Un japonés venerado como “General tigre volador” en Taiwán

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Un santuario para un piloto japonés

Cerca de la antigua ciudad de Tainan, en el sur de Taiwán, existe un templo en el que se venera a un piloto japonés. Su nombre oficial era Sugiura Shigemine, y fue un piloto japonés que se distinguió por su valor durante una batalla aérea que le valió el sobrenombre de Feihu Jiangjun, “General tigre volador”.

El General Tigre Volador es un dios guerrero, y como tal concede la victoria en batalla. Pero también son muchos los formularios de examen que los fieles depositan a sus pies, para pedir ayuda. Es digno de mención el estandarte rojo, que da la bienvenida a los visitantes de Japón en japonés. (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

Taiwán posee una mezcla de culto a los antepasados, reverencia hacia la naturaleza y una rica historia y cultura, lo cual ha dado un variopinto panteón de dioses que incluye héroes de guerra, policías y profesores deificados. Existen algunos santuarios dedicados a japoneses, aunque ninguno alcanza el nivel de devoción del recinto dedicado al General Tigre Volador.

Para el visitante, el templo Zhenan es muy parecido a los muchos otros santuarios taoístas esparcidos por Taiwán; la única diferencia es un estandarte rojo escrito en japonés que reza “Bienvenidos sean todos los visitantes de Japón”. La primera vez que fui al santuario, en 1997, no vi ese estandarte, pero quienes se encontraban en el recinto me recibieron con gran hospitalidad. El ambiente de buena voluntad hacia los japoneses no ha cambiado desde aquella época.

Estatuas decoradas del General Tigre Volador. La estatua principal es la del centro, y las de ambos lados se utilizan cuando se debe transportar la imagen para algún evento. (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

Una vez dentro del recinto se puede ver la estatua de Sugiura en el centro. En Taiwán lo normal es que en cada santuario se adore a un número de deidades, pero este lugar está dedicado únicamente a una. Y lo que resulta aún más extraño es que esa deidad fuera, en vida, un japonés.

Junto a la imagen de Sugiura se encuentran otras dos esculturas, pero las tres son del General. La estatua central es la principal, y las laterales son lo que se denomina “de culto separado”; se utilizan en ceremonias especiales o cuando uno de los numerosos festivales requiere que se mueva la imagen.

Un soldado que dio su vida para salvar una aldea

Fotografía de Sugiura. Su hermana la llevó a Taiwán tras la guerra, cuando visitó el santuario. (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

Sugiura nació en Mito, en la prefectura de Ibaraki, el 9 de noviembre de 1923. De joven entró en un programa de formación de pilotos en la base aérea del Ejército Imperial, en Kasumigaura, donde aprendió a volar. Tras graduarse lo enviaron a Taiwán para hacer un entrenamiento avanzado.

En aquella época Taiwán era una zona estratégica en las campañas japonesas en el Pacífico Sur. A medida que los Aliados se esforzaban por recuperar Filipinas iban atacando las bases de Okinawa y Taiwán con el objetivo de bloquear la capacidad aérea de Japón. Las bases de Taiwán poseían un valor estratégico especial, y por ello se recrudecieron aún más los ataques en esa zona.

El 12 de octubre de 1944, a las 7:19 de la mañana, aviones de la Tercera Flota estadounidense lanzaron un fuerte ataque contra las bases militares japonesas en el sur de Taiwán. Sugiura se subió a su avión para unirse a la defensa japonesa frente a un enemigo en superioridad numérica. En esa ocasión fueron 1.378 los aviones aliados que llevaron a cabo el ataque.

Los disparos aliados alcanzaron el Zero modelo 32 de Sugiura. Envuelto en fuego y humo, el avión se lanzó contra una pequeña aldea costera. Tratando con desesperación de evitar la aldea, el piloto levantó el morro de su nave y la estrelló en un campo cercano, en una zona llamada Kaibiryō.

Aquella fue una batalla aérea a gran escala, y quedó grabada en las mentes de muchas personas. Zhuang Zhenghua, uno de los residentes en la zona que presenció el final de Sugiura, se asustó al ver el avión del piloto japonés cayendo en picado. Aunque al final evitó un impacto directo contra la aldea, aseguraba que “Si se hubiera lanzado en paracaídas el piloto se habría salvado”.

El avión había caído en mitad de un campo sembrado, y los restos del joven piloto estaban junto a la nave. Wu Chengshou, que también presenció el impacto y sigue viviendo en la zona, es un firme seguidor del culto al General Tigre Volador. Según Wu, los restos habían sido perforados por las balas, y quedaron destrozados por el choque. Sin embargo pudieron identificarlos gracias a las botas del piloto, en las que estaba escrito su nombre.

El año siguiente se celebró un funeral militar para Sugiura y otros soldados caídos, en la ciudad de Kaosiung, y posteriormente también en su Mito natal.

Un espíritu que da fuerza a los taiwaneses

Tras el fin de la guerra Japón se retiró de Taiwán, y el nuevo Gobierno formado por el Partido Nacionalista Chino se hizo con el control del país. Y en esa época ocurrió un fenómeno un tanto misterioso: la gente del lugar comenzó a tener el mismo sueño.

En ese sueño veían a un joven soldado de sombrero y traje blancos que se erguía sobre ellos. Además otras personas afirmaron haber visto de noche la figura de un joven vestido con un uniforme blanco de verano del ejército de mar, de pie junto a uno de los estanques de cultivo de peces de la zona.

La gente acudió al monje del templo Chaohuang, dedicado a Baosheng Dadi, en busca de respuestas. Baosheng Dadi cuenta con un culto muy extendido por Taiwán, y recibe el sobrenombre de “dios de la Medicina”, porque se dice que puede curar cualquier dolencia.

En el templo, el monje y los lugareños llegaron a la conclusión de que aquella aparición era Sugiura, el soldado japonés que había dado su vida por los habitantes de aquella aldea años atrás. Ya habían pasado más de veinte años desde aquel episodio, pero la tragedia de Sugiura se seguía contando con fervor.

En 1971 la gente construyó un minúsculo santuario en un pequeño terreno, en el que transcurrieron muchos días apacibles; los lugareños simplemente lo consideraron un don de Sugiura, que había dado su vida por ellos. Ni que decir tiene, en aquella época bullían los sentimientos antijaponeses por parte del Gobierno, y el santuario, donde se veneraba a un japonés, recibió todo tipo de vejaciones. No obstante las personas de la zona continuaron adorando a Sugiura como su deidad salvadora. A medida que la historia del lugar se iba expandiendo el tamaño del santuario y el número de visitantes crecieron. La estructura que se puede ver hoy día se erigió en 1993.

Cada año son más de seiscientos los japoneses que visitan el santuario taiwanés. Guo Qiuyan les sonríe: “Damos la bienvenida a todos los visitantes japoneses”. (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

Un santuario portátil japonés

El templo de Chaohuang es uno de los lugares sagrados con mayor culto de Taiwán. Cuenta con varios panteones filiales, cuyas estatuas acuden al templo durante los festivales, transportadas en santuarios portátiles, lo que en Japón se denomina mikoshi. Sin embargo, durante años el General Tigre Volador nunca contó con ese tipo de santuario portátil. Según Wu Jinchi, presidente del comité administrativo del santuario, el propio Sugiura transmitió en una visión sus deseos de ser transportado en un mikoshi de fabricación japonesa, pero hubo que esperar años para poder ver su deseo cumplido.

El mikoshi del santuario Zhenan fue un regalo desde Japón. Resulta muy difícil conseguir este tipo de santuarios portátiles en Taiwán. (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

La historia finalmente llegó a oídos de Nakamura Fumiaki, representante de la empresa Kurofune, que organiza todo tipo de eventos en el país, y puso en marcha un proyecto para enviar un mikoshi al santuario Zhenan. La ceremonia de inauguración de este mikoshi se llevó a cabo el 10 de marzo de 2015, y el santuario portátil se convirtió en el nuevo símbolo del santuario. El mikoshi cuenta con una figura de oro del avión Zero en su parte superior, elemento que se identifica con facilidad desde la distancia.

El mikoshi apareció en una procesión por primera vez el 30 de abril de ese año. La estatua de Sugiura, montada sobre el santuario portátil japonés, se dirigió hacia el templo Chaohuang, donde unos doscientos japoneses, conmovidos por la historia del joven piloto, participaron en las festividades.

Ese fue el momento en el que la historia del héroe Sugiura llegó, desde sus comienzos, hasta su clímax actual. El mikoshi se encuentra ahora en el templo Chaohuang.

Los corazones de los fieles del General

¿Por qué veneran los taiwaneses a Sugiura? Se pueden imaginar varias razones. Ante todo, los habitantes de Taiwán poseen una fuerte empatía hacia los muertos, especialmente hacia quienes perdieron la vida en la guerra. Se podría decir que sus sentimientos hacia quienes han perdido la vida de forma lamentable son más profundos de lo que los japoneses puedan pensar, aunque se trate de personas lejanas. Al mismo tiempo los taiwaneses sienten una especie de fraternidad hacia los japoneses por haber experimentado, durante el medio siglo de ocupación japonesa, una mezcla de tragedias de guerra y de placeres. Quizá debido a los ideales de respeto a los ancianos y a los superiores.

Cada año son más numerosos los japoneses que se interesan por la figura de Sugiura. En el santuario existen matasellos conmemorativos preparados para los visitantes. (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

Son muchos los beneficios que los seguidores del General Tigre Volador supuestamente reciben de la deidad. Concede deseos, mantiene la paz, ayuda a encontrar objetos perdidos y ofrece consejos para la vida. Por otro lado recientemente Sugiura ha comenzado a recibir también la visita de estudiantes que se preparan para los exámenes de acceso a la universidad; los jóvenes, dicen, llegan incluso a dejar en el lugar copias de sus códigos de examen para solicitar ayuda. De esta manera la relación entre Sugiura y los habitantes de la zona se ha ido estrechando con el paso del tiempo.

Además también debemos considerar cómo se han cultivado los sentimientos hacia Japón. Tras el fin de la guerra China se encargó de controlar el Gobierno de Taiwán; los inmigrantes chinos comenzaron a acumular poder, oprimir al pueblo y reprimir la libertad de expresión. En aquel ambiente los taiwaneses se vieron obligados a reconsiderar sus sentimientos hacia Japón; no se trata simplemente de que naciera una nueva simpatía hacia los japoneses, sino de que, tras considerar la situación con perspectiva y objetividad, los taiwaneses vieran sus sentimientos ganar en profundidad.

La figura de Sugiura recibe ofrendas de tabaco dos veces al día, al son del himno japonés y el tema patriótico Umi yukaba. En caso de asistir algún visitante japonés se le ceden ambos honores. (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

En el santuario de Sugiura se ofrece tabaco a la efigie del héroe dos veces al día, por la mañana y al atardecer. La razón es que durante la guerra el tabaco era el único placer que podían permitirse los pilotos, quienes fumaban antes de salir en combate, para calmar sus nervios. Sugiura, que tenía 21 años en aquellos momentos, también debía de sufrir la atmósfera opresora del conflicto y seguramente fumaría; al menos así lo imaginan las gentes de la zona.

El tabaco se ofrece al son de Kimi ga yo (el himno japonés) por la mañana y de Umi yukaba (“Si voy al mar”, otra canción patriótica japonesa) por la tarde. Es un ritual que se viene practicando a diario desde 1993; cuando lo vi por primera vez me impresionaron las caras de los fieles, que miraban la estatua con fervor. Aquella visión me hizo comprender hasta qué punto la figura de Sugiura había echado raíces en el lugar.

Además, el General Tigre Volador no solo protege a los creyentes de la zona, sino que sirve también como parte de la cultura regional. La escuela primaria del lugar enseña a los niños episodios de la vida de Sugiura, y en los festivales culturales los niños los representan en obras de teatro. Según el presidente Wu Jinchi, “Espero que gracias a su contacto con el espíritu del General los niños también aprendan a ser considerados hacia los demás”.

Sugiura, que perdió la vida siendo aún muy joven, ha superado las diferencias entre japoneses y taiwaneses, y ha sido adoptado como uno más de los habitantes de Taiwán. Y lo que es más, se ha convertido en una presencia digna de confianza para las personas del lugar.

El Tigre Volador vuelve a casa

El 21 de septiembre de 2016 veintiséis fieles acompañaron la imagen de Sugiura desde el santuario Zhenan de vuelta a su Mito natal, en la prefectura de Ibaraki. El proyecto se convirtió en realidad gracias a Fujita Kazuhisa, nativo de la localidad. Para el vuelo nadie quería que la estatua del dios se viese sometida al mismo trato que el equipaje; por suerte, China Airlines preparó un asiento en cabina para ella.

La ceremonia celebrada en honor de Sugiura en el santuario Gokoku, en la prefectura de Ibaraki. Los fieles, junto a la figura del General, recibieron una gran hospitalidad. (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

El día 22 se celebró una ceremonia de bienvenida en el santuario Gokoku de Mito. La previsión del tiempo había anunciado fuertes lluvias, pero cuando comenzó la ceremonia las precipitaciones se redujeron a una suave llovizna. La celebración se desarrolló en un ambiente solemne, y concluyó sin retrasos.

El General Tigre Volador pasea sobre su mikoshi por las calles de Mito. Sugiura fue deificado por los taiwaneses tras la guerra, y recibió su sobrenombre debido a su valor. (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

Posteriormente la estatua se dirigió en procesión hacia la ciudad. Por la tarde los participantes la colocaron sobre un mikoshi y la pasearon por la ciudad. En el lugar en el que se encontraba la casa de Sugiura se alza ahora una sucursal de agricultura, ganadería y pesca de la Cooperativa de Crédito de la prefectura de Ibaraki, pero la organización colocó un cartel para indicar el lugar.

El día siguiente la procesión también visitó las escuelas en las que había estudiado Sugiura - las escuelas primarias Goken y Sannomaru, donde pudieron verla los estudiantes. También se visitó la ciudad vecina de Naka.

Tras completar las visitas los participantes llevaron la estatua también a Mishima, en la prefectura de Shizuoka, desde donde puede verse el monte Fuji, y a Kioto. Guo Qiuyan, uno de los fieles del General Tigre Volador que regenta un hotel en Tainan, comentaba: “El objetivo principal era que volviera a casa, claro, pero también queríamos que visitara el monte Fuji”. Estas palabras muestran las creencias de los fieles, así como sus deseos de honrar a Sugiura.

El último día de la visita a Japón, tras pasar por el santuario Sumiyoshi, llegó la hora de volver a Taiwán desde el Aeropuerto Internacional de Kansai.“Comprendo muy bien que el General querría quedarse más tiempo en su país. Pero la gente de Taiwán necesita su protección”, decía Guo Qiuyan con una sonrisa.

Así llegaba a su fin la visita de Sugiura a su Japón natal.

La última parada del viaje fue el santuario Sumiyoshi. A él acudieron fieles de la región de Kansai para venerar al General Tigre Volador (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

Los peregrinos mantuvieron la figura de Sugiura con ellos en todo momento. A veces, durante los descansos, le ofrecían cigarrillos (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

Me gustaría relatar un pequeño episodio antes de terminar. Después de visitar Mito el grupo subió al Hitachi 6, un tren de alta velocidad, para regresar a Tokio. Por supuesto todos debían de estar muy cansados por el viaje, pero mostraban rostros radiantes.

El tren partió de Tsuchiura a buen paso, pero poco antes de llegar a la estación de Arakawaoki se detuvo de pronto. Pronto reanudó su marcha, y los pasajeros no llegaron a ser informados acerca del motivo de la breve parada.

Casualmente el lugar en el que el tren se había detenido estaba muy cerca del centro militar en el que el General Tigre Volador había realizado su entrenamiento antes de partir hacia Taiwán. Resulta muy difícil creer que fue la voluntad de Sugiura la que detuvo el tren en aquel lugar, pero Gou recuerda ese momento con gran excitación: “Me alegré mucho de poder estar aunque fuera un segundo en aquella zona, tan llena de recuerdos para él”. Fue un minuto y medio, en realidad. Quizá se pueda considerar un milagro realizado por el dios y sus acompañantes.

Esos son algunos de los detalles sobre el japonés que se convirtió en dios en Taiwán. Ojalá su figura siga estrechando los lazos entre ambos países, como ha venido haciéndolo durante medio siglo.

Imagen del encabezado: la figura de Sugiura recibe ofrendas de tabaco dos veces al día, al son del himno japonés y el tema patriótico Umi yukaba.  En caso de asistir algún visitante japonés se le ceden ambos honores. (Imagen cortesía de Katakura Yoshifumi)

(Artículo traducido al español del original en japonés)

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