El simbólico Estadio Nacional de Japón cierra sus puertas

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Ahora que la emoción generada por el triunfo de la candidatura olímpica de Tokio para ser la anfitriona de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2020 ha empezado a decaer, es el momento en el que los planificadores deben dedicarse a la cuestión de preparar esta cita. Irónicamente, esto significa tirar abajo uno de los símbolos más longevos de los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964, el Estadio Nacional de Kasumigaoka. 

Al final de mayo el Estadio Nacional cerrará sus puertas por última vez y comenzarán los preparativos de la demolición para hacer espacio al Nuevo Estadio Nacional, un “mamut” con una estructura que albergará 80.000 asientos diseñado por la arquitecta Zaha Hadid

Desde su apertura en 1958, el estadio, conocido de manera entrañable como Kokuritsu, o sencillamente “Nacional”, ha sido el escenario de incontables recuerdos deportivos. En las olimpiadas de 1964, el etíope Abebe Bikila cruzó la meta y se convirtió en el primer atleta en conseguir dos medallas de oro en la maratón olímpica. En 1979, Diego Maradona, con 18 años, hizo su debut mundial en la Copa Mundial de Fútbol Juvenil de la FIFA, marcando un gol para Argentina en la final contra la Unión Soviética. Y el corredor americano Carl Lewis marcó un nuevo récord mundial de 9,86 segundos en los 100 metros en el Campeonato Mundial de Atletismo de 1991, una cita en la que también vimos a su compañero del equipo estadounidense Mike Powell tumbar el récord mundial de salto de longitud de Bob Beamon de 1968, una de las hazañas más duraderas en la historia del atletismo.

Los atletas entran en el estadio durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Tokio 1964. (© Jiji Press)

El Consejo de Deportes de Japón, que gestiona este espacio, ha planeado numerosas celebraciones como parte del proyecto “Sayonara Kokuritsu” que conmemoran la historia del estadio. Habrá unos últimos partidos de fútbol y rugby, un gran premio final de atletismo, y una gran clausura el 31 de mayo con la participación de algunos famosos atletas del pasado. Tal vez el mayor evento sea el concierto de dos días de Sir Paul McCartney. Las visitas al estadio han ganado popularidad a medida que avanza la cuenta atrás, con áreas anteriormente cerradas ahora abiertas al público. 

Está previsto que la demolición del estadio comience en julio, para que el nuevo estadio sea culminado a tiempo para la celebración de la Copa Mundial de Rugby en 2019. El icónico pebetero olímpico, que fue popularmente reelaborado a mano por Suzuki Bungo justo a tiempo para los juegos de 1964 después de que su padre Mannosuke fallase en el primer intento, será conservado en el nuevo estadio. En cambio, aún no está decidido el destino de los dos encantadores mosaicos de la diosa griega Niké y del mítico luchador de sumo Nomi no Sukune creados por el artista Hasegawa Roka, que se encuentran en la tribuna principal. 

A medida que el estadio nacional se prepara para cerrar el telón, hay quien también está haciendo un llamamiento para que se suspenda la ejecución. Un grupo de arquitectos japoneses, liderados por el ganador del Premio Pritzker Maki Fumihiko, ha hecho notar su descontento con el actual proyecto para el nuevo estadio, asegurando que es demasiado grande y que desentona con el entorno que le rodea. 

Aunque el grupo no se opone a los planes para el estadio, que han sido redimensionados, se ha mantenido crítico con la falta de transparencia del proyecto, su ausencia de espacios verdes, y la destrucción del entorno aledaño. Este grupo ha pedido que la demolición del actual estadio se posponga hasta que estos asuntos sean resueltos. Para algunos esto podría sonar como puro rencor, pero lo cierto es que el diseño de un estadio que no incluye un solo árbol es sin duda causa de preocupación si tenemos en cuenta que se ha designado el entorno histórico y natural único que rodea al área del Jingū Gaien para la preservación de su paisaje. 

El coste del nuevo estadio también ha sido una cuestión de relevancia. El coste original estimado en 185 mil millones de yenes ha sido reducido a alrededor de 170 mil millones, aunque nadie podría discutir de manera creíble que el precio final del proyecto no superará estas cifras. Esto hace surgir la duda de qué pasará con este espacio una vez hayan pasado los Juegos Olímpicos. 

El actual estadio ha albergado regularmente un amplio número de eventos deportivos amateur y profesionales, y ha sido considerado como “terreno sagrado” para deportes como el fútbol o el rugby, así como para muchas de las finales anuales de los institutos y escuelas que han tenido lugar en él. El coste anual del mantenimiento de este espacio es de 500 millones de yenes, un precio que, aunque no es barato, mantiene las tasas para el uso del estadio lo suficientemente bajas como para que organizaciones amateur puedan celebrar eventos allí. En comparación, las tasas de mantenimiento estimadas para el nuevo estadio son de 4.000 millones de yenes anuales. No es difícil deducir de esto que las tasas de uso obligarán a muchas organizaciones a buscar otros espacios. 

Está circulando la idea de generar ganancias para el estadio mediante la celebración de más conciertos y competiciones deportivas de alta categoría, pero existe una competencia feroz a la hora de albergar este tipo de eventos. Los partidos de los equipos nacionales de fútbol ya están repartidos entre Tokio, Osaka, Saitama y Yokohama, y los eventos de gran calado como los campeonatos mundiales de atletismo se celebran sólo una vez cada muchos años (el último en Japón se celebró en Osaka en 2007). Los conciertos ofrecen con más frecuencia oportunidades para obtener ingresos, pero es difícil de imaginar qué atractivo tendrá el nuevo estadio nacional para alejar los grandes eventos de espacios ya establecidos como el Tokyo Dome o la Saitama Super Arena.

La hipérbole que prendió la mecha de la competición internacional para el diseño del nuevo estadio olímpico (la frase “Un proyecto nacional de una escala sin precedentes en este siglo” debió haber hecho sonar algunas alarmas) no será la que atraiga a los espectadores. Este espacio corre el riesgo de convertirse en un elefante blanco después de 2020. La única forma realista de escapar a un destino como el sufrido por el famoso “nido de pájaro” de Pekín, que ha permanecido casi sin actividad por largo (y costoso) tiempo tras los Juegos Olímpicos de 2008, es que los urbanistas presten atención a sus propias palabras y ejecuten el proyecto contando con una plena participación pública.

No obstante, esto está en manos de los organizadores, y a medida que el plazo para construir este espacio se estrecha, parece poco realista pensar que al final se podrá conservar el legado del estadio nacional.

(Traducido al español del original en inglés)

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