Manekineko: las figuritas de gatos de la suerte de Japón

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Un gato que te saluda con la pata puede resultar gracioso. Pero cuando te enfrentas a todo un ejército de gatos, resulta desconcertante.

Se dice que estos gatos, conocidos como manekineko, atraen la buena suerte y se pueden encontrar fácilmente en Japón en la entrada de tiendas y restaurantes. Los hay de muchas variedades, y ese es un motivo por el que resulta perturbador encontrarte con un grupo uniforme que solamente se diferencia por su tamaño. Es un poco como estar frente a una multitud en un acontecimiento deportivo o un mitin político.

Orígenes nebulosos

La multitud felina puede encontrarse en Gōtokuji, un templo de Setagaya, en Tokio. Según la leyenda, un señor feudal del siglo XVII del dominio de Hikone (hoy parte de la prefectura de Shiga) pasaba por allí cuando de repente apareció un gato que le indicó ir hacia el templo. El señor se alegró de haber aceptado la invitación, puesto que empezó a caer una repentina tormenta y estar en el templo le salvó de quedar calado hasta los huesos. En agradecimiento, el señor hizo importantes donativos y designó el lugar en el que encontró cobijo como su templo familiar.

Se destinó una zona del templo para venerar al gato como una de las muchas manifestaciones de la Kannon Bodhisattva, la diosa (a veces dios) de la misericordia. Cuando se atendían sus plegarias, la gente realizaba ofrendas en forma de manekineko como agradecimiento. Así fue como nació la colección. Al principio debió haber una mayor mezcla de estilos, pero ahora los únicos gatos que está permitido depositar son los blancos aprobados por el templo.

Hay quien dice que ahí es donde empezaron los gatos que invitan, pero hay muchas otras teorías. El santuario de Imado, también en Tokio, presume de una de las teorías más famosas, con su historia de una anciana que tuvo que deshacerse de su gato porque era tan pobre que no podía alimentarlo. El gato se le apareció en sueños y le aconsejó que fabricase figuritas de cerámica con su imagen. La anciana así lo hizo, y de esta forma nació el manekineko.

Aunque es difícil elegir entre estas y otras historias de origen nebuloso, al menos podemos decir que el gato de Gōtokuji sirvió como inspiración de una de las primeras mascotas ciudadanas archiconocidas. Hikonyan, un gato samurái creado en 2007, toma su nombre de su ciudad natal de Hikone, en la prefectura de Shiga, y de nyan, la onomatopeya japonesa de “miau.” La decisión de conmemorar el cobijo de la lluvia demuestra la clara existencia de un sólido vínculo entre el templo de Tokio y la ciudad japonesa occidental.

Muchos, pero muchos Manekineko

El manekineko señala a la manera japonesa, con la palma hacia abajo, y para un anglófono puede parecer que está saludando. Se suele decir que un gato con la pata derecha levantada trae dinero, mientras que si levanta la izquierda trae clientes. Entonces, ¿por qué no ir a por todas y crear gatos con ambas patas levantadas? Hay quien lo hace, pero eso normalmente se considera hacer trampas, y en cualquier caso guarda demasiado parecido a un gesto banzai.

Se dice también que los distintos colores tienen distintos significados. Mientras que la mayoría de gatos blancos comunes son bastante genéricos, se dice que los gatos negros ahuyentan a los malos espíritus, la gatos rojos mantienen a raya las enfermedades y los gatos dorados traen dinero a borbotones. Más allá de estos colores tradicionales, en parte depende de quién comercialice los gatos, pero el concepto de figuritas de color rosa para quienes desean ser afortunados en el amor ha acabado por imponerse.

Los Manekineko se ven cada vez más fuera de Japón, como en Taiwán y en especial en varios barrios chinos de todo el mundo, donde se les suele conocer como “gatos de la suerte”. De hecho, la identificación con los barrios chinos ha llegado a ser tan fuerte que muchos creen erróneamente que es una tradición originaria de China. (Yo mismo recuerdo quedar sorprendido tras verlos aparecer en el barrio chino de Londres en un episodio de Sherlock.)

Las inclemencias del tiempo

Una cosa que los gatos de Gōtokuji no tienen y que muchos de sus colegas felinos de la suerte sí tienen es un koban, una moneda de oro ovalada del periodo Edo (1603–1868), agarrada en la pata bajada. Nuevamente, el motivo de ello no está muy claro, pero es posible que se considere inapropiado en el marco de un templo. En cambio, el popular proverbio neko ni koban (que significa “una moneda de oro para un gato”, o idiomáticamente, “perlas a los cerdos”) entra en flagrante contradicción con la idea de que los gatos los saben todo sobre el dinero.

Lo que les falta en recursos financieros lo compensan de sobra en número, al menos en este templo. Debe haber un millar de gatos amontonados en esa pequeña zona. Me pregunto si al final se quedarán sin espacio o si los más viejos son sustituidos por gatos nuevos. La verdad sea dicha, algunos de los gatos de un extremo parecen un poco afectados por las inclemencias del tiempo. Resulta un poco duro para el manekineko de Gōtokuji, que se hizo famoso por salvar a un samurái de quedar empapado.

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