[Diapositivas] Conviviendo con dos gatas abandonadas tras el accidente nuclear de Fukushima
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El mesías de los animales
Conocí a Matsumura Naoto en junio de 2011, tres meses después del Gran Terremoto del Este de Japón. En aquel entonces me encontraba en el área a 20 kilómetros de la central nuclear Fukushima Daiichi cuidando y alimentando a los animales que habían quedado abandonados allí. Nos encontramos en la localidad de Tomioka, a 12 kilómetros de las instalaciones atómicas.
Matsumura daba de comer a los animales abandonados en la población, en la que no quedaba ni un alma tras ser evacuada. Además, cuidaba de las vacas que habían perdido su valor comercial y tan solo esperaban a ser sacrificadas. De no ser por él, estos seres vivos habrían corrido un grave peligro inmediatamente después del desastre.
Un encuentro que cambió el destino de unos gatitos
En el verano de 2013, cuatro gatitos fueron abandonados a la puerta de un refugio para animales gestionado por el Gobierno de la prefectura de Fukushima. Allí solo se hacían cargo de los perros y gatos que se encontraran en un radio de 20 kilómetros de la central nuclear, por lo que el destino de estas crías, cuyo origen se desconocía, era ser sacrificadas por las autoridades en materia de sanidad pública. Era irremediable que se convirtieran en víctimas de la soberbia de un ser humano que no es capaz de imaginarse cómo será la vida de estos animales tras ser abandonados. Sin embargo, un voluntario del refugio se compadeció de ellos y pidió ayuda a Matsumura, que era conocido suyo. El sino de estos gatitos cambió completamente gracias a esta persona.
Matsumura, que cuidaba de muchos animales abandonados movido por la pena, los acogió en su casa. Un tiempo después, apareció alguien dispuesto a llevarse a los dos machos; Matsumura se quedó con las dos hembras, a quienes llamó Shiro y Sabi.
Los animales también son residentes de Fukushima
Han pasado cinco años desde el desastre y, aunque se ha levantado la declaración de zona peligrosa, más de un 90 % de los lugares en un radio de 20 kilómetros de la central nuclear, entre los que se incluye Tomioka, sigue siendo inhabitable. A día de hoy, en esta localidad desierta los animales sufren de inanición, pero continúan con vida gracias a la labor de voluntarios como Matsumura.
El Gobierno centra sus esfuerzos solamente en la descontaminación de las zonas afectadas por la radiación y no piensa en absoluto en los animales que han quedado abandonados allí; parece que solo busca revitalizar la tierra contaminada. La mayoría de los residentes no regresa a su hogar aunque se vayan levantando gradualmente las órdenes de evacuación; las localidades de esas zonas se han convertido en lugares fríos e inhumanos, y los animales que convivían con los residentes han desaparecido.
Al detenerse un rato en esas localidades 'limpias', se observa un entorno sin atisbo alguno de vida, y uno se pregunta si se puede hablar de restauración, cuya manifestación verdadera sería una regeneración que incluya también a los animales que convivían con las personas.
Resulta irónico que estas zonas cuyos residentes han desaparecido sean frondosas. Las gatas Shiro y Sabi juegan inocentemente, mientras los seres humanos nos rompemos la cabeza para arreglar las áreas contaminadas.
Al ver a Matsumura, obstinado en convivir con estos animales en la tierra donde nació y se crió, es inevitable pensar que esta estampa refleja una de las maneras en que las personas se relacionarán con los animales de ahora en adelante en Fukushima.
Texto e imágenes de Ota Yasusuke.
(Traducción al español del original en japonés)
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Gran Terremoto del Este de Japón Fukushima Fukushima Daiichi central nuclear Fotografía gato