Descubriendo Shikoku, la cuarta mayor isla de Japón

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Shikoku, la más pequeña de las cuatro principales islas de Japón, es tal vez más famosa por sus 88 templos relacionados con el monje Kūkai, figura clave del budismo japonés. La senda de peregrinación de 1.200 kilómetros conocida como henro que recorre todos los templos es muy popular tanto entre los devotos como entre los turistas más abnegados. Pero Shikoku tiene muchas más cosas que ofrecer. Y con solo cinco días de mediados de septiembre para viajar, elegí un itinerario modesto, pero igualmente completo.

Naturaleza y arte

Hice mi primera parada en el Jardín Ritsurin, construido a mediados del siglo XVIII. Situado en Takamatsu, la capital de la prefectura de Kagawa, está considerado como uno de los jardines más bellos de Japón. En su punto más alto puede disfrutarse de una bonita panorámica, desde el puente en forma de media luna y las verdes aguas del estanque Nanko en un primer plano hasta un tradicional salón de té japonés medio oculto frente al arbolado Monte Shiun al fondo.

Con suerte podremos ver a algún barquero con sombrero cónico paseando a los visitantes por todo el estanque con su barca. La relativa tranquilidad de este lugar resultó muy perceptible en comparación con otros famosos jardines en lugares más conocidos como Tokio y Kioto. Había más carpas y tortugas que visitantes, y hasta avisté una garza disfrutando del entorno.

Naoshima, una isla inundada de arte a cincuenta minutos en ferry desde Takamatsu, fue mi destino el segundo día. Se puede alquilar una bicicleta, que parece ser el sistema más popular para desplazarse, pero es también posible visitar los lugares de la isla a pie. De los muchos museos y exposiciones que allí se encuentran, el Proyecto de la Casa del Arte, al este de la isla, me pareció el más fascinante. Se trata de siete lugares desperdigados alrededor de un pequeño pueblo. (El billete normal sólo te permite visitar seis de estos lugares).

Antaño la consulta de un dentista, la instalación de Haisha es ahora parte del Proyecto de la Casa del Arte de Naoshima. Antaño la consulta de un dentista, la instalación de Haisha es ahora parte del Proyecto de la Casa del Arte de Naoshima.

El lugar que más me gustó fue Haisha, una consulta de dentista remodelada en donde podían verse cantidades ingentes de papel moneda, mapas, páginas de cómic, postales y otros papeles bajo el suelo plastificado transparente, mientras que una versión de yeso de la Estatua de la Libertad te saludaba desde una sala del segundo piso. También me gustó el extrañamente reconfortante Kadoya, donde un montón de luces digitales rodeaban los números del uno al nueve mientras flotaban en una pileta situada en un cuarto con poca luz.

En el sur, en el caro Museo de Arte de Chichu, solo había unas pocas exposiciones. Pero entre ellas destacaba una sala espectacular con paredes completamente blancas y cinco cuadros de Monet de la serie de Los Nenúfares. Ese montaje hacía resaltar mucho los colores. El Museo de la Casa Benesse se asemeja más a un típico museo de arte moderno; dispone de muchas esculturas que descubrir en sus alrededores. Descubrir cosas es de lo que se trata en Naoshima, y lo recomiendo sin reservas.

Unos baños públicos, un castillo y un templo en Matsuyama

Al inicio de mi fin de semana libre, el sábado tomé un tren hacia la costa norte hasta Matsuyama, capital de la prefectura de Ehime y la ciudad más grande de Shikoku. De camino me desvié hasta Kotohira para subir los 785 escalones que conducen al santuario de Kotohiragū, dedicado a Konpira, un protector tradicional de los marineros. Más recientemente, astronautas han hecho también sus ofrendas en el santuario. Hay 583 escalones más hasta el santuario interior, que ofrece una decente vista de la ciudad.

Una gran atracción para los turistas japoneses en Matsuyama son los baños públicos de Dōgo Onsen, que fueron una de las fuentes de inspiración de El Viaje de Chihiro de Miyazaki Hayao. También están entre un número de ubicaciones de Matsuyama asociadas con la clásica novela de Natsume Sōseki Botchan. Despúes de instalarme en la pensión Sen Guesthouse (cómoda y acogedora), a las seis en punto me detuve a observar el Reloj Botchan situado junto a las aguas termales, con los personajes de la novela moviéndose en varios niveles.

Japón tiene castillos muy bonitos, y el castillo de tres plantas de Matsuyama es un excelente ejemplo de ello. Una vez dentro, encuentras buena información en inglés sobre su historia, que se remonta al siglo XVII. Y al igual que el Jardín Ritsurin, la relativa escasez de visitantes lo convirtió en una experiencia más disfrutable para mí que otros castillos donde me han guiado a través de colas interminables. Cuidado con los gatos salvajes; en los alrededores de Matsuyama hay muchos.

El colofón de mi visita fue el templo de Ishiteji, también en Matsuyama, uno de los 88 templos de la ruta henro. Allí pude ver a peregrinos ataviados con sus tradicionales atuendos blancos y también con ropa normal recitando sutras. En su interior puede admirarse una magnífica cantidad de estatuas, coloridos cuadros y estructuras que hacen a este templo muy distinto de los demás templos japoneses. Algunas estatuas proceden de India y en todo el recinto se respira un ambiente de exotismo.

En la parte posterior del templo encontramos una entrada a un tunel largo y oscuro que nos conduce hasta unas grotescas figuras esculpidas y otras rarezas dentro y fuera del recinto interior. En una colina cercana hay una gran estatua de Kūkai; si deseamos observarla mejor es posible caminar colina arriba. En Ishiteji sentí como si nunca supiese qué iba a ver a continuación, y eso fue el final perfecto para mi visita a Shikoku.

(Foto principal: Llegando al Castillo de Matsuyama)

Turismo Shikoku