Japón en el umbral de la globalización académica

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Los nuevos programas íntegramente en inglés de la Universidad de Tokio, que se pondrán en marcha en septiembre, podrían parecer el último grito en globalización académica, pero los responsables de la institución están planeando algo mucho más ambicioso. Ueyama explica el sentido de hacer coincidir el inicio del año académico con el de las universidades del mundo y sus implicaciones sociales.

La Universidad de Tokio (Tōdai) anunció el día 22 de julio el establecimiento en determinadas titulaciones de una nueva fecha de comienzo de curso en septiembre y el inicio, a partir del próximo año, de cursos en la Facultad de Artes Liberales en los que el inglés será el idioma vehicular en los exámenes de ingreso y en las clases. La idea de implantar programas de estudios conducidos íntegramente en inglés, desde la fase de admisión hasta la graduación, para los estudiantes de otros países y los japoneses que vuelven a Japón tras haber sido escolarizados en el extranjero, no es precisamente nueva. Es un plan que responde al proyecto Global 30, emprendido en 2009 por el Ministerio de Educación, Cultura, Deporte, Ciencia y Tecnología, para promocionar la internacionalización en las principales universidades del país. Y tentativas similares se vienen haciendo en no pocas universidades desde hace ya mucho tiempo.

Más que esto, lo realmente interesante es la puesta en marcha, anunciada previamente por Tōdai, de un grupo de trabajo para estudiar las consecuencias que se derivarían de un hipotético traslado del inicio del curso académico de abril a septiembre en todas las titulaciones. Porque no se trataría de un mero cambio de fechas, sino de algo que inevitablemente afectaría a importantes sistemas del país, desde las ideas que rigen la vida académica y escolar, hasta las formas de contratación practicadas en los organismos públicos y en las empresas privadas.

Mayor apertura mental en la formación de recursos humanos

Hamada Jun’ichi, rector del centro, está mostrando una firme voluntad de llevar a cabo estas reformas. Según afirma, la Tōdai no tiene nada que envidiar al resto del mundo si hablamos de competitividad internacional en el aspecto de la investigación, en especial en las ciencias naturales, pero ha llegado el momento de cambiar el enfoque en el capítulo de formación de recursos humanos, un enfoque excesivamente cerrado.

Voces que reclamaban una apertura del curso escolar en septiembre se hacían oír desde tiempo atrás. Las universidades japonesas admiten a un número de estudiantes extranjeros muy reducido, si lo comparamos con las cifras de las instituciones homólogas más prestigiosas de otros países. Por otra parte, continúa bajando el número de estudiantes japoneses que solicitan el ingreso en centros de educación superior extranjeros. La idea es hacer coincidir el inicio del curso con el de las universidades de otros países para poder superar los obstáculos que dificultan el movimiento internacional de estudiantes.

Sin embargo, cambiar la fecha de inicio del curso en todas las titulaciones no es únicamente una forma de promover la salida o la llegada de estudiantes. Hamada lo dijo muy acertadamente durante una entrevista: “Habiendo hasta ahora en el país una demanda de educación superior suficientemente fuerte, se pensaba que bastaba con responder a esa demanda y formar personal para el mercado de trabajo nacional”.

En la universidad japonesa, durante mucho tiempo, se ha partido de la premisa de que los egresados se colocarían en empresas japonesas o en organizaciones cuyas oficinas centrales estuvieran situadas en Japón. También parece que los estudiantes, por su parte, limitaban su reflexión a considerar si las titulaciones universitarias o las materias impartidas les abrirían o no las puertas a una carrera profesional en Japón. Se llegó incluso a decir que si se incrementaba el número de estudiantes extranjeros o de japoneses retornados del extranjero, era solo para estimular a los estudiantes japoneses, que eran humorísticamente comparados, por su aislamiento y uniformidad, a un “cultivo bacteriano puro”.

Entre los muchos estudiantes que, durante la época de la burbuja económica, ingresaron en universidades extranjeras, la mayor parte lo hizo con miras a obtener un mejor empleo a su regreso a Japón. Esto marca un significativo contraste con el caso de los brillantes jóvenes asiáticos que llegaron a Estados Unidos para estudiar, pero que se han quedado allí para hacer realidad su sueño americano en este siglo XXI. La universidad japonesa tampoco ha visto nada extraño en ello. Es decir, la propia orientación de la educación japonesa tenía un sesgo completamente doméstico. Ahora la Universidad de Tokio se ha propuesto seriamente modificar este sistema.

La verdadera globalización a la que aspira la Tōdai

Sin embargo, el cambio de fecha de inicio del curso escolar no marchará bien si la Tōdai lo realiza en solitario. Los estudiantes de bachillerato, que se gradúan en marzo, se verán obligados a perder medio año. Y si las empresas y organismos públicos no cambian también su fecha de incorporación al trabajo del nuevo personal, actualmente en abril, en consonancia con el año fiscal, perderían otro medio año después de su graduación. Deberán resignarse, pues, a quedarse “colgados” durante todo un año. Si en el cambio de fecha la Tōdai no ajusta el paso al del resto de las universidades, por muy grande que pueda ser su prestigio en el país, quedará atrás en la carrera por captar a los estudiantes más brillantes, teniendo que competir en solitario, al mismo tiempo, con las mejores universidades del mundo. Si la Tōdai está verdaderamente decidida a dar el paso, deberá, pues, solicitar que los organismos públicos y las empresas cambien sus periodos de oferta de trabajo y que no solo las universidades, sino el conjunto del sistema educativo de Japón, cambie su fecha de inicio de curso.

El sistema universitario japonés fue “importado” del extranjero durante la era Meiji y además, en sus inicios, muchos de los profesores eran foráneos, lo que explica que se siguiera la costumbre europea de comenzar el curso en septiembre. Sin embargo, dado que los organismos gubernamentales habían establecido el inicio del año fiscal y la fecha de incorporación al trabajo del nuevo personal en abril, la empresa privada siguió este uso y después se sumaron también las escuelas de primaria y secundaria. Así las cosas, se le solicitó a la Universidad que eliminara los tiempos muertos que se creaban antes del ingreso y después del egreso, en respuesta a lo cual se cambió a abril la fecha de inicio.

Modificar un sistema tan arraigado en esta sociedad no debe de ser fácil. Al parecer, la Tōdai se ha fijado un plazo de unos cinco años para parlamentar con el resto de las universidades y los institutos de bachillerato, y llevar a cabo el cambio. Pero para hacer esta reforma la Tōdai deberá apelar al conjunto de la sociedad e impulsar un debate al respecto. Durante ese proceso, además del cambio en la fecha de inicio del curso, probablemente haya que promover la diversificación de la edad de ingreso en la universidad, que ahora suele situarse entre los 18 y 20 años, y solicitar a las empresas que adopten un sistema continuo de contratación, a lo largo de todo el año.

Estos planes son un exponente de la forma en que la globalización está empezando a calar en el mundo educativo. Pero la globalización no es propiamente una simple unificación de valores. Más bien, hay que tomarla como una ampliación de la diversificación de esos valores. La introducción del nuevo sistema será para la Tōdai una tarea larga y penosa, pero no hay duda de que al final de ese largo túnel comenzará a perfilarse la imagen de una universidad verdaderamente global. (Escrito el 21 de septiembre)

(Traducido al español del original en japonés)

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