Los niños y los smartphones (parte 2): el JK business que explota a las colegialas

Sociedad

Los smartphones son la principal vía por la cual las adolescentes japonesas acceden a trabajos de acompañante de hombres por horas. Analizamos este sector que manipula hábilmente a las menores captándolas con promesas de “trabajos cómodos con los que se gana dinero fácilmente”.

En el primer artículo de esta serie tratamos de los niños que buscan sentirse valorados a través de las redes y los juegos sociales, y concluimos que, a pesar de dominar el uso de los smartphones para obtener información y “conectarse” con los demás, en ocasiones la inmadurez y la falta de experiencia de los menores los precipitan a situaciones harto problemáticas. En este segundo artículo vamos a analizar uno de esos problemas que se han agravado con la popularización de los smartphones: el JK business, la industria que emplea a niñas de instituto como “acompañantes” de hombres mayores.

Colegialas que se apuntan a ofertas de trabajo por internet

JK es una abreviación de joshikōsei (‘colegiala de bachillerato’), y el JK business es la industria en que las adolescentes ganan dinero explotando su calidad de colegialas. Se trata de un sector que engloba servicios muy variados, desde paseos en compañía, cafeterías especializadas para charlar y jugar con colegialas uniformadas y sesiones fotográficas de colegialas disfrazadas, hasta “servicios de reflexología” que ofrecen compañía para dormir, abrazos y masajes.

Según un estudio publicado por la Policía Metropolitana de Tokio en enero de 2016, solo en la prefectura de Tokio existen 174 establecimientos dedicados al JK business. Sin embargo, en los últimos tiempos el endurecimiento de las regulaciones con medidas como la Ley de Bienestar Infantil y las ordenanzas prefecturales para la protección de menores está provocando la proliferación de los negocios “sin sede fija”. La atención al cliente y la gestión de las niñas trabajadoras puede llevarse a cabo mediante oficinas de alquiler temporal, sitios web y redes sociales. Los usuarios eligen los servicios, la fecha y la hora deseados a través del sitio web. Y las colegialas también se apuntan a las ofertas de trabajo por internet.

Las webs especializadas en ofertas de trabajo para el JK business suelen publicar anuncios de este estilo:

“¡Buscamos chicas de bachillerato para hacer de guía turística! Oferta limitada con generoso sueldo por hora. ¡Tenemos empleadas que ganan más de 20.000 yenes por solo tres horas de guía!

“Sin currículum vitae. Fecha de la entrevista a convenir según tu disponibilidad. Privacidad de la información personal totalmente garantizada.”

“Fácil y sin requisitos. Utiliza tu tiempo libre de forma inteligente para ganar dinero. Tenemos contacto con productores artísticos y muchas de nuestras chicas acaban siendo modelos o idols. Personal amable y de confianza, con compañeras alegres y divertidas.”

“Empresa de reputación reconocida y con licencia. Sin obligaciones ni infracciones de contrato.”

Esas “guías” de las que hablan las ofertas en realidad consisten en ir de paseo con hombres; pero no se trata solo de andar con ellos por la calle, sino que hay servicios opcionales como “ir dados de la mano”, “cantar juntos en el karaoke” o servicios sexuales (conocidos como ura opu, ‘opciones ocultas’). La empresa que gestiona los servicios y las chicas que los facilitan mantienen un contacto constante mandándose mensajes por las redes sociales para intercambiarse información o transmitir indicaciones.

En una encuesta de opinión sobre el JK business realizada a 515 estudiantes de secundaria y bachillerato de la prefectura de Tokio (Institute of Safer Town Environmental Program, marzo de 2016), el 63 % respondieron que sabían qué era el JK business y el 9,5 % admitieron conocer a alguna chica que trabajaba en el sector. Ante la pregunta de qué opinaban del hecho de trabajar en el JK business, un número considerable reveló una visión positiva: el 22,9 % esgrimió que les parecía justificado si era por necesidad financiera, mientras que el 10,5 % declaró que no veían ningún problema ya que las chicas trabajaban por voluntad propia. Otro 8,3 % se mostró activamente a favor de la industria, defendiendo que era “un nuevo tipo de trabajo con el que las chicas podían ganar dinero en la sociedad actual”.

A pesar de todo, la opinión de que el JK business es peligroso también se encuentra muy difundida en las redes sociales. Por más que el sector anuncie a bombo y platillo su potencial de lucro, lo cierto es que inspira una buena dosis de inquietud y desconfianza. A continuación quisiera exponerles el caso de una estudiante de bachillerato a la que entrevisté para indagar en los motivos que la llevaron a introducirse en el negocio y en su experiencia como trabajadora.

Embaucadas con manipulaciones y halagos

Yuri (nombre ficticio), de 18 años de edad y residente en Tokio, es miembro del club de teatro del instituto y quiere estudiar en una escuela de diseño de moda cuando termine el bachillerato. Trabajó en el JK business durante un año, entre los 16 y los 17. Sus encargos consistían en disfrazarse de personajes de anime y videojuegos para realizar sesiones fotográficas en pisos privados e ir al karaoke con clientes.

Yuri solía trabajar por horas en una zona de restaurantes donde ganaba unos 20.000 yenes mensuales, pero el sueldo se le esfumaba enseguida entre comprar ropa e ir a comer con las amigas. Fue una de las compañeras de ese trabajo quien le dio a conocer un sitio web de ofertas laborales para colegialas. El sitio ofrecía recuentos como “20.000 chicas ya se han registrado con nosotros” u “hoy se han registrado 150 chicas nuevas” y clasificaba las ofertas de trabajo por categorías: idols, sesiones fotográficas, personajes de videojuego, disfraces, karaoke, guías turísticas, etc. Incluso publicaba fotografías y comentarios de chicas que trabajaban a través del sitio. Aunque a Yuri todo aquello le pareció sospechoso, los comentarios captaron su interés:

“Este sitio te permite registrarte de forma anónima y no te envía invitaciones indeseadas. Puedes trabajar tranquilamente porque no corres ningún riesgo de que tu información privada se filtre. Todo el personal es amable y puedes hacer amistad con chicas de otros institutos y pasarlo en grande todos los días.”

A medida que leía los comentarios Yuri empezó a sentir ganas de registrarse de forma anónima. El registro era gratuito y solo había que introducir una serie de datos que solicitaba la web. Acabó creándose un perfil con el pseudónimo Momo, indicando su edad, su dirección de correo electrónico, sus aficiones y su participación en el club de teatro. Enseguida le llegó un correo para ofrecerle un trabajo en el que podía “aprovechar sus dotes interpretativas”: una sesión de un solo día como modelo de disfraces.

“Buscamos urgentemente modelos de disfraces para una sesión fotográfica de un día. 10.000 yenes por 3 horas de trabajo. Se admiten chicas sin experiencia o con poca soltura. Lugar de trabajo totalmente gestionado por mujeres. Nuestro atento personal femenino te asistirá en todo lo necesario.”

A Yuri le llamó mucho la atención lo del “atento personal femenino”, ya que estaba convencida de que el JK business lo gestionaban “hombres de aire imponente”. Siendo para un solo día y tranquilizada por el hecho de que todo el personal fueran mujeres, se apuntó a la oferta sin pensarlo dos veces. El día de la sesión acudió a la dirección indicada, que resultó ser un piso de un edificio de viviendas cercano a una zona de ocio. Tras llamar tímidamente al interfono, le abrieron la puerta tres chicas sonrientes.

En la sesión había diez clientes y cuatro chicas —contando a Yuri— que acudían para hacer de modelos. Solo tuvieron que posar para las fotos disfrazadas de personajes de anime. Al terminar recibieron los 10.000 yenes prometidos en metálico y se fueron a comer con el resto del personal. Charlaron animadamente como en una comida de amigas y, para cuando se intercambiaron los contactos de LINE, Yuri ya había olvidado todos sus reparos respecto al trabajo. Es más, quedó gratamente sorprendida de que existiera una forma tan simple de ganar dinero.

Un sistema que se aprovecha de la ambición y la gratitud de las niñas

Yuri decidió dedicarse de lleno a trabajar en el JK business. Las empleadas que la asistían la trataban con cariño y eran como “hermanas mayores”, que tanto le brindaban consejos en asuntos amorosos como la ayudaban con los deberes del instituto. Por supuesto también había “hermanos mayores” muy amistosos que iban conquistando a las niñas a base de halagos (“tú sí que eres guapa de verdad”, “eres la mejor chica que he conocido”, etc.).

Al verse ganando dinero, y sintiéndose acogidas y apoyadas, en las chicas nace un sentimiento de gratitud. Acaban convenciéndose de que deben esforzarse en el trabajo para corresponder al trato amable que reciben y de que no pueden traicionar al personal que las ayuda. Atrapadas en esa red de manipulación psicológica, les resulta cada vez más difícil negarse a los exigentes servicios y favores sexuales que se les piden. Algunas agencias incitan a las chicas a competir entre ellas, con tretas como enviarles a todas la lista con el ranking de chicas según sus ventas y ofrecer pagas extras a la más exitosa; luego incluso invitan a esa número uno a fiestas y se aseguran de enviar al resto las fotos que destilan más diversión para que sientan envidia y luchen por el primer puesto.

En mayo de 2016 la Policía Metropolitana de Tokio publicó un informe (“Informe sobre la aplicación de medidas de prevención de delitos relacionados con el JK business”) que recopilaba casos como los de clientes que fuerzan a las chicas a realizar obscenidades o las acosan, así como conflictos a raíz de contratos que les impiden dejar el trabajo. Cabe señalar que resulta difícil conocer la situación con precisión porque hay trabajadoras del JK business que no denuncian los abusos que sufren o no son siquiera conscientes de ser víctimas de ellos.

Aun si tildamos de frívolas a las colegialas que entran en el JK business, no podemos desentendernos del fenómeno categorizándolo como un problema individual. Ese reclamo del “fácil y sin requisitos” esconde una astuta estrategia empresarial y un sistema estudiadísimo. Se empieza ofreciendo a las chicas un acceso fácil y cómodo mediante webs y redes sociales, apelando a su ambición con promesas de “sueldos altos” y “posibilidades de debutar en el mundo del espectáculo”. Luego se emplea personal femenino para lograr que las chicas bajen la guardia, y finalmente se las va induciendo a que trabajen cada vez más “por iniciativa propia”. Y, visto quiénes son los que se lucran con el negocio y quiénes se satisfacen sexualmente con sus servicios, es evidente que la situación requiere analizarse como un problema de adultos.

Por otro lado, en cierto modo el JK business se ha convertido en un sector que “facilita dinero y comida” a muchas menores que no tienen adónde ir, víctimas de problemas sociales como la pobreza, el maltrato y la desestructuración familiar. Hay chicas que costean sus estudios gracias a esos “sueldos altos”, otras que matan el hambre comiendo con sus clientes o que hasta duermen en la agencia que las emplea para huir de la violencia de sus padres. El informe de la Policía Metropolitana de Tokio que mencionábamos arriba incluye casos en que las víctimas no reportaron los abusos o ni siquiera eran conscientes de haberlos sufrido; esto podría explicarse por el hecho de que las chicas procedieran de un entorno familiar conflictivo. Estamos hablando de menores sin parientes en quienes confiar, carentes de una buena formación o experiencia vital, que no cuentan con ningún aliado ni conocimiento alguno que pueda ayudarlas a denunciar su situación.

La sombra del JK business es abismal porque no se limita a la implicación de las adolescentes en el negocio del sexo, sino que extiende sus garras hasta el entorno cotidiano de muchas menores inmersas en problemas como la pobreza o la desestructuración familiar.

(Traducido al español del original en japonés)

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