Un vacío en la estrategia para Asia Oriental: la visita del presidente Trump a Japón

Política

El presidente estadounidense Donald Trump eligió como primer destino de su gira por Asia Oriental a Japón, su aliado más importante. En una serie de charlas bilaterales los líderes de Japón y los Estados Unidos pudieron tratar temas cruciales como la necesidad de aumentar al máximo la presión sobre el régimen norcoreano ante su desarrollo de armamento nuclear y de misiles, el objetivo de lograr una región Indo-Pacífica libre y abierta, y el fortalecimiento de la alianza entre ambas naciones. El periodista especializado en relaciones internacionales Teshima Ryūichi, que ha cubierto todo lo relacionado con esta alianza en la primera línea, señala no obstante que el creciente poder de una potencia naval como China ha comenzado a hacer sombra al gigante estadounidense en esta región.

Un diálogo entre líderes dominado por la cuestión norcoreana

El presidente estadounidense Donald Trump aterrizó en la base aérea de Yokota a bordo del Air Force One el 5 de noviembre después de pasar previamente por la base del Comando del Pacífico de los Estados Unidos en Pearl Harbor, Hawái. Se comenta que este itinerario fue elegido a propósito por el presidente Trump para enviar un duro mensaje al régimen de Kim Jong-un en Corea del Norte, ya que estas bases aéreas comandarán las principales vanguardias del ejército estadounidense si la península coreana vuelve a sufrir las calamidades de la guerra.

“Ningún dictador o nación puede subestimar la resolución de los Estados Unidos.” Trump pronunció estas palabras envuelto en la chaqueta de las fuerzas aéreas para elevar la moral de los oficiales y soldados estadounidenses y japoneses presentes en la base de Yokota. “El ejército de los Estados Unidos y las Fuerzas de Autodefensa de Japón están hoy aquí codo con codo y llenos de confianza para demostrar al mundo una capacidad como nunca antes se ha visto. Ellos inspiran confianza en nuestros aliados, y llenan de terror a nuestros enemigos.”

Los líderes de Japón y los Estados Unidos coincideron en una conversación telefónica previa a su encuentro en “Aumentar más la presión sobre Corea del Norte y darle la máxima prioridad a impedir que siga desarrollando su programa nuclear y de misiles”. Lo cierto es que salvo por la cuestión norcoreana, no parece que haya otras materias en las que Japón y los Estados Unidos puedan llegar pronto a un acuerdo. En lo que respecta a la economía y el comercio, desde que el Gobierno de Trump se retirara del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) poco después de tomar el poder, Japón ha continuado trabajando para mantenerlo a flote sin los Estados Unidos (TPP11). Trump desea cerrar Acuerdos de Libre Comercio en los campos de la automoción, al agricultura, los fármacos, etc. Esto conduciría a negociaciones bilaterales en las que Japón quedaría en desventaja. Al tratar estos temas en profundidad uno se da cuenta de la gran distancia que separa a estos dos países, como se pudo comprobar en la reunión mantenida con anterioridad entre el vice primer ministro japonés Asō Tarō y su homólogo estadounidense Mike Pence.

Las grietas ocultas en la alianza contra el regimen norcoreano

Aunque el consejero de estrategia del presidente estadounidense Steve Bannon se ha alejado del núcleo de la política, no cabe duda de que continúa formando parte del pilar ideológico del presidente Trump. Su política se basa en anteponer el beneficio de los Estados Unidos por encima de todo, y proteger los intereses económicos de los “blancos desfavorecidos”, las personas de clase baja y media-baja que representan el grueso de sus simpatizantes. Esta es la razón por la que Bannon insiste en exigir concesiones a su favor a China y Japón, los países con los que mantiene un mayor desequilibrio en su balanza comercial.

Como principal ideólogo del movimiento “America First” (Los Estados Unidos Primero), Bannon también piensa que el problema norcoreano no es más que una minucia comparado con la “guerra económica” contra China. De hecho, tanto en la cuestión de las relaciones comerciales como en la estrategia contra Corea del Norte el “America First” sale a menudo a flote.

En esta última cumbre, los líderes de ambas naciones se comprometieron a someter a la mayor presión posible al régimen norcoreano. No obstante la administración Trump hizo hincapié en la amenaza que Pyongyang representará si logra completar exitosamente su programa de misiles balísticos intercontinentales (ICBM, por sus siglas en inglés) con capacidad para alcanzar objetivos en América del Norte. Debemos tener en cuenta también que Trump quiere obtener el apoyo de la opinión pública eliminando esta amenaza directa hacia los Estados Unidos ahora que la popularidad de su administración ha caído un 30 %. Por consiguiente, no podemos descartar la posibilidad de que el presidente estadounidense intente negociar con el régimen de Kim Jong-un para poner freno a su programa armamentístico a cambio de permitirle continuar en el poder.

Incluso si el territorio estadounidense se viera liberado de la amenaza de los misiles intercontinentales norcoreanos, el archipiélago japonés seguiría estando al alcance de sus misiles de alcance intermedio. Este hecho podría dividir la alianza nipoestadounidense. La calurosa bienvenida que el primer ministro Abe dio al presidente Trump buscaba posiblemente disuadir a la administración estadounidense de continuar con una política de seguridad gobernada por el “America First”.

Uno de los errores garrafales de la administración de George W. Bush fue su política contra Corea del Norte. En 2008 la Casa Blanca retiró al país ermitaño de la lista de estados que apoyan el terrorismo, permitiendo el regreso, a través de Rusia, de una ingente cantidad de fondos en dólares estadounidenses que hasta entonces estaban bloqueados en el exterior. Corea del Norte utilizó ese dinero en su programa de desarrollo de armas nucleares y misiles, y continuó apoyando a organizaciones terroristas, así como comentiendo atentados como el asesinato de Kim Jong-nam en el aeropuerto de Kuala Lumpur, en Malasia, desarrollando tecnología de misiles junto a Iran, y vendiendo armamento a grupos islamistas radicales. El Gobierno estadounidense ha empezado de nuevo a poner a Corea del Norte en su lista de países que apoyan el terrorismo, aunque ya es demasiado tarde.

¿Habrá un ataque preventivo de Trump?

Cuando ocurrieron los ataques de septiembre de 2001 en el corazón de las instituciones económicas y militares del país, Estados Unidos desplegó todo su poderío militar en una demostración de fuerza en las guerras de Afganistán e Irak, y más tarde contra Daesh, el autoproclamado Estado Islámico. Estas “Guerras de Bush” dejaron un tremendo vacío de poder en Asia Oriental, una región con potenciales conflictos en la península coreana y el estrecho de Taiwán.

El régimen norcoreano se ha mostrado muy sensible al declive del poder disuasorio en la región a causa de la excesiva concentración de la superpotencia estadounidense en otras regiones del mundo, y ha aprovechado esta oportunidad para avanzar en sus programas de armamento nuclear y de misiles como parte de su estrategia para conservar el poder. Ahora está logrando poner al alcance de sus nuevos misiles a todas las bases militares estadounidenses en el Pacífico y en América del Norte.

Este era el telón de fondo con el que se esperaba la llegada de la administración Trump en enero de 2017. El nuevo presidente aseguró que “todas las opciones estaban sobre la mesa” en lo que respecta a la respuesta de los Estados Unidos ante Corea del Norte, incluídos ataques “quirúrgicos” y guerra cibernética contra el régimen. Kim Jong-un ha recrudecido sus respuestas prometiendo “enviar frecuentemente grandes y pequeños ‘regalos’ a los americanos”, y Donald Trump no se ha quedado atrás, amenazando con “un fuego y una furia inauditos en el mundo”.

El Secretario de Estado Rex Tillerson, en contrapartida a esta creciente guerra retórica, ha continuado apostado por el diálogo para salir de la situación de tensión actual. La cúpula del ejército estadounidense también mantiene la cautela respecto a los ataques preventivos contra objetivos norcoreanos, dado que incluso un ataque “quirúrgico” limitado podría desencadenar una respuesta masiva del régimen del norte que causaría una tremenda destrucción en Seúl, así como a las fuerzas estadounidenses y sus familias estacionadas en Corea del Sur. La cumbre de Abe y Trump de este mes parece haber tratado en profundidad la cuestión de cuánta presión se puede ejercer contra Corea del Norte sin desencadenar un ataque, si un ataque preventivo contra ese país es viable como último recurso, o cómo actuar si hay que evacuar a los civiles estadounidenses y japoneses de Corea del Sur en caso de que ocurra un conflicto en la península. Sin embargo estos detalles no fueron aclarados durante las ruedas de prensa que se ofrecieron con motivo de la visita de Trump a Japón.

Una menguante presencia de la superpotencia estadounidense

El primer ministro Abe ha abogado por “una región Indo-Pacífica libre y abierta” construida a través de fuertes lazos entre Japón, los Estados Unidos, India y Australia. En la cumbre de este mes el presidente Trump aseguró que este sería el punto de partida de la estrategia común entre los Estados Unidos y Japón. Esto encaja en el contexto de la política de China para convertirse en una potencia marítima a través de la construcción de bases militares en el Mar de la China Meridional, y con el impulso de sus redes en Eurasia a través de la iniciativa “Un cinturón, una carretera”. Japón y los Estados Unidos muestran cada día una mayor preocupación ante la creciente presencia de China en Asia Oriental, aunque aún no han avanzado más allá de las respuestas pasivas y reaccionarias contra esta realidad.

El Consejero de Seguridad Nacional H. R. McMaster comentó respecto al tour del presidente Trump por Asia que “Lo que los Estados Unidos está tratando de hacer es conseguir la paz a través de la fuerza”, lo que en parte quiere decir que se trata de “convencer a tu enemigo o potencial enemigo de que no podrán alcanzar sus objetivos a través del uso de su poderío militar”. McMaster es conocido por ser un auténtico estratega en el campo de la seguridad y un hombre de armas con un conocimiento profundo y amplio de la materia. No obstante, el verdadero problema al que se enfrenta el Gobierno de Trump no se encuentra en el hecho de que no haya logrado la paz a través de la fuerza.

Los Estados Unidos de Trump observan cómo su influencia está menguando en Asia Oriental, pero no a causa del declive de sus capacidades bélicas. Este país necesita darse cuenta de que su presencia como superpotencia en el tablero mundial está desvaneciéndose debido al deterioro de los ideales democráticos, el comercio libre y la autoridad moral que representan la esencia de los Estados Unidos. Con estos nobles ideales y la fuerza de su moral, los Estados Unidos pueden convertirse en el tipo de potencia que atrae a las jóvenes naciones de Asia a su lado. Espero que el presidente Trump sea capaz de prestar atención a las voces de Asia que le hayan transmitido este mensaje durante su paso por la región.

(Fotografía del encabezado: el primer ministro Abe Shinzō (a la izquierda) acompaña al presidente estadounidense Donald Trump mientras revisa a la guardia de honor de la Casa de Invitados de Estado de Moto-Akasaka, en Tokio, el 6 de noviembre de 2017. © Jiji.)

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