Reflexiones sobre la política exterior de Japón tras la Guerra Fría

Análisis de la diplomacia japonesa en la región Asia-Pacífico

Política

Cuando la economía asiática despegó en la década de los años setenta, la diplomacia japonessa fijó su mirada en la región Asia-Pacífico. Después de que finalizara la Guerra Fría, la relación tripolar entre China, Japón y EE.UU. atraía el interés del mundo; ¿cómo ha evolucionado la diplomacia de Japón respecto a la región Asia-Pacífico?

Al argumentar la diplomacia japonesa en la región Asia-Pacífico durante el periodo posterior a la Guerra Fría debemos prestar especial atención a dos cuestiones. En primer lugar, puesto que los años transcurridos desde el fin de la Guerra Fría forman una era dotada de un claro significado global, debemos preguntarnos qué postura adoptó la diplomacia japonesa respecto a la región Asia-Pacífico en esa era. Y en segundo lugar, dentro del flujo de la consciencia del pueblo japonés respecto al mundo exterior durante un periodo más largo, en que la percepción de la región Asia-Pacífico ha estado sistemáticamente presente desde el inicio de la era Meiji (1868-1912), o al menos desde la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, debemos preguntarnos ¿qué características definen la era que siguió a la Guerra Fría?(*1)

La caída del Muro de Berlín en 1989 suele considerarse como el suceso más representativo del fin de la Guerra Fría. El Anuario Diplomático publicado por el Minsterio de Asuntos Relaciones Exteriores de Japón (MOFA, por sus siglas en inglés) de ese mismo año empieza con este párrafo: “La comunidad internacional está experimentando una importante transición. El orden internacional que dio forma al mundo de la posguerra se está viendo obligado a adaptarse a estas circunstancias radicalmente alteradas y en la actualidad se están llevando a cabo varias pruebas y acciones”. Obviamente, los estados y los pueblos que formaban la comunidad internacional vieron que debían adaptarse a esas circunstancias e incluso más directamente, y también lo hizo la diplomacia japonesa.

El final de la Guerra Fría coincidió con el fin de la extensa era Shōwa (1926-1989) y el comienzo de la era Heisei (1989-). Esta transición proporcionó un empuje añadido, y en las páginas del Anuario Diplomático de 1989 pueden encontrarse señales de esperanza mezcladas con sentimientos de inquietud hacia la nueva era. Este tono coloca el informe al margen de los documentos oficiales burocráticos que normalmente suelen utilizar un estilo seco que se limita a presentar los hechos.

Cambio de orientación desde el inicio de los años ochenta

En este contexto, ¿qué tareas específicas trató de abordar la diplomacia japonesa cuando se inició la nueva era? Y más concretamente, ¿qué postura adoptó la diplomacia japonesa hacia la región Asia-Pacífico? Los autores del Anuario y de otros documentos similares no hablan como individuos. Incluso cuando observamos sólo lo que sale del MOFA, debemos entender que existen varios departamentos y secciones implicados en el proceso de redacción, cada uno de los cuales intenta transmitir su mensaje, y al menos en teoría, también deben considerarse las posturas y cálculos de los líderes políticos del Gabinete y la Dieta Nacional. Puesto que los documentos gubernamentales oficiales de esta índole se convierten en un mosaico de distintos puntos de vista, no podemos esperar que un tema destaque con claridad por encima del resto.

Al leer el Anuario Diplomático de 1989 con esta consideración en mente, uno queda impresionado por el énfasis que se otorga a la diplomacia que Japón debe fomentar como miembro de la región Asia-Pacífico. Aun reconociendo que la región estaba sujeta a una considerable influencia de los cambios repentinos acaecidos en Europa Central y Oriental, donde el Muro de Berlín había caído, y con el trasfondo de una rápida alteración de las relaciones entre EE.UU. y la Unión Soviética, el anuario menciona, por ejemplo, que en 1985 el comercio trans-Pacífico total superó por primera vez al comercio trans-Atlántico. Los autores no habían olvidado que incluso antes de que se hiciese patente que la Guerra Fría tocaba a su fin, ciertos acontecimientos habían hecho perfectamente visible a la región Asia-Pacífico, como demuestra su afirmación de que “una tendencia internacional reciente que cabe destacar es el aumento de la importancia de la región Asia-Pacífico”.

Así pues, sería totalmente simplista argumentar que la creciente importancia de la región Asia-Pacífico sólo se produjo tras el fin de la Guerra Fría. Dentro del contexto más amplio de la globalización, la región Asia-Pacífico estuvo desde luego influenciada por la situación en Europa, pero los característicos acontecimientos internos de esta región ya estaban en marcha. Las iniciativas diplomáticas japonesas motivadas por la importancia de la región se iniciaron a comienzos de los años ochenta a más tardar. En 1977 el primer ministro Fukuda Takeo (1976–1978) pronunció su “Discurso de Manila”, en el que articuló la diplomacia hacia el Este Asiático conocida como la “Doctrina Fukuda”, y en 1980 el primer ministro Ōhira Masayoshi (1978–1980) propuso un “Concepto de Comunidad del Océano Pacífico”.(*2)

Esto significa que para rastrear en toda su amplitud la evolución de la diplomacia japonesa sobre la región Asia-Pacífico no debemos limitar nuestra perspectiva a los últimos veinte años, o a lo que el analista político Tanaka Akihiko ha bautizado como “los veinte años de la nueva crisis”. Al menos hay que añadir otros diez años, ampliando la perspectiva a las últimas tres décadas.

De hecho, esto no significa que debemos negar que “desde el fin de la Guerra Fría, los problemas y perspectivas de la región Asia-Pacífico han captado una mayor atención entre los estudiosos de la política internacional y la política exterior”, como han afirmado algunos expertos estadounidenses.(*3)

¿Cuáles fueron los motivos del aumento del interés por la región Asia-Pacífico entre los intelectuales, especialmente occidentales, después del fin de la Guerra Fría? Durante la guerra, muchos centraban su atención principalmente en las relaciones entre EE.UU. y la Unión Soviética y en la situación europea, pero esta orientación se debilitó con el deshielo de las relaciones entre los bloques Este y Oeste. A partir de entonces, el interés se trasladó a los acontecimientos de la región Asia-Pacífico, con la relación tripolar entre China, Japón y EE.UU.. En la década de los setenta, con el acercamiento entre China y EE.UU. y el restablecimiento de relaciones entre China y Japón, la importancia de China en la política internacional y en la economía mundial se hizo evidente. Por consiguiente, la importancia de la región Asia-Pacífico ya estaba aumentando antes de que finalizase la Guerra Fría, y como he sugerido, los diplomáticos y expertos ya estaban fijando su punto de mira en esa dirección. Y quisiera dejar claro que China no fue de ninguna manera el único factor del aumento de la presencia de la región. Las Nuevas Economías Industrializadas de Asia (ANIEs, por sus siglas en inglés) que consisten en Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán y los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) estaban experimentando un rápido desarrollo económico y también estaban haciendo escuchar su voz de forma más activa en el terreno político. Cabría destacar que este proceso también se fraguó en los años setenta y continuó hasta los años ochenta.

Lo que sí provocó el fin de la Guerra Fría fue un impulso extra a esta marea global que provenía de los años setenta. A su vez, ¿qué nuevos frentes se abrieron en la diplomacia japonesa respecto a la región Asia-Pacífico? Analicémoslo a continuación.

(*1) ^ Para obtener un análisis de la perspectiva histórica a largo plazo ver mi artículo “Taigai ishiki ni okeru ‘senzen’ to ‘sengo’” (Las nociones de los periodos de “preguerra” y “posguerra” en las percepciones japonesas del mundo), editado por Satō Seizaburō y otros, además de “Kindai Nihon no taigai taido” (Actitudes hacia el mundo en el Japón moderno; Tokio: University of Tokyo Press, 1974). Para obtener un análisis de los discursos en la Dieta Nacional de primeros ministros utilizando las técnicas más modernas ver “investigating macroscopic transitions in Japanese foreign policy using quantitative text analysis” (Investigación de las transiciones macroscópicas en la polí-tica exterior japonesa mediante análisis de textos cuantitativos), Suzuki Takafumi; In-ternational Relations of the Asia-Pacific, vol. 11, nº 3, 2011.

(*2) ^ Para mayor información, consultar “Ajia Taiheiyō rentai kōsō” (25 años de la Iniciativa Ōhira de cooperación en la región Asia-Pacífico: historia y perspectivas, Watanabe Akio; Tokio: NTT Publishing, 2005), así como “Ajia Taiheiyō to atarashii chiiki shugi no tenkai” (La región Asia-Pacífico y el auge de un nuevo regionalismo, Watanabe Akio; Tokio: Chikura Shobō, 2010).

(*3) ^ International Relations Theory and the Asia-Pacific (Teoría de las relaciones internacionales y la región Asia-Pacífico, G. John Ikenberry y Michael Mastanduno; New York: Columbia University Press, 2003).

El desarrollo en varios niveles del APEC

La marea tuvo su mayor fuerza probablemente entre 1993 y 1995, entre las dos reuniones del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) en Seattle y Osaka respectivamente. Creado como organización gubernamental a raíz de una iniciativa australiana, el APEC se reunió por primera vez en Canberra en noviembre de 1989, que por una curiosa coincidencia fue el mismo mes en que se produjo la caída del Muro de Berlín. El llamamiento a construir una “Comunidad del Océano Pacífico”, realizado por consejeros políticos que sirvieron durante el mandato del primer ministro Ōhira, hizo posible la creación del Consejo de Cooperación Económica del Pacífico (PECC, por sus siglas en inglés), una organización no gubernamental que precedió en varios años a la fundación del APEC.

Aunque probablemente no existe ninguna causa-efecto directa entre la caída del Muro de Berlín en Occidente (Europa y EE.UU.) y la formación del APEC en Oriente (Asia), a partir de entonces este foro fue creciendo progresivamente y celebró una segunda reunión en Singapur, una tercera en Seúl y una cuarta en Bangkok. La reunión de 1993, en Seattle (EE.UU.), fue la quinta. Al principio las reuniones anuales eran actos a nivel ministerial, pero se produjo una reunión informal de jefes de gobierno durante el foro de Seattle, lo cual fue el punto de partida de las cumbres del APEC. Esta iniciativa simboliza el paso de EE.UU. hacia una implementación en toda regla de la diplomacia para la región Asia-Pacífico. Tras este cambio encontramos la relajación de las tensiones de la Guerra Fría y el reconocimiento por parte de EE.UU. de que las cuestiones económicas tenían la misma importancia que las cuestiones de seguridad, o incluso una importancia mayor. La nueva tendencia de dar prioridad a los aspectos económicos fue un elemento decisivo para el desarrollo del APEC.

Un año después de la reunión de Seattle, el APEC presentó en Indonesia la Declaración de Bogor - Declaración de Resolución Conjunta de los Líderes Económicos del APEC para la consecución de comercio e inversiones libres y abiertos. La reunión siguiente, en 1995, se celebraría en Osaka, y la diplomacia japonesa se preparó a consciencia para ese evento. Es posible que este periodo de tres años, en el que el papel de anfitrión pasó de EE.UU. a Japón, pasando por Indonesia, uno de los países más importantes del Sudeste Asiático, quede en los anales de la historia como el momento en que el APEC desarrolló sus actividades con mayor energía. En Seattle empezó a hablarse de “La comunidad Asia-Pacífico: sociedad económica regional” en cooperación en un entorno regional; Bogor quedó marcado por la declaración que allí se hizo; y en Osaka, en donde el gobierno japonés promovió su propuesta denominada “Socios para el Progreso” (PFP, por sus siglas en inglés), y se adoptó la Agenda de Acción de Osaka. Esta agenda se convirtió en un marco estratégico para promover y facilitar el libre comercio y las inversiones, y para mejorar la cooperación económica y tecnológica en la región.

El primer ministro Murayama Tomiichi (segundo por la derecha) con otros líderes del APEC en Bogor, Indonesia, 1994. (Foto: AFP/Jiji Press) 

El Anuario Diplomático de 1996 se redactó al final de este periodo de gran actividad del APEC. Esta edición es antológica por su subtítulo, que hablaba de la creación de "marcos multinivel" frente al nacimiento del nuevo orden internacional, donde la diplomacia japonesa buscaba qué dirección tomar. (Por lo general, los anuarios del MOFA no utilizaban subtítulos). Uno de sus apartados, titulado “Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC)” incluía esta afirmación laudatoria: “Este desarrollo de la región Asia-Pacífico tiene un significado histórico, puesto que representa un cambio de las relaciones Norte-Sur, y por su parte el APEC, la cooperación regional entre distintas economías con el objetivo de sostener su desarrollo, puede servir como nuevo modelo de cooperación internacional”. El texto enumera después siete áreas en las que el APEC resulta importante para Japón: (1) facilita un desarrollo a largo plazo de la economía japonesa; (2) fortalece las relaciones de confianza con los socios asiáticos; (3) contribuye a la estabilidad política regional garantizando el crecimiento económico de la región Asia-Pacífico; (4) crea un entorno para la participación activa de EE.UU. en asuntos de la región Asia-Pacífico; (5) ofrece a China una manera de participar sin problemas en estructuras de cooperación internacional; (6) estrecha las relaciones entre Australia y Nueva Zelanda con las economías del Este Asiático; y (7) refuerza las relaciones entre Japón y los países del América Central y del Sur. En consecuencia, el párrafo finalizaba afirmando que “la promoción de la cooperación dentro del APEC es un pilar de la diplomacia japonesa respecto a la región Asia-Pacífico”.(*4)

El milagro del Este Asiático como fuerza motriz

Aunque los siete puntos merecen un análisis pormenorizado, cabe destacar los puntos (4), que implica a EE.UU. y (5), que implica a China. El modo en que Japón direccionó su diplomacia respecto a la región Asia-Pacífico en años posteriores estuvo muy influido por las relaciones entre estas dos superpotencias y las respectivas acciones en que estuvieron involucradas. Antes de abordar más este tema, sería útil recordar el hecho de que la fuerza motriz que impulsó a los países de toda la región Asia-Pacífico a subirse a los trenes del PECC y el APEC provino más de cuestiones económicas que de ningún otro aspecto. El “milagroso desarrollo” de la economía del Este Asiático desde 1987 hasta 1996 fue el factor principal por el que se movió la diplomacia japonesa respecto a la región Asia-Pacífico durante este periodo. Una prueba más de la fuerza motriz de las cuestiones económicas puede verse en EE.UU., donde la administración del presidente Bill Clinton (1993-2001), que colocó la economía en lo más alto de su agenda, empezó a participar en el regionalismo Asia-Pacífico con un vigor inusual. Los llamamientos de Clinton consiguieron que los jefes de gobierno se reunieran en ocasión de la reunión del APEC en Seattle en 1993 y el resultado de ello fue que las cumbres del APEC se convirtieron en citas anuales.

La economía asiática perdió cierto empuje tras la crisis financiera asiática de 1997, pero siguió con buena salud en su conjunto y proporcionó los cimientos para un posterior progreso hacia el regionalismo Asia-Pacífico. La diplomacia japonesa en la región Asia-Pacífico se llenó de vitalidad al asumir que el desarrollo de su país era uno de los factores que facilitaron la rápida ascensión de la economía asiática. No obstante, al mismo tiempo crecía la irritación estadounidense hacia la poca voluntad de Japón de aceptar la liberalización de los sectores de productos marítimos y de silvicultura, y el desencuentro resultante en las relaciones económicas entre Japón y EE.UU. acabo empañando las perspectivas de progreso. (Esta cuestión, que permaneció sin resolver durante años posteriores, puede comprobarse hoy en la vacilación de Japón sobre su participación en el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica [TPP, también conocido como P4], un tratado de libre comercio multilateral). En un sentido más amplio, la distancia psicológica que separa a Oriente (Asia) de Occidente (Europa y EE.UU.) aparecía claramente de vez en cuando, a pesar de las tenaces gestiones diplomáticas de Japón para servir de puente entre Oriente y Occidente, hecho que ponía de manifiesto las grandes dificultades que encontraban las gestiones para convertir al APEC en una entidad unificada.(*5)

En una entrevista, Nakae Yōsuke, antiguo embajador en China y figura veterana de la diplomacia asiática de Japón, habló sin rodeos sobre las limitaciones de la diplomacia nipona. Según Nakae, en los últimos años de la administración de Satō Eisaku (1964–1972) Japón no tuvo en cuenta las relaciones con China al planificar su acercamiento hacia la Unión Soviética y Vietnam. “La diplomacia japonesa no estaba lo suficientemente avanzada para relacionar estos elementos. No había ni políticos ni diplomáticos que hubiesen desarrollado una postura o una actitud que permitiese afianzar orgánicamente una diplomacia regional o global hasta ese punto”. Sin embargo, Nakae también reconoce que se han conseguido progresos: “Castigado durante mucho tiempo por la guerra, las revoluciones y la pobreza, el Este Asiático se ha convertido en la región con el mayor dinamismo económico del mundo. A raíz de su desarrollo económico y una interdependencia cada vez mayor, el concepto de 'región Asia-Pacífico' ha adquirido un mayor fundamento”. Estas palabras, al ser pronunciadas por un diplomático que puede reclamar para sí parte del mérito del nacimiento de la Doctrina Fukuda, tienen un peso considerable.(*6)

(*4) ^ Aunque la parte japonesa se mostró muy orgullosa de los resultados de la reunión de Osaka, no todos los observadores internacionales fueron tan entusiastas al respecto. Algunos incluso tuvieron la impresión de que la pasividad japonesa mostrada en la reunión se convirtió en un factor que frenó el progreso del APEC. Ver “A Three Bloc World? The New East Asian Regionalism” (¿Un mundo de tres bloques? El nuevo regionalismo del Este asiático, John Ravenhill; Tokio: International Relations of the Asia-Pacific, vol. 2, nº 2, 2002.

(*5) ^ La creación de puentes entre Oriente y Occidente ha sido un tema recurrente en la política exterior japonesa durante años. Cuando Japón ingresó en las Naciones Unidas, el ministro de Relaciones Exteriores Shigemitsu Mamoru habló del papel de Japón como puente. El Primer Ministro Hatoyama Yukio (2009–10) lo citó en un discurso ante la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2009.

(*6) ^ “Ajia gaikō: Dō to sei” (Política exterior asiática: dinámica y estática, Nakae Yōsuke; Tokio: Sōtensha, 2010).

El trasfondo de la diplomacia hacia China

El tema principal que afecta a la diplomacia japonesa respecto a la región Asia-Pacífico es la relación con China. El mundo no sólo vio caer el Muro de Berlín y el nacimiento del APEC en 1989, sino que fue también testigo de La Masacre de Tiananmen ese mismo año. Mientras en las democracias avanzadas se sucedían las críticas a la forma poco democrática que utilizaban los líderes del Partido Comunista Chino para reprimir por la fueza los derechos humanos, la diplomacia japonesa dudaba que tuviese mucho sentido imponer duras sanciones a China, ya que ello habría empujado a China hacia una situación de aislamiento. Japón optó por hacer todo lo posible para limar asperezas, adoptando una postura a medio camino entre China y Occidente. En cierto modo, China es un nuevo tipo de gran potencia porque ha continuado ignorando la democracia a pesar de sus grandes pasos en cuanto a desarrollo económico desde que adoptó su política de reformas y apertura. En aquel momento, la diplomacia japonesa ya estaba luchando con el espinoso tema de cómo gestionar las relaciones con esa potencia lo mejor posible y las dificultades que ello entrañaba pronto se complicaron, ya que la economía china iba camino de superar a la japonesa y ejercer una mayor influencia sobre los países vecinos. Por su parte, las economías de EE.UU. y otros países industrializados empezaron a estancarse. En este contexto, la diplomacia japonesa respecto a la región Asia-Pacífica sufrió una pérdida de vitalidad.

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EE.UU. empezó a centrarse en la batalla contra el terrorismo. Lo que sucedía en Irak y Afganistán consumía gran parte de su energía y eso le hizo descuidar los asuntos asiáticos. Inevitablemente, esto hizo más difícil mantener el orden de equilibrios en la región Asia-Pacífico que se iba formando en base a la cooperación entre Japón y EE.UU.. En ese momento, las relaciones entre Japón y China se enfrentaban a un dilema. Aunque su interdependencia económica era cada vez más profunda, las tensiones políticas, que se agravaban por cuestiones como las visitas de primeros ministros japoneses al santuario de Yasukuni, donde se venera a criminales de la Segunda Guerra Mundial, y la explotación de recursos naturales transfronterizos por debajo del mar de China Oriental, no mostraban signos de disminución. No era fácil de ningún modo conseguir un equilibrio entre la sólida cooperación Japón-EE.UU. y una relación Japón-China saludable, lo cual era condición sine qua non para la diplomacia japonesa respecto a la región Asia-Pacífico y también el resultado deseado de esa política.

En esta difícil situación afloraron oportunidades para el denominado “minilateralismo”, mediante el cual dos países o un pequeño grupo de países buscan establecer un libre comercio mutuo. Japón se puso finalmente manos a la obra en este frente y subscribió su primer acuerdo de libre comercio (ALC) bilateral con Singapur en 2002. Por otra parte, la diplomacia japonesa seguía tratando de determinar su posición entre dos ideas de diferentes matices: el regionalismo de la región Asia-Pacífico y el regionalismo del Este Asiático; algunos defendían convenios para la región Asia-Pacífico en su conjunto, como el APEC y el TPP, mientras que otros preferían convenios centrados en el Este Asiático, como la ASEAN+3 (ASEAN más China, Japón y Corea del Sur) y el Foro Regional de la ASEAN (ARF, por sus siglas en inglés). En términos conceptuales, se trataba de una competición entre los que consideraban que la libertad, los derechos humanos y la democracia eran valores universales que todo el mundo debería adoptar y los que los consideraban unos ideales inspirados por Occidente que deberían descartarse o al menos ser tratados con cautela. Durante los últimos diez años, el gobierno japonés no ha defendido una postura inequívoca sobre este tema. En un discurso en Singapur en enero de 2002, el primer ministro Koizumi Jun’ichirō (2001–2006) habló de una comunidad que abarcase más allá de la región asiática para llegar a países como Australia, Nueva Zelanda y EE.UU. como miembros principales. Pero el primer ministro Fukuda Yasuo (2007–2008) no hizo mención a este punto en su discurso relacionado con la diplmacia en la región Asia-Pacífico. Y el primer ministro Hatoyama llegó a avanzar el concepto de una “comunidad del Este Asiático” sin definir su ámbito (aunque parece ser que le interesaba fomentar relaciones más estrechas con China y otras economías asiáticas).

Convergencia económica frente a divergencia política

Algunos analistas afirman que la vacilación del gobierno japonés en este tema es el resultado de factores internos, como la inercia burocrática y un débil liderazgo político. Indudablemente tiene razón hasta cierto punto, pero si lo analizamos a un nivel más básico yo lo atribuiría a la lucha entre la convergencia económica y la divergencia política en el marco Asia-Pacífico, una situación que yo denomino “interdependencia torcida”.(*7)

Hubo una época en que los periodistas solían hablar de las relaciones “económicamente calientes pero políticamente frías” entre Japón y China. En la actualidad la situación se ha agravado todavía más por la extraordinaria energía que China ha destinado a su poder militar (especialmente su poder naval) paralela a su cada vez mayor poder económico. Las relaciones globales entre China y los demás países de la región Asia-Pacífico, incluyendo a EE.UU., se han complicado enormemente, y la inquietud se ha hecho cada vez más patente en las relaciones de seguridad a medida que las relaciones económicas se intensificaban. Como puede verse en los lazos entre Japón y los países occidentales, la gestión de la interdependencia económica no es nada sencilla aunque las partes implicadas puedan compartir ideales políticos. Forjar relaciones que acomoden lo que podría denominarse una verdadera comunidad es una propuesta mucho más difícil cuando existen diferencias de ideales políticos e inquietudes sobre la seguridad, como en el caso de Japón y EE.UU. por un lado y China por otro. En este contexto, haríamos bien en recordar las palabras del difunto Kōsaka Masataka, experto en política internacional: “Los lazos formados por intereses económicos comunes son sorprendentemente frágiles. Por este motivo, las comunidades que se basan en intereses económicos deben convertirse en lugares que compartan también cultura, sistemas políticos y otros aspectos. El requisito principal para que se forme una comunidad de estas características es la toma de conciencia sobre aspectos de seguridad comunes”.(*8)

Con la creación de la estructura del APEC tras el fin de la Guerra Fría, la diplomacia de Japón respecto a la región Asia-Pacífico se convirtió en algo más que un simple paquete de relaciones bilaterales. La asociación Japón-EE.UU. adquirió también un nuevo significado como eje sobre el que podía fomentarse una diplomacia regional multilateral. Al mismo tiempo, surgió la necesidad de responder al creciente interés, más allá del campo económico, por las relaciones políticas y los asuntos de seguridad. A pesar de la torpeza mostrada por Japón al “afianzar orgánicamente una diplomacia regional o global”, defecto que ya identificó Nakae, me parece que la diplomacia japonesa lo ha hecho bastante bien. Durante los próximos años del siglo XXI su capacidad se pondrá a prueba.

(Originalmente escrito en japonés y traducido al español de su versión inglesa)

(*7) ^ En la actualidad parece que soy la única persona que utiliza la expresión en este sentido. Para obtener un análisis de la lenta respuesta diplomática de Japón a los drásticos cambios de la situación internacional desde la Guerra Fría, ver “Institutionalized Inertia: Japanese Foreign Policy in the Post-Cold War” (Inercia institucionalizada: la política exterior japonesa en el mundo posterior a la Guerra Fría, William W. Grimes; Ikenberry y Mastanduno, ob. cit.).

(*8) ^ “Keizai anzen hoshō no igi to kadai” (Significado y tareas de la seguridad económica), Kōsaka Masataka, publicado en Kokusai Mondai, abril de 1978.

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