“Abenomics”

Política Economía

La política económica que propugna el gobierno de Abe Shinzō está despertando muchas expectativas en Japón, donde se la conoce con el nombre de “Abenomics” (fórmula de Abe).

Desde que fue dada a conocer poco antes de la disolución de la Cámara Baja de la Dieta (diciembre de 2012), la bajada del yen y el alza del valor de las acciones han seguido una rápida progresión en los mercados. A la fiesta de Año Nuevo organizada por las organizaciones económicas Federación Empresarial de Japón (Nihon Keidanren), Asociación de Ejecutivos Empresariales de Japón (Keizai Dōyūkai) y la Cámara de Comercio e Industria de Japón (Nihon Shōkō Kaigisho), a la que fue invitado Abe, acudieron cerca de 1.700 personas, superando en más de cien la cifra del año pasado. Pero nada de eso garantiza que Japón sea capaz de salir del ciclo deflacionario en el que está inmerso desde hace cerca de veinte años.

Flexibilización monetaria, estímulos fiscales y estrategia de crecimiento

La fórmula de Abe consiste en un trío de medidas: una decidida flexibilización monetaria, una política de estímulos fiscales ágil, y una estrategia de crecimiento que atraiga la inversión privada.

Se trata, pues, de fijar en primer lugar un objetivo inflacionario emitiendo un claro mensaje de que hasta alcanzarlo se seguirán implementando medidas de flexibilización monetaria, para despertar así expectativas en torno a un nivel de inflación que favorecería la recuperación económica. Será necesario algo de tiempo para poder crear tales expectativas, por lo que el gobierno, mediante el presupuesto suplementario para el año fiscal 2012 y el elaborado inicialmente para el ejercicio presente, llevará a cabo una activa política de inversión en las obras públicas y otras medidas de estímulo fiscal, con el fin de tirar, entretanto, del carro de la economía. Adicionalmente, se estimulará el ánimo de los inversores privados mediante una estrategia de crecimiento que se espera esté lista para junio, de forma que el motor del crecimiento se traslade del gobierno al sector privado. Algo que podríamos comparar a un cohete de tres fases, o un arco y tres flechas, con el que se aspira a romper el ciclo deflacionario.

Entre todas estas medidas, Abe concede una especial importancia a la flexibilización monetaria. En el programa electoral que presentó para las elecciones generales de diciembre de 2012 se especifica un objetivo de inflación (una subida del índice de precios al consumo del 2%) y su idea de concertar, desde gobierno, un acuerdo al respecto con el Banco de Japón. Además, tras su triunfo en dichos comicios, en una entrevista que concedió poco antes de asumir su cargo de primer ministro, llegó a decir que si el Banco de Japón no atendía su requerimiento de establecer un objetivo inflacionario de un 2% en el índice de precios al consumo reformaría la Ley del Banco de Japón para hacer posible la concertación de ese acuerdo formal y establecer ese objetivo.

Una obstinación explicable por una amarga experiencia

La obstinación de Abe en proceder a una flexibilización monetaria tiene su raíz en la amarga experiencia que vivió en marzo de 2006, cuando ocupaba el cargo de secretario en jefe del gabinete de Koizumi Jun´ichirō.

Abe declaró comprender que persistía una suave deflación, y que el gobierno y el Banco de Japón debían actuar conjuntamente y no escatimar medidas. Sin embargo, la entidad emisora puso fin a la política de flexibilización cuantitativa que había mantenido desde marzo de 2001.

Seguidamente, el Banco de Japón puso fin también, en julio de 2006, a la política de interés 0 y tomó la decisión de subir el tipo de interés en febrero de 2007, después de que el primer gabinete de Abe iniciara su andadura. Personas cercanas a Abe aseguran que este cree que si entonces el Banco de Japón hubiera mantenido algo más de tiempo su flexibilización monetaria, habría sido posible vencer la deflación.

Limitado efecto de la política monetaria

En cualquier caso, aunque el primer ministro consiga hacer realidad su designio de proceder a esa audaz flexibilización, eso no traerá consigo necesariamente una mejoría económica. Y es que esta política puede provocar también efectos secundarios. Por ejemplo, la bajada del yen es un factor positivo, a corto plazo, para la industria manufacturera, pero en un momento en que, debido al parón nuclear, la generación de electricidad depende en gran medida de las importaciones de gas natural licuado y otros combustibles, su costo aumentará proporcionalmente a la depreciación de la moneda japonesa y la situación repercutirá finalmente sobre el sector manufacturero en forma de un aumento de la tarifa eléctrica.

Lo más importante es ser conscientes, una vez más, de que sirviéndose solo de medidas monetarias no es posible superar la deflación. Solo con el complemento de los estímulos fiscales y de una estrategia de crecimiento podrán conducirnos esas medidas al fin de este ciclo.

No se trata, en este momento, de responsabilizar al Banco de Japón de la lucha contra la deflación. La situación exige que el ejecutivo y el emisor concierten un acuerdo formal y se complementen mutuamente para hacer frente a este problema.

(Publicado el 10 de enero de 2013 y traducido al español del original en japonés)

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