La factura del declive demográfico

Frente al envejecimiento extremo y el declive demográfico

Política Sociedad

Japón se encuentra ya en una nueva etapa de su historia marcada por el envejecimiento extremo y el declive demográfico. En pocos años, afrontará situaciones desconocidas hasta ahora. ¿Qué cambios nos esperan en política, economía y seguridad social? ¿Qué medidas demandan estos cambios? Este artículo ofrece un análisis basado en el informe Proyecciones demográficas para Japón, de enero de 2012.

1. Presentación

En 2007 el índice de envejecimiento, que refleja la proporción de personas de 65 años o más, alcanzó en Japón el 21%, porcentaje a partir del cual se habla de “envejecimiento extremo”. La población total de Japón, que llegó a su pico hacia 2008, ha comenzado a decrecer. Japón ha entrado, pues, en una fase de decrecimiento demográfico y envejecimiento extremo. Según los datos hechos públicos en enero de 2012 por el Instituto Nacional de Investigaciones Demográficas y de la Seguridad Social en su informe Proyecciones demográficas para Japón, estos dos fenómenos experimentarán una aceleración y conducirán a la sociedad japonesa, en un futuro próximo, hacia un estado en el que nunca se había encontrado hasta ahora. En este artículo expondré qué sociedad emergerá de ese proceso y qué deberíamos hacer para afrontarla de la mejor forma.

2.Envejecimiento extremo y declive demográfico en el Japón de hoy

(1) Cambios en la pirámide de población y características del problema demográfico

En un futuro próximo, la pirámide de población japonesa no será una mera reducción a escala de la actual, ya que la población del país, además de reducirse, sufrirá un gran cambio en su composición.

Los gráficos que aparecen abajo nos muestran las pirámides de población correspondientes a 1960, 2010 y 2060 (proyección), lo que nos permite ver su evolución. Entre 2010 y 2060 vemos que no solo hay una reducción del área (población total); también se aprecia con claridad un cambio en la forma de la pirámide. El gráfico de 2010 no es ya propiamente una pirámide: se ha convertido en un cántaro con un fuerte abultamiento al nivel de las edades intermedias y altas. En cuanto al de 2060, estamos ya frente a una verdadera pirámide invertida.

La gran transformación estructural de la población japonesa es resultado, en primer lugar, de la bajada en la tasa total de fertilidad (TFR, por sus siglas en inglés), que dio un fuerte bajón tras el primer baby boom (1947-1949), y en segundo lugar del hecho de que, desde la segunda mitad del decenio de los setenta, esta tasa se viene situando en unos niveles tan bajos que no permiten el reemplazo generacional, imprescindible para evitar que la población se reduzca. Es evidente que el número de nacimientos en un momento determinado influye después sobre la demografía a lo largo de decenas de años, y en ese sentido, en adelante, tanto el envejecimiento extremo como el declive demográfico tendrán que ser considerados condiciones impuestas. 

(2)Transformación de la estructura demográfica del conjunto de Japón

La tabla que viene a continuación, basada en las Proyecciones demográficas para Japón, reúne los principales indicativos demográficos de nuestro país en el pasado (1960 y 1985), el presente (2010) y el futuro (2035 y 2060). A la hora de plantearnos los problemas del envejecimiento extremo y del decrecimiento de la población, y la forma de afrontarlos, debemos fijarnos especialmente en los siguientes cinco puntos. 

Indicadores básicos de la población de Japón (1960-2060)

(unidad: 10.000 habitantes)

Años19601985201020352060
A: Población total antes 9,342
(73.0)
12,105
(94.5)
12,806
(100)
11,212
(87.6)
8,674
(67.7)
Bandas de edad B: Niños (menos de 15 años) 2,807
(166.7)
2,603
(154.6)
1,684
(100)
1,129
(67.0)
791
(47.0)
C: Edad laboral (entre 15 y 64 años) 6,000
(73.4)
8,251
(101.0)
8,173
(100)
6,343
(77.6)
4,418
(54.1)
D: Mayores (65 o más años) 535
(18.1)
1,247
(42.3)
2,948
(100)
3,741
(126.9)
3,464
(117.5)
Mayores de 75 (incluidos en D) 163
(11.5)
471
(33.2)
1,419
(100)
2,278
(160.5)
2,336
(164.6)
Número de defunciones 71
(59.0)
75
(62.8)
120
(100)
166
(138.3)
154
(128.3)
Número de nacimientos 161
(149.9)
143
(133.6)
107
(100)
71
(66.5)
48
(45.0)
Índice de envejecimiento 5.7% 10.3% 23.0% 33.4% 39.9%
Proporción de ancianos dependientes
(D/C)
8.9%
(11 sostienen a cada anciano)
15.1%
(7 sostienen a cada anciano)
36.1%
(2.8 sostienen a cada anciano)
59.0%
(1.7 sostienen a cada anciano)
78.4%
(1.3 sostienen a cada anciano)
Proporción de ancianos dependientes (tomando como población en edad laboral a la de edades comprendidas entre los 20 y los 69 años, y por ancianos a los de 70 o más años)  6.0%
(17 sostienen a cada anciano)
10.6%
(9 sostienen a cada anciano)
25.3%
(4.0 sostienen a cada anciano)
43.9%
(2.3 sostienen a cada anciano)
62.2%
(1.6 sostienen a cada anciano)

Nota: Las cifras de población total y bandas de edad que aparecen entre paréntesis representan el índice, otorgando a los datos de 2010 un valor 100.
Fuente: Tabla elaborada por el autor a partir de las proyecciones hechas con los supuestos medios de natalidad y mortalidad en el informe Proyecciones demográficas para Japón (enero de 2012), del Instituto Nacional de Investigaciones Demográficas y de la Seguridad Social, y del Censo nacional del Ministerio de Interior y Comunicaciones.

1) Disminución de la población total

Durante los cincuenta años que median entre 2010 y 2060, la población de Japón se reducirá un tercio, pasando de los 128,06 millones a los 86,74 millones de habitantes. En números absolutos, el decrecimiento hasta 2035 será de 15,94 millones, y de 25,38 millones en los siguientes veinticinco años. Esto quiere decir que la velocidad a la que decrece la población aumentará durante este periodo. Debido al rápido aumento de las defunciones y a la disminución en los nacimientos que implica el proceso de envejecimiento, se prevé que a partir de 2040 la población descienda a razón de un millón de personas por año.

2) Aumento del número de ancianos y progresión del envejecimiento

La población anciana pasará de los 29,48 millones de 2010 a los 37,41 millones de 2035. Tras alcanzar su pico en 2042, comenzará a disminuir aunque, debido a un descenso paralelo en la población total, en 2060 el índice de envejecimiento será del 39,9%, es decir, de cada diez personas cuatro serán ancianas. Además, entre los ancianos, el grupo de personas de 75 o más años crecerá considerablemente y en 25 años su número se multiplicará por 1,6, pues pasarán de ser 14,19 millones en 2010 a 22,78 millones en 2035.

3) Descenso en los nacimientos y fuerte caída de la población más joven

Por su parte, la banda de población más joven (menores de 15 años) evolucionará de los 16,84 millones de 2010 a los 11,29 millones de 2035, reduciéndose en un tercio. Su declive continuará hasta situarse en los 7,91 millones en 2060; es decir, menos de la mitad de la cifra de 2010. El gran descenso en el número de nacimientos no se debe a que el índice de natalidad vaya a seguir bajando(*1), sino al efecto de los bajos índices de natalidad del pasado, ya que la población en edad fértil se habrá reducido.

4) Fuerte caída de la población en edad laboral

La población en edad laboral, que alcanzó su pico en 1995 con 87,17 millones de personas, está ya en fase de disminución y de los 81,73 millones de 2010 pasará a los 44,18 de 2060, es decir, quedará reducida aproximadamente a la mitad. Si se mantiene la proporción existente entre la población activa (ocupada o en busca de trabajo) y la población en edad laboral, la primera descenderá en la misma medida.

5) Veloz subida de la proporción de ancianos sobre la población en edad laboral

El índice de población anciana dependiente refleja el número de personas en activo que sostienen a cada anciano. En 1985, por cada anciano había siete personas en edad laboral, mientras que en 2010 solo había 2,8. Para 2035 se prevé que el índice baje hasta 1,7 y para 2060 hasta 1,3. La población anciana crecerá especialmente entre 2010 y 2035, periodo durante el cual la población en edad laboral se reducirá ostensiblemente. Es, pues, el momento crucial(*2).

(3) El envejecimiento por regiones y los cambios en la estructura familiar

Al considerar la manera de afrontar este extremo envejecimiento de la población, una vez comprobados los indicadores demográficos del conjunto de Japón, habremos de fijarnos en los siguientes puntos.

1) Diferencias regionales en el grado de envejecimiento

Se viene considerando que el envejecimiento es un problema de las áreas rurales y despobladas, pero el informe Proyecciones demográficas para Japón por prefecturas (mayo de 2007), del Instituto Nacional de Investigaciones Demográficas y de la Seguridad Social, demuestra que el crecimiento del número absoluto de ancianos es mayor en las grandes áreas urbanas y que su índice de aumento es también más elevado. Aquellos jóvenes que marcharon a las ciudades cuando se produjo el gran éxodo rural durante el periodo de crecimiento económico acelerado (1954-1973) están envejeciendo ahora en las ciudades. En Saitama, Chiba, Kanagawa y Okinawa, la población anciana aumentará más de un 75% entre 2005 y 2035. Para las de Tokio, Aichi y Shiga se prevé un aumento del 50%. Si exceptuamos Okinawa, vemos que todas estas prefecturas corresponden a grandes áreas urbanas o a sus inmediaciones.

2) Cambios en la estructura familiar

En su informe Proyección del número de hogares para Japón (marzo de 2008), el citado instituto pronostica que los hogares en que conviven tres generaciones serán cada vez más raros, mientras que los unipersonales o los formados por un matrimonio sin hijos (o que, teniéndolos, no viven con ellos) aumentarán a gran velocidad. Los hogares cuyo cabeza de familia tiene 65 o más años pasarán de los 13,55 millones de 2005 a los 19,03 millones de 2030. Dentro de este grupo de hogares, los formados por un matrimonio sin hijos (o que no viven con ellos) pasarán de ser 4,65 millones a 5,69 millones, y los unipersonales de 3,87 millones a 7,17 millones. Otro acusado aumento será el de los ancianos solteros que viven solos, que en 2005 eran 270.000 hombres y 530.000 mujeres, y en 2030 serán 1,68 millones de hombres y 1,20 millones de mujeres. Este dato es de gran importancia, pues estas personas requerirán cuidados médicos y asistencia, y no será fácil encontrar un sustituto capaz de cumplir las funciones que cumple una familia.

3.Cómo afrontar el envejecimiento extremo y el declive demográfico

Un envejecimiento o un declive demográfico a gran escala tienen una enorme influencia en diversos aspectos de la actividad socioeconómica. En los siguientes epígrafes reflexionaré sobre las posibles medidas y la forma de afrontar el problema desde la perspectiva de la política, la economía y la seguridad social.

(1) Política

El envejecimiento y el declive demográfico causan una caída relativa del poderío de un país. Japón era en 1950 el quinto país más poblado del mundo y el décimo en 2010, pero según las proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas, en 2050 bajará hasta el puesto dieciséis. Evidentemente, el poderío de un país no puede determinarse solo por su población, pero en tanto el envejecimiento y el declive demográfico causen efectos sobre el crecimiento económico, es inevitable que se produzca también una caída en su poderío.

Algunos hablan de que el decrecimiento de la población puede ser compensado mediante la inmigración, pero este problema afecta a los propios fundamentos del estado, y debe ser tratado con el máximo cuidado. Además, en vista de la experiencia de muchos países occidentales, no puede decirse que sea deseable ampliar demasiado a la ligera el volumen de mano de obra extranjera no cualificada. Al mismo tiempo que se crea una relación de confianza con diversos países, especialmente con los del Sudeste Asiático, y se fortalecen los lazos económicos y políticos con ellos, Japón debe, ante todo, promover el empleo entre la población japonesa en edad laboral. Por otra parte, para impulsar la presencia de personal japonés en los organismos internacionales, que hoy en día es escasa, la formación de personal capacitado para trabajar en la comunidad internacional y la elevación de la capacidad de Japón como foco emisor de información son tareas apremiantes.  

También es preocupante que puedan agravarse los conflictos de intereses políticos entre generaciones. En 2010 la población anciana representaba el 28,0% del total del electorado, pero se calcula que para 2035 el porcentaje subirá al 38,8% y para 2060, al 45,8%. Si se evita, por esta razón, tomar medidas lesivas para los mayores, posponiendo los recortes en los subsidios o el aumento de las cargas, se elevarán las cargas que habrán de soportar las generaciones venideras. Para que no se llegue a esto, es necesario que cada ciudadano se haga cargo de la dureza de la situación y tome conciencia de su responsabilidad para que estos problemas sean solucionados en esta misma generación. Quizás también haya que reformar el sistema electoral(*3). Por ejemplo, con el actual sistema de distritos electorales unipersonales, la discusión se centra en temas excesivamente localizados y se dificulta la elección de políticos que piensan en el “interés nacional a largo plazo”. Esta perspectiva del interés nacional a largo plazo es de gran importancia para lograr evitar tanto el problema de los conflictos de intereses entre las generaciones como el de los conflictos interregionales.

(2) Economía

En cuanto a las implicaciones económicas, puesto que el producto interno bruto (PIB) del país se contrae cuando la población decrece, algunos juzgan más apropiado medir la riqueza de un país no por el PIB, sino por la renta per cápita. Sin embargo, un decrecimiento de la población total significa una contracción del mercado nacional y esto influye sobre la actividad empresarial y sobre la introducción de capitales, así que si pensamos en el principio de “economía de escala”, la perspectiva macroeconómica no puede ignorarse. Por otra parte, la deuda a largo plazo del estado central y del resto de los gobiernos regionales de Japón representa ya el doble del PIB, y un decrecimiento de la población supone una mayor carga para cada ciudadano.

Trataré aquí brevemente el efecto negativo que producen el declive demográfico (especialmente la reducción de la población en edad laboral) y el envejecimiento sobre los tres grandes factores que impulsan el crecimiento económico: la acumulación de capital, la fuerza laboral y el avance técnico.

1) Acumulación de capital

La economía va creciendo en tanto el dinereo ahorrado sea utilizado para invertir en ampliación de instalaciones productivas y otros campos, pero la reducción de la población en edad laboral y el aumento de la población anciana acarrean un descenso del índice de ahorro y es de prever que esto ralentice el desarrollo económico. Además, como consecuencia del declive demográfico, el mercado japonés se contraerá y cabe pensar que deje de ser atractivo para los inversores, con lo que se reduciría el suministro de capital desde el extranjero. Lo más importante es adoptar una estrategia económica que no se base en las medidas proteccionistas, sino en racionalizar la asignación de recursos a través de la competencia y revitalizar la actividad industrial.

2) Fuerza laboral

La fuerza laboral es proporcional a la población en edad laboral, y esta va a experimentar entre 2010 y 2060 una reducción de 37,55 millones de personas, lo que supone un fortísimo impacto sobre aquella. Las tiranteces entre la oferta y la demanda laborales llevan a la elevación de los salarios, aumentando las diferencias entre los costes laborales dentro y fuera del país, lo que podría acelerar el proceso de deslocalización industrial. Por otra parte, se hace hincapié en que la atención médica y la atención a los ancianos, actividades en las que se utiliza mucha mano de obra, servirán para crear muchos puestos de trabajo, pero se prevé que a medio y largo plazo conseguir personal para estos campos resulte un arduo problema.

Ante la reducción de la población activa, es importante tratar de elevar la tasa de ocupación y la productividad. Para elevar la tasa de ocupación hay que crear un entorno propicio, favoreciendo en lo posible el empleo entre las mujeres y los mayores de 60 años mediante las ayudas a la conciliación de la crianza de niños y el trabajo, y la oferta de diversas modalidades y oportunidades de empleo. Y para mejorar la productividad es imprescindible elevar el nivel educativo, por supuesto en la educación superior, pero también en la primaria y secundaria, así como ofrecer oportunidades de capacitación dentro y fuera del puesto de trabajo. También puede pensarse en mecanismos tributarios y mitigaciones que fomenten el desarrollo tecnológico de las empresas.

3) Avance técnico

Los efectos que el declive demográfico tiene sobre el avance técnico y la productividad, y las consecuencias que todo esto tiene sobre el crecimiento económico son muy complicados. Por ejemplo, existe la idea de que el descenso de la natalidad hace subir el gasto en educación por cada niño y en otros temas, y eleva el índice de dotación de capital humano, pero si partimos de que la probabilidad de que se den avances técnicos es un índice fíjo, entonces será proporcional al aumento demográfico, lo cual equivale a decir que si la población decrece, descenderá también la frecuencia de aparición de esos avances o mejoras técnicas. Además, si lo contemplamos desde el punto de vista de la aceptación y utilización de las tecnologías de la información y otros avances técnicos, en términos generales el envejecimiento se convierte en un factor negativo.

(3) Seguridad social

La seguridad social es un sistema de manutención intergeneracional, en el que las generaciones en activo comparten el resultado de su trabajo (su producción) con la generación de más edad. Por eso, una transformación en la estructura demográfica, como podría ser un repentino aumento de la población anciana dependiente, ejerce un fuerte efecto sobre el conjunto de la seguridad social, tanto sobre las pensiones públicas como sobre la atención médica.

1) Pensiones públicas

El sistema público de pensiones de Japón sigue el modelo de un seguro social en el que, para recibir la pensión, se exige el pago de una prima durante un determinado periodo, y en el que los fondos necesarios para pagar las pensiones se obtienen de las primas. Se trata de un sistema en el que las pensiones recibidas por los ancianos se pagan con las primas aportadas por las generaciones en activo. Por eso, un rápido aumento en el número de ancianos dependientes no solo pone en peligro la sostenibilidad del sistema de pensiones, sino que produce también un injusto reparto de cargas y beneficios entre las generaciones. A esto hay que añadir que, debido a que en Japón las aportaciones al sistema de pensiones de los asalaridos se reparten a medias entre estos y los empleadores, un aumento en la población de ancianos dependientes supone una mayor carga también para los empleadores, que se traduce en mayores costes de producción, lo cual es una gran desventaja desde el punto de vista de su competitividad internacional.

En este contexto se realizó, en 2004, una reforma de la Ley de Pensiones Públicas que incluía la contención de los niveles de prestación y el establecimiento de un tope máximo a la subida de las aportaciones, pero el debate sobre la reforma del sistema no está cerrado.

Se ha propuesto, para eliminar los desequilibrios entre aportaciones y prestaciones recibidas por cada generación, que se abandone el actual sistema y se adopte otro en el que las prestaciones sean proporcionales a lo aportado por el propio asegurado. Sin embargo, si se adopta este sistema, surge el problema de cómo invertir esa gran cantidad de dinero. Además, existe el riesgo de que la inflación impida que pueda garantizarse el valor real de las prestaciones futuras. Por si fuera poco, surgiría otro problema en el momento del cambio de un sistema al otro, ya que la generación que se encuentra en edad laboral debería soportar el peso de la generación superior y al mismo tiempo ir aportando al sistema para poder recibir en el futuro su propia pensión, lo cual sería una doble carga.

Por otra parte, se ha propuesto que, para obtener sus fondos, las pensiones públicas no sigan el sistema de los seguros, donde se paga una prima, sino el de un impuesto que sea recaudado. Este esquema servirá para evitar que muchas personas que no han pagado la prima se queden luego sin su pensión, pero desde el punto de vista de la equidad, no es aceptable que las personas que han venido contribuyendo al sistema reciban el mismo trato que las que no lo han hecho. Como es imposible pasar de la noche a la mañana de un sistema al otro, sería inevitable que durante un largo periodo ambos sistemas convivieran, lo que resultaría muy complicado.

De esta forma, se ve que las reformas parciales que se vienen haciendo en el sistema público de pensiones aportan soluciones igualmente parciales, que no garantizan un saneamiento integral del sistema. Tampoco hay que olvidar que el sistema público de pensiones es un seguro a largo plazo (una especie de contrato a largo plazo entre el estado y la ciudadanía) y no es fácil modificarlo de repente. Lo único que cabe hacer es, partiendo del sistema actualmente vigente, llevar a cabo reformas como el fortalecimiento de las funciones que aseguren unas prestaciones mínimas, la revisión de la cuantía de las pensiones, el retraso de la edad a partir de la cual se percibe la pensión (actualmente esta edad se sitúa en los 65 años), etcétera, de forma que, adaptándose a las variaciones demográficas y económicas, pueda repartirse equitativamente el sacrificio tanto dentro de cada generación como entre las distintas generaciones.

2) Atención médica

Los efectos causados por el envejecimiento extremo y el declive demográfico sobre los servicios médicos son todavía más complicados que los causados sobre el sistema de pensiones.

1. Cambios en la visión global y en el modelo de atención médica

Con los avances técnicos, la atención médica se va dividiendo de forma inevitable en diferentes campos de especialización, pero cuanto mayor sea la compartimentación, mayor será también la necesidad de una atención médica comprensiva o global. Entre los ancianos, especialmente entre los de edad más avanzada, hay muchos que padecen simultáneamente diversas dolencias, y esto exige una atención medica que no se concentre en el tratamiento separado de cada órgano, sino integral, que contemple a la persona como un todo. Además, los ancianos necesitan una atención médica que les ayude a llevar de forma satisfactoria su vida diaria, y que les provea de unos cuidados terminales dignos. A estos fines, los cuidados a la tercera edad y los servicios de bienestar social en general se encuentran entre los campos más estrechamente relacionados, pero a ellos habrá que ir sumando otros, como la medicina preventiva o la educación para la salud, que hacen compatibles longevidad y salud, y campos como el de la vivienda, que es la base sobre la que se asienta la vida diaria, o, incluso, el de diseño de las ciudades.

2. Consolidación y mayor eficiencia funcional de los cuidados médicos

La progresión del envejecimiento y los avances técnicos en el campo de la medicina llevan consigo inevitablemente un aumento de los costes médicos. Es necesario, por tanto, hacer un esfuerzo continuo para conseguir que el dinero invertido en este campo se traduzca en un servicio de alta calidad. Por ejemplo, hay que conseguir que los centros de salud se especialicen según sus funciones y que coordinen correctamente sus servicios. Una de las características más notorias de la sanidad japonesa es el elevado número de camas que ofrecen los hospitales, y la escasez del personal médico por cada cama. Para obtener una mejor calidad en la atención médica se debe conseguir una mayor integración de médicos y del resto del personal hospitalario, que conduzca a una mayor “densidad médica”. Por otra parte, si se avanza en la especialización funcional de los servicios, cobra importancia la coordinación entre centros de salud, y entre estos y los servicios de atención a la tercera edad. Por ejemplo, se está promoviendo la atención médica a domicilio, pero esto no debería entenderse en el sentido más estricto de la palabra “domicilio”, sino ampliarse a todas las instituciones relacionadas con la salud de los ancianos, a las residencias de cuidados especiales y al resto de modalidades de viviendas donde se hace vida en común, como los group home (residencias con la asistencia de cuidadores) o las viviendas independientes con atención especializada a ancianos o discapacitados. Son problemas apremiantes, especialmente en las grandes ciudades, donde el envejecimiento avanza más rápidamente.

3. Captación del personal médico

Para hacerse con suficiente personal médico en una época en que el decrecimiento de la población hará cada vez más dura la competencia por los trabajadores jóvenes más aventajados, la única solución es aliviar de trabajo a los profesionales que actualmente se encuentran sobrecargados y aumentar la productividad, para lo cual se tendrá que elevar el nivel de capacitación del conjunto del personal y replantearse la forma en que se reparten las tareas. Las tareas para cuya realización no sea necesario ser médico pueden encargarse a los enfermeros o al personal administrativo e, igualmente, las tareas para las que no sea necesario ser enfermero pueden hacerlas, por ejemplo, los cuidadores de ancianos. Hay que tratar de que cada profesional pueda concentrarse en las tareas propias de su categoría y que todos ellos eleven su nivel de capacitación.

4. Reparto equitativo de los gastos médicos

De los datos oficiales sobre gastos médicos por bandas de edades correspondientes a 2009 se deduce que los ancianos, que representan algo más del 20% de la población total, realizan el 55,4% de los gastos, y si distinguimos las bandas de edades de 65 a 74 y de 75 o más años, veremos que este segundo grupo, que representa algo más del 10% de la población total, gasta el 32,6% del conjunto. Es lógico que a mayor edad se acuda más frecuentemente a la consulta médica, así que lo anterior es en cierto sentido inevitable, pero resulta preocupante que en adelante puedan extremarse los conflictos intergeneracionales entre quienes pagan las prestaciones y quienes las reciben. Por ello, es necesario, como he dicho anteriormente, impulsar la eficiencia de la atención médica y compatibilizar longevidad y salud mediante la prevención, así como elevar la cuota del copago (actualmente los mayores de 70 años pagan de su bolsillo el 10% del costo de la atención), además de tomar otras medidas de carácter global.

4.Conclusiones

El envejecimiento extremo y el declive demográfico son fenómenos que no se han experimentado hasta ahora suficientemente en ningún país, por lo que resulta difícil hacer pronósticos al respecto. Pero precisamente por eso hay que actuar con premura y reservar fuerzas para el futuro. Lo que no podemos permitirnos es aplazar la resolución de estos problemas.

Hasta cierto punto, nos vemos obligados a aceptar estas dos tendencias demográficas como condiciones impuestas para un futuro próximo, pero es posible e importante imaginar qué va a suceder en el futuro y prepararnos desde ahora. Eso es una responsabilidad social que nosotros asumimos ante las generaciones futuras, y que nos obliga a impulsar decididamente políticas para mitigar el impacto de estas dos tendencias demográficas, como pueden ser la prolongación de la vida en buenas condiciones de salud o elevar el índice de ocupación laboral entre las mujeres y las personas mayores.

El envejecimiento extremo y el declive demográfico no son problemas exclusivos de Japón, pues afectan o pueden afectar a cualquier país. No solo entre los países más avanzados del mundo, también en otros como Taiwan, Corea del Sur o Singapur se dan índices de natalidad más bajos que los de Japón, e incluso en Sudeste Asiático hay países donde no se está asegurando el reemplazo generacional. Si Japón concentra sus energías en la resolución de estos problemas y se convierte en un modelo de tratamiento apropiado del envejecimiento extremo y el declive demográfico, habrá hecho también una gran contribución a la sociedad internacional, lo cual no es menos importante.

(Traducido al español del original en japonés)

(*1) ^ En caso de que se cumpla el supuesto medio de la tasa de natalidad señalado en Proyecciones Demográficas para Japón, los valores supuestos de la TFR serían de 1,34 para 2035 y 1,35 para 2060, frente al 1,39 de 2010.

(*2) ^ En Japón son cada vez más las personas que tienen acceso a la educación superior y también las que, llegando a los 65 años, desean seguir teniendo un trabajo. Por ello, la barrera de los 65 años, que separa la “población en edad laboral” de la “población anciana” no siempre refleja correctamente la realidad. Esta es la razón por la que también he ofrecido datos basándome en otra división que considera en edad laboral a las personas de entre 20 y 69 años, y ancianas a las que tienen 70 o más, pero aun siguiendo este criterio hay que decir que el aumento de la población anciana dependiente va a ser muy pronunciado.

(*3) ^ Será necesario estudiar medidas como rebajar la edad de voto de los 20 a los 18 años, o propiciar la participación de los jóvenes en los procesos de toma de decisión relativos a medidas importantes que afecten a las cargas que se transfieren de una generación a otra, como las pensiones públicas. 

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