La quiebra de Elpida o la ausencia de una política industrial en Japón

Economía

Durante los años ochenta los semiconductores, en concreto las memorias DRAM, fueron la principal fuente de beneficios para las grandes empresas japonesas de la industria electrónica. En febrero de 2012 quebró la empresa Elpida, que se había convertido en la única fabricante de memorias DRAM del país tras una serie de reestructuraciones en el sector forzadas por el descenso en los beneficios. Ahora se está cuestionando la política seguida por el gobierno de Japón de ayudar a la empresa dotándola de fondos.

El mayor fracaso en el sector manufacturero desde la Guerra

Elpida Memory, único fabricante japonés de memorias DRAM (“memoria dinámica de acceso aleatorio”, en inglés) que ostentaba la tercera mayor cuota en el mercado mundial, inició a finales de febrero de 2012 los trámites para acogerse a la Ley de Reorganización de Empresas, declarándose en quiebra con unas deudas de 448.000 millones de yenes, la suma más importante presentada por una empresa del sector manufacturero desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La quiebra llegaba cuando todavía no habían transcurrido tres años desde que, a finales de junio de 2009, fuera certificada por el Ministerio de Economía, Comercio e Industria como apta para la aplicación de la Ley de Medidas Especiales para la Revitalización Industrial, un mecanismo de apoyo que le permitió pactar con el Banco Japonés de Desarrollo (DBJ, por sus siglas en inglés) una ampliación de capital de 30.000 millones de yenes y una financiación conjunta del DBJ y de varios bancos privados de 100.000 millones de yenes. En este artículo haré una valoración de este fracaso, poniéndolo en relación con la política industrial llevada a cabo por el citado ministerio y por el conjunto del gobierno de Japón, tras lo cual haré algunas sugerencias sobre cómo debería ser esa política en el futuro.

Comenzaré por las conclusiones: en mi opinión, este fracaso no se debe a ningún exceso en esta política industrial, sino precisamente a la ausencia de una verdadera política industrial a un nivel profundo, y también a la poca inteligencia y tenacidad que se han mostrado en las medidas. A continuación desarrollaré estos puntos, pero antes debo señalar también los problemas de la propia empresa.

La ineludible responsabilidad gerencial del presidente Sakamoto


Sakamoto Yukio (izquierda), presidente de Elpida Memory, se excusa con una reverencia al inicio de la rueda de prensa convocada con motivo de la solicitud, por parte de su compañía, de que le fuese aplicada la Ley de Reorganización de Empresas (27 de febrero de 2012). (Fotografía: Cortesía de Sankei Shimbun)

Los medios no han informado demasiado al respecto pero, hablando con precisión, el reconocimiento legal obtenido por la empresa para acogerse al rescate se circunscribía al plan de reconstrucción del negocio centrado en las memorias de uso en teléfonos móviles, conocidas en Japón como Premier DRAM. Es cierto que las ventas de Elpida de este tipo de memoria experimentaron en 2010 un fuerte incremento. Sin embargo, ese mismo año no representaron sino un 30% del conjunto de las ventas de la empresa. Se suponía que, una vez obtenida la certificación, Elpida iba a trasladar la producción de memorias DRAM para ordenadores personales y otros aparatos a Taiwán, y que la fábrica de Hiroshima se destinaría principalmente a las Premier. Pero, según se informó a finales de septiembre de 2011, la empresa “se disponía a trasladar” a Taiwán la producción de 50.000 unidades al mes, equivalente a un 40% de la capacidad de producción de la planta, cifrada en 120.000 unidades al mes. Es decir, que el traslado de producción de memorias DRAM de uso general a Taiwán sufrió un gran retraso sobre el calendario establecido. Dicho con mayor exactitud, más que un retraso en la instalación material de la línea de producción, lo que ocurrió fue que la producción de memorias Premier no aumentó según estaba previsto y la empresa se vio obligada a seguir produciendo en Hiroshima las memorias DRAM de uso general.

Esto es algo muy diferente a lo que explicaron el presidente de Elpida, Sakamoto Yukio, y la sección de Comunicación de la empresa, y apunta a que las memorias Premier DRAM no obtuvieron de los grandes clientes de la empresa en todo el mundo la valoración que se esperaba. La causa principal parece residir en lo poco persuasivos que resultaron los argumentos para conseguir que el cliente comprendiera los beneficios que podrían derivarse de la combinación de las memorias DRAM con las memorias flash. Aunque la empresa tiene tecnologías de alto nivel, como la llamada “apilación en tres dimensiones (3D stacking, en inglés)”, las elecciones que ha venido haciendo acerca de las memorias flash han resultado fallidas demasiadas veces. Sakamoto sostuvo que las finanzas de la empresa se habían resentido por el alza del yen, pero esto no le permite eludir sus responsabilidades en lo tocante al fracaso de las memorias flash.

Un ministerio que ha perdido el contacto con la realidad industrial

Le toca el turno a la política industrial. Se han alzado, desde diversos sectores sociales, voces que censuran al Ministerio de Economía, Comercio e Industria por no haber implementado medidas de socorro adicionales en favor de la empresa. Pero es una opinión desacertada. Y lo es porque lo que se está pidiendo es una nueva aportación de fondos, una nueva financiación. Con nuevos fondos y financiaciones no se soluciona nada. Otros críticos sostienen que el plan de rescate de 2009, emprendido bajo iniciativa gubernamental, constituye un exceso de política industrial. Lo cual tampoco es cierto.

Además del alza del yen, Sakamoto citó, entre los factores que afectaron negativamente a las finanzas de la empresa, los numerosos inconvenientes que presenta Japón como localización de la industria manufacturera. Algunos de estos argumentos son aceptables. En especial, el que alude a la excesiva rigidez y uniformidad del régimen de amortización, la ambigüedad en el reconocimiento como pérdidas, desde el punto de vista tributario, de la parte que se ha registrado como deterioro del valor de las instalaciones, etcétera. Hoy en día la aplicación del régimen de amortización de la pérdida de valor de los activos mediante el “método de proporcionalidad al rendimiento” está limitada en la práctica a industrias como la minera y resulta muy difícil aplicarla a las empresas de alta tecnología que, como las de los semiconductores, se caracterizan por hacer grandes inversiones en instalaciones y equipamiento. Pero debería haberse posibilitado la aplicación de este régimen también a estas empresas, y para ello el Ministerio de Economía debería haber mostrado más diligencia a la hora de coordinar esfuerzos con el Ministerio de Finanzas y con la Agencia Tributaria Nacional. De hecho, todavía no es demasiado tarde y ese cambio debería impulsarse. Sin estas medidas, los costos y obligaciones tributarias derivados de las amortizaciones y de las pérdidas por deterioro resultan demasiado elevados y las fábricas de alta tecnología del tipo que requiere grandes inversiones en instalaciones y equipamiento están abocadas a la desaparición, incluyendo las llamadas plantas matrices. Así pues, la quiebra de Elpida no es un indicador de los excesos de la política industrial, sino de sus carencias. En ese sentido, el citado ministerio, por la negligencia que ha mostrado desde el plan de rescate de 2009, es el segundo mayor responsable de lo ocurrido, tras Sakamoto.

El presidente de Elpida Memory, Sakamoto Yukio (izquierda), recibiendo de Nikai Toshihiro, a la sazón ministro de Economía, Comercio e Industria, la certificación para la aplicación a la compañía de la Ley de Medidas Especiales para la Revitalización industrial (30 de junio de 2009). Fotografía: Jiji Press.

Un segundo problema es la falta de inteligencia y tenacidad que se percibe en las medidas de la política industrial. Primero, en 2009, se propuso reunir a varios fabricantes taiwaneses de memorias DRAM y favorecer acuerdos de asociación o integración industrial entre ellos y Elpida (el llamado “Proyecto Taiwán Memory”). Pero este proyecto se vino abajo muy pronto. Es inútil quejarse de la incompetencia del gobierno de Taiwán. Allí donde era necesario acuñar una política industrial inteligente, sobre la base de un sólido conocimiento de los entresijos de los círculos políticos y financieros de Taiwán, el Ministerio de Economía basó su política en informes superficiales. Y aunque el primer proyecto no pudiera llevarse a la práctica, debería haberse intentado una segunda, una tercera posibilidad, estudiando las diversas alternativas. Pero la forma en que el ministerio se implicó en este asunto fue negligente y carente de definición. Le faltó tenacidad. La verdadera raíz del problema está en la predisposición que ha desarrollado este ministerio a confiar solo en la autoridad establecida (léase compañías famosas o empresas gigantes) sin dar importancia a las opiniones procedentes de quienes realmente hacen el trabajo, tras todo lo cual se oculta una actitud de evitar el riesgo a toda costa. En este aspecto la gran empresa japonesa y el Ministerio de Economía son tal para cual. Este Ministerio de Economía que ha perdido todo contacto con la realidad industrial, se ha convertido en algo muy diferente de aquel poderoso Ministerio de Comercio Exterior e Industria creado tras la Guerra.

Medidas que deberían aplicarse al sector de los semiconductores

Para finalizar, me gustaría hacer un resumen de las políticas que han venido aplicándose en Japón a la industria de los semiconductores y reflexionar también sobre qué medidas deberían implementarse en el futuro. La política industrial japonesa concerniente a los semiconductores tiene una larga historia, que se remonta a finales de los cuarenta, cuando William Bradford Shockley Jr. y otros dos investigadores inventaron el transistor. Me resulta imposible valorar aquí una por una las medidas que se han tomado. Pero creo que un buen exponente de las mismas es el convenio Japón-EE.UU. al que se llegó tras las fricciones ocurridas entre los dos países en torno a los semiconductores. Gracias a este convenio, Estados Unidos logró hacerse un hueco como suministrador de semiconductores utilizables en aparatos de uso diario para los fabricantes japoneses de aparatos electrónicos. Al mismo tiempo, compañías norteamericanas como Micron Technology, a las que ya solo les quedaba la opción de fabricar memorias DRAM, pudieron evitar la quiebra. Ahora, a esa misma empresa, Micron, está a punto de adjudicársele Elpida. Si comparamos las políticas industriales de ambos países, ¿en cuál encontramos inteligencia y tenacidad? ¿Ausencia de política industrial en Estados Unidos? ¡Ni mucho menos! La política industrial del gobierno norteamericano tiene mucha más profundidad que la japonesa.

Pero la crisis de la industria japonesa de los semiconductores ya no es algo que afecte exclusivamente a Elpida. Entre otros, los fabricantes de circuitos de integración a gran escala (LSI, por sus siglas en inglés) están en una situación crítica. Si el Ministerio de Economía fuera inteligente, desgajaría la planta de Yamagata de la empresa Renesas Electronics (antigua planta de NEC Electronics), pues esa planta tiene grandes oportunidades de negocio como foundry (fundición, fabricante especializada en fabricación pero no en diseño) y la apoyaría con un modelo de rentabilización. De esta forma, el ministerio debería, mediante una alianza empresarial nipo-estadounidense que incluyera a IBM (empresa que ya se alió con la antigua NEC Electronics), ofrecer al mundo una alternativa frente a la Taiwán Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), la mayor foundry de semiconductores del mundo. Sin embargo, la Corporación-Red de Innovación de Japón (INCJ, por sus siglas en inglés), una sociedad público-privada que promueve la innovación industrial, ha presentado una propuesta que no parece en absoluto tender a un mejor aprovechamiento de la planta de Yamagata, de la que se ha dicho, incluso, que podría ser desmantelada. En cuanto al Ministerio de Economía, se dice que va a limitarse a contemplar el proceso sin implicarse. Si abandona esas manidas propuestas de agrupamientos y reagrupamientos entre las grandes empresas que tanto disgusto nos causan y, aprovechando la información procedente de los niveles más próximos al trabajo real y lleva a cabo una política industrial potente, como la que siguió a la Segunda Guerra Mundial, levantando la moral del sector, todavía es posible rentabilizar las plantas de producción y las unidades de diseño existentes en el país. El futuro dirá qué valoración merece la política industrial que siga el gobierno de ahora en adelante.

(Escrito el 7 de abril de 2012. Traducido al español del original japonés)

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