El cine español aterroriza a Tokio

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Gustavo Ferrada y Paco Plaza nos reciben en el Instituto Cervantes de Tokio. Gustavo Ferrada y Paco Plaza nos reciben en el Instituto Cervantes de Tokio.

Uno de los iconos del terror del nuevo milenio se presentó hace años en la forma de una niña japonesa de un largo y espeso cabello negro, que surgía de un pozo para traspasar la pantalla del televisor. Sadako, la representación del terror en Ringu (Nakata Hideo, 1998), la película basada en la popular novela de Suzuki Kōji, no sólo creó escuela en el género de terror japonés, sino que fue el origen de una explosión de remakes y películas con una más que evidente influencia de la tradición fantasmagórica japonesa (y cómo no, un buen número de parodias).

¿Pero qué diferencia el terror japonés del terror, digamos, occidental? ¿Causan el mismo pavor películas como El exorcista o La noche de los muertos vivientes en España y en Japón, países con unas tradiciones culturales y espirituales tan distantes? Como guionista cinematográfico con experiencia en este género, el primer Ciclo de Cine de Terror Español organizado por el Instituto Cervantes de Tokio se me presentó como una oportunidad interesante para buscar respuestas.

Para inaugurar este ciclo el Instituto Cervantes contó con Paco Plaza, cineasta español famoso entre otras cosas por haber dirigido junto con Jaume Balagueró la serie de películas REC, y con Gustavo Ferrada, productor de cintas tan emblemáticas como El milagro de P. Tinto o La caja 507. Entre bromas nos sentamos a charlar justo antes de la inauguración. Pese a que han llegado a Japón hace tan solo un día, no muestran cansancio: por el contrario, la cantidad de información nueva y curiosidades que están empezando a descubrir parecen darles una buena dosis de energía. Quién sabe si también una dosis de inspiración para sus próximas películas.

El cine japonés, más valiente que el surcoreano

ENTREVISTADOR Por la experiencia que yo tuve trabajando en el cine, en Madrid, muchos directores tenían en sus colecciones, además de una ingente cantidad de películas occidentales, un buen número de cintas japonesas de terror. ¿Qué tipo de influencia creéis que ha tenido el cine japonés, y asiático en general, en los directores españoles?

PLAZA Los últimos diez años han representado un boom del cine asiático, sobre todo japonés y coreano (Corea también produce algunas de las mejores películas de terror del momento). Japón tiene iniciativas muy interesantes, aunque siempre con un punto demencial. Hay directores como Teshigahara -El rostro del otro, La mujer de la arena-, de corte más clásico, y también gente que hace cosas muy raras, que hace cine de mujeres en la cárcel (un género en sí mismo), y que me gusta muchísimo. Pero a veces el cine japonés tiene códigos que se nos hacen complicados de seguir.

FERRADA El cine japonés da dos pasos más allá del coreano, se atreve a más. Sin embargo, esa zona más mainstream del mercado está ocupada aquí por la animación. Entrar con una película de género en Japón es posible, pero hacerlo con una de animación no. El anime es demasiado fuerte. El centro de consumo no está tanto en las películas de imagen real, que se quedan en una zona más marginal (donde se atreven a dar esos dos pasos), sino en el territorio de la animación. Este es un fenómeno que no se da en ningún otro sitio. Hace poco he producido Metegol, una película de animación con el director argentino Campanella, que hemos conseguido distribuir en Estados Unidos, en China, en Reino Unido… Pero en Japón es imposible.

ENTREVISTADOR ¿Hay algún otro director japonés que os guste?

PLAZA Bueno, los clásicos: Ozu, Mizoguchi, Naruse… Kitano, por ejemplo, no me gusta. Me gusta mucho su película Zatoichi, pero el resto no. Koreeda y Nakata también me encantan. Las últimas películas japonesas que he visto han sido Hausu, Kuroneko y Onibaba. Y me encantaron. En general lo que me gusta del cine japonés es que hay una manera de ver la realidad muy diferente a la occidental. No sé si un japonés verá la magia que nosotros vemos en su cine. Quizá lo que nos pasa sea como el caso de un japonés que se entusiasme con el flamenco, mientras que a un español quizá no le interese nada.

La herencia de El día de la bestia

ENTREVISTADOR  Hemos comenzado hablando del cine de terror japonés, ¿qué dirían que caracteriza al cine de terror español?

PLAZA - Es difícil encontrar un común denominador. Es un cine hecho por una generación de cineastas que no vienen del cineclub, sino del videoclub; son la primera generación que creció con el VHS, y creo que eso determinó un cierto eclecticismo en la manera desprejuiciada de abordar el género. Somos la primera generación que ha hecho un cine deudor, por un lado, de una tradición muy española, que viene de Rafael Azcona o de Luís García Berlanga, entre otros, y cuyo detonante máximo sería Álex de la Iglesia, con El día de la bestia, y por otro lado deudor también del cine anglosajón consumido a través del videoclub: Carpenter, Spielberg… Esa herencia combinada de lo muy genuinamente español con un aprendizaje técnico de gustos más anglosajones fue lo que marcó nuestra generación.

FERRADA - Me parece un resumen perfecto. Yo soy un poco mayor que Álex de la Iglesia, pero recuerdo cuando nos llegó el proyecto de El día de la Bestia, y todos pensamos que había que hacerlo, aunque la productora pensaba que el final perdería a los espectadores, pese a todo el potencial que tenía la película. Le pedimos que lo cambiara, pero no lo cambió, como no cambia el final de ninguna de sus películas (risas). Pero de todas formas yo me considero un poco de la generación anterior: yo sí que soy del cineclub y de ir a salas. Y veo esa nueva generación como la que nos brindó la posibilidad de adoptar géneros nuevos -no solo el terror- como algo propio, y no como algo impostado, que es lo que les solía ocurrir a los cineastas antes, en España. Gente que bebía mucho de la obra de Chicho Ibáñez Serrador, el cual venía de la televisión, con un enfoque mucho más abierto. Gracias a él comenzó a aparecer gente como Juan Carlos Fresnadillo, Alejandro Amenábar, la gente de la productora Filmax y Fantastic Factory. Había una voluntad de hacer cine de género sin los complejos que teníamos antes.

ENTREVISTADOR ¿Y esos complejos no podían venir del hecho de que en España antes no se pudiera hacer determinado tipo de cine, por la dictadura?

FERRADA Sí se podía, pero la regla consistía en que uno tenía que hacer determinado tipo de películas. Con la ley Miró, en los ochenta, cambió la forma de hacer cine, y la figura del productor como se había entendido hasta entonces empezó a desaparecer. Los directores podían hacer sus obras de forma mucho más directa y cercana al proceso mismo, con lo que optaban por abandonar el sistema anterior y montar sus propias productoras, más pequeñas pero con más libertad.

PLAZA Yo creo que fue la explosión del cine vasco: la generación de Médem, Bajo Ulloa, Calparsoro, Álex de la Iglesia, Urbizu… Fue una bocanada de aire fresco; hubo un momento en el que controlaban el mundo del cine. Esta generación de directores tuvo un peso que no había tenido antes ninguna otra.

Para disfrutar el cine japonés el espectador occidental debe desaprender

ENTREVISTADOR Una característica que parecen poseer muchas películas japonesas es una estructura diferente a la occidental, no basada tanto en la idea tradicional de los tres actos.

PLAZA No vienen de Aristóteles, como nosotros (risas).

FERRADA Yo recuerdo que cuando empecé a ver obras de Ozu al principio me preguntaba el porqué de esa estructura, y me parecía algo confusa. Pero luego me di cuenta de que me estaba equivocando; el espectador debe desaprender, mirar y disfrutar.

ENTREVISTADOR ¿Os parece difícil en España intentar cosas así, saltarse los esquemas y las tradiciones?

PLAZA Yo creo que las cosas a veces responden a un patrón cultural. Incluso los chistes occidentales tienen tres actos. Así es nuestra manera de ver y explicar el mundo, de codificar la realidad. Y quizá un japonés tiene otra manera, culturalmente, de codificarla. A la hora de crear, un cineasta está muy condicionado por su herencia cultural; al final somos como eslabones de una cadena que transmite esa herencia.

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El manga y el anime influyen en los creadores españoles

ENTREVISTADOR ¿Notáis en vuestro público el hecho de que hace unos veinte años el manga y el anime empezaron a entrar en España? ¿Sentís esa influencia de la cultura pop japonesa?

PLAZA Japón es un país muy influyente en ciertos territorios, como por ejemplo el género. En el cine de terror ha influido en muchas cosas: la iconografía del fantasma japonés, el tempo, muy diferente al occidental, con el que se gradúan los sustos… Todo eso ha dejado una impronta importante en mi generación. En Francia coincidimos con Shimizu Takashi (director de Ju-on), Nakata Hideo (director de Ringu) y Kurosawa Kiyoshi (director de Cure), y al hablar con ellos nos dábamos cuenta de que los códigos y las referencias que manejábamos eran muy similares; la globalización ha ayudado a unir y conectar las distintas culturas. No sé hasta qué punto la cultura japonesa tiene peso en el mainstream español, pero ciertos elementos, como el manga, han cobrado un gran seguimiento.

FERRADA Yo no estoy seguro de que haya calado tanto. Sí ha podido haber influencia en series de televisión y otros medios, pero creo que lo que más influencia ha tenido en España en los últimos años ha sido Pokémon. El caso de series de anime más antiguas, como Heidi o Marco, es diferente: el público español no las asimiló como algo japonés, porque están planteadas desde una visión muy europea. Aunque, por supuesto, hubo otros casos que sí que quedaron como muestra del imaginario japonés, como Mazinger Z.

El tiempo de la entrevista se termina, aunque todavía quedan muchas cosas sobre las que nos gustaría charlar. Unos minutos más tarde se dirigen al público japonés para inaugurar el ciclo de cine, con el que nos queda algo bien claro: el cine de terror español goza de buena salud, y aunque no olvida sus raíces y tradiciones, no deja tampoco de hacer sus guiños a su contraparte japonesa. Durante la proyección las reacciones del público japonés no se diferencian en nada de las del público español: escalofríos, emoción, saltos en la silla, corazones acelerados, gritos, y esa sensación universal ante el cine de terror de no poder apartar la vista ante aquello que nos asusta.

Quizá en lo sucesivo el mercado japonés se abra más a las obras extranjeras, y los japoneses puedan disfrutar de todo tipo de cintas interesantes que se han realizado, y se siguen realizando, al otro lado del mundo.

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