Japón dos décadas después de 1995, un año decisivo en su historia

El último juicio contra la secta Aum: la verdad sobre el control mental

Sociedad

Takahashi Katsuya fue condenado por su participación en los atentados del metro de Tokio con gas sarín, hace veinte años, en el último de los juicios contra la secta Aum Shinrikyō. Es el momento adecuado para revisar estos tristes acontecimientos y reflexionar sobre por qué Aum fue capaz de transformar de aquel modo a tantos jóvenes prometedores.

Terminan los juicios contra la secta Aum, durante los cuales se juzgó a 192 personas

Por fin terminó. Tras 17 años de búsqueda fue arrestado el último acusado de los juicios contra la secta Aum, Takahashi Katsuya, quien fue condenado a cadena perpetua el 30 de abril de 2015 en los juzgados de Tokio; con esta acción se daba por concluida la serie de juicios contra la secta Aum. Takahashi Katsuya ya ha apelado, pero en los tribunales de apelación no hace falta tanto tiempo para revisar las pruebas como en los juzgados que se ocuparon del caso. Aunque aún faltan algunos años hasta que el tribunal supremo tome una decisión sobre la sentencia contra Takahashi, se puede decir que el último juicio ha supuesto el carpetazo, en el sentido legal, a un largo proceso de investigación contra los crímenes perpetrados por la secta Aum.

Takahashi Katsuya, el número dos de Aum Shinrikyō, detenido tras 17 años de persecución, el 15 de junio de 2012 en el distrito tokiota de Ōta. (Jiji Press)

En marzo de 1995 se produjo un múltiple ataque terrorista con gas sarín en el metro de Tokio. Inmediatamente después la policía hizo una redada en las instalaciones de la secta Aum Shinrikyō (actualmente conocida como Aleph), a la que llevaba tiempo investigando, y durante el proceso posterior se detuvo a un total de 192 personas relacionadas con el culto, incluyendo al líder y fundador. Desgraciadamente Murai Hideo, el número dos de Aum, responsable de buena parte de la planificación y preparación de diversas acciones por parte del grupo, fue asesinado por un rufián en mitad de la investigación. El líder comunicaba sus órdenes a sus seguidores a través de Murai, y debido a su muerte varios puntos del caso quedaron sin esclarecer. No obstante, el resto de los dirigentes de la secta hablaron profusamente sobre sus experiencias, y a través de sus declaraciones se pudo comprender la participación del líder como cabeza pensante de los diversos atentados, al igual que las actividades reales de la secta.

En Japón resulta muy complicado para los periodistas poder hacer entrevistas a reclusos en prisión o a acusados retenidos en comisaría. E incluso tras lograr el permiso para hacer la entrevista la cantidad de tiempo que se concede es extremadamente corta, y a pesar de contar con el permiso del acusado no se pueden llevar cámaras o grabadoras. En el caso de los reos de muerte, tanto el contacto directo como por carta son más difíciles. No se hacen públicas las investigaciones de la policía ni los registros de los juicios, y por ello es de vital importancia acercarse a esos casos a través de la declaración de las partes implicadas presentes en esos momentos y escuchar lo dicho en los juicios públicos, en los que yo me he dedicado a escuchar.

Jóvenes prometedores que se degradan hasta el punto de matar

Aum no solo perpetró los dos atentados con gas sarín y la masacre contra la familia de Sakamoto Tsutsumi, un abogado que se mostró crítico con la secta, sino que llevó a cabo todo tipo de acciones. Diez de ellas fueron casos en los que se cobraron vidas de personas. En el resto de casos hubo intentos de homicidio, tráfico de armas y producción de narcóticos, construcción de una planta para producir en masa gas sarín, elaboración de artefactos explosivos, fraudes y robos; el grupo constituía un verdadero almacén de crímenes.

Muchos de los crímenes más graves eran ideados y ordenados por el propio líder. Según las enseñanzas de Aum la destrucción de la vida está prohibida, y ni siquiera los creyentes de alto rango, por decisión propia, pueden cometer asesinatos. Sin embargo, el fundador y líder Asahara Shōkō (cuyo nombre real era Matsumoto Chizuo), gurú en pos de “la verdad”, podía juzgar cuándo alguien debía asesinar, lo que se denominaba la “salvación”. El testimonio que prestaron los implicados durante los juicios apoya esta idea.

A la luz de las investigaciones la mayoría del público mostraba mucho interés por saber dos cosas:

  1. ¿Por qué tantas personas, incluyendo a muchos jóvenes de brillante historial académico, se vieron atraídas por la secta?
  2. ¿Por qué obedecían hasta el punto de llegar a cometer asesinatos?

Aunque estos puntos por sí mismos no explican los crímenes, hubo abogados que los consideraron de vital importancia para comprender el caso, y que, durante los juicios, trataron de profundizar en el trasfondo de cada caso realizando preguntas a los acusados o llamando a declarar a testigos como familiares o amigos y profesores de la época escolar.

En lo que se refiere al punto 1 de los mencionados más arriba, por ejemplo, se arrojó luz sobre la mentalidad de aquellos jóvenes, que buscaban su propio lugar y su forma de vida en la época y la sociedad en la que vivían.

La secta atraía a jóvenes perdidos en una época de caos

Aum, que había nacido como un grupo de práctica de yoga, se convirtió en grupo religioso en 1987. La burbuja económica japonesa estaba a punto de reventar. Los precios de las acciones y el suelo se habían elevado increíblemente, y por todas partes había gente que quería hacerse rica de la noche a la mañana; era una época febril, en la que el dinero cambiaba de manos a toda velocidad. Por otro lado, no todo era una simple cuestión de avaricia; también fue una época en la que nació un movimiento en pos de la “verdadera felicidad” y la “verdadera riqueza”. También hubo un gran interés por el mundo de los fenómenos psíquicos y lo oculto. Y lo que aún es más, las Profecías de Nostradamus, que “predecían” que el ser humano se extinguiría en 1999, cobraron gran popularidad y causaron en el público un gran desasosiego, a medida que la gente se preguntaba qué iba a suceder al final del siglo XX. Todo esto también era parte del transfondo de Aum.

Así las cosas, el fundador Asahara, mediante el argumento de que poseer superpoderes significa poder resolver todos los problemas, pudo atraer a su lado a muchos jóvenes interesados por el mundo psíquico. “Predecía” que Japón sería asolado por un desastre al que llamaba “Armagedón” y hacía que la gente se sintiera insegura; además, declaraba estar asegurando las almas de aquellos que murieran en dicho desastre. Para la secta Aum, las expresiones “redención” -del budismo- y “salvación del género humano” -de más uso social- se convirtieron en lemas.

No solo evolucionarás como persona y te salvarás, sino que salvarás a otros… Esta idea resultaba realmente atractiva para aquellos jóvenes que ansiaban sentirse más vivos, y que dudaban sobre su manera de vivir.

Uno de ellos llevaba tiempo sin poder decidir qué tipo de trabajo quería hacer en el futuro, aunque tenía claro que no quería convertirse “en un trabajador de corbata más”, como su padre, ni “llevar una vida mediocre”. Trató de encontrar un trabajo que le diera valor a su vida, pero sin éxito. Un amigo que había entrado en Aum lo invitó a unirse, pero este joven sentía desconfianza hacia las religiones, y en principio solo acudió a las reuniones para disuadir a su amigo. Así fue como, cuando se encontraba en las instalaciones de la secta oyó hablar sobre ese Armagedón y la salvación del género humano, y se sintió atraído. Sus padres trataron de persuadirlo, pero él se unió sin pensárselo a la secta, diciéndoles que alguien debía detener el Armagedón, y que por fin podría pagarles (a través de esa salvación) la educación para ser feliz que le habían dado. A causa de su implicación en el caso de la familia del abogado Sakamoto y el atentado con gas sarín, fue condenado a muerte.

Renuncia a la capacidad de juicio: “te falta devoción”

Otro joven, estudiante de Física en una escuela de posgrado y de gran brillantez, tras su entrada en la secta Aum, no tenía intención de entregarlo todo a la secta y vivir en la sede de la misma, cortando sus relaciones sociales con familia y amigos, como señal de compromiso hacia Aum. Había sido seleccionado para trabajar en el laboratorio de una empresa de primera línea. Sin embargo, Asahara lo convenció para que declinara la oferta. “¿Quién salvará el mundo, si los jóvenes como tú no lo hacen?” Finalmente se volcó en sus actividades en Aum, dejó de lado amigos y familia, con los que tenía una buena relación, y seis años más tarde terminó asesinando con gas sarín en el metro de Tokio. También fue condenado a muerte.

La secta Aum también daba la impresión de ser un buen lugar, en el que las relaciones humanas no eran algo de lo que preocuparse, y esto resultaba atractivo para las personas que no se llevaban bien con sus padres, o para las que no se les daba bien tratar con otros, o para quienes sentían que no tenían un lugar propio en el mundo.

A las personas aceptadas en el seno de la secta se las indoctrinaba sobre la cualidad absoluta del líder. Sus órdenes eran absolutamente correctas, y quienes no pudieran comprender esto era porque se hallaban en una fase espiritual demasiado baja como para entender. Los miembros de Aum debían superar sus dudas, que no eran sino restos de una moral social más convencional, de sus conocimientos científicos, de leyes y reglas. “Si no puedes comprenderlo, es que te falta devoción”.

Los propios creyentes, aunque tuvieran dudas, se las callaban. Cuando el líder daba órdenes no había que cuestionarse nada; únicamente aceptarlas positivamente. De este modo se iban produciendo los creyentes ideales: aquellos que no pensaban nada por su cuenta, y en cambio se convertían en los brazos y piernas del líder.

De las cinco personas que perpetraron los atentados con gas sarín en el metro de Tokio, cuatro participaban en homicidios por primera vez. Eran médicos y científicos, y conocían bien la toxicidad del gas. A pesar de ello, ninguno dudó o rehusó cumplir con su parte.

Control mental a base de yoga, LSD y privación del sueño

En la secta Aum se hacían prácticas de yoga. Entre los creyentes había quienes, a través de las mismas, tenían experiencias extraordinarias, como ver luces durante la práctica o notar cómo la energía interior aumentaba dentro del cuerpo. Los practicantes de yoga que entrenan duramente o los monjes budistas tienen experiencias similares, y se consideran fenómenos psicologicamente explicables, pero en la secta Aum se denominaban “experiencias místicas” y se consideraban especiales. Para los creyentes eran prueba de haber alcanzado una cierta fase espiritual, y las enseñanzas decían que se daban gracias a la energía del líder.

Los efectos que estas experiencias tenían sobre los creyentes eran muy grandes. A raíz de las mismas, algunas personas llegaban a la conclusión de que no podían vivir apartadas del fundador, y dicha dependencia era una de las principales razones por las que llegaron a verse implicados en crímenes atroces. El éxito de la secta en sus lavados de cerebro a los nuevos miembros a base de yoga hizo que, para inducir esas “experiencias místicas” en ellos se empezara a utilizar LSD y otras drogas psicotrópicas ilegales. Las drogas se producían en las instalaciones de Aum, y se administraban a los creyentes en ciertos rituales.

La secta inculcaba a los creyentes el miedo a caer en el infierno tras la muerte, infierno como castigo por alejarse del grupo o traicionarlo. Aunque un creyente se apartara de Aum ese miedo permanecía en su corazón, y hubo quien incluso regresó a la secta tras haberla dejado.

Aum utilizó numerosos métodos de control mental y lavado de cerebro con los creyentes que vivían en sus instalaciones, como someterlos a diversas sesiones de trabajo y tareas tras periodos de sueño muy breves, apartarlos de la información del resto de la sociedad o darles únicamente información generada por la secta.

Una secta que transfigura a jóvenes de buen corazón en reos de muerte

Quiero ser mejor persona, quiero ayudar a los demás, quiero hacer del mundo un lugar mejor… Aum captaba y utilizaba a jóvenes que pensaban ese tipo de cosas. Al principio no eran más que víctimas de una secta absurda, pero posteriormente se convertían en cómplices capaces de herir a otros por el grupo. Este proceso no era algo único de Aum, sino que se trata de una característica compartida por muchas sectas (incluyendo el Estado Islámico actual).

Tras el arresto no fueron pocos los miembros de Aum que, a través de la investigación, de escuchar las voces de los familiares de las víctimas y liberarse del control mental al que habían sido sometidos, pudieron recuperar su consciencia y arrepentirse profundamente de lo que habían hecho. Sin embargo en el juicio el control mental no tuvo efectos de cara a los veredictos, que fueron severos. Si el veredicto contra Takahashi Katsuya concluye, el proceso entrará en la fase de ejecución de la pena de muerte de los correspondientes reos. Me produce una sensación muy negativa pensar que, de nuevo, se van extinguir vidas por culpa de la secta Aum.

(Artículo escrito originalmente el 22 de junio de 2015, y traducido al español del original en japonés)

Imagen del título: Asahara Shōkō (nombre legal: Matsumoto Chizuo), fundador de la secta Aum Shinrikyō, regresa a la comisaría de policía tras finalizar su interrogatorio, el 6 de junio de 1995 (Jiji Press)

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