Posibilidades de reconciliación: una vía hacia el “forgive, but never forget”

Política

La reconciliación en el punto de mira

Muchas y variadas son las discusiones que rodean este septuagésimo aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. En los medios de comunicación la atención se centra a menudo en la utilización de expresiones como “(guerra de) agresión”, “dominio colonial”, “profundo arrepentimiento” o “sinceras disculpas”. Son las llamadas “palabras clave” que aparecieron primero en la declaración del entonces primer ministro Murayama Tomiichi (agosto de 1995) y que fueron recogidas después por Koizumi Jun’ichirō (agosto de 2005) cuando ocupaba ese mismo cargo. Estas declaraciones venían siendo recibidas de forma hasta cierto punto positiva en varios países asiáticos, algo que se vio reflejado en la declaración de abril de 2007 del entonces primer ministro chino Wen Jiabao. El actual Gobierno de Japón ha dicho que asume, en términos generales, el contenido de esas declaraciones.

Asumir estas “palabras clave” supone en sí mismo un posicionamiento, pero con ellas no se agotan los problemas que presenta nuestra historia. El Panel Consultivo sobre la Historia del Siglo XX y sobre el Papel de Japón en el Orden Mundial del Siglo XXI, órgano privado del primer ministro Abe Shinzō, emitió recientemente un informe que, además de afrontar los hechos del pasado, se fija en la reconciliación tras la guerra y en la visión de futuro. Esa es, precisamente, la principal característica de este informe: recoger, como es lógico, el tema del pasado, pero ampliando su enfoque hasta abarcar también el problema de la reconciliación tras la guerra.

El proceso de consolidación de la paz en Asia Oriental

Todo enfrentamiento bélico que ocasiona un gran número de muertes, trátese de una guerra de proporciones mundiales o de un conflicto regional, deja siempre en las sociedades afectadas un legado envenenado, que se expresa de muy diversas maneras en los países vencedores y en los vencidos. En estos, se debaten las responsabilidades; en aquellos, se disputan los méritos. Desacuerdos sobre la visión de la historia se dan en todas las partes del globo.

En los estudios de relaciones internacionales y politología internacional existe un campo de investigación denominado consolidación de la paz (peace building), cuyo objeto podría decirse que es indagar en la forma de reconstruir pacíficamente las sociedades en países o regiones del mundo que emergen de una guerra o un conflicto.

¿Cómo se ha venido haciendo esta consolidación de la paz en Asia Oriental, donde se vivió primero la Segunda Guerra Sino-Japonesa y seguidamente la Segunda Guerra Mundial? ¿Se ha llegado aquí a una situación de verdadera reconciliación?

Puede decirse que el proceso que lleva hacia la reconciliación toma primero la vía diplomática para dirigirse gradualmente hacia la sociedad. Son sujetos de la reconciliación tanto los Estados como las sociedades y tan importante es alcanzar la reconciliación entre los primeros como entre las segundas.

Por la vía diplomática, el primer paso consiste en conseguir, mediante un tratado de paz, el fin de las hostilidades y la normalización de las relaciones entre los países. Este primer paso hacia la consolidación de la paz es algo puramente formal, pero es imprescindible, ya que nada puede conseguirse entre dos Estados sin ese acuerdo inicial. Sin embargo, aun en el supuesto de que dicho tratado deje zanjada la cuestión de las indemnizaciones, esto no es suficiente para restañar las heridas causadas entre la población. Además, si en la enseñanza de la historia cada país recalca la legitimidad propia, en el plano emocional el antagonismo entre los países, lejos de mitigarse, puede incluso extremarse y acabar consolidándose.

Sucesión de exigencias de disculpas

Como se advierte en los problemas de interpretación histórica que surgen en los últimos tiempos, difícilmente podría considerarse que en Asia Oriental se haya llegado a una reconciliación. Lo que sí puede decirse es que con Taiwán y con los países del Sudeste Asiático, Japón ha alcanzado un grado de reconciliación que todavía no ha sido posible con China ni con Corea del Sur. La reconciliación exige concesiones mutuas entre agresores y agredidos. El agresor debe arrepentirse sinceramente y presentar sus disculpas, y el agredido, por su parte, necesita ser tolerante y saber perdonar.

No está ni mucho menos claro que entre Japón y Taiwán, o entre Japón y los países del Sudeste Asiático se haya alcanzado una reconciliación que responda plenamente a esta fórmula ideal. La situación actual podría ser la que se expresa con la frase inglesa “forgive, but never forget” (“perdonar, sí; olvidar, nunca”), y habría que ver si esta situación es realmente consecuencia de la voluntad y de las medidas concretas de reconciliación tomadas por Japón y sus contrapartes.

La reconciliación, como se ve, entraña equilibrios muy difíciles, pues se asienta sobre circunstancias como el ambiente internacional, la situación política interna y otros muchos elementos. Situaciones en las que aparentemente se había llegado a una reconciliación pueden sufrir cambios. La reconciliación es una situación reversible.

Precisamente por eso, Japón no puede quedar inactivo en el asunto de la interpretación de la historia creyendo que ya ha llegado a una reconciliación. Como país agresor, Japón queda obligado a seguir mostrando su sincero arrepentimiento y sus disculpas por los hechos del pasado. Sobre la cuestión de hasta cuándo deberá seguir disculpándose Japón, es indudable que la frecuencia de esas disculpas irá bajando con el tiempo, pero se espera de Japón que continúe celebrando ceremonias simbólicas y haciendo esfuerzos en el área educativa. Japón deberá responder con la máxima sensibilidad a cualquier cambio de situación.

Por ahora, no parece que con China y Corea del Sur hayamos llegado ni siquiera a esa situación de “forgive, but never forget”. En los sistemas educativos de estos dos países la agresión japonesa y el dominio colonial quedan recogidos de una forma muy crítica, y todo esto está íntimamente ligado a las mitologías de sus respectivos procesos de independencia nacional. Además, los periódicos, cadenas de televisión y el resto de los medios de comunicación de esos dos países reaccionan vivamente a las cuestiones históricas y sus informaciones actúan como estímulos, que se transmiten de un país al otro. En las redes sociales se expresan las opiniones más extremas. En foros internacionales, China y Corea del Sur no desaprovechan ocasión para propagar las visiones que les son más favorables y recientemente hemos visto qué cosas se planteaban con motivo de la designación de ciertos lugares de Japón como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Así las cosas, parece improbable que a corto plazo Japón pueda alcanzar la reconciliación con estos dos países. No obstante, no hay que olvidar que no podemos descuidar nuestros esfuerzos en pos de la reconciliación aunque la contraparte esté instrumentalizando políticamente la historia de una y mil formas. Si bien no hay ninguna necesidad de plegarse a exigencias abusivas ni de adoptar una misma visión de la historia, la disposición a obtener una verdadera reconciliación hay que seguir manteniéndola.

El papel de las generaciones que no han conocido la guerra

Ciertamente, han sido muchos los intentos de reconciliación realizados con China y Corea del Sur después de la guerra. Por lo que respecta a China, existió un movimiento a favor de establecer lazos de amistad con este país. Hay que recordar también que el mundo de los negocios de Japón sufrió en este país muchas penalidades, que fructificaron en forma de diversos vínculos. Vivencias de la guerra sirvieron de base para la creación de hermanamientos entre ciudades y provincias chinas y japonesas. En no pocos casos, tomaron la iniciativa en estos intercambios regiones japonesas que habían servido de acuartelamiento a las divisiones o regimientos del antiguo Ejército Imperial que invadieron China. La intelectualidad japonesa ha debatido a menudo sobre las responsabilidades de guerra, la llamada Guerra de los 15 años(*1) y la sucesión de hechos que abocó a Japón a la guerra. Se han hecho muchos intentos por verificar a fondo los fracasos y errores del Japón de la preguerra.

Creo que lo necesario en este momento, además de continuar verificando seria y sinceramente los errores cometidos por Japón en el pasado, es pasar revista a toda la serie de intentos de reconciliación que se han hecho y tomar conciencia de sus deficiencias.

Creo que, cuando de lo que se trata es de conseguir la reconciliación, se clarifican las tareas que quedan pendientes para las generaciones posteriores, que no han ido a la guerra ni han estado directamente implicadas en ella. Aunque haya quien dude de la necesidad de seguir pronunciándonos y actuando de la misma manera que lo hicimos entre los años cincuenta y los setenta del siglo pasado, lo que se le pide a la sociedad de este Japón del siglo XXI es que encuentre su propia fórmula de reconciliación.

Las palabras de arrepentimiento y las disculpas son, evidentemente, necesarias, pero más que pensar en qué palabras utilizar en esas manifestaciones lo importante es suplir las posibles deficiencias de esas palabras de disculpa con acciones reales que indiquen a las claras que no hemos olvidado nada y que nos anima un espíritu de reparación.

La comunidad internacional ya no es solo política o economía. Estamos en una época en que los sentimientos tienen una relevancia cada vez mayor. La visión de la historia está íntimamente vinculada a los sentimientos populares y la forma en que un país afronta los problemas en esta área dice mucho de su estilo como Estado. Por eso, es importante no adoptar una actitud permanentemente pasiva ante los dichos y hechos de la contraparte, y mostrar continuamente una clara actitud de reconciliación que vaya acompañada por hechos. Es un reto que afronta el Estado, pero también la sociedad, incluyendo en ella los medios de comunicación, y cada uno de los individuos que forman esa sociedad.

(Escrito el 10 de agosto de 2015 y traducido al español del original en japonés)

(*1) ^ Se aplica esta denominación al periodo comprendido entre 1931 y 1945, en el que Japón creó el Estado de Manchuria (Manchukuo), y condujo la Segunda Guerra Sino-Japonesa y la Guerra del Pacífico. El término en sí implica la conciencia de que todos estos hechos están íntima e inseparablemente ligados y forman un continuum bélico.

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