El problema estructural del movimiento antibases en Okinawa

Política

El objetivo es el propio movimiento

Actualmente Okinawa se encuentra sumida en un estado de gran confusión. Pese a que se han completado todos los trámites legales y administrativos e incluso se ha dado inicio a las obras para permitir trasladar a Henoko, según lo acordado entre Japón y Estados Unidos, las funciones de la base aérea de Futenma, utilizada por la Infantería de Marina de Estados Unidos, el Estado ha encontrado una fuerte oposición en el gobernador prefectural de Okinawa, Onaga Takeshi, que lo ha llevado a juicio y obligado a detener provisionalmente las obras. En esta situación, lo que me preocupa no es la existencia de un movimiento contrario a las bases. Lo que me preocupa es que ni el movimiento de oposición actual, llevado a cabo principalmente por activistas, ni los medios de comunicación nacionales (incluidos los de Okinawa) e internacionales, instigadores de ese movimiento, estén representando la opinión promedio de los okinawenses.

Como investigador de las relaciones nipo-estadounidenses, llevo más de 20 años implicándome en el “problema de Okinawa”. Y como asesor en temas políticos y diplomáticos para las bases de la Infantería de Marina en Okinawa desde 2009, he realizado estudios sobre el terreno durante mucho tiempo.

Desde luego, no es fácil explicar las razones por las que se ha llegado a una situación de confusión como la actual. Intervienen muchos factores, entre ellos los problemas históricos, la forma en que los Gobiernos de Japón y Estados Unidos han abordado el problema, o cómo andan las cosas en los medios y en la sociedad. Pero hay otro problema estructural: el de los considerables intereses que se han creado en torno al movimiento de oposición.

La realidad es que, cuanto mayor es la oposición, tanto mayor es la cantidad de dinero que llueve sobre el movimiento, sea en forma de donaciones o por otros medios. El movimiento de oposición al traslado a Henoko de las funciones del aeródromo de Futenma gira básicamente alrededor del grupo que realiza las demandas judiciales por los estampidos que producen los aviones. Me gustaría que el lector considerase detenidamente el asunto: la oposición al traslado equivale a inmovilizar la fuente de todo ese ruido, que es el aeródromo. Esta oposición es una actividad contraria al motivo por el que se formó el grupo de demandantes. El objetivo no es ya la eliminación de esos estampidos, sino el propio hecho de llevar a cabo el movimiento de oposición.

También quiero llamar la atención sobre el hecho de que el movimiento de oposición se está convirtiendo en embrión de movimientos electorales, tal como se observa en los comicios para las alcaldías de Ginowan o Nago, y las elecciones para el cargo de gobernador prefectural. En los medios de comunicación, en los políticos llamados “progresistas” y en los académicos se advierten connivencias que no son sanas ni transparentes. Están cerrando sus ojos a la realidad.

Postura tendenciosa de los medios de comunicación locales

En marzo de 2015 fui relevado en mi cargo en la Infantería de Marina. Las verdaderas razones son complejas y ni yo mismo logro entenderlas bien, pero el asunto se originó en lo ocurrido a la entrada de la base Camp Schwab en febrero de ese año. Un activista que realizaba una protesta en ese lugar sobrepasó la línea que señala el límite del terreno de la base y fue detenido por ello. Los medios de comunicación locales que se encontraban en el lugar clamaron al unísono que se trataba de una detención injustificada.

Sin embargo, si comprobamos las imágenes grabadas por la cámara de seguridad, el citado activista, liderando el grupo de protesta, había provocado a los guardias penetrando repetidas veces en la base. Pese a que los medios de comunicación locales pudieron ver todo lo que estaba ocurriendo, distorsionaron los hechos en sus informaciones, una actitud que se fue acentuando en días sucesivos.

Juzgué apropiado difundir las imágenes captadas por la cámara al entender que las falsedades difundidas habían dañado el honor de la Infantería de Marina. Pero los medios no se responsabilizaron de las invenciones que habían propalado y distrajeron la atención hacia el tema de quién había filtrado las imágenes.

La consecuencia para mí fue ser destituido de mi cargo por haber “contactado con representantes de la prensa sin la autorización del jefe del Estado Mayor”. Las imágenes en sí mismas no afectaban a ningún secreto militar y, en tanto mi trabajo era atender a la prensa, no creo que mi acción fuese cuestionable.

Así es como actúan siempre los medios de comunicación locales, unos medios enormemente tendenciosos. Si últimamente, cuando hablo del problema de Okinawa, no lo enmarco en una lucha entre ideologías opuestas sino en un problema de los medios locales, es porque creo que es ahí donde se condensa todo el problema de Okinawa.

Esa misma parcialidad se encuentra en los periódicos estadounidenses. En las informaciones servidas por el Washington Post con ocasión de las elecciones al cargo de gobernador de Okinawa de 2014, se veía que casi todas sus fuentes de información eran próximas al movimiento opositor. El reportero reconoce que tiene que cubrir él solo toda Asia y que “no puede recabar información de forma minuciosa”. El resultado fue que, igual que los medios de Okinawa, terminó presentando a los activistas del movimiento de oposición a modo de héroes, como “símbolos de la paz”.

La doctrina de las víctimas

Yo llamo a esta presión orquestada “Corrección Política de Okinawa” o OPC, por sus siglas en inglés. Una corrección política que consiste en obligar a la gente a que siga la doctrina de las víctimas. También el mundo académico está plagado de esto. Hace 19 años publiqué en una revista especializada estadounidense un trabajo sobre los referendos en Okinawa. Cuando publiqué la continuación a ese trabajo, que versaba sobre el referendo celebrado en la ciudad de Nago, donde se ubica Henoko, se me criticó duramente porque mi trabajo no reflejaba “la opinión del pueblo de Okinawa”.

No es posible acuñar políticas públicas que den solución a los problemas de Okinawa sin una discusión previa sobre la base de la realidad. Las políticas no nacen de los sentimientos. Sin embargo, en la OPC o, dicho de otro modo, en las pretensiones que bajo el lema “All Okinawa” muestra el gobernador Onaga, la voluntad general de los okinawenses queda equiparada a esa postura de que todo debe supeditarse al sentimiento de las víctimas, siendo ellos mismos las víctimas por decisión unilateral. No son solo los posicionamientos los que deben supeditarse a esa pretensión: hasta la realidad que es objeto de información debe hacerlo. Estamos ya ante un verdadero fundamentalismo.

Reclamaciones sí, pero basadas en la realidad

Quería exponer una vez más mi interpretación. ¿Cuál es la realidad? En primer lugar, Futenma no es, como siempre se dice, “la base militar más peligrosa del mundo”. Que el pueblo okinawense, unido bajo el lema “All Okinawa”, se oponga en bloque a las bases también es falso. Incluso en Henoko, que es el lugar donde más impacto tendrán los planes de traslado, entre los verdaderos habitantes de la zona solo un pequeño número se ha sumado al movimiento de oposición.

Los que participan en el movimiento opositor incurren en muchas contradicciones. Aun en el supuesto de que ellos verdaderamente piensen en Okinawa, con la actitud fundamentalista que están mostrando, nunca se llegará a acuñar una política que conduzca a la solución del problema. En Okinawa nunca se valora la actitud del Gobierno de Japón, por muy sincera que sea. Si realmente desean dar solución al problema de las bases de Okinawa, ¿por qué no presentan una propuesta alternativa viable? ¿Por qué no corrigen sus posturas basándose en las últimas informaciones disponibles? ¿Por qué tienen que mentir?

Supongo que estas observaciones que hago incomodarán a los lectores de Okinawa. Porque promueven una visión de Okinawa diferente a la que se viene ofreciendo. Pero esto es la realidad de Okinawa, su esencia. Para acceder a la salida lo primero es mirar a la realidad. Hay que dejarse de sentimentalismos y mirar las cosas con objetividad.

Además, hay que mirar las cosas con una visión de Estado objetiva, que supere todas las visiones interesadas. En el problema de Okinawa intervienen al menos tres partes: Japón, Estados Unidos y Okinawa. Es preciso considerar también las posiciones de los demás.

Identificar qué es lo que se trata de solucionar

¿Cómo podría abordarse, entonces, el problema de Okinawa?

Se trate de reubicar una base o de reordenar y reducir el área de las bases, lo que hay que clarificar es la razón y la finalidad de estas acciones. Si no sabemos qué es lo que se quiere solucionar, por muchas medidas que se propongan nunca se darán con la respuesta.

He dicho antes que no es cierto que Futenma sea la base militar más peligrosa del mundo. Y añadiré que el traslado a Henoko no es lo ideal para solucionar el problema (me gustaría que los Gobiernos de Japón y Estados Unidos dejasen de decir esa mentira). Si la base no representa un peligro, entonces con conseguir que los ruidos que produce no sean tan fuertes se evita también la necesidad de reubicarla. Si, aun así, se traslada por razones políticas, entonces me gustaría que también otras instalaciones militares estadounidenses y de las Fuerzas de Autodefensa de Japón se reordenasen de una forma inteligente.

La prefectura de Okinawa y el Gobierno de Japón continúan sus conversaciones. Es el momento de discutir con serenidad y objetividad qué es lo que se pretende solucionar. Mi propuesta sería que, si hay que hacer una reordenación o reducir el área de las bases, estas sean utilizadas conjuntamente por las Fuerzas de Autodefensa, pasando todas las bases norteamericanas a titularidad de las Fuerzas de Autodefensa. De esta forma no solo se lograría solucionar el problema político que se ha creado entre ambos países. El plan tendría también ventajas financieras y militares y se conseguiría construir una forma de alianza que podría durar mucho tiempo.

Fotografía del titular
Actividades de protesta frente a la puerta de la verja que rodea la base Camp Schwab, en el cabo Henoko. (Jiji Press)

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