líderes empresariales, han tendido a apoyar valores básicamente projaponeses, mientras que los del sector progresista han adoptado una postura antijaponesa. La división izquierda-derecha es muy marcada en Corea del Sur, y está acompañada de brechas regionales y generacionales. Todo esto provoca acaloradas confrontaciones sobre todo tipo de asuntos.

Sin embargo, en lo referente a cuestiones históricas, el consenso es ir contra Japón (o más exactamente, los conservadores se muestran incapaces de discutir los argumentos antijaponeses). Esto se aprecia no solo en la cuestión de las mujeres de solaz sino también en lo relativo a reclamaciones opuestas sobre Dokdo (Takeshima), libros de texto de historia, y el reciente caso de trabajadores reclutados a la fuerza. La psicología que subyace en estos casos no implica un conflicto izquierda-derecha entre quienes tienen intereses creados y los que no los tienen, sino que presenta más bien un denominador común de resentimiento frente las derrotas históricas de Corea. Este resentimiento se nutre de la vergüenza de haber sufrido varias invasiones del vecino Japón, una nación que había llegado a ser subordinada de Corea, sin haber podido vengarse de ello ni una sola vez, junto con la frustración de pensar que tal venganza ya nunca será posible.

Como resultado de este resentimiento histórico compartido por los bandos conservador y progresista, los japoneses creen que incluso una administración conservadora en Seúl puede llegar a cambiar las reglas del juego unilateralmente.  Esta postura compartida se pudo comprobar en la visita del expresidente conservador Lee Myung-bak a Dodko y más recientemente en las declaraciones de la presidenta Park sobre la hostilidad de “mil años” de la víctima frente al agresor. La Administración de Lee optaba por el pragmatismo y reconocía la importancia de los lazos con Japón, tal como lo hace la actual Administración de Park. Pero cuando se habla de cuestiones históricas, ninguna administración puede alejar a la sociedad civil coreana del resentimiento, cuyo hechizo sigue intacto.

Una figura política que brilla en tiempos de crisis

Frente a esta situación, cuando la presidenta Park celebró finalmente su primera cumbre bilateral con el primer ministro Abe el 2 de noviembre de 2015, fue toda una sorpresa que hablara de resolver la cuestión de las mujeres de solaz a finales de año. Park había roto el hechizo del resentimiento histórico. ¿Pero qué le impulsó a obrar de esta manera? Mi opinión es que hubo dos factores clave. El primero, Park sopesó que era probablemente peligroso dejar a la deriva la alianza Estados Unidos-Corea del Sur por más tiempo. Esta decisión la pudo haber tomado por las presiones del presidente estadounidense Barack Obama, y está ligada también al segundo factor, la política interna. Desde que inició su mandato de cinco años, la valoración de la gestión de la presidenta Park ha sido sorprendentemente exangüe, cercana al 40 %. Es un porcentaje bastante bajo si se tiene en cuenta que se le atribuye un apoyo incondicional del 35 % de personas que le darían su aval “aunque el país se acabase”. En 2016 le quedan ya solo dos años de mandato. Una persona con una personalidad débil podría decidir abandonar sus ambiciones y actuar como una figura de paja. Pero Park, que perdió a sus padres por las balas de asesinos, que sigue soltera y que ha triunfado abriéndose paso entre vicisitudes políticas, no tiene miedo y lleva adelante sus decisiones con todas las consecuencias. Es una figura política que brilla en tiempos de crisis.

Crisis conservadora en Corea

Cuando se unió a otros líderes en la tribuna de la Plaza Tiananmen para asistir al desfile conmemorativo del Día de la Victoria de China de 2015, Park ya había superado la mitad de su mandato de cinco años como presidenta. Tenía una apretada agenda diplomática ante sí, pero miembros del ala conservadora que ella encabeza tenían la sensación de estar sufriendo una crisis. En primer lugar, temían que Park hubiese ido demasiado lejos en su amistad con China, hasta el punto de poner en peligro la alianza de Corea del Sur con Estados Unidos. Otro motivo de inquietud era que los valores de la izquierda están dominando la escena educativa de la sociedad civil surcoreana. La generalización de esta tendencia podría poner por delante a la oposición en las elecciones generales de 2016 para la legislatura nacional, y ello podría provocar una victoria de la oposición en las elecciones presidenciales de 2017. Si eso llegase a ocurrir, no es descabellado pensar que Park podría tener serios problemas después de acabar su mandato.

Impulsados por esta sensación de crisis, los conservadores del Gobierno han aplicado varios ajustes políticos. En el campo de la política de relaciones exteriores, la Administración ha tomado iniciativas para contrarrestar el excesivo acercamiento a China y volver a situar la alianza con Estados Unidos sobre una base más sólida. En cuestiones de ámbito doméstico, el Gobierno decidió volver a unificar los libros de texto de historia en todo el país, y los conservadores han intentado convencer al Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki-moon para que sea su candidato a la presidencia en 2017. Este es el contexto en que se ha producido la decisión de Park de buscar una rápida solución con Japón sobre el asunto de las mujeres de solaz.

El efecto rebote

Por todo ello, es normal que la sociedad civil surcoreana, en especial grupos de ciudadanos y analistas de ideas izquierdistas, reaccionasen contra el repentino acuerdo entre Seúl y Tokio. Los surcoreanos describen esta reacción como “efecto rebote”, o el retroceso o sacudida en sentido contrario que se produce al disparar una pieza de artillería.

Un ejemplo concreto de este efecto rebote fue un debate urgente celebrado el 5 de enero en el Edificio de la Oficina de los Miembros de la Asamblea Nacional en Seúl. La sesión fue organizada por cuatro grupos, entre los que se encontraba el Consejo Coreano y una organización de fiscales. Los participantes, entre los que había activistas, académicos y fiscales, tildaron el acuerdo del 28 de diciembre de pacto conspirativo que ignora la justicia histórica, y condenaron la declaración de un acuerdo “definitivo e irreversible” como un acto político inconstitucional. A buen seguro que esta retórica se propagará como el fuego.

Es probable que algunos en Japón se quejen de que los surcoreanos están volviendo a cambiar las reglas del juego. Pero las autoridades de Seúl, en especial las que gestionan las relaciones exteriores, no lo están haciendo deliberadamente. El problema principal es que hasta ahora el Gobierno se ha mostrado incapaz de crear un consenso nacional ante la marcada división de la opinión pública. La capacidad de la presidenta Park de lograr ese consenso más pronto que tarde determinará la posición de Corea del Sur en la comunidad internacional.

Publicado originalmente en japonés el 13 de enero de 2016. Foto principal: Ciudadanos congregados frente a la embajada japonesa en Seúl en protesta por el acuerdo de diciembre de 2015 entre Japón y Corea del Sur. © Jiji Press

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