Japón y Corea del Sur: ¿Condenados a no entenderse?

EE. UU., Japón y Corea del Sur: riesgos emergentes y cooperación

Política

Algunos sucesos ocurridos durante las dos últimas décadas han puesto trabas a la cooperación entre EE. UU. y sus dos socios del noreste asiático, Japón y Corea del Sur. Washington debería impulsar iniciativas de primer orden para mejorar las relaciones trilaterales.

Dos alianzas claves

El noreste asiático es una de las regiones más dinámicas, y al mismo tiempo uno de los rincones más peligrosos del mundo. Sus principales economías (Japón, China, y la República de Corea) han incrementado, en conjunto, su Producto Interior Bruto colectivo más de 130 veces en el último medio siglo, y más del doble aun en la última década. En la región los ejércitos disponen de más de tres millones de soldados en activo, sin contar con las sustanciales fuerzas de EE. UU. desplegadas en la región, y los más de 11 millones de soldados en la reserva. En la región existen tres potencias nucleares sin contar a EE. UU. (Rusia, China y Corea del Norte), y otras dos posibles potencias nucleares (Japón y Corea del Sur). Y la capacidad que tienen las principales naciones para proyectar su poder, incluyendo los misiles, es asimismo cada vez más sofisticada.

Desde comienzos de la década de 1950 EE. UU. ha mantenido en el noreste asiático importantes alianzas bilaterales tanto con Japón como con Corea del Sur, formalizadas en los principales tratados de seguridad mutua. El papel de estos dos antiguos aliados de los Estados Unidos dentro de la estructura general de seguridad nacional en el Pacífico ha sido de alguna forma distinto históricamente: Corea del Sur se ha visto envuelta en una confrontación directa con Corea del Norte sobre la línea del armisticio cerca del paralelo 38, que nunca ha sido estabilizada a través de un tratado de paz formal. El papel disuasorio de las fuerzas de tierra y de aire de EE. UU. al sur de la zona desmilitarizada ha sido esencial para mantener la paz contra un régimen norcoreano que se mantiene extraordinariamente autoritario a pesar del declive de su economía, tal como se puso de manifiesto con el hundimiento de la corbeta surcoreana Cheonan (un buque de guerra), y con el bombardeo en los últimos años de la isla Yeonpyeong, bajo la jurisdicción de Corea del Sur.

En Japón, por el contrario, el ejército estadounidense ha tenido sistematicamente una función de reserva estratégica menos directa pero no por ello menos vital. Desde comienzos de la década de 1970 Japón ha acogido el que ahora es el único grupo de portaaviones de batalla estadounidenses establecidos fuera de EE. UU., así como la única Fuerza Expedicionaria Marina desplegada permanentemente en el extranjero, una de las tres que quedan en todo el mundo. Como complemento a las funciones de defensa en las volátiles inmediaciones de Japón, las Fuerzas Armadas de EE. UU. destacadas en Japón han jugado un papel crítico en la seguridad global en casos de contingencias de primer orden, como las operaciones “Zorro del Desierto” (1998) o “Tormenta del Desierto” (1991), o en desastres que afectaron a la población civil que van desde Sumatra (2004) hasta Sendai (2011).

Diferentes imperativos de seguridad nacional

Hace medio siglo el reto al que se enfrentaban Japón, Corea del Sur y EE. UU. de manera colectiva era relativamente claro y estaba centrado en el imperativo de disuadir a Corea del Norte de repetir un conflicto en la península como el de 1950-1953. Si bien es cierto que la compleja historia del noreste asiático en el siglo XX ha dejado un resentimiento duradero entre Corea del Sur y Japón, a la par que sus diferentes sistemas políticos han dificultado la cooperación, ambas naciones han hecho frente a una amenaza inmediata a su seguridad común por parte de Corea del Norte que les ha permitido forjar una discreta “alianza implícita” coordinada por los Estados Unidos. En cualquier caso, tres nuevos escenarios surgidos en los últimos 20 años han hecho que sus respectivos intereses sobre la seguridad nacional difieran hasta cierto punto, haciendo de esta forma el reto de la cooperación trilateral más importante y al mismo tiempo más complicado para EE. UU. y sus dos aliados en el noreste asiático.

Uno de los nuevos escenarios más importantes ha sido el ascenso de China, y su participación cada vez más importante en la península coreana. Hasta 1992 Seúl y Beijing no mantenían relaciones diplomáticas y el comercio entre las dos naciones era mínimo. Hoy, sin embargo, China es el mayor socio comercial de Corea del Sur, representando el 25% de sus exportaciones actuales, en comparación con el 10% correspondiente a EE. UU., su segundo mayor socio comercial.

China además es prácticamente el único benefactor de Corea del Norte, y las empresas chinas actúan como “brokers” de este país en sus relaciones político-económicas con el mundo, incluyendo incluso a Corea del Sur. El auge del poder político, económico y militar de China, así como su profunda implicación en los asuntos de Corea, tanto del norte como del sur, se está convirtiendo en un significativo obstáculo indirecto para las relaciones trilaterales entre EE. UU., Japón y Corea del Sur, si bien es cierto que más en la esfera político-económica que en materias de seguridad concretas.

Un segundo reto de importancia para el triángulo EE. UU. – Japón – Corea del Sur tiene que ver con la propia transformación de Corea del Norte. El Norte, al ser uno de los regimenes políticos más represivos del mundo, está evitando el colapso a pesar de estar cada vez más debilitado económicamente. Aun con una economía débil, no obstante, la tecnología militar de Pyongyang es cada vez más sofisticada, convirtiéndola en una potencia nuclear de facto con una emergente capacidad de proyección de poder más allá de sus costas. Corea del Norte se está convirtiendo en una seria amenaza para Japón a medida que sus misiles Taepodong avanzan en su desarrollo. Por otra parte, la debilitación de la economía norcoreana supondrá mayores retos en el futuro para Corea del Sur. Un colapso súbito de Corea del Norte podría llevar a una abrupta reunificación, o al menos a la necesidad de ayuda humanitaria a gran escala proveniente de Corea del Sur para sus hermanos coreanos al norte de la zona desmilitarizada. En otras palabras, respecto a la naturaleza de los futuros retos ante Corea del Norte, las perspectivas e incentivos de Corea del Sur y Japón son por lo tanto divergentes.

Un tercer cambio importante en el noreste asiático tiene que ver con las relaciones económicas entre Japón y Corea del Sur. La transformación de los lazos económicos que unen a los dos países se ha acelerado desde comienzos de 2013. Japón y Corea del Sur son competidores directos en varios sectores de importancia, particularmente en industrias de bienes duraderos como los automóviles o la electrónica. Incluso a medida que las dos primeras flechas del Abenomics (la expansión monetaria y fiscal) comienzan a reavivar la economía japonesa, al mismo tiempo tienden a reducir las perspectivas de Corea del Sur, particularmente a través del mecanismo indirecto de las fluctuaciones en el tipo de cambio. Mientras que el yen continúa depreciándose frente al dólar y otras divisas importantes, debido a la expansión monetaria orientada al mercado nacional de Tokio, las exportaciones basadas en el won han perdido competitividad en mercados terciarios, aumentando la frustración de Seúl.

Tres iniciativas principales

La estabilidad en las relaciones nipo-coreanas y los lazos de la cooperación trilateral entre Japón, Corea del Sur y EE. UU. son obviamente importantes para Washington debido al ascenso de China y al recrudecimiento de la amenaza norcoreana. Esta cooperación a tres bandas es asimismo de gran importancia para los intereses estratégicos de los socios de EE. UU. en el noreste asiático, aunque tengan un fuerte viento político en contra. Para mejorar estas relaciones trilaterales, urge llevar a cabo tres iniciativas principales.

En primer lugar, EE. UU. debe alentar enérgicamente una mayor participación tanto de Japón como de Corea del Sur en maniobras de seguridad multilateral de mayor calado, especialmente en la esfera marítima, a través de las charlas trilaterales de defensa que se han celebrado anualmente desde 2008. Los ejercicios a tres bandas de rastreo y rescate, uno de los cuales se celebró recientemente en octubre de 2013, deben continuar e intensificarse. La participación paralela de Japón y Corea del Sur puede ampliarse igualmente a otros ejercicios, en particular a aquellos relacionados con contingentes de defensa marítima y aérea, con el ejército de EE. UU. situado en Japón según proceda. Los ejercicios multilaterales que incluyen un amplio elenco de naciones, como el RIMPAC (del inglés Rim of the Pacific Exercise, o Ejercicio del Cinturón del Pacífico), pueden ser utilizados también como escenarios para edificar el entendimiento y la coordinación entre Corea del Sur y Japón.  

En segundo lugar, se podrían explorar áreas adicionales para la cooperación entre Japón y Corea del Sur para la ayuda al desarrollo en el extranjero. En el último medio siglo, Japón ha otorgado más de un tercio de toda la Ayuda Oficial al Desarrollo (ODA, por sus siglas en inglés) que han recibido los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), y continúa siendo el mayor donante de los cuatro miembros de la ASEAN que continúan recibiendo las principales ayudas: Camboya, Laos, Myanmar y Vietnam.

La contribución de Corea del Sur es también importante para el sudeste asiático, por lo que proyectos de ayuda bien escogidos y no competitivos podrían reforzar la cooperación mutua, tanto de manera multilateral como bilateral. Un buen punto de partida podrían ser sectores centrados en bienes públicos como las infraestructuras, donde hay un alto riesgo y los beneficios van a un amplio rango de empresas privadas.

En último lugar, deberían reforzarse los diálogos trilaterales de defensa entre EE. UU., Japón y Corea del Sur. Algunas areas prioritarias podrían incluir misiles de defensa, en relación especialmente con las crecientes amenazas de Corea del Norte, y seguridad marítima. Los diálogos de defensa podrían ser complementados con discusiones trilaterales sobre asuntos relacionados con la diplomacia, en particular respecto a Oriente Medio y el Sudeste Asiático, así como el mar de China Oriental y el de China Meridional. La libertad de navegación y la oposición a las declaraciones repentinas y arbitrarias de nuevas Zonas de Indentificación de Defensa Aérea (ADIZs, por su siglas en inglés) son también dos temas en los que estos tres países comparten preocupaciones y fórmulas en común.

Por supuesto, la cuestión de la historia ensombrece el triángulo EE. UU. – Japón – Corea del Sur, especialmente en lo que respecta a las relaciones nipo-coreanas. Este asunto debe ser gestionado de forma activa para neutralizar las posibles consecuencias adversas para la cooperación trilateral. No obstante, esto no quiere decir que una mediación formal de EE. UU. sería conveniente, ya que esa mediación sometería a Washington a grandes presiones cruzadas desde Tokio y Seúl que podrían deteriorar una o ambas de sus importantes alianzas bilaterales en el noreste asiático. Dicho esto, un discreto estímulo oficial por parte de Washington para que Japón y Corea del Sur profundicen en sus relaciones, en conjunto con iniciativas de la “segunda vía” (diplomacia ciudadana) que conlleven la participación de reconocidos políticos de EE. UU. ya retirados, podría ser adecuado junto a sendas iniciativas de terceras partes que estarían conformadas por naciones aliadas como Canadá, Alemania, Australia o la ASEAN.

Dada la delicada situación de los lazos económicos entre Japón y Corea del Sur, acciones provocativas en el campo de la historia (tanto en Japón como en Corea del Sur) podrían tener especiales efectos nocivos, por lo que es necesario que sean evitadas.

Finalmente, Japón, Corea del Sur y los Estados Unidos comparten importantes preocupaciones en materia de seguridad, intensificadas por el ascenso de China y la continua incertidumbre ante Corea del Norte. Los dos aliados de EE. UU. en el noreste asiático tienen ciertamente diferentes percepciones sobre su seguridad, particularmente en lo que concierne a la naturaleza e intensidad de la amenaza norcoreana. Con la capacidad de proyección de poder de Pyongyang aumentando, estas percepciones son también cada vez más del interés de los Estados Unidos. Washington tiene todas las razones para insistir en la expansión de la cooperación trilateral, y el momento para empujar en esa dirección es ahora.

(Traducción al español del original en inglés escrito el 4 de diciembre de 2013. Fotografía del título: El secretario de defensa de los Estados Unidos, Chuck Hagel, posa junto al ministro japonés de defensa Onodera Itsunori (izquierda) y el ministro de defensa surcoreano Kim Kwan-jin (derecha) antes de la reunión trilateral que tuvo lugar en Singapur el 1 de junio de 2013. [Wong Maye-E/AP Photo/Aflo])

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