El impacto de la división del Yamaguchi-gumi y la transformación de la yakuza

Sociedad

La escisión del clan yakuza Yamaguchi acaparó la atención pública, pero tiene pocas probabilidades de desembocar en un conflicto sangriento como los de antaño. En este artículo un periodista experto en la evolución del clan Yamaguchi verifica la transformación de la comunidad yakuza y da un toque de alarma sobre el ascenso de los nuevos “malos”.

Los inicios del clan Yamaguchi, una organización centenaria

El clan Yamaguchi, la mayor organización de la yakuza japonesa, se dividió en dos en agosto de 2015. El cisma se produjo en un momento tan señalado como el centenario de la fundación del clan y el décimo aniversario de la toma del poder de su sexto jefe.

Los inicios del clan Yamaguchi se remontan a 1915, cuando Yamaguchi Harukichi, que trabajaba como contratista bajo las órdenes del magnate del Puerto de Kobe Ōshima Hideyoshi, captó a cincuenta estibadores del puerto para crear una nueva organización. El jefe fundador del clan se introdujo en el mundo de la música rōkyoku —que gozaba de gran popularidad en la época— codeándose con concejales del Ayuntamiento de Kobe influyentes en el mundo del espectáculo, y logró mucho poder en dicho ámbito.

Cuando el hijo biológico de Yamaguchi tomó el relevo como líder, el clan amplió notablemente sus negocios expandiéndose al mundo de la canción popular y al del sumo de Osaka. Hasta la era del segundo jefe, la organización se centró en las operaciones de estiba del puerto y el mundo de la farándula, sin formar parte todavía de la yakuza.

Taoka Kazuo, que tomó las riendas del clan como tercer jefe, se dedicó a afianzar su poder en el puerto y el mundo del espectáculo. Fundó el clan Taoka, que más tarde se convertiría en el clan Yamaguchi y dominaría el puerto y la farándula, para hacer frente a los extranjeros que montaban grupos violentos escudados en la idea de que “los ciudadanos de países que ganaron la guerra no tienen por qué obedecer las leyes del país que la perdió” y dedicados a actividades ilegales (eran sobre todo coreanos y taiwaneses procedentes de las antiguas colonias japonesas, y chinos “ciudadanos de un país ganador en la guerra”).

Los negocios portuarios crecieron a pasos agigantados con la Guerra de Corea. El Puerto de Kobe vio un súbito apogeo gracias al movimiento de las operaciones de transporte militar estadounidense. El transporte logístico no podía estancarse. El jefe Taoka, dotado para los negocios y el liderazgo, supo prever la evolución futura de la estiba portuaria y ya en el decenio de 1945 a 1954 reunió a los estibadores de embarcaciones pequeñas y medianas del Puerto de Kobe en la asociación Kōdō, de la que se proclamó presidente.

La incursión en las artes escénicas y el refuerzo del poder mediante la lucha libre

Cuando Taoka asumió el mando como tercer jefe en 1946, el clan contaba con solo 33 miembros. Para 1975 la cifra se había disparado hasta los 11.000. ¿Cuál fue su secreto? La llamada “estrategia del palo y la zanahoria”. Taoka siguió con los negocios emprendidos antes de la guerra fundando la Compañía de Artes Escénicas de Kobe (Kobe Geinōsha) al poco de terminar el conflicto. Logró contratar en exclusiva a los cantantes Tabata Yoshio y Misora Hibari cuando empezaban a hacerse famosos. Se adueñó de los espectáculos del luchador Rikidōzan cuando la lucha libre apenas despuntaba en Japón. Y para todo ello contó con el potente respaldo del pez gordo de la farándula Nagata Sadao.

Uno de los factores que contribuyeron a que la Compañía de Artes Escénicas de Kobe se metiera al mundo del espectáculo japonés en el bolsillo fue el incidente del ataque a Tsuruta Kōji en 1952. Tras su debut como actor, Tsuruta alcanzó tal popularidad que no podía ni tomarse un día libre. Cuando, aprovechando una actuación de Tsuruta en Osaka, su mánager fue a casa de Taoka a saludarlo, hizo algo que desató la ira del jefe del clan. Como consecuencia algunos miembros fueron a la pensión donde se alojaba Tsuruta y lo agredieron.

Este suceso sacudió el mundo de las artes escénicas y permitió al clan Yamaguchi hacerse con su feudo. Como además la Compañía de Artes Escénicas de Kobe pagaba los sueldos más altos del sector, muchos artistas empezaron a solicitar plaza para actuar con la empresa.

Las organizaciones de la yakuza querían asegurarse artistas de éxito garantizado para sus espectáculos. Así que el jefe Taoka utilizaba hábilmente a las estrellas contratadas por la Compañía de Artes Escénicas de Kobe para ir sometiendo a los grupos de la yakuza de provincias. No hace falta ni mencionar que otro de los métodos para ampliar la red de poder era el uso del antes mencionado “palo”: las organizaciones que osaban enfrentarse al clan eran aplastadas sin piedad. Para mediados de los setenta se llegó a tal punto que no había conflicto dentro de la yakuza en el que no estuviera involucrado el clan Yamaguchi.

La generosa ayuda en el Gran Terremoto de Hanshin-Awaji

La yakuza japonesa presenta diferencias radicales respecto a las mafias de otros países: establece sus oficinas abiertamente, colgándoles el cartel con el escudo y el nombre del clan, y los clanes están profundamente arraigados a su tierra natal. Cabe destacar también que la yakuza tienen la tradición de prestar su socorro cuando se produce un desastre natural; las mafias de otros países, que no reparan en los medios con tal de maximizar sus beneficios, no comparten esa suerte de costumbres.

Tomemos como ejemplo el Gran Terremoto de Hanshin-Awaji. El clan Yamaguchi se puso en marcha para ayudar inmediatamente después de producirse el terremoto. Cuando me enteré me puse en contacto con el clan enseguida. El responsable que contestó al teléfono rechazó mi oferta de informar sobre la situación alegando: “No queremos que escriba sobre nuestra contribución a las actividades de rescate porque de todos modos se dirá que lo hacemos por propaganda”. Seguí insistiendo con que, ya que el resto de los medios iba a ignorar el caso, al menos me dejaran informar a mí, y al final logré su consentimiento.

Remití una carta donde explicaba el propósito de mi reportaje a todos los cabecillas del clan y les pedía que detallasen las actividades de rescate que habían llevado a cabo. La respuesta me dejó boquiabierto. Los artículos de socorro enviados incluían, además de arroz, otros alimentos y ropa, leche para bebés, pañales (separados por edades), ropa interior y productos sanitarios para mujeres, así como una extensísima variedad de productos de uso diario. Todo se había seleccionado cuidando hasta el último detalle. Para elegir los productos femeninos, los miembros del clan habían consultado a sus esposas y hermanas para saber cuáles eran los productos esenciales para cada franja de edad.

Guiar camiones a la zona damnificada con helicópteros

En los grandes desastres las carreteras suelen sufrir hundimientos y destrucción, lo que impide que los camiones cargados de artículos de socorro puedan transitar bien por la zona. El clan Yamaguchi superó este obstáculo utilizando helicópteros que indicaban el camino a los camiones —“en el siguiente cruce gira a la derecha, que la carretera de la izquierda tiene socavones”— y así logró que los artículos de socorro llegasen al lugar del desastre incluso antes que los equipos de rescate. Esas actividades de rescate costaron unos 1.100 millones de yenes.

Los medios de comunicación japoneses ignoraron por completo las actividades de rescate financiadas por la yakuza. Unos medios que suelen esparcir a los cuatro vientos la información emitida por la policía no dijeron ni una palabra sobre la “hazaña” de la organización. Solo un periódico de tirada nacional comentó con la boca pequeña que “un importante periódico británico informó sobre las actividades de rescate de la yakuza”, pero fue en un tono más burlón que admirado.

No habrá ninguna guerra ensañada

¿Qué rumbo tomarán a partir de ahora los dos nuevos clanes, el clan Yamaguchi del sexto jefe y el clan Yamaguchi de Kobe? Es imposible que estalle un conflicto sanguinario y despiadado como fue la guerra Yama-Ichi (conflicto que surgió entre el clan Yamaguchi y el clan Ichiwa cuando el cuarto jefe subió al poder en 1984 y que causó un gran número de víctimas). Aunque tras la escisión del clan hubo un incidente con víctimas mortales en la prefectura de Nagano, parece ser que se trataba de un “problema personal” que ambos bandos gestionaron con calma, y se ve claramente que los problemas surgidos en Akita, Toyama y Nagoya tampoco desembocarán en una guerra.

En el trasfondo de la situación están la Ley Contra Grupos Violentos con sus cinco paquetes de enmiendas de refuerzo y las ordenanzas para la eliminación de la violencia puestas en vigor por los Gobiernos locales. Las medidas legales extremas que permiten responsabilizar a la cumbre de las organizaciones incluso en delitos cometidos por el último eslabón del clan sin duda están surtiendo efecto.

Si analizamos el nivel de actividad de los dos nuevos clanes Yamaguchi, parece que la actividad del de Kobe destaca algo más. Una de las causas es el problema de la cuota de socio de los cabecillas del clan. En tiempos del quinto jefe Yamaguchi la cuota era de 650.000 yenes y luego casi llegó al millón, pero ahora con el sexto jefe ha vuelto a descender a los 650.000. Como en la época del quinto jefe había muchos cabecillas, la gestión del clan resultaba fácil, pero ahora que son cada vez menos andan casi desbordados.

Se rumorea que la cuota de socio del clan Yamaguchi de Kobe es de unos 400.000 yenes con gastos incluidos, pero no es un dato contrastado. Parece que ninguno de los dos clanes tiene intención de “hacer ruido” (de disparos), pero sí se están dedicando a ampliar sus influencias.

El clan del sexto jefe es más poderoso

Se dice que tras las bambalinas la diferencia de poder entre los nuevos clanes Yamaguchi es de 7 contra 3 a favor del clan del sexto jefe. Sin embargo, la información más reciente —de momento, un rumor— indica que mil miembros de la región de Kyūshū se han pasado al clan de Kobe.

Entrevistamos a un directivo de una organización mediana con sede central en Kyūshū, que nos contó lo siguiente: “Tras la escisión hubo algunos problemillas, pero no fueron más lejos. Los medios de comunicación hablan como si pudiera estallar una guerra en cualquier momento, pero yo creo que no hay modo de que eso pase. Si sucediera, seguro que los máximos responsables de ambos clanes acabarían detenidos por la policía. Si a los de más arriba les diera por desenterrar viejos conflictos, les acabarían arrestando por delitos triviales. Llegada esa situación, los clanes se tambalearían. Cuando se divide una organización tan grande como el clan Yamaguchi los de alrededor se ponen nerviosos, pero en esta ocasión todos respetan la división con toda tranquilidad. Es lo normal; la gran mayoría está de acuerdo en que no hay que armar escándalo. Estoy convencido de que en adelante los dos clanes coexistirán para la prosperidad mutua.”

La “modernización” y el encogimiento de la yakuza

La organización de la yakuza se transforma a toda velocidad. Hasta hace poco lo normal era que los grupos que eran expulsados de la rama principal del clan (se expulsaba al jefe) dejaran de poder interactuar dentro de la comunidad yakuza, quedaran aislados y se extinguieran. No obstante, en esta ocasión ha habido directivos que fueron expulsados en la escisión que han vuelto al negocio y miembros que quedaron aislados que han sido admitidos en otros grupos: los preceptos de la yakuza se están desobedeciendo abiertamente. Incluso hay clanes que dejan la puerta abierta a los miembros de grupos cuyo jefe fue destituido.

Entre la comunidad yakuza se está popularizando una nueva forma de actuar muy distinta al drama de los cismas de antaño. Y este cambio presagia el surgimiento de una sucesión de grupos estables que se irán independizando de los clanes originales tras cada división y disputa. En cierto sentido asistimos al comienzo de la modernización de la yakuza, que abandona sus antiguos principios.

La población de la comunidad yakuza encoge rápidamente. Según las investigaciones de la policía, de los 86.300 miembros (incluidos los llamados miembros asociados) de 2005, a finales de 2014 se había bajado hasta los 53.500.

Una sociedad en la que proliferan los nuevos “malos”

A pesar de lo que explicábamos arriba, no podemos bajar la guardia. Hay que mirar a dónde van a parar los miembros que abandonan la yakuza. Hace unos veinte años en el barrio de Shinjuku había una esquina conocida como Hamon-doori (la calle de los proscritos), que era donde se reunían los que habían quedado proscritos y aislados de la yakuza. Vivían casi exclusivamente de la estafa y el chantaje, interviniendo en problemas ajenos —como disputas empresariales o conflictos políticos— a cambio de dinero. Los desterrados por la comunidad yakuza se convertían en “malos” peores que la propia yakuza.

También están apareciendo bandas muy radicales al estilo de los gurentai (grupos predecesores de la yakuza actual, famosos por la violencia de sus actos). Las hay conocidas como los Dragon, formada mayormente por miembros de la banda motociclista Kanto Rengō (antiguos miembros de los Bōsōzoku) y descendientes de segunda y tercera generación de los huérfanos japoneses que quedaron en China después de la guerra, pero también están surgiendo pequeños grupos de “malos” de nombre desconocido. Estas nuevas bandas se mueven con el modus operandi del “todo vale”, usando sin miramientos armas cortantes, bates metálicos y porras; y encima no son objeto de la Ley Contra Grupos Violentos. También las mafias extranjeras merodean por Roppongi y Kabukichō. De cara al futuro urge tomar medidas para poner freno a estos grupos emergentes.

(Redactado en noviembre de 2015)

Fotografía del titular: Shinoda Ken’ichi (alias Tsukasa Shinobu), sexto jefe del clan Yamaguchi, sale de la cárcel tras cumplir condena por infringir la Ley de Control de Armas Cortantes y de Fuego en abril de 2011. (Fotografía cortesía de Jiji Press)

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