¿Qué ha aprendido Japón de la crisis financiera?

Economía

La economía japonesa sigue sin salir del todo de una ya larga etapa de deflación y bajo crecimiento, cuyo origen hay que buscar en el año 1997. Ese año, Japón padeció una crisis en su sector financiero que trajo consigo una gran contracción de la economía. Han pasado 20 años desde entonces, un buen momento para considerar, una vez más, qué fue lo que ocurrió durante aquel mes de noviembre.

26-XI-1997: el día en que más peligró la economía japonesa

“Esto tiene mala pinta. Hay colas frente a los bancos de todo el país”.

La llamada telefónica recibida en el Ministerio de Hacienda (actual Ministerio de Finanzas) procedía del Banco de Japón (emisor). Era la mañana del 26 de noviembre de 1997. La palabra “pánico” cruzó súbitamente la mente de los principales responsables de la economía nacional. Esa misma mañana, a primera hora, el titular del ministerio, Mitsuzuka Hiroshi, había convocado una rueda de prensa, en la que había hecho público que el Banco Tokuyō City, una entidad regional con base en la prefectura de Miyagi, se había declarado en quiebra. “Estamos tomando todas las medidas necesarias para proteger los depósitos de los ahorristas”, dijo el ministro, “y estabilizar las transacciones interbancarias. Haremos todo lo que esté en nuestras manos para que no haya otras repercusiones”.

Entonces, el Gobierno no seguía la política de activar inmediatamente el pay-off, un sistema según el cual, en caso de quiebra bancaria, solo se garantiza la integridad de los depósitos hasta una cierta cantidad máxima. Haciendo hincapié en este punto, el entonces gobernador del Banco de Japón, Matsushita Yasuo, que apareció junto a Mitsuzuka en la rueda de prensa, llamó a la calma y afirmó que aplicar tempranamente el pay-off no entraba en sus planes.

Aquel mismo mes de noviembre, se habían ido también a la quiebra las casas de valores Sanyō y Yamaichi, así como el no menos conocido Banco Hokkaidō Takushoku. Por su volumen de negocios, el Banco Tokuyō no podía compararse a dichas entidades. Una quiebra bancaria es siempre un asunto que hay que tratar con la mayor delicadeza, pero un tanto acostumbrados ya a estas quiebras, ni el ministerio, ni el Banco de Japón, ni los medios de comunicación supieron calibrar correctamente esta.

Un viandante recibe, frente a la sede central del Banco Hokkaidō Takushoku, un número extraordinario que anuncia la quiebra de la entidad (Sapporo, Hokkaidō, 17 de noviembre de 1997). (Fotografía: Jiji Press)

Los bancos en que se formaron colas de personas que se apresuraban a retirar sus ahorros eran principales aquellos que habían sido señalados como “peligrosos” por los semanarios y otras publicaciones políticas. El Ministerio de Hacienda y el Banco de Japón se reunieron con carácter de urgencia. De momento, lo más importante era evitar que se formasen dichas colas, por lo que, a través de las delegaciones ministeriales y otras instancias, se dieron instrucciones en ese sentido.

Las aglomeraciones de gente en las calles llaman la atención y además causan un efecto perturbador en la psique de quien las contempla. “Recuerdo haber instruido a los bancos detalladamente para que repartieran tickets numerados, hicieran pasar a la gente a las salas de recepción, etc.”, dice un funcionario que estuvo al cargo.

También hubo vacilación en los medios de comunicación. Muchos periódicos, agencias de noticias y canales de televisión sabían que la gente estaba formando colas ante las sucursales de los bancos. Pero también sabían que informando de ello solo se conseguiría crear mayor inquietud en la ciudadanía. Los mercados sufrirían también grandes oscilaciones. Tras muchas dudas, todos los medios decidieron autocensurarse. No es que se confabulasen, ni que las autoridades les instasen a ello. La decisión de no publicar ni una línea al respecto fue tomada de forma autónoma por cada medio.

Al llegar la tarde, la situación fue calmándose. Al anochecer, el Ministerio de Hacienda y el Banco de Japón fueron informados de que las colas de ahorristas se habían disuelto.

En 1927, Japón sufrió en carne propia una situación de pánico financiero(*1). Con motivo de unas desafortunadas declaraciones de un ministro de Hacienda, miles de ahorristas corrieron a los bancos de todo el país a retirar su dinero. Las escenas de aquellas carreras, apreturas y empujones quedaron inmortalizadas en elocuentes fotografías.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Japón vivió otros duros episodios, como el Nixon Shock o las crisis del petróleo, pero puede decirse que aquel 26 de noviembre de 1997, más que ningún otro día, la economía japonesa estuvo a un paso de hundirse. Veamos ahora por qué las cosas se complicaron hasta ese punto.

Cómo se formó -y cómo reventó- la burbuja

En aquella época, las mayores dificultades para los bancos procedían principalmente de las deudas irrecuperables. Para comprender la naturaleza de este problema, es necesario saber cómo se formó y cómo reventó la burbuja económica.

En septiembre de 1985 se firmaron en Nueva York los famosos Acuerdos del Plaza, que tomaron su nombre del hotel que sirvió de escenario a los mismos. Con ellos, Estados Unidos se servía de un ajuste cambiario para desembarazarse del doble déficit que lo aquejaba: el de la balanza por cuenta corriente y el fiscal. Los acuerdos significaron el inicio de la escalada del yen. La moneda japonesa, que entonces se cotizaba a 240 unidades por dólar estadounidense, inició un meteórico ascenso que lo colocó alrededor de las 150 unidades por dólar en apenas un año.

El nuevo valor del yen supuso un duro golpe para la economía japonesa, especialmente para el sector exportador. Entre las medidas tomadas por el Banco de Japón para reflotar la economía estuvieron las cinco flexibilizaciones monetarias realizadas entre 1986 y 1987. Fue entonces, en 1987, cuando el precio del suelo comenzó a subir. Durante los tres años siguientes, que fueron de fuerte subida, el efecto se hizo sentir tanto en las zonas urbanas como en las rurales.

Arrastradas por los precios del suelo, las acciones también subieron. A finales de diciembre de 1989 el índice Nikkei alcanzó su máximo histórico (38.900 yenes). Superado los efectos negativos de tener una moneda mucho más cara, la economía japonesa entró en una época de vacas gordas. Con la perspectiva que nos da el paso del tiempo, vemos en aquella época la cúspide de la economía de la burbuja.

Las primeras nubes negras aparecieron en 1990. Los precios del suelo comenzaron a caer, y fue el Ministerio de Hacienda el que dio la puntilla al poner límite a los créditos que se obtenían fácilmente poniendo como aval las propiedades inmuebles. El precio del suelo y las acciones enfilaron la cuesta abajo. La burbuja había reventado. Los bancos que habían concedido créditos con inmuebles como aval vieron cómo estos dejaban de ser garantía de la devolución integral del dinero. Y las empresas que obtenían beneficios con inversiones de cartera (participando en otras empresas para obtener rentabilidad) se desestabilizaron repentinamente. De esta forma, los bancos fueron cargándose de créditos irrecuperables o de muy difícil recuperación.

El origen de la alergia a las inyecciones de dinero público

El problema de los créditos irrecuperables que afectó a Japón en el decenio de 1990 empezó a cobrar sus víctimas entre las entidades financieras más pequeñas y débiles, que fueron las primeras que quebraron.

Entonces se consideraba que la confianza de los ahorristas se obtenía ante todo con una gestión sólida y, a ese fin, bajo la incuestionable autoridad y guía del Ministerio de Hacienda y del Banco de Japón, se había adoptado la estrategia llamada gosō sendan hōshiki (inglés: convoy system, sistema según el cual una flota avanza a la velocidad que puede permitirse la más lenta de las embarcaciones que la integran). La idea se basaba en el mito de que los bancos nunca quebraban. Las entidades financieras de pequeño y mediano tamaño en situación financiera “sospechosa” se acogían a su derecho a ser absorbidas -salvadas- por los grandes bancos o por otras entidades próximas. Tal era la forma de operar. Fue en 1988 cuando, por primera vez, dicho ministerio dio un toque de atención a una entidad financiera, tal y como quedaba contemplado en la ley que regía la banca japonesa, emitiendo una orden administrativa de mejoramiento de negocios.

Un funcionario que, en aquel tiempo, formaba parte de la división bancaria del Ministerio de Hacienda, recuerda que, según la mentalidad imperante en la época, activar la ley de bancos equivalía a pregonar que una institución financiera estaba en peligro, lo cual podía arrojar sombras sobre la credibilidad del sistema. Para evitar una situación así, la activación de dicha ley se veía con gran cautela.

El problema de los créditos irrecuperables se introdujo en el debate político parlamentario desde un ángulo insospechado. La chispa no saltó de la banca en sí, sino de las corporaciones de crédito hipotecario a la vivienda. Estas corporaciones, llamadas genéricamente jūsen, funcionaban prestando dinero que obtenían de los bancos a particulares que querían comprar una vivienda. Como parte de su estrategia de ampliación de negocios, las jūsen fueron ofreciendo cada vez mayor financiación a empresas para la realización de operaciones con inmuebles. Gracias a la existencia de las jūsen, los bancos encontraban una forma cómoda de colocar su capital sin prestar directamente, lo cual los obligaría a realizar una exigente evaluación crediticia.

Sin embargo, al reventar la burbuja todo este negocio se tradujo en créditos incobrables. Dado que las jūsen no eran entidades financieras que aceptasen depósitos, debería haber resultado fácil desembarazarse de ellas declarándolas en quiebra. Lo que complicó el asunto fue que se había prestado también el capital reunido por la red de cooperativas agrícolas de Japón. En la escena política japonesa de la época, ostentaban un notable poder los parlamentarios que habían ganado su escaño gracias al apoyo de las cooperativas agrícolas y que se debían a ellas. A estos parlamentarios les preocupaba que las operaciones financieras de las cooperativas pudieran verse afectadas. Por eso, en diciembre de 1995, a fin de compensar las pérdidas, hicieron que el Gobierno incluyera en los presupuestos generales del Estado una partida de 685.000 millones de yenes de dinero público.

La reacción ante esta medida fue furibunda. La prensa protestó a coro en sus editoriales por lo que veía como “una forma inaceptable de liquidar las jūsen” (periódico Asahi Shimbun), o “un apaño político que se salta sin más las normas” (Nikkei). Aunque los bancos, núcleo central del sistema financiero, seguían cargándose de créditos irrecuperables y la crisis estaba a la vuelta de la esquina, a raíz de este escándalo el Ministerio de Hacienda ni siquiera podía plantearse hacer nuevas intervenciones con dinero público.

Imposibilitado de utilizar fondos públicos, cuando tuvo que reflotar el Nippon Saiken Shin’yō Ginkō (Banco de Crédito de Japón), que se hallaba en situación desesperada, el Ministerio de Hacienda trató de evitar la crisis consiguiendo que otras entidades del sector invirtieran en dicho banco o lo financiaran. Este método fue bautizado irónicamente “sistema hōgachō”, en mención a los antiguos libros en que figuraban las donaciones hechas a los templos. La expresión fue muy repetida aquellos años.

En marzo de 1997 le llegó el turno al Banco Hokkaidō Takushoku, también en crítica situación, para el que finalmente se decretó, con el supuesto beneplácito de las partes implicadas, la solución de ser absorbido por otro banco de la misma prefectura, el Hokkaidō Ginkō, todo lo cual se hizo público en rueda de prensa.

Sin embargo, este acuerdo inicial se rompió posteriormente y el banco hubo de ser declarado en quiebra en noviembre. Acababa de quebrar la casa de valores Sanyō y en pocos días lo haría la Yamaichi. Las colas ante las sucursales causadas por el caso del Banco Tokuyō City llegaron pocos días después, el 26 de ese mismo mes.

Ante la magnitud de la crisis, el ministerio buscó un fundamento legal más sólido para futuras intervenciones. Con la mala experiencia de las jūsen, el legislativo había desarrollado una verdadera alergia al uso del dinero público, pero el ministerio no podía permanecer de brazos cruzados. Y finalmente se determinó que, antes de que la economía japonesa sufriera un deterioro irreversible, había que preservar el orden financiero aunque fuera necesario servirse para ello de los impuestos.

El fin de la burbuja y el sector financiero

1989 Dic. El índice Nikkei alcanza un máximo histórico de 38.915,87 yenes
1994 Dic. El Banco de Japón anuncia la creación de un nuevo banco para solucionar el problema de las cooperativas de crédito Tōkyō Kyōwa y Anzen.
1995 Ene. Gran Terremoto de Hanshin (terremoto de Kōbe).
Ago. Gobierno prefectural de Osaka ordena a la cooperativa de crédito Kizu el cese de sus actividades.
Dic. Se decide que el Gobierno utilizará 685.000 millones de yenes del erario público para solucionar el problema de las corporaciones de crédito hipotecario jūsen.
1997 Abr. El Ministerio de Hacienda ordena a Nissan Mutual Life Insurance el cese de operaciones (primera quiebra de una aseguradora japonesa desde la Segunda Guerra Mundial)
Jun. Se aprueba la modificación de la Ley del Banco de Japón.
Nov. La casa de valores Sanyō solicita intervención pública para ser reflotada.
Quiebra el Banco Hokkaidō Takushoku.
La casa de valores Yamaichi decide poner fin a sus operaciones.
Cae el banco regional Tokuyō City, con sede en Sendai.
1998 Feb. Nueva ley para facilitar las inyecciones de dinero público.
Jun. Se pone en marcha la Agencia de Supervisión Financiera (precedente de la actual Agencia de Servicios Financieros).
Oct. El Gobierno declara insolvente el Banco de Crédito a Largo Plazo de Japón y decreta su nacionalización provisional.
Dic. El Gobierno acepta la quiebra del Banco de Crédito de Japón.

Las consecuencias de no haber intervenido pronto

Después, en 1998, quebrarían el Nippon Saiken Shin’yō Ginkō (Banco de Crédito de Japón) y el Nippon Chōki Shin’yō Ginkō (Banco de Crédito a Largo Plazo de Japón). Pero hay que preguntarse qué enseñanza nos ha quedado de esta crisis financiera que se gestó en 1997.

A continuación, refiero la opinión de un exfuncionario del Ministerio de Finanzas (antiguo Ministerio de Hacienda).

“Hubo que reconocer quiebras que hasta entonces estaban siendo disimuladas. Sobre todo la de la casa de valores San’yō, a principios de noviembre, fue especialmente dañina, porque causó impagos en el mercado de depósitos interbancarios (call deposits) y produjo una violenta contracción del crédito. Aunque creo que el método de tratar de conseguir un aterrizaje suave reflotando entidades mediante fusiones al tiempo que se permitía que la economía siguiera creciendo no estaba equivocado, lo cierto es que tras el pico de mediados de 1997 la economía comenzó a decaer. Japón es un buen ejemplo de las heridas tan graves que puede causar en la economía un aterrizaje financiero forzoso”.

De todos modos, se sigue sosteniendo que la inyección de dinero público se hizo demasiado tarde. Tanaka Takayuki, profesor de la Universidad Senshū con experiencia laboral en el Banco de Crédito a Largo Plazo de Japón, sentencia desde su perspectiva de experto en la materia: “Debió inyectarse dinero en la banca rápidamente, como hizo Estados Unidos en 2008 (después de la bancarrota de la financiera Lehman Brothers) en respuesta a la crisis financiera mundial”.

Fotografía del encabezado: sucursal en Shinjuku (Tokio) de la casa de valores Yamaichi, frente a la que se formaron largas colas de clientes, el 25 de noviembre de 1997. (Fotografía: Jiji Press)

(*1) ^ En marzo de 1927, en un momento en que la economía japonesa entraba en recesión y muchas empresas y bancos estaban cargados de deudas incobrables (Crisis Financiera de la Era Shōwa), durante una sesión de la Dieta (Parlamento), el ministro de Hacienda dijo por error, en respuesta a una pregunta para la que no estaba convenientemente preparado, que cierto banco privado que estaba operativo había quebrado. Estas declaraciones avivaron la incertidumbre financiera y provocaron un pánico bancario. Cuando parecía que se había recuperado la calma, posteriormente se produjo una recaída que causó la bancarrota de la casa comercial Suzuki Shōten.

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