Vivir como vegetariano en Japón

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Selección de verduras de temporada en Asahi, Higashi Kitazawa.

Choque de culturas culinarias

Cuando llegué por primera vez a Japón hace más de una década, reconozco con rubor que me había preparado poco para aprender el idioma. Y que había reflexionado escasamente sobre las potenciales dificultades de residir aquí como vegetariano. Mi limitada experiencia en la cocina japonesa se reducía a la compra ocasional de sushi vegetariano para el almuerzo en las tiendas Marks & Spencer, pero me ilusionaba tanto la difusa idea de tener nuevas sensaciones culinarias como los demás aspectos de mi traslado a la otra punta del mundo.

En mi segundo día en el país, durante una sesión orientativa para mi nuevo empleo, a los novatos allí presentes nos entregaron un folio DIN A4 con “frases útiles en japonés”, y fue entonces cuando me dí cuenta de que esto no iba a ser un camino de rosas. El instructor preguntó si había algún vegetariano entre los presentes y prestó especial atención a las frases destinadas a los “vegetas” como nosotros, pero nos avisó que en el mundo real, estas frases podrían no bastar para comunicar nuestros específicos requisitos dietéticos a camareros y camareras.

Llevó bastante tiempo, y muchas pruebas y equívocos (sobre todo esto último), para comprender qué alimentos podía aceptar mi autoimpuesto código dietético. A fin de cuentas, incluso cuando un plato no presentaba pruebas evidentes de contener carne o pescado, la inmensa mayoría del washoku tradicional contiene por lo menos alguna traza de pescado. Si a esto le añadimos las limitaciones inherentes a mi analfabetismo funcional en japonés, se me hacía difícil juzgar qué era cada cosa. Y todo se complicaba todavía más por el hecho de que la población japonesa todavía no comprende exactamente el concepto de vegetarianismo.

Una tradición vegetariana perdida

En mis once años aquí, a pesar de socializar predominantemente en lo que podría describirse como círculos con consciencia medioambiental y social, en los cuales una notabilísima proporción de exiliados como yo sigue dietas no cárnicas, sólo me he encontrado a dos auténticos vegetarianos japoneses. El grupo de Facebook de la Sociedad de Vegetarianos de Japón cuenta con tan solo 82 seguidores, en comparación con los 22.000 de su equivalente británico.

Aunque es difícil recopilar datos precisos, un repaso superficial por Internet revela que aproximadamente un 10 % de la población estadounidense, británica e italiana sigue una dieta en gran parte vegetariana, aunque estas altas cifras quedan empequeñecidas por el 30 % de los hindúes que rehuyen la carne, unos 400 millones de personas. Sin embargo, aunque en India los factores económicos son también significativos, esto ocurre predominantemente por motivos religiosos. Los vegetarianos occidentales lo son por motivos más variados, como la fe, la salud o la ética. La moda tiene también su importancia, y la influencia de varios personajes famosos, en especial músicos, es clara, desde punks como Fugazi hasta artistas de renombre mundial como Morrissey o Paul McCartney. Estos abanderados de este estilo de vida tan respetados contrastan con los pocos vegetarianos declarados de Japón, entre los que destacan algunos personajes excéntricos como el músico experimental Haino Keiji y el escritor y músico Sunplaza Nakano-kun.

Todo esto puede parecer extraño si consideramos que Japón tiene la brillante herencia vegetariana del shōjin ryōri, que se remonta a la popularidad del budismo zen durante el periodo Kamakura (1185-1333). Las medidas llevadas a cabo para preservar esta tradición fueron parte del éxito del reconocimiento del washoku por parte de la UNESCO en 2013 como Patrimonio cultural inmaterial. Para los turistas vegetarianos es bastante fácil subsistir en ciudades de tamaño medio o grande acudiendo a los muchos restaurantes indios, italianos o turcos. Pero lo más frustrante para un vegetario japanófilo puede ser la dificultad de encontrar experiencias culinarias auténticamente japonesas con que acompañar al kabuki, las ceremonias del té, y los templos, en especial cuando se visitan zonas más rurales.

Falta de infraestructuras

Soba apto para vegetarianos amasado a mano en Asahi, Higashi Kitazawa.

Por suerte, ahora ya tengo una lista repleta de restaurantes que llenan este vacío. Aunque muchos de estos locales se encuentran en reductos relativamente bohemios como Kichijōji (comidas saludables teishoku en Monk’s Foods, washoku macrobiótico contemporáneo en Hitoto) y Setagaya (soba vegano en Asahi, rusticidad orgánica en el Nōmin Cafe; enlaces sólo en japonés), existen también enclaves en los modernos barrios de Shibuya y Omotesandō. El ritmo al que nuevos locales se van sumando a restaurantes arraigados es un indicio prometedor. Esta tendencia implica que la idea del vegetarianismo está ganando adeptos en Japón; tal vez no como una opción de estilo de vida, pero sí al menos como una alternativa gastronómica más para personas concienciadas con la salud o para aquellos que simplemente tienen curiosidad por investigar y disfrutar. 

Sin embargo, la falta de una base de datos de restaurantes vegetarianos que se vaya actualizando regularmente continúa siendo un problema, especialmente para quienes no hablan japonés y para quienes no tienen tiempo de investigar por sus propios medios. Aunque se han llevado a cabo varios intentos para ofrecer un servicio de estas características, al principio todo empieza muy bien pero después acaba abandonado. Con la mirada puesta en las Olimpiadas de 2020 y las expectativas del Gobierno japonés de recibir a unos treinta millones de turistas extranjeros por año en 2030, la creación de una infraestructura que garantice a los vegetarianos, y a otras personas con restricciones relacionadas con la religión o las alergias, que pueden disfrutar de la experiencia en Japón en toda su plenitud es un aspecto vital pero aun así subestimado del tan cacareado omotenashi, el espíritu hospitalario japonés.

(Traducido al español del original en inglés)

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