Ucrania, una oportunidad para reforzar la posición de Japón

Política

Obama visita Japón en un momento en que Washington y Moscú endurecen sus posturas con motivo de la crisis ucraniana. Japón, que de la mano del primer ministro Abe Shinzō venía haciendo esfuerzos de acercamiento a Rusia, se encuentra ante un gran dilema. Analiza la situación Kawatō Akio, un exdiplomático con amplia experiencia en el antiguo bloque soviético.

Estados Unidos y Rusia miden fuerzas en Ucrania

Hace cerca de 20 años que colapsó el imperio soviético, pero los países vecinos de Rusia todavía están sumidos en un clima de inestabilidad y en este momento es en Ucrania donde las circunstancias son más convulsas. El caso ucranio es crucial, pues podría hacer irreversible el retroceso de Rusia o, por el contrario, favorecer los planes de Putin de reflotar la URSS.

Con sus cerca de 40 millones de habitantes (casi la mitad de ellos hablantes de ruso), Ucrania es el segundo estado más importante de los que emergieron de la desintegración de la URSS. Además de ser un importante centro agrícola e industrial, es un gran suministrador de equipos para el ejército ruso. Los misiles SS-18, que tienen un papel central en la estrategia bélica nuclear, se fabrican allí, al igual que la mitad de los misiles aire-aire que se instalan en los aviones de guerra. Lo mismo puede decirse de los grandes aviones de transporte Antonov. Que las zonas orientales y meridionales de Ucrania, donde se producen todos estos ingenios, pasen a poder de Occidente, sería una auténtica pesadilla para el ejército ruso.

Por tanto, cuando Rusia propone que Ucrania se convierta en una federación (una federación de estados), lo que pretende es dotar al Este y al Sur de Ucrania de un status de independencia para poder sumarlos a sus filas. Esta es la razón de que las conversaciones entre Ucrania, Rusia y los países occidentales sobre la posibilidad de introducir un sistema federal en el país no puedan encauzarse fácilmente, e incluso es posible que las elecciones presidenciales en Ucrania, que están previstas para el día 25 de mayo, tengan que posponerse. En las ciudades de la Ucrania oriental las fuerzas prorrusas están ocupando los edificios oficiales y la situación es realmente explosiva. La visita a Japón del presidente norteamericano, Barack Obama, se produce el 23 de abril en esta difícil coyuntura ucrania.

Japón debe prepararse ante los desencuentros entre Occidente y Rusia

Enzarzado como se encuentra en sus disputas con China, poco puede beneficiarse Japón de esta situación que, además de distraer hacia Ucrania el interés de Washington, podría afectar negativamente a la relación con Rusia, que Japón venía reforzando para tratar de contener a China. Pero las cosas han ocurrido así y Japón no tiene más opción que alinearse con el bando occidental. Inevitablemente, se estancarán las relaciones con Moscú y habrá que aparcar provisionalmente el promisorio “romance” que vivían las relaciones bilaterales, trabajosamente urdido a lo largo de todo un año por el primer ministro japonés, Abe Shinzō, y el presidente ruso, Vladimir Putin.

Rusia, que ha sido objeto de sanciones por parte del bloque occidental, está aislada (China juega a dos bandas, entre Estados Unidos y Rusia) y en realidad su posición ante Japón es de debilidad, quizás amenace a Japón con comportamientos como aumentar las incursiones en espacio aéreo japonés con sus aviones de guerra, probablemente con la velada intención de atraerse a Japón poniéndole como cebo una solución al problema de los llamados Territorios del Norte (sector más meridional de las Kuriles, con las islas de Etorofu, Kunashiri, Shikotan y el archipiélago de Habomai). La visita de Putin a Japón, prevista en principio para este otoño, irá tomando forma en medio de este ambiente de argucias y tretas, y lo que le conviene a Japón, más que decidir ahora mismo si se realiza o se pospone, es guardarse esa carta para jugarla en el momento adecuado.

Ante el asunto de las sanciones, parece ser que una parte de los japoneses ve con cierta alarma aplicárselas a una potencia como Rusia, pero lo único que debe hacer Japón es tratar el asunto con toda normalidad, como un miembro más del bloque occidental. En 1979, cuando la Unión Soviética invadió Afganistán, o en 1981, cuando tomó medidas represivas frente al movimiento democratizador polaco, Japón impuso considerables sanciones. Aunque hay que reconocer que el repertorio de sanciones que Japón tiene actualmente a mano es bastante reducido.

Incluso en el caso de los países occidentales, es difícil encontrar algún tipo de sanción que no acabe afectando también al país que la impone. Los mercados e infraestructuras financieras occidentales son imprescindibles para las empresas rusas, pero eso no quiere decir que puedan ser usados a la ligera para sancionar a Rusia. Si, a consecuencia de las sanciones, el capital ruso dejase de fluir a Europa occidental, esto representaría un problema también para sus entidades financieras. Tampoco parece probable que Europa occidental se decida a tomar medidas tan extremas como dejar de comprar el petróleo y el gas natural ruso.

En conclusión, la medida que menos oposición levanta y que mayor efecto puede causar sobre Rusia es propiciar una bajada de los precios de esos dos recursos en los mercados mundiales. El detonador del desmoronamiento de la URSS de 1991 fueron precisamente la decisión tomada por Arabia Saudí en 1985 de incrementar fuertemente su producción de crudo y la subsiguiente caída hasta un tercio del precio del mismo. Hoy en día, con solo rebajar los 110 dólares que se pagan actualmente por el barril de crudo hasta los 80 dólares, precio que no comprometería la continuidad de la producción norteamericana de petróleo de esquisto, es posible poner en apuros las finanzas públicas rusas, causar una depreciación del rublo y un aumento de la inflación, todo lo cual redundaría en una desestabilización social. Para Arabia Saudí, que a raíz de su enfrentamiento con Irán se ha implicado en el derrocamiento del presidente sirio El Asad, esta es una oportunidad de oro para arrinconar a Rusia, valedora del régimen. Por otra parte, en Irak, país en el que los chiitas están ganando terreno, no es difícil imaginar un escenario en el que los kurdos que pueblan las regiones norteñas ricas en petróleo fuercen su independencia tras un referéndum y traten de incrementar también su producción.

Es difícil predecir cuánto se prolongará este deterioro de las relaciones entre Occidente y Rusia. En 2008, cuando ocurrió la Guerra de Osetia del Sur (Georgia), Washington y Moscú necesitaron menos de medio año para declarar una “recomposición” de sus relaciones. En las circunstancias actuales, si China osara hacer algún movimiento unilateral en las Islas Senkaku o en el Mar de la China Meridional, es de esperar que Estados Unidos propicie un rápido restablecimiento de las buenas relaciones con Rusia. Pero en caso de que el deterioro se alargue, Japón se verá obligado a lidiar con Corea del Norte y Rusia en el Norte, y con China en el sur. Esto supone un empeoramiento de las condiciones de seguridad nacional experimentadas durante la Guerra Fría, cuando el único foco de tensión para Japón estaba en el Norte, y si consideramos que el ejército de Estados Unidos deberá estar pendiente también de lo que ocurra en Europa, Japón se verá obligado a reforzar considerablemente las capacidades bélicas de sus Fuerzas de Autodefensa. El comportamiento de Rusia en Crimea y en el este de Ucrania es al mismo tiempo un aviso de que nos dirigimos hacia una nueva época de “ilegalidad internacional”, así que Japón deberá reforzar la defensa de las Senkaku y, en cuanto al sector suroccidental de su archipiélago, incluyendo Okinawa, deberá también esforzarse por mejorar su economía y su nivel de vida, para evitar que China o cualquier otro país pueda ensayar maniobras como instigar movimientos para que se realicen referendos sobre su independencia.

Si Europa comienza a importar menos petróleo y gas natural de Rusia, los precios del crudo y del gas natural licuado procedentes de Oriente Medio experimentarán una gran subida. Todavía será necesario algún tiempo hasta que Estados Unidos acomode sus infraestructuras y su sistema legal para hacer posible exportaciones masivas de gas y de petróleo de esquisto. Una vez garantizada la seguridad de las centrales nucleares y establecido un sistema para hacer frente a cualquier accidente, será necesario reabrir estas instalaciones mínimas necesarias para que produzcan la electricidad imprescindible para el país. Pero Japón deberá establecer también un plan de futuro que incluya el abandono de los reactores nucleares que ha usado hasta ahora y el desarrollo de reactores de torio a lo largo de un periodo de 20 años, y el aprovechamiento del carbón para la generación de electricidad, entre otras cosas.

Propuesta de un nuevo Plan Marshall multilateral

Para la cumbre con ocasión de la visita de Obama a Japón, será suficiente con que Japón muestre una clara disposición a participar activamente en la provisión de fondos de ayuda a Ucrania que encabezará el Fondo Monetario Internacional. Y tras declarar su adhesión a la postura norteamericana en cuanto a las medidas punitivas contra Rusia, le bastará con decir que esperará hasta que las medidas concretas se coordinen en el seno del G7 (véase Nota de Redacción al pie del artículo).  

Para Japón, cómo repartir papeles y cargas con Estados Unidos en el sostenimiento del desarrollo económico y la estabilidad de la región de Asia Oriental es un problema incomparablemente más importante que elevar su grado de implicación directa en lo que está ocurriendo en Ucrania. Tal reparto contribuiría a estrechar los lazos entre Tokio y Washington e, indirectamente, también a afianzar la posición occidental en el problema de Ucrania. El Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), igualmente, puede tratarse en ese contexto.

El reto que afronta el mundo actualmente es cómo encontrar la estabilidad en un momento en que Estados Unidos evita las intervenciones en el extranjero al encontrarse  todavía en fase de recuperación tras la Guerra de Irak y la crisis desencadenada por la quiebra de la financiera Lehman Brothers. Hasta ahora Estados Unidos ha tratado de mantener su influencia apoyando los movimientos democratizadores en regiones como la antigua Unión Soviética u Oriente Medio con las organizaciones no gubernamentales como punta de lanza, pero, como se ha visto en Ucrania y en la llamada “primavera árabe”, esta estrategia, además de ser causa de grandes desórdenes, solo produce desilusión e incluso una sensación de alarma hacia Washington. Es evidente que para conseguir estabilidad en el mundo el camino más seguro es crear, fomentando primero la industria, una clase media, promoviendo sobre esa base la democracia. Si Japón, Estados Unidos y Europa fueran capaces de lanzar algo así como un nuevo Plan Marshall que camine en ese sentido, y a él se sumasen con sus aportaciones los países del grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China), el ambiente mundial cambiaría considerablemente.

Si Japón y Estados unidos proclaman su oposición a cualquier intento por subvertir mediante la fuerza el orden mundial establecido, servirá no solamente para poner coto a la intromisión rusa en Ucrania, a los movimientos unilaterales chinos en las Senkaku y en la Mar de China Meriodional, y a la pintoresca campaña que está haciendo este país ante Estados Unidos pretendiendo que Japón está contraviniendo los acuerdos obtenidos al final de la Segunda Guerra Mundial, sino también para corregir el malentendido que se ve en una parte de la opinión pública norteamericana que parece contemplar la política de Abe como una amenaza al orden creado en la posguerra (véase Nota de Redacción al pie del artículo).     

Problemas internacionales como el de Ucrania no deben ser respondidos por Japón con la pasividad que le ha caracterizado hasta el presente, sino entendidos como oportunidades que puede aprovechar para obtener una mejor posición.

(Escrito el 15 de abril de 2014 y traducido al español del original en japonés)

Fotografía del titular: Pobladores favorables a Rusia obstaculizan el paso de vehículos blindados y tropas del gobierno de Kiev en la provincia ucraniana oriental de Donetsk, donde las fuerzas prorrusas continuaban ocupando edificios oficiales (16 de abril de 2014. Fotografía Sergei Grits/AP Photo/Aflo).

(Nota de Redacción del 25 de abril de 2014: En la cumbre nipo-estadounidense realizada el 24 de abril, el primer ministro japonés, Abe Shinzō, y el presidente norteamericano, Barack Obama, ante la situación en Ucrania, se reafirmaron en su postura de que cualquier intento por subvertir el statu quo bajo la amenaza del uso de la fuerza es inaceptable, y acordaron coordinar posturas en el seno del G7. Abe, además, hizo público ese mismo día 24 que Japón seguiría adelante con el apoyo a Ucrania, anunciando el envío de 1.500 millones de dólares norteamericanos en concepto de ayuda económica.)

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