Tradiciones “cool”, modernidad y belleza tradicional

El arte de Cai Guo-Qiang regresa a Japón

Sociedad Cultura

Analizamos la visión y la repercusión de Japón en el éxito internacional del artista chino Cai Guo-Qiang, que comenzó a experimentar con la pólvora en sus obras durante su estancia en el archipiélago nipón. Sus piezas reflejan aspectos de la cultura, la historia y el pensamiento chinos.

Un artista contemporáneo con presencia global

Cai Guo-Qiang se interesó por el uso de la pólvora y los fuegos artificiales ya de joven y abrió los horizontes a una manifestación artística novedosa con la que nadie se había atrevido a probar hasta entonces. Del Japón al que se había consagrado se lanzó al resto del mundo, y son numerosas las ocasiones en que ha expuesto sus obras en diferentes países.

Elaboración de Sirena, un proyecto con pólvora y papel tradicional washi para la Trienal de Aichi de 2010. ©Cai Guo-Qiang.

Durante el verano de 2015, la ciudad japonesa de Yokohama albergó una gran exposición dedicada exclusivamente al artista, convertido ya en una superestrella del arte contemporáneo. Esta cita marcaba el regreso de Cai al que se podría considerar su punto de origen, Japón, con la resolución de volver a entrar en contacto con la cultura oriental y el espíritu nipón y recuperar su esencia. Esa voluntad se vio reflejada en numerosas obras que se exhibieron en el Museo de Arte de Yokohama bajo el título Vuelta a casa: de nuevo aquí, del 11 de julio al 18 de octubre.

De Japón al resto del mundo

Cai firma en Ediciones para el SMoCA, una obra de pólvora y teja para la apertura en 2013 de un museo en Iwaki, en la prefectura japonesa de Fukushima. ©Cai Guo-Qiang.

El artista nació en Quanzhou, en la provincia china de Fujian, en 1957. Tras estudiar Escenografía en Shanghái, llegó a Japón en 1986. Se matriculó en la Universidad de Tsukuba y comenzó su actividad artística mientras vivía en Tokio, Toride e Iwaki. Empezó a realizar obras con pólvora en las que hacía que esta estallara sobre papel tradicional washi; así acaparó la atención del público. En 1991 participó en Salida de emergencia, una exposición para artistas de vanguardia chinos celebrada en Fukuoka; a partir de ahí, se contó con su presencia en varias muestras de gran envergadura con explosiones al aire libre por todo Japón, así como en multitud de exposiciones.

En 1995 se trasladó a Nueva York, base desde donde amplió sus actividades a Europa, Norteamérica, Europa del Este y Sudamérica, entre otros lugares. Cuatro años más tarde, fue galardonado con el León de Oro, uno de los muchos premios a lo largo de su carrera. Algunas de sus creaciones que han sorprendido al mundo entero gracias a las retransmisiones por televisión son sus obras para la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín o para un acto en conmemoración de la cumbre de la APEC de 2001 en Shanghái.

Una visión del mundo derivada de la peculiaridad china

Además de atreverse con nuevas técnicas, Cai incorpora en sus obras elementos de la cultura china como el fengshui o la medicina tradicional, algo que permite percatarse de que el artista se resiste a caer preso de las tendencias del arte contemporáneo de Europa y Norteamérica. Podría decirse que su arte se caracteriza por una libertad versátil. El aspecto relajado del artista y un estilo parejo se alían y se perciben de forma muy natural en sus obras.

El libro de la exposición Vuelta a casa: de nuevo aquí incluye un ensayo autobiográfico del propio Cai titulado La historia del 99. Este interesante texto recopila historias que ayudan a interpretar las obras pero no guarda relación con la imagen que se tiene del arte contemporáneo: recuerdos de su tierra natal que se rigen por los principios del fengshui; la influencia del amor profundo de sus abuelos y padres; y elementos de la oniromancia de chamanes, espíritus, ermitaños y templos taoístas. En el taoísmo, el 99 simboliza los movimientos cíclicos eternos.

Sirena, un proyecto con pólvora y papel tradicional washi para la Trienal de Aichi de 2010. ©Cai Guo-Qiang.

La pintura como forma de expresión

Aun después de abandonar Japón, Cai volvió al país cada dos o tres años con motivo de exposiciones y conferencias. Tras el Gran Terremoto del Este de Japón, en 2011, sus visitas han adquirido un carácter anual; de hecho, ha realizado, en colaboración con los habitantes de Iwaki, un proyecto de plantación de cerezos, y en 2013 creó en esta localidad el museo SMoCA. Bajo el proyecto, han plantado 2.000 de estos árboles y se proponen llegar a 99.000 en el larguísimo transcurso de 99 años.

Ignición de Ediciones para el SMoCA, una obra de pólvora y teja para la apertura en 2013 de un museo en Iwaki, en la prefectura japonesa de Fukushima. ©Cai Guo-Qiang.

Y cuando comenzaba a pensar en afianzar su actividad en Japón, país que había supuesto su punto de partida en su juventud, tuvo la suerte de que el Museo de Arte de Yokohama le ofreciera una exposición individual. El título de la muestra lo tomaron de un poema de Tao Yuanming que evoca la tierra natal. Al parecer, bajo la iniciativa residía el deseo de recuperar la pureza de los comienzos y volver al punto de partida, ya que en cierto sentido se trataba del regreso a la patria artística de un experto. En uno de los textos del libro de la exposición, Cai explica que se entregó a los cuadros y reflexionó sobre la composición y los sentimientos de la pintura japonesa, así como sobre las ideas y la manera de ser de la cultura oriental, y buscó trasladarlos al lenguaje y a las expresiones de la pintura contemporánea.

El artista explica también que, a medida que iba investigando sobre el escritor y crítico de arte japonés Okakura Tenshin, comenzó a otorgarle importancia a la realización de los cuadros, además de a las acciones artísticas o performances. Okakura contribuyó a la fundación de la Universidad de Arte de Tokio, creó el Instituto de Arte de Japón e incluso presidió el departamento dedicado a Oriente en el Museo de Arte de Boston. En la era Meiji (1868-1912), época en la que Japón se occidentalizó considerablemente, se despertaron en él con fuerza los valores orientales y el significado mundial de los mismos, por lo que en 1906 escribió, en inglés, El libro del té, con el que buscaba que en Occidente se comprendiera esa esencia.

Los colores de los fuegos artificiales y el shunga

Cuando llegó a Japón, Cai empezó a usar fuegos artificiales específicos para las horas de luz solar y a intentar sacar color de ellos, aunque sus intentos fracasaban en ocasiones. Algunas obras de este tipo son Arcoíris negro (España, 2005) y Fuegos artificiales negros (Hiroshima, 2008). Además, en 2014 empleó fuegos artificiales específicos para las horas de luz solar con motivo de la inauguración de su exposición individual en Shanghái; allí sintió su efecto.

Fuegos artificiales negros, Hiroshima, 2008. La obra se presentó cerca de la Cúpula de la Bomba Atómica. ©Cai Guo-Qiang.

En los fuegos artificiales específicos para la noche lo que importa es el brillo y enseguida se apagan, mientras que en los que se emplean durante las horas de luz solar destaca el humo. Este último cambia de forma por la corriente atmosférica y va desapareciendo en el gran lienzo en el que se convierte el cielo, como si fuera un cuadro de tinta china o una acuarela. Esta percepción del color y los sentimientos guarda relación con Las estaciones de la vida, su primera obra de shunga, que se pudo ver en la exposición de Yokohama.

Las estaciones de la vida: verano, 2015. Imagen del Museo de Arte de Yokohama.

Las estaciones de la vida: primavera. Imagen de Kamiyama Yosuke.

En las obras de shunga la vida fluye, algo que se debería al hecho de que reflejan también los cambios de la naturaleza. Y este concepto del espacio-tiempo presente en la cultura oriental se transmite incluso en el arte contemporáneo. Los fuegos artificiales, que no pueden controlarse al cien por cien, son un material artístico que supera las expectativas del artista y generan una belleza impredecible. Tal y como explicaba Okakura Tenshin, la esencia de la cultura japonesa reside precisamente en los delicados intentos de descubrir una belleza eterna en la imperfección.

El comienzo de un nuevo viaje

Una obra que sobresalió durante la exposición de Yokohama fue Cerezos nocturnos, que el artista realizó en Japón. Esta pieza de gran tamaño –8 metros de alto y 24 de ancho– se expuso en la galería principal. En el papel washi que sirve de lienzo se observan los suaves pétalos de las flores de cerezo y la mirada penetrante de un búho.

Cerezos nocturnos en el Museo de Arte de Yokohama, 2015. Imagen de Kenryou Gu, cortesía del estudio de Cai.

Elaboración de Cerezos nocturnos en el Museo de Arte de Yokohama, 2015. Imagen de Kenryou Gu, cortesía del estudio de Cai.

Esta obra también se elaboró haciendo explotar pólvora, sin usar ni un pincel. Cuando le preguntaron en una entrevista para televisión por qué había elegido los cerezos, el artista respondió: "La vida de los cerezos es corta; las flores desaparecen pronto. Sin embargo, [cuando esto pasa] se espera que llegue la primavera de nuevo. Esta fuerza y belleza se sienten también con la pólvora; hay cierta unidad".

Cai cuenta que haber regresado a Japón en esta ocasión forma parte de su intento de recuperar para sí mismo ese arte oriental que tanto adora y al que ha llegado después del viaje que tanto le ha dado. El público estará pendiente del resultado de un nuevo viaje.

Fotografías de Izumiya Gensaku

Imagen de la cabecera: Arcoíris en movimiento, 29 de junio de 2002, Nueva York. El artista realizó esta obra sobre el río Este, de Manhattan a Queens, a petición del Museo de Arte Moderno. ©Cai Guo-Qiang.

(Traducción al español del original en japonés)

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