Ecología a la japonesa en la vida diaria

Una vida urbana marcada por el viento

Vida

Los residentes del Bosque del Viento, un edificio de apartamentos en régimen de cooperativa situado en el distrito tokiota de Ōta, viven rodeados de la abundante naturaleza de un jardín japonés. En este edificio, construido para que corra el viento, algo totalmente común en la antigüedad, basta usar la calefacción y el aire acondicionado al mínimo.

El deseo de conservar un jardín

El Bosque del Viento está situado en un barrio residencial del distrito tokiota de Ōta. Se trata de un edificio de apartamentos en régimen de cooperativa que cuenta con un jardín japonés de abundante naturaleza. Al cruzar su puerta, uno se encuentra con frondosos árboles y un riachuelo que desemboca en un pequeño estanque. A principios de verano los renacuajos nadan en él, y se puede ver cómo se convierten en ranas; además de éstas, aquí habitan varias clases de seres vivos, como las salamanquesas, que se alimentan de los insectos del jardín. Sus residentes se despiertan con el canto de pájaros como el ruiseñor, el bulbul y el rabilargo. Es como estar en un complejo turístico.

En la azotea, hay un jardín donde se cultivan verduras y flores, y hay paneles solares. La energía que generan sirve para bombear el agua del estanque y hacer que ésta circule. Venden la energía sobrante.

En los edificios de apartamentos en régimen de cooperativa, los residentes se involucran en el proceso desde la fase de diseño y pueden crear a su gusto el espacio donde van a vivir. El dueño del terreno donde se encuentra el Bosque del Viento quería proteger la abundante naturaleza de su jardín tras su muerte, por lo que decidió consultar con la empresa Teamnet. Ésta, en colaboración con HAN Architecture Design, presentó un proyecto para construir un edificio de apartamentos en régimen de cooperativa en "simbiosis" con el medio ambiente, cuyo concepto era "heredar un medio ambiente con abundante naturaleza". A dicho proyecto se unieron ocho familias de entre treinta y ochenta años, que junto con el dueño de la tierra formaron una cooperativa de construcción. En menos de dos años consiguieron diseñar cada una de las viviendas y los espacios comunes; en 2006, terminaron de construir el edificio, de cemento armado y con cuatro plantas, una de ellas subterránea, en unos 350m2 de los aproximadamente 760m2 de todo el terreno. Tres de los apartamentos, propiedad del dueño, que falleció a los tres años de haberse completado los trabajos, son de alquiler.

Gracias a que se ha conservado la naturaleza del jardín, el verano es fresco, por lo que se puede ahorrar energía y disminuir las emisiones de CO2 (dióxido de carbono). El agua extraída de un pozo corre por un riachuelo al estanque; también se usa para el riego de los árboles. Anexa al edificio hay una sala de reuniones para los residentes desde la que se puede ver el jardín.

No hace falta usar el aire acondicionado

Vista del hogar de los Satō desde la terraza, situada en el norte. En el sur también hay una gran ventana. El viento corre a través de la cocina. Esto, junto con el jardín, crea una sensación de unidad de un gusto moderno a la vez que japonés.

 

El árbol de glicina que plantaron en el primer piso al instalarse en el edificio ha crecido frondosamente hasta el tercero, y ahora sirve como cortina verde.

Hemos visitado al matrimonio Satō, que vive en el tercer piso del Bosque del Viento. Sachiko, la mujer, nos explica que decidieron irse a vivir allí porque el lugar reunía varias condiciones que les permitían hacer realidad algunas ideas que ya tenían desde antes: poder disfrutar de un jardín japonés, distribuir la casa a su gusto y un precio de compra asequible. Especialmente, les preocupaba la disposición: no querían tener una casa con pequeñas habitaciones separadas por paredes, sino principalmente una gran habitación; tampoco deseaban poner muebles hasta el techo, querían una entrada amplia... Consiguieron satisfacer su deseo de vivir en "una casa por donde corra el viento". Aunque todo el edificio está modernamente diseñado, contiene aspectos positivos de las antiguas casas japonesas; por ejemplo, corre el viento y se puede aprovechar la luz natural.

En verano, una cortina verde no sólo impide el paso de los fuertes rayos del sol, sino que también permite que corra el viento entre sus hojas, y haga más fresco. Por ello, sólo han utilizado el aire acondicionado durante apenas diez días del bochornoso verano de 2011. Con la caída de sus hojas en invierno, el sol entra en el edificio y lo calienta. Las paredes contienen material aislante, así que incluso en el primer piso no hace frío.

Las flores que crecen en la hierba de la terraza sirven para adornar la mesa del comedor.

Lo que más le gusta a Sachiko del interior de la casa es que a través del comedor puede ver las flores en la hierba mientras prepara la comida en la cocina. "Hasta ahora siempre había cocinado con una pared delante, por lo que cocinar mirando las flores era un sueño para mí. La naturaleza me reconforta. Como florecen hacia el sur, las flores que tenemos aquí en la terraza, situada en el norte, florecen en nuestra dirección", cuenta.

 

Proteger el medio ambiente en la ciudad

Lo que hay que plantearse de ahora en adelante es hasta dónde pueden los residentes proteger su propio medio ambiente sin costes. No es fácil armonizar las opiniones de todos ellos sobre cómo usar los limitados gastos de comunidad para mantener el edificio y protegerlo de los estragos causados por el paso del tiempo, podar los árboles, etc.

"Conservar la naturaleza en la ciudad no es nada fácil", cuenta Ryōichi, esposo de Sachiko. "En la actualidad, los que se dedican a temas de urbanización no tienen muy en cuenta el medio ambiente. Como negocio, el rendimiento del mantenimiento y la conservación de la naturaleza no es bueno, por lo que se termina talando grandes árboles. Grandes tierras se parcelan en terrenos más pequeños y se van convirtiendo en plazas de estacionamiento. Aunque no es fácil conservar la naturaleza en una ciudad como Tokio, es algo importante. Individualmente no se puede, pero sí es posible si se construyen edificios como éste", enfatiza. Los Satō disfrutan diariamente de las maravillas de la naturaleza en el Bosque del Viento.

Los días que hace buen tiempo, desayunan y cenan en su terraza, una gran dicha.

 

Imágenes: Ōtaki Kaku






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