La reforma laboral: ¿puede cambiar Japón?

Una iniciativa modesta pero efectiva: el teletrabajo en nippon.com

Sociedad

El teletrabajo o trabajo en casa está ganando terreno también en Japón. En nuestra fundación, nippon.com, está introducido oficialmente desde abril de este año y es utilizado principalmente por empleadas con niños pequeños. Ellas dicen que con la introducción del nuevo sistema las cosas están cambiando positivamente. Veamos qué es lo que piensan y sienten.

Una mañana de julio, Takagi Kyōko está sentada a la mesa del comedor-cocina de su casa. Ante ella tiene un desk-top prestado por su fundación. A escasos metros, su hijo de seis años, que disfruta ya de sus vacaciones de verano, juega sobre el parqué del cuarto de estar. “Así, ya no tengo que preocuparme por dónde colocar al niño durante las vacaciones, y eso es una gran ayuda”, dice. Y no son simples palabras.

Takagi entró a trabajar en nippon.com hace algo más de cuatro años. Forma parte de la sección de Inglés y se encarga de gestionar las traducciones a esta lengua de artículos escritos en japonés para este sitio de internet.

Ella misma es la que asigna los artículos a los traductores. Recibida la traducción, comprueba que sea acorde con el original, fijándose también en si los hechos recogidos en el artículo se corresponden con la realidad. Cuando todo está en orden, entrega original y traducción para su publicación en el sitio. Suele manejar a un mismo tiempo unos 10 artículos.

Aprovechando al máximo las ventajas del teletrabajo

En esto consiste el trabajo de Takagi. Y dos días a la semana puede hacerlo en su casa gracias al teletrabajo. Esos dos días, todo el tiempo que destinaría a la ida y a la vuelta de la oficina, en caso de tener que acudir a ella, lo aprovecha para trabajar sin desperdiciar un minuto. Aunque, más que el tiempo, es el desgaste físico que producen estos desplazamientos lo que se ahorra. Y el tiempo que media hasta el momento de la cena, que comparte con su hijo, puede dedicarlo íntegramente a su trabajo.

Veamos cómo se desarrolla un día normal de su vida.

Por la mañana, lo primero es comprobar que el niño lo tiene todo a punto para ir a la escuela. Se despide de él a la puerta de la casa a las 7.30, momento a partir del cual empieza su trabajo. Al mediodía se toma un descanso de una hora y media aproximadamente, descanso que tampoco es tal, pues debe hacer sin falta los preparativos para la cena. Vuelve después a sus tareas profesionales, que solo interrumpe durante unos 30 minutos a eso de las 4.00 de la tarde, cuando el pequeño regresa de la escuela. Continúa con su labor hasta que dan las 7.00.

“No tener que atender el teléfono, por ejemplo, es una de las cosas buenas que tiene el teletrabajo. Así que dejo para estos días las labores que requieren una mayor concentración”, explica.

Los días de oficina prioriza las tareas que se hacen mejor en ese entorno. Al chequear las traducciones surgen asuntos que es mejor consultar directamente con los traductores, y la selección de las fotos que acompañan a los textos también se hace mejor trabajando en equipo. Son cosas que podrían hacerse también mediante el correo electrónico o sistemas de comunicación como Skype, pero hablar cara a cara es siempre lo más efectivo. Por lo demás, sus jefes y compañeros se han prestado a celebrar las reuniones de la sección los días que Takagi visita la oficina.

El equipo es un factor determinante en la productividad del teletrabajo.

Alternando los dos estilos, Takagi ha conseguido imprimir ritmo y variación a su trabajo, lo cual es posible gracias a un ordenador portátil y un router (enrutador) de wifi prestados por la fundación, equipo que se complementa con sistemas para acceder al servidor de su lugar de trabajo desde otros lugares y para fichar (control de asistencia) online. Según cuenta ella misma, lo más importante es poder acceder al servidor del trabajo. Ahora es posible conseguir un entorno de trabajo idéntico al de la fundación en cualquier lugar.

La idea partió de arriba

Actualmente, se sirven del teletrabajo en nippon.com un total de tres mujeres, incluyendo a Takagi. La introducción de este método en la fundación vino a raíz de la experiencia personal de uno de sus directivos.

Se trata de Tani Sadafumi (62 años), que en abril del año pasado fue nombrado director ejecutivo del sitio. Su hija mayor, treintañera, reside en Singapur, donde trabaja cuidando al mismo tiempo a su hijo de cuatro años. Durante sus visitas al hogar de su hija, Tani comprendió lo difícil que era conciliar la vida laboral con la crianza y se propuso hacer algo para facilitar las cosas a las personas en esta situación.

No bien hubo asumido su cargo, Tani se entrevistó personalmente con la treintena de empleados que forman la plantilla, a fin de conocer en qué consistía el trabajo de cada uno de ellos y si había alguna circunstancia que dificultase que siguieran adelante con él. Consciente de que lo segundo pertenece al ámbito de la privacidad, avisó a sus entrevistados de que estaban en su derecho si no deseaban compartir esas circunstancias. Aun así, llegaron a sus oídos muchas situaciones personales o familiares que podían llegar a afectar a la continuidad en el puesto de trabajo de estos trabajadores.

Las entrevistas pusieron a Tani al corriente de que algunas de las empleadas estaban pasando apuros para compaginar trabajo y crianza. Había casos de mujeres cuyos hijos habían enfermado y que habían tenido que requerir los servicios de una canguro al no poder dejar a medio hacer un trabajo de su responsabilidad. El niño había continuado en ese estado durante varios días y el gasto resultante se había llevado la mayor parte de su salario mensual.

Poner manos a la obra por donde más fácil sea

No era difícil imaginar cómo todas estas situaciones terminaban afectando a la motivación de los trabajadores. Pensando que el teletrabajo podría ser la solución, rápidamente habló con los directores de las secciones o departamentos de la fundación. De aceptarse su propuesta, la supervisión de los teletrabajadores pasaría a ser una nueva responsabilidad de estos directores, pero cuando Tani les comunicó sus planes, obtuvo enseguida el consentimiento de todos. En realidad, entre los directores también había quien compartía con su cónyuge la responsabilidad de los trabajos domésticos, así que el problema de la conciliación no era exclusivo de una parte de las mujeres de la plantilla.

Takagi Kyōko entre dos miembros extranjeros del staff, durante una reunión de su sección.

Ante la buena acogida, Tani se apresuró a poner en marcha sus planes para ofrecer alternativas rápidas a los empleados en apuros. Decidió dejar para más tarde cosas como la modificación de los reglamentos organizativos, que exige engorrosos procedimientos, y el análisis exhaustivo de la propuesta, y comenzar por ofrecer la alternativa del teletrabajo a dos mujeres con hijos en edad preescolar, dejando la organización y coordinaciones necesarias a criterio del grupo de trabajo en el que se insertaban dichas empleadas. El proyecto echó a correr, en esta primera tentativa, en mayo, un mes después de haberse realizado la ronda de entrevistas.

El teletrabajo quedó institucionalizado en la fundación seis meses después, en diciembre. El supuesto inicial para ofrecer a una empleada esta alternativa –tener hijos en edad preescolar– se amplió para incluir a las madres con hijos escolarizados, como era el caso de Takagi, cuyo primogénito ingresaría en la escuela primaria en unos meses.

El tiempo de la madre es también un regalo para el hijo

“De no existir este sistema, posiblemente yo no habría podido seguir trabajando”, afirma Takagi. La situación era todavía sostenible cuando su hijo iba a la guardería, pero Takagi sabía que al ingresar en la primaria regresaría a casa a primera hora de la tarde y no encontraba forma de solucionar el problema.

Cómo hacer un hueco para el trabajo en su agenda diaria no era su único problema. La relación madre-hijo también estaba resintiéndose. Cuando, a las 7.00 de la tarde, iba a la guardería a recogerlo, hacía ya mucho tiempo que los demás niños habían sido recogidos. El suyo se quedaba allí solo, esperándola. Viendo cómo lloraba, se sentía culpable pensando que su deseo de trabajar estaba robándoles la sonrisa a los suyos. Y estaba resignada a tener que dejar su actual trabajo, que requiere especialización, para aceptar cualquier oferta ocasional que encontrara en su barrio.

“Ahora tengo más tiempo para estar con mi hijo”, dice Takagi.

Ahora que su hijo está en la escuela primaria, Takagi se las arregla para conciliar crianza y trabajo sirviéndose del servicio de guardería para escolares (gakudō hoiku) y del apoyo de una cuidadora doméstica.

Por encima de todo, ahora tiene más tiempo para compartirlo con su hijo. Durante el teletrabajo, obviamente, no puede jugar con el niño, pero es importante estar en casa a su regreso de la escuela y tenerlo todo dispuesto para cenar con él a las 7.00.

“En la fundación me dijeron que usase el sistema con toda libertad. Eso hizo que me sintiera más integrada y motivada para estar a la altura y corresponder a esa consideración”. Asuntos que hablando directamente podrían despacharse ipso facto, con el teletrabajo a veces deben dejarse para el día siguiente, pero Takagi se esfuerza para establecer con claridad las prioridades y cumplir con la agenda para no entorpecer el trabajo de sus compañeros.

Trabajar o estar con los hijos: un amargo dilema

Inubushi Yōko, cuya hija ha comenzado a ir a un jardín de infancia, es otra de las teletrabajadoras de nippon.com. Forma parte del departamento de Multilingüe, donde chequea y gestiona la traducción del japonés al ruso. Aproximadamente la mitad de su semana laboral la hace en teletrabajo.

Inubushi se ha propuesto dedicar a su familia todo el tiempo extra que le revierte el teletrabajo. Durante una temporada, después del nacimiento de su hija, estuvo yendo a la oficina a jornada completa. Llevaba a su pequeña a la guardería temprano por la mañana e iba a recogerla por la noche. Experimentó lo que significa no poder pasar más de una o dos horas al día con ella. Para Inubushi, estar junto a su hija era muy importante y no poder hacerlo le creaba un gran conflicto. Por eso, se siente muy favorecida pudiendo servirse del teletrabajo.

Inubushi Yōko con su hija, durante su trabajo en la oficina.

Un rato por la mañana, antes de que se despierte su hija, y las horas del día durante las cuales la pequeña está en el jardín de infancia son los dos principales lapsos de tiempo que Inubushi aprovecha los días de teletrabajo. La familia ocupa prácticamente el resto de su jornada. Al atardecer, hace las compras en la calle comercial del barrio, lleva a su hija al parque para que juegue, cuida su jardín… Suele visitar también la casa de sus padres, que viven cerca, y bañarse sin prisas. Todo lo hace con su hija. “Para mí, la vida que llevo ahora es como un sueño”, reconoce.

Además, con el permiso de su jefe, Inubushi lleva a veces a su hija a la oficina. Lo ha hecho ya en tres ocasiones, la primera de ellas, a título de prueba, en marzo. Su hija salió con que quería ir con ella a la oficina, e Inubushi tuvo que aceptar a regañadientes porque seguía insistiendo. Se comportó muy bien, leyendo un libro a su lado durante dos horas. Aquel día, en el tren de vuelta a casa, a Inubushi le sorprendió la expresión de su hija. “Tenía una cara muy viva, que no le había visto nunca, como si hubiera hecho algo grande”.

Ella misma no había podido concentrarse demasiado en el trabajo, pensando en lo que podía ocurrir si la niña comenzaba a alborotar. Pero descubrió hasta qué punto visitar una oficina de “mayores” podía ser un acontecimiento para una niña.

Positivo también para la propia organización

Inubushi es muy consciente de que su fundación la está apoyando en su doble función de trabajadora y madre. “Quiero ser más productiva y utilizar todos mis recursos e ideas para usar el tiempo de la forma más efectiva, también para devolverle a la fundación con resultados palpables lo que está haciendo por mí”.

Han pasado ya varios meses desde la introducción en la fundación del teletrabajo, y Tani, su promotor, cree que el asunto marcha. Y es que las voces que le llegan de las empleadas que usan el sistema son de satisfacción. Ahora se trata de consolidar el teletrabajo para facilitar la crianza y, como siguiente paso, extenderlo también a los casos de empleados que cuidan a ancianos o a personas dependientes, sin perder de vista otras posibilidades, como aplicar esta misma fórmula para estar en condiciones de seguir trabajando a distancia incluso en caso de ocurrir un desastre. Tani considera que va a ser positivo también para la fundación como organización. Y su intención es seguir luchando para lograr un entorno en el que trabajar resulte cada vez más cómodo.

Fotografías: Ōtani Kiyohide y Hashino Yukinori (redacción de nippon.com)

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