Cinco años tras el Gran Terremoto del Este de Japón

La liquidación de Fukushima Daiichi podría costar cien años

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Han pasado cinco años desde que la central de Fukushima Daiichi fuera escenario del peor accidente nuclear registrado en el mundo desde el desastre de Chernóbil. Los terrenos de la central están ahora parcialmente ocupados por gigantescas cisternas de agua contaminada, entre las que todos los días cerca de 7.000 operarios trabajan en las labores de preparación del desmantelamiento definitivo de los reactores.

El Gobierno de Japón y la Compañía Eléctrica de Tokio (TEPCO, por sus siglas en inglés), consideran un plazo máximo de 40 años, a contar desde la fecha del accidente, para desmantelar completamente la central nuclear Fukushima Daiichi. Sin embargo, ni siquiera se conoce todavía con precisión dónde se encuentra el combustible nuclear que se fundió en los reactores 1, 2 y 3, y entre los expertos hay quien asegura que se necesitarán unos cien años para completar las labores. Para proceder a la extracción del combustible fundido, que es la parte más complicada del proceso de desmantelamiento, se llevan a cabo estudios e investigaciones que condensan toda la sapiencia disponible dentro y fuera del país.

Vista general de la central nuclear Fukushima Daiichi, operada por TEPCO. Al fondo, el pueblo de Futaba-chō, en la misma prefectura de Fukushima. Fotografía tomada en marzo de 2013. (Jiji Press)

Un lustro de lucha contra el agua contaminada

Lo primero en lo que nos fijaremos al entrar en la central de Fukushima Daiichi son las cisternas cilíndricas. En el recinto de la central hay unas 1.100 de ellas, que contienen un volumen total de agua contaminada de 800.000 toneladas. No sería exagerado decir que estos cinco años transcurridos desde el accidente se nos han ido luchando contra el agua contaminada. El descomunal número de cisternas es la mejor prueba de lo difícil que está siendo responder al problema del agua contaminada, cuyo volumen, hasta ahora, no ha dejado de crecer.

La central nuclear Fukushima Daiichi vista desde el Oeste. Al otro lado del grupo de cisternas, las torres blancas de los reactores nucleares.

Cómo poner coto al aumento del volumen del agua con un alto grado de contaminación es el desafío más formidable. Las aguas subterráneas van colándose debajo de los reactores de la central y mezclándose con el agua contaminada que reposa bajo ellos, formando una gran masa de agua también contaminada. TEPCO ha adoptado una combinación de medidas y confía en que para 2020 el flujo de aguas subterráneas hacia los reactores se detenga por completo.

Dentro de ese conjunto de medidas, las que han funcionado mejor son, en primer lugar, la desviación hacia el mar de las aguas subterráneas todavía no contaminadas, que se hacen fluir previamente hacia unos pozos excavados en el lado Oeste de los reactores, es decir, en la zona próxima a las montañas y, en segundo lugar, el “drenaje complementario” de las aguas subterráneas que rodean los reactores, que son igualmente reunidas en pozos y canalizadas hacia el mar. El volumen total de aguas subterráneas canalizadas hacia el mar por estos métodos se calcula, hasta ahora, en unas 230.000 toneladas. Aun así, unas 150 toneladas de agua se acumulan cada día bajo los reactores.

Las medidas contra el agua contaminada conducen a veces a nuevos problemas. Para evitar que el agua contaminada contenida en el suelo se filtre al mar, TEPCO ha dispuesto verticalmente una serie de tuberías de acero de 30 metros de longitud, clavándolas en el fondo marino de la costa, para formar una barrera que alcanza los 780 metros de longitud. Las obras terminaron en octubre de 2015. La consecuencia ha sido que ahora TEPCO tiene que recoger las aguas subterráneas contaminadas, cuyo nivel no deja de subir en el lado interno de la barrera, y volver a verterlas bajo los edificios de los reactores. El volumen diario llega a ser de 550 toneladas. La ironía está en que las medidas tomadas contra el agua contaminada han acarreado un aumento del volumen de estas. Por el momento no hay forma de solucionar el problema. El sistema de contención de aguas subterráneas mediante congelación del subsuelo está ya completado, pero el grado máximo de congelación no se alcanzará hasta dentro de unos ocho meses.

En septiembre de 2013, durante la reunión del Comité Olímpico Internacional en que Tokio presentó su candidatura olímpica, el primer ministro japonés Abe Shinzō aseveró que, en lo concerniente al problema de las aguas contaminadas, la situación estaba “bajo control”. En aquel momento la situación no era ni mucho menos la que reflejaban las palabras del premier, pues acababa de descubrirse que cerca de 300 toneladas de agua altamente contaminada se habían filtrado de los depósitos en la superficie. Pero ahora, cinco años después, por fin el riesgo ha descendido hasta el punto de poder decir que no ocurrirá nada imprevisible, de modo que, hasta cierto punto, la situación, como declaró Abe, está pudiendo ser controlada.

Mejoras en el entorno de trabajo

Los niveles de radiación dentro de las instalaciones también ha descendido considerablemente durante este lustro. Para finales de marzo de este año, TEPCO espera haber rebajado la exposición anual adicional (sobre los niveles del ambiente circundante) dentro del recinto a un milisievert como máximo. Es una gran mejora si pensamos que previamente, debido a las radiaciones provenientes de los escombros y del agua altamente contaminada contenida en las cisternas de superficie, la dosis de radiación dentro del recinto superaba los 10 milisieverts anuales.

Para reducir la exposición a la radiación, TEPCO ha seguido el método de pavimentar la instalación. Se ha delimitado un área de 1,45 millones de metros cuadrados, dentro del total 3,5 millones, y hasta el momento el trabajo ha sido completado en un 84% de esa primera extensión. Además, la práctica totalidad del agua contenida en las cisternas de superficie ha pasado algún sistema de purificación como el ALPS, siglas inglesas del sistema avanzado de procesamiento de líquidos. El grado de rebaja de las dosis de radiación en las instalaciones es fruto de estos esfuerzos.

Con la rebaja de las dosis de radiación ambiental se ha conseguido mejorar también el entorno de trabajo. Si excluimos las cercanías de las torres de los cuatro primeros reactores, donde a veces se alcanzan los 100 microsieverts por hora, en el resto de los espacios ya es posible prescindir de la mascarilla integral. En los terrenos del recinto más alejados de los reactores, por el Oeste, los operarios andan solo con su uniforme y una mascarilla antipolvo descartable. El día que visité las instalaciones para hacer mi reportaje encontré un zorro en ese sector. Quizás fuera algo habitual, porque los operarios pasaban ante él mirándolo con una sonrisa. El zorro también parecía acostumbrado a la escena, o al menos no hacía ademán de huir. Se sentía que el estrés propio de un lugar de trabajo como este se aliviaba en parte al asistir a una escena tan bucólica como esa, que podría parecer impropia del lugar.

Un zorro se deja ver en el recinto de la central nuclear. Acostumbrado al ser humano, no muestra intenciones de huir.

En junio de 2015 quedó listo en la zona Oeste del recinto, junto al portón de entrada, un edificio recreativo de nueve plantas, que incluye comedor y otros espacios de asueto. En el comedor de la primera planta se sirve la comida caliente que se prepara en las cocinas del centro de abastecimiento, que está situado fuera del recinto. Las bandejas con los platos del día, raciones de fideos y tazones de arroz con diferentes ingredientes pueden adquirirse a un precio único de 380 yenes. Los rostros de los operarios que departían con sus compañeros mientras daban cuenta de la comida mostraban una expresión perfectamente relajada. Durante los días que siguieron al accidente, los operarios recibían solo una pequeña ración de galletas y un botellín de agua mineral al día.cuarta Es un aspecto en el que la mejora ha sido sustancial.

“Lo importante es ir haciendo [de la central] un lugar de trabajo normal”, comenta Masuda Naohiro, máximo responsable de la Compañía de Ingeniería para la Descontaminación y Desmantelamiento de Fukushima Daiichi, fundada en abril de 2014 para clarificar las responsabilidades y agilizar la toma de decisiones en lo concerniente a las medidas de desmantelamiento de la central y el tratamiento de sus aguas contaminadas. Hoy en día, a menos que uno se interne deliberadamente en un lugar de alta radiación, las condiciones que se dan en la central no suponen ningún peligro para la vida.

¿A dónde ha ido a parar el combustible fundido?

La pregunta es, entonces, en qué punto del proceso están las labores de desmantelamiento. En los edificios de los tres primeros reactores la radiación es tan fuerte que no permite el acceso de personas a su interior. No se tienen precedentes en ningún país del mundo de trabajos de extracción de combustible nuclear y desguace de estructuras que hayan tenido que hacerse en condiciones tan duras. Las operaciones propiamente dichas todavía no se han iniciado. En esta fase se está empezando a hacer los estudios para conseguir informaciones tan básicas como qué tecnologías serían necesarias en los trabajos, o dónde y en qué estado se encuentra el combustible fundido.

Se ha decidido ya que serán desmantelados los seis reactores de Fukushima Daiichi. Los números 5 y 6, que apenas sufrieron daños, serán utilizados por el momento como bancos de prueba para ensayar la mejor forma de desmontar los números 1, 2 y 3. En el número 4, que cuando ocurrió el accidente estaba siendo sometido a una inspección regular, se ha completado ya la extracción de las 1.535 barras de combustible nuclear usado que había en la piscina. Es el reactor en el que más avanzadas están las labores previas al desmantelamiento, pero el calendario de este sigue sin establecerse y por el momento TEPCO da prioridad a los trabajos en los tres primero reactores.

En el número 1, en octubre de 2015 se retiraron los paneles de la parte superior de la cobertura que se había colocado sobre el edificio del reactor para evitar la dispersión del polvo radiactivo. Una vez se retiren también los paneles laterales y se coloquen protecciones frente al viento, se procederá a retirar los escombros acumulados en la parte superior del edificio. Se espera que las labores de extracción del combustible de la piscina se inicien en 2020.

Para el número 2, las previsiones apuntan a que las operaciones de desguace de la parte superior del edificio comenzarán en el verano de este año (2016). A diferencia de los reactores 1, 3 y 4, donde ocurrieron explosiones de hidrógeno, el edificio del número 2 se conserva casi intacto, pero para extraer el combustible será necesario instalar una nueva grúa y otros equipos, ya que las instalaciones presentan un elevado nivel de radiación y los equipos existentes están contaminados, por lo que habrá que retirarlos. Se desmontarán todas las estructuras que quedan sobre el piso de la cuarta y última planta y después, durante el año fiscal 2020, se dará comienzo a la extracción del combustible de la piscina.

Edificio del reactor 2 (primer plano). Al fondo, el del reactor número 1.

En el reactor 3, cuya parte superior quedó reducida a un montón de chatarra a consecuencia de la explosión de hidrógeno, se ha terminado ya de retirar los hierros y los pedazos de hormigón más grandes. Hasta ahora, los trabajos de descontaminación han consistido en raspar el suelo de la planta superior y absorber los restos más menudos. La cubierta del edificio, que incluye la grúa que se utilizará para extraer las 566 barras de combustible que permanecen en la piscina, se encuentra actualmente a 50 kilómetros al sur, en la ciudad de Iwaki (prefectura de Fukushima), donde se hacen los preparativos y ensayos para su instalación. El traslado se hará en la primera mitad de 2016, se instalará la grúa y se cree que durante el año fiscal 2017 podrá comenzarse la extracción del combustible.

El reactor 3, de cuyo edificio ha sido retirada la parte superior. Al fondo, el reactor 4.

Como parte de los estudios para conocer el estado del material fundido en los reactores, se planea introducir robots en la zona central de la cámara de contención del reactor 1 durante el presente año. Estos robots portarán una cámara fotográfica que se hará descender hasta la zona baja de la cámara para ver si es ahí donde está el combustible y cuál es su estado. En el reactor 2 el inicio del estudio ha tenido que posponerse y en el reactor 3 ni siquiera hay fechas para la realización de tal estudio.

La circunstancia que explica estos retrasos en los planes para comprobar el estado real del interior de las cámaras de contención son los altísimos niveles de radiación que se dan en esos espacios. Los estudios se llevarán a cabo con robots de control remoto, pero las radiaciones dificultarán la utilización de los dispositivos. Es muy posible que los semiconductores y motores eléctricos que forman parte de los robots, al acercarse al combustible fundido, que es la fuente de radiación, queden seriamente afectados. El reto es ahora crear robots que funcionen sin problemas incluso en esas condiciones de alto nivel de radiactividad y aunque las investigaciones avanzan, la solución perfecta no está todavía en el horizonte.

Hacia el verdadero renacer de una región

Aun suponiendo que se consiga tener una idea clara de cuál es el estado del combustible fundido, esto permitirá apenas dar inicio a las operaciones de desmantelamiento de los reactores. ¿Cómo podrán extraerse unas barras quizás deformadas? Se cree que la solución podría ser inundar completamente de agua las cámaras de contención y extraer las barras con dispositivos creados ad hoc, pero ni siquiera se sabe con certeza si será posible inundar de agua esos espacios. Es evidente que las cámaras han sufrido desperfectos con el accidente y en su situación actual toda el agua que pueda verterse acabaría fluyendo hacia el subsuelo. Si no se localizan y reparan esos desperfectos para que el agua no escape, no tendrá sentido usar el agua a ese efecto. Por supuesto, nada indica que los desperfectos se localicen en un único lugar.

Madarame Haruki, que como presidente de la Comisión de Seguridad Nuclear del Estado (órgano que supervisaba de forma autónoma la aplicación de las normas de seguridad en las instalaciones nucleares) actuaba como asesor del Gobierno cuando ocurrió el accidente, cree que evitar estas fugas de agua desde la cámara de contención resultará muy difícil, y que si no es posible inundarlas de agua tampoco será fácil extraer el combustible sirviéndose de robots. Y que sea posible inundar las cámaras de agua no significa, necesariamente, que los bloques de combustible puedan extraerse uno a uno. Es previsible que sea necesario cortar el material fundido en pedazos. El siguiente problema sería entonces qué hacer con esos pedazos, dónde y cómo guardarlos, preguntas que actualmente siguen sin encontrar respuesta.

Madarame afirma que para ver un final definitivo, tal vez haya que esperar unos cien años. En el caso de la central nuclear de Mihama, operada por la Compañía Eléctrica de Kansai, se ha tomado la decisión de cerrar definitivamente los reactores 1 y 2, estableciéndose para ello un plazo de 30 años. El plazo es de 25 años en el caso del reactor 1 de la central de Tsuruga, de la Compañía Eléctrica Atómica de Japón, cuyo cierre también se ha decidido. Estos plazos corresponden, conviene resaltarlo, al desmantelamiento de reactores en estado normal, que no han sufrido ningún accidente.

En vista de cuál es la situación real de Fukushima Daiichi, es de temer que las previsiones de Madarame sean mucho más acertadas que el calendario previsto por el Gobierno y TEPCO. Un calendario que nos habla de un máximo de 40 años hasta el desmantelamiento completo pero que, en realidad, carece de un fundamento sólido. Son incapaces de decir algo seguro sobre la forma de llevar a cabo las operaciones y cualquier variación en el estado del combustible fundido o en los niveles de radiactividad con respecto a las previsiones puede hacer variar en gran medida todo el proceso.

Es probable que en un futuro no muy lejano el Gobierno y TEPCO revisen este calendario. Pero aunque el resultado de esa revisión sea una dilatación de los plazos, no servirá de nada culpar por ello a las autoridades. Las operaciones que han de llevarse adelante no tienen por finalidad el cumplimiento de unos plazos anunciados. Lo importante es llevar a buen puerto esas operaciones de manera segura y firme. Solo entonces podremos empezar a hablar de un verdadero renacer para Fukushima.

Fotografía del titularTanaka Shun’ichi (primer plano), presidente de la Comisión Reguladora Nuclear, inspecciona la tarde del 13 de febrero de 2016 las instalaciones de la central nuclear Fukushima Daiichi, operada por TEPCO. (Fotografía distribuida a los medios a través de Jiji Press)

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