Un chico llamado Bonsái

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Durante buena parte de la era moderna el equilibrio en la importación y exportación lingüística entre Japón y Occidente ha sido bastante desigual. La transferencia de conocimiento desde Occidente, acompañada de la asimilación de un nuevo vocabulario, fue una parte inherente de la modernización de Japón. Desde finales del siglo XIX un gran número de préstamos lingüísticos de idiomas de Occidente se han convertido en centrales en el idioma japonés. Comparado con este amplio número de palabras y la multitud de formas en las que han sido integradas, la llegada de palabras japonesas a idiomas occidentales ha sido de un volumen relativamente manejable.

Naturalmente ya existían algunos exotismos —en su sentido literal de cosas que no existen en otras culturas, así como en su sentido técnico — a través de los que palabras como kimono, geisha, samurái y shogún encontraron un hueco en las lenguas europeas mucho antes de la Restauración Meiji de 1868 a través de los escritos de autores occidentales sobre las “cosas japonesas”. Además, muchos países han importando algunos encantos de la cultura nipona. Pensemos en cómo el tradicional haiku ha sido adoptado por el ruso, el tagalo, el checo y otros muchos idiomas en los que ha sido productivamente asimilado en la tradición poética local. Otros ejemplos recientes provienen del sector comercial como Tamagotchi, un invento que se extendió por el mundo junto a su nombre japonés, y el Walkman, exportado y aceptado internacionalmente bajo una denominación cuasi-inglesa creada en Japón.

En la última década las exportaciones lingüísticas del japonés se han multiplicado notablemente en un contexto de globalización acelerada y a través de un buen número de canales y estrategias. Puede que este avance no haya atraído mucha atención, ya que los ejemplos están incrustados en nuestro lenguaje diario, pero merece la pena y resulta a la vez entretenido examinar los campos en los que el japonés se ha introducido en otros idiomas. Tomemos el alemán como ejemplo en este caso.

El triunfo del sushi

Es fácil reconocer la cocina como el área del idioma alemán en el que aparecen palabras japonesas con más frecuencia y de manera más destacada. Esto se debe a un buen número de factores. El triunfo del sushi desde finales de la década de 1990 ha acostumbrado a la gente en Alemania —y en muchas otras regiones del mundo— a todo tipo de ingredientes antes desconocidos cuyas denominaciones han sido adoptadas también como extranjerismos conocidos ahora tanto por jóvenes como por mayores. Entre ellos se incluyen el sashimi, wasabi, shiso y wakame; pescado como el buri o el hamachi; gari (jengibre encurtido); y varios tipos de maki (rollos de sushi) como el gunkan maki. Las palabras yuzu, ponzu y dashi son ya familiares entre los hablantes y comensales alemanes, al igual que el sabor de estos ingredientes que guardan la idea del umami. Algunos renombrados chefs alemanes, que en muchos casos han sido aprendices en Kioto o Tokio, compiten entre sí para producir los menús más originales con un toque japonés, incluyendo platos en cajas de bentō o postres con sabor a un exquisito matcha, azuki, goma (sésamo) o wasabi.

Las ciruelas encurtidas umeboshi y las variedades de arroz glutinoso para mochi o para sushi son algunos de los productos con nombre japonés que pueden encontrarse en los estantes de los supermercados alemanes.

Puede que estos menús de categoría no sean accesibles, o incluso apetecibles, para el consumidor medio, pero probablemente este encontrará la mayoría de sus ingredientes en una forma u otra en las revistas y reportajes en los medios; en el supermercado local, donde hay cajas de sushi para llevar con sugerentes nombres japoneses como take, ume, kabuki o bunraku; o en los menús de la creciente industria de la comida a domicilio. Verduras japonesas como el shiitake, el enoki y la mizuna también atestiguan la exitosa exportación de la comida del país. Las palabras llegan junto a los productos: una pauta similar puede ser observada en pasatiempos como los deportes japoneses, la jardinería, los juegos y el manga. Las palabras jūdōka y la llave de sumō uwatenage han entrado en el léxico del alemán, así como momiji (hojas de arce) y las carpas koi. Los niños aprenden expresiones del manga y de sus personajes japoneses favoritos, y pueden incluso poner a prueba su conocimiento de frases del día a día como konnichiwa o daisuki con los ciudadanos japoneses que se encuentran por la calle.

Otro tipo de japonismo podemos encontrarlo en los nombres de productos, marcas, tiendas y negocios. Los restaurantes son un ejemplo primordial, con nombres como Akiko, Ryorii, Cocolo, Kuchi, Moshimoshi o Miyabi.  Hay que tener en cuenta que la pronunciación irregular y a veces extraña dada aquí es una transcripción fiel, y es probable que esta ostentosa desviación sea parte de la estrategia de marketing. Un centro dedicado al bonsái en Berlín lleva el nombre de Suteki (“maravilloso”). Hay una brocha de maquillaje con hebras naranjas artificiales que se llama Kabukki, un triturador de documentos es conocido como Bonsaii, y existe un saco para dormir para excursionistas de la marca Hibachi. Las palabras japonesas no están ligadas necesariamente a sus significados originales, pero su atractivo sonido y fácil pronunciación parece funcionar bien para dar vida a esta tendencia. Las personas identifican estas palabras con expresiones sacadas del manga, los videojuegos y otros pasatiempos. En este sentido, las palabras japonesas y las que suenan a japonés pierden poco a poco su calidad de foráneas y se naturalizan en el contexto del alemán.

Más emocionante que la mera familiaridad de los nombres y los términos japoneses en el mundo globalizado del consumidor es, no obstante, el hecho de que algunas de estas palabras se desarrollan por sí mismas en su nuevo entorno lingüístico. Muchas palabras y expresiones son cada vez más utilizadas en nuevos contextos y formas creativas que aprovechan la frescura de su origen foráneo.

Nuevos usos para las palabras japonesas

Además de las palabras mencionadas arriba que conciernen a varios aspectos de la vida diaria, un amplio grupo de nombres abstractos también se han hecho un hueco en el alemán y en otros idiomas europeos. Palabras como tsunami, harakiri, hikikomori (personas que se aíslan de la sociedad) o karōshi (muerte por exceso de trabajo) tienen una connotación bastante negativa. Pero aún así están a disposición del hablante en muchos contextos. Es una paradoja llamativa que un bar de Berlín se llame Caroshi, aunque no es el único negocio que hace uso de esta palabra. Hay una agencia de comunicación en la misma ciudad que se llama también Karoshi, un nombre supuestamente irónico.

Harakiri es sin duda la más conocida de todas estas palabras, con una larga historia en el alemán que merecería un artículo propio. Harakiri, la película muda del director alemán Fritz Lang, es una adaptación de la historia de Madame Butterfly hecha en 1919, y representa solo un capítulo de la historia de esta palabra en Europa desde el siglo XIX. Hoy los hablantes de todas las generaciones utilizan harakiri en cualquier contexto para indicar un momento de autodestrucción completamente consciente. Puede haber discusiones sobre un harakiri político, económico o social en los medios o en conversaciones entre adultos a diario, e incluso los escolares pueden utilizar este término cuando hablan sobre deportes u otros temas en clase. Debido a este uso casual y frecuente, la palabra ha perdido mucho de su dramatismo original, lo que significa, por ejemplo, que los periodistas pueden afirmar que un equipo de fútbol se hace el “harakiri” al centrarse únicamente en la Liga de Campeones.

La difusión internacional de tsunami es mucho más reciente, habiéndose establecido a través de un número de reportajes ampliamente difundidos sobre desastres desde el cambio de milenio. Al igual que harakiri, puede ser adaptada para describir una variedad de experiencias sobrecogedoras. Es uno de los términos favoritos de los periodistas, que hablan de “tsunami de alegría” cuando los miembros de la selección nacional de fútbol regresan triunfantes a Alemania después de una victoria en el exterior, o un “tsunami de opiniones” en internet.

El término Bonsai es el apodo del protagonista de esta novela de Christine Nöstlinger sobre jóvenes que se descubren a sí mismos.

Bonsai es uno de los neologismos más útiles del alemán. Sirve como expresión figurativa para cualquier cosa que es más pequeña de lo esperado o lo que se considera como apropiado. Al igual que la novela alemana de la adolescencia de 1997 titulada Bonsai, hay tres obras con el mismo título traducidos al alemán del inglés, el danés y el español respectivamente. El fenómeno del bonsái es común en la esfera política. Hay expresiones como “nacionalismo bonsái”, “oposición bonsái” o “manifestación bonsái”; e incluso “noticias bonsái” que se refieren a Twitter. Las fuerzas armadas alemanas son ridiculizadas con el apelativo “ejército bonsái”, mientras que Simon Rattle, director de la Orquesta Filarmónica de Berlín, se refirió a las composiciones más cortas de su repertorio en el concierto de Noche Vieja de 2014 como “obras maestras bonsái”. En el debate de 2006 sobre la reducción del periodo habitual de nueve años de instituto (“Gymnasium” en alemán) a ocho, el presidente del sindicato alemán de profesores llamó al nuevo sistema propuesto “Gymnasium bonsái”. Bonsai, como diminutivo, ha sido utilizado para modificar la “prosa”,  las “novelas”, los “elefantes” y las “tiendas”.

El lenguaje cambia la dirección de la corriente

¿Qué podemos sacar en claro de todos estos ejemplos? Podemos observar que las palabras japonesas son cada vez más aceptadas en el alemán, no solo las relacionadas con la comida u otros objetos que no tenían un nombre antes, sino también en forma de préstamos lingüísticos con un aura de novedad y un sabor exótico. Es interesante ver en qué campos se utilizan estas palabras adoptadas y cuándo llegaron. Un diccionario de términos alemanes de origen japonés publicado en 2008 contiene unas 500 entradas, pero la mayoría de los ejemplos citados en este artículo no están incluidos ya que han sido adoptados recientemente. Podemos observar, por ejemplo, que muchas palabras relacionadas con la comida japonesa y la cocina son nuevas en comparación y que su adopción podría haber sido impulsada por las recientes campañas de exportación de alimentos orquestadas por el Gobierno japonés. En contraste, el vocabulario deportivo es ciertamente más antiguo, aunque el conocimiento del sumō y del kendō ha aumentado gracias a la cobertura mediática.

La creciente aceptación de palabras y nombres japoneses también destaca como una pequeña respuesta ante los extranjerismos del inglés, que aún forman el grueso de los préstamos lingüísticos en el alemán, una situación que sin duda no cambiará en el futuro próximo. Al igual que los hablantes de japonés, los hablantes de alemán sustituyen las palabras del inglés por vocabulario del país, debido a que el lenguaje propio se percibe como más prestigioso. En el caso de tsunami, no obstante, las expresiones del alemán fueron abandonadas en favor del término japonés, súbitamente popular, que comenzó a circular internacionalmente.

Se puede observar esta tendencia también en el caso del “Síndrome del takotsubo”, que recibe su nombre de la trampa japonesa para pulpos. Este término médico se refiere a la enfermedad cardiovascular en la que el ventrículo izquierdo del corazón toma la forma de esta trampa en cuestión. En alemán ya existe la expresión tomada del inglés broken heart syndrome (síndrome del corazón roto), de comprensión sencilla. Y aún así, se prefiere el término japonés, aunque takotsubo pueda sorprender a los hablantes de alemán en más de un sentido. En primer lugar, no hay una técnica de pesca similar, y no hay pulpos en el Báltico o en las zonas pesqueras del Mar del Norte, por lo que no tiene relación con nada que le suene al hablante de alemán. No en vano el Hospital Universitario de Zurich en Suiza ha establecido recientemente un registro del Síndrome del Takotsubo (no del corazón roto) con la meta de conocer más sobre el género específico de esta enfermedad. De este modo el término no solo resalta el éxito de la investigación médica japonesa aclamada internacionalmente, sino que indica también en el siglo XXI, al fin, la corriente internacional del conocimiento ha comenzado a cambiar de orientación.

La evidencia de este cambio de tendencia es sutil, y puede que muchos no lo reconozcan. Cuando un libro publicado en 2016 por un conocido sociólogo se titula La oscuridad a los pies del faro, la alusión al proverbio japonés puede que pase desapercibida para la mayoría de lectores a no ser que vean la nota al pie en el prefacio del libro. Voy a concluir con otro ejemplo reciente. Cuando uno de los mayores diarios nacionales pidió a sus lectores que compartieran palabras “intraducibles” de otros idiomas, alguien sugirió tsundoku, explicando que significa el hábito de adquirir y acumular libros sin ni siquiera tener el tiempo para leerlos. Desde la introducción de esta expresión, la palabra tsundoku aparece cada dos por tres en los medios impresos o en internet como una palabra que indica una enfermedad típica de los tiempos actuales. Ahora, por fin, tenemos una palabra para esto en alemán.

(Publicado originalmente en inglés el 6 de mayo de 2016. Fotografía del encabezado: la pista de esquí Harakiri en el complejo Mayrhofner de Austria es conocida como una de las más empinadas del mundo. Por cortesía de Deirdre.)

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