La carrera en Japón

Sociedad Deporte

Con ocasión del Maratón de Tokio, las figuras de los corredores se han convertido en una vista habitual en la ciudad. Analizamos el estado actual y el trasfondo de esa fiebre por correr que se expande por todo Japón.

En Japón, un país que cuenta, según dicen, con entre diez y veinticinco millones de corredores, la carrera ha pasado de ser un simple boom a convertirse por completo en un estilo de vida. ¿A qué se debe que se haya implantado así en Japón? Lo cierto es que los japoneses están preparados para habituarse a correr. Además, esta actividad conlleva unos valores nuevos. Al profundizar en la carrera se puede conseguir una visión interesante y única sobre la sociedad japonesa.

Del gimnasio a la calle

Hace diecisiete años que empecé a correr. Con el objetivo de poner en forma mi orondo cuerpo empecé a frecuentar un gimnasio, y eso fue el detonante. En la máquina para correr del gimnasio aparecía el tiempo, la velocidad y la distancia recorrida. Al ver esos datos pensaba: “A esta velocidad, ¿cuántas horas tardaría en completar un maratón?” Era divertido para mí perderme en estas ensoñaciones mientras corría. Empecé corriendo diez minutos en la máquina; luego llegué a treinta. Al final, era capaz de correr más de una hora.

Tras dos años de haber empezado, por invitación de un amigo participé en el Maratón de Naha, celebrado en la ciudad homónima, en Okinawa. Aunque al principio todo iba sobre ruedas, al llegar a los treinta y dos kilómetros mis piernas se negaron a moverse un metro más, y por desgracia me vi obligado a abandonar el desafío. El ambiente de derrota de aquellos que nos habíamos visto obligados a renunciar se podía notar en el aire, dentro del autobús que iba recogiéndonos. En aquel momento me di cuenta de que los músculos que se necesitan para correr un maratón completo no se pueden desarrollar solo en la máquina de correr del gimnasio.

La renuncia me dolió tanto que juré vengarme, y me eché al camino. Cada semana recorría dos o tres veces los siete kilómetros que separaban mi lugar de trabajo de entonces del Rainbow Bridge (un puente colgante en la parte norte de la Bahía de Tokio). Por supuesto, el año siguiente pude completar el Maratón de Naha.

Se mire como se mire, no soy un corredor rápido. Soy mucho más lento que los corredores que entrenan en velocidad, y me muevo en la parte posterior del cuerpo del maratón, tardando unas cuatro horas en terminarlo. Incluso tengo dificultades para hacer medio maratón en dos horas.

El Maratón de Tokio dio a conocer la carrera

Mis tiempos no han mejorado casi nada en estos diecisiete años, pero por el contrario el ambiente de los corredores que me rodean ha cambiado drásticamente. Antes, cuando uno corría por la ciudad, era raro encontrarse con otros corredores. Aunque en lugares famosos para correr, como el parque Komazawa (en el distrito de Setagaya, Tokio) o el Palacio Imperial, sí que había gente, no éramos tantos. Fue hace unos diez años cuando empezaron a verse corredores por las calles de la ciudad. Un poco antes de que se inaugurara el Maratón de Tokio, en 2007.

Hay tres razones por las que ha aumentado el número de corredores. 1) Los corredores, que conocían la alegría de correr en un gimnasio y la satisfacción del sudor, han salido a la calle; 2) con el boom de la salud, han aumentado tanto las dietas como los corredores; 3) gracias a las actrices y modelos, que han presentado la figura del corredor al público, la imagen de actividad de poco gusto que tenía ha cambiado.

Además, el Maratón de Tokio comenzó a cimentar con firmeza el estatus de boom de esta actividad. A raíz del comienzo de este maratón, ahora es raro salir a correr por las calles de Tokio y no ver a otros corredores.

El Palacio Imperial, meca de los corredores, representa un circuito de cinco kilómetros por vuelta para quien lo recorre, y uno tan frecuentado que a veces hay que hacer cola. Los miércoles, el “Día sin horas extra”, la zona está especialmente concurrida. Antes solía quitarme el sudor y cambiarme de ropa en unos baños públicos cercanos, tras correr alrededor del palacio, pero desde que comenzó el Maratón de Tokio ha aparecido una marea de establecimientos orientados a los corredores. No solo para cambiarse de ropa, sino también para ducharse, guardar calzado o alquilar toallas. En los alrededores del Palacio Imperial debe de haber unos cuarenta establecimientos de este tipo. Últimamente también está aumentando el número de personas que se dedican al kitaku run (“volver a casa corriendo”), con una mochila a hombros, y regresan a la carrera desde su lugar de trabajo.

Creo que la primera vez que la carrera pasó a formar parte del estilo de vida en Japón fue en Okinawa. En 1995 pasé cerca de un mes allí, y me sorprendí por la cantidad de corredores que había, pese al calor. Los habitantes de Okinawa, un lugar que cuenta con bases militares estadounidenses, aprendieron de los soldados, y no eran pocos los que tenían por costumbre correr. El Maratón de Naha, que comenzó en 1985 y el año pasado celebró su 28 edición, se puede considerar un clásico del maratón completo para los aficionados. Habiendo tantos corredores, en comparación con otras prefecturas en Okinawa hay muchas competiciones de maratón.

Cuando comenzó el Maratón de Tokio, se trataba de un boom en zonas localizadas como Tokio y Okinawa. En una ocasión fui por viaje de negocios a Osaka y corrí por el Parque del Castillo de Osaka, pero no contaba con postes indicadores de distancia, ni vi apenas a otros corredores. En otras regiones del país ocurría lo mismo, y era raro encontrarse con otras personas corriendo por la ciudad. Sin embargo, a partir de los maratones de Osaka y Kobe en 2011, y el de Kioto en 2012, el boom comenzó a extenderse por todo el país. Ahora se pueden ver corredores por las calles de cualquier parte de Japón a la que uno vaya.

¿Por qué corremos?

La gente me pregunta a menudo por qué corro. Hay muchos que empiezan por la salud, o para adelgazar. Sin embargo, esto es algo que pronto va cambiando. En sí mismo, el acto de correr es un tanto doloroso. Aunque un corredor tenga sufrimiento y estrés, el dolor de correr hace que se vaya olvidando de esos problemas, algo que puede parecer sorprendente. Más que nada, el corredor se hace capaz de pensar positivamente. En esta sociedad estresante, la carrera es, sin duda, una de las cosas que nos ayudan a librarnos de estos problemas. Yo creo que el hecho de correr ejerce una influencia no solo sobre el cuerpo de las personas, sino también sobre su mente y su corazón.

Además, el dolor de la carrera es algo que va bien con el espíritu japonés. En todos los deportes japoneses el practicante recibe no poca influencia del espíritu del bushidō (el camino del guerrero). Aunque es importante ganar, lo más importante siempre ha sido el proceso de llegar a la meta. Con un énfasis especial en soportar los entrenamientos, por duros que sean, se va forjando la mente para adecuarse a ellos. Tanto en béisbol como en fútbol y rugby, lo importante era la cantidad de ejercicios que hacían los practicantes. Con la expansión del boom del maratón también se nota esa faceta peculiar del entrenamiento japonés. Correr en una fría mañana de invierno, o en el calor del verano, es algo fastidioso, y la gente vacila. No obstante, creo que el hecho de que la gente corra pese a estas dificultades se debe al espíritu diligente, así como a la mentalidad del bushidō tradicional de acumular entrenamientos para superarse a uno mismo.

Entre mis amigos corredores no son pocos los que corren a diario. También hay gente que corre dos veces al día, por la mañana y por la noche. Hay incluso corredores que, por haberse quedado bebiendo hasta bien entrada la noche, pierden el último tren y vuelven corriendo cincuenta kilómetros hasta su casa, siguiendo las vías. Son gente que puede correr un maratón completo en dos horas y media o tres. Un buen ejemplo de este tipo de corredores es Kawauchi Yūki, funcionario de la prefectura de Saitama, que ganó el Maratón Beppu-Ōita el 3 de febrero de 2013.

La formación de nuevos grupos y valores a través de la carrera

La carrera también está proporcionando nuevos valores a Japón.

Durante mucho tiempo, Japón fue una sociedad en el que lo importante era en qué universidad se había graduado uno, dónde tratabajaba, qué currículo tenía. Sin embargo, cuando reventó la burbuja inmobiliaria esos valores se tambalearon para la generación más joven, aparecieron los frītā (palabra compuesta a partir de freelancer y arbeiter; se refiere a las personas que se mantienen solo a base de trabajos temporales), una nueva clase social, y de entre ellos surgieron personas que lograron tener éxito en la sociedad.

Por otro lado, al entrar en el mundo de la carrera me di cuenta de algo: los corredores nunca se preguntan por la universidad donde han cursado estudios, o el trabajo que realizan. Ese tipo de cuestiones no tienen nada que ver con el acto de correr. Hay todo tipo de grupos; a través de redes sociales, como Facebook, esos círculos se van ampliando; aunque con frecuencia los miembros se reúnen para beber, lo único que tienen en común es su afición por la carrera. Si no corrieran, volverían cada uno a su mundo. En contraste con otros deportes, en los que se establecen muchos equipos por empresa o lugar de residencia, la carrera está creando unos nuevos valores colectivos que trascienden los estratos sociales y laborales tradicionales.

“¡Gracias por venir!”

También debemos hacer especial mención al apoyo en las competiciones.

Desde 1998 participo todos los años en el Maratón de Naha; tengo un motivo para hacerlo. Y es que el apoyo que recibimos desde ambos lados del camino me hace feliz. Para empezar, la fila de gente a ambos lados de la carrera es interminable. Como hace calor, preparan para nosotros bolsas de plástico con hielo; desmenuzan el hielo para hacerlo muy fino, de forma que aunque uno se llene la boca no se le corte la respiración, y ese cuidado se agradece. A veces también hay gente que te ofrece cosas como sal, caramelos, gelatina deportiva, refrescos, soba (fideos) de Okinawa, pero me sorprendió ver incluso awamori (un fuerte licor regional).

El disfrute de los aficionados que no compiten en velocidad viene del hecho de poder entrar en contacto con la gente que los anima. Además, últimamente ha aumentado el número de corredores que se disfrazan para los que acuden a animar. También se puede disfrutar del hecho de animar a un grupo de cosplay que usa disfraces de peluche de personajes de anime.

El 10 de febrero de este año corrí 42,195 kilómetros en el Iwaki Sunshine Marathon. El lugar de la competición era la ciudad de Iwaki, en la prefectura de Fukushima, muy cerca de la central nuclear de Fukushima Daiichi que sufrió el accidente tras el terremoto con tsunami del 11 de marzo, 2011. Tres miembros del club de corredores al que yo pertenezco, con el pretexto de que en la ciudad de Iwaki se encuentra el centro turístico Spa Resort Hawaiians, famoso por su grupo de danza hawaiana, acudieron al maratón con faldas de bailar hula. Tras ellos corría un corredor que llevaba una pancarta en la que se podía leer “Iwaki, no olvidamos”. Y en su camiseta a juego ponía: “Yo corro para que mis pensamientos lleguen a Tōhoku”. Éramos seis en total, corriendo a ritmo lento; sonaban los gritos de ánimo. Una abuela se asomó y, saludando con la mano, nos gritó “¡Ánimo!”. Yo también la saludé. ¿Con cuántos cientos de personas choqué los cinco? Y además, alguien me dijo las siguientes palabras: “¡Gracias por venir!” Alguien le dio un caramelo envuelto en papel a una de las corredoras. Al abrir el envoltorio pudo leer lo siguiente: “Gracias por tu valor. Ten cuidado en la carrera, ¿de acuerdo?” En realidad fue ese gesto el que le dio valor.

(Escrito el 18 de febrero de 2013, y traducido al español del original en japonés)

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