Las japonesas y la belleza

¿Por qué un cutis blanco es sinónimo de belleza para las japonesas?

Cultura Historia

Desde tiempos antiguos, las mujeres japonesas consideran que un cutis blanco es sinónimo de belleza, hasta el punto de que existe un refrán que señala que este color sirve para tapar cualquier imperfección. A día de hoy, aunque las tendencias occidentales tienen una fuerte presencia en Japón, el antiguo canon de belleza asociado a una tez blanca no ha perdido importancia. Hemos investigado acerca del origen de esta percepción de la estética y el maquillaje.

Un cutis blanco, muestra de decoro en Japón

Las mujeres desean estar bellas siempre. Las japonesas, por ejemplo, sienten una especial predilección por mantener la piel blanca, una tendencia presente en la historia de Japón desde el período Nara (710-794), época en que las niponas empezaron a maquillarse el rostro de blanco utilizando polvos para la cara. Esta práctica pasó a formar parte del canon de belleza del país con la llegada del período Heian (794-1185); así lo atestiguan obras clásicas de la talla de El diario de la dama Murasaki y La novela de Genji, en las que se alude a lo bonito que es tener una tez blanca. Es entonces cuando este tipo de maquillaje se convirtió también en una forma de expresar la pertenencia a las clases más altas de la sociedad.

Saushiarahi, cuadro perteneciente a la serie del pintor Baichōrō Kunisada inspirada en varias obras de la poetisa Ono no Komachi. Esta obra de 1857 muestra a varias mujeres que trabajan en el barrio rojo mientras se asean y arreglan por la mañana. La de la izquierda lleva en la boca un nukabukuro, una bolsa de salvado de arroz que hace las veces de guante exfoliante (Propiedad del Instituto Pola de Investigación en Belleza y Cultura).

 

En la actualidad se comercializan también cosméticos que contienen arroz. Estas imágenes son cortesía de Im y de Provision, empresa dedicada a la venta por correo de cosméticos perteneciente a la firma japonesa Kosé.

Al entrar en el período Edo (1603-1868), el gusto por una piel blanca se extendió también entre las clases populares, y se comenzó a conceder una mayor importancia a mostrar un aspecto más natural. En la segunda mitad de este período se publicó la obra Miyako fūzokukewaiden, todo un éxito de ventas durante más de un siglo que aborda los aspectos más relevantes de la belleza y la estética femeninas, y en la que se habla, por ejemplo, de tener una piel hidratada y natural. También se explica cómo lavarse la cara, cómo elaborar mascarillas con litargirio y tratamientos contra el acné empleando plantas medicinales, todo para conseguir una piel bella y blanca.

Tomizawa Yoko, investigadora en el Instituto Pola de Investigación en Belleza y Cultura.

"Las japonesas aspiran a tener una piel blanca, pero con un tono que se asemeje más bien al de una bola que ha sido pulida. Este matiz de lo que entienden por una tez blanca es importante. En particular, se hicieron muchos esfuerzos para idear maneras de conseguir una dermis bonita a partir del período Edo", afirma Tomizawa Yoko, del Instituto Pola de Investigación en Belleza y Cultura. En el Miyako fūzokukewaiden se explica cómo las mujeres de la época dedicaban una gran cantidad de su tiempo a conseguir un aspecto natural. Para ello, se maquillaban y desmaquillaban en repetidas ocasiones, y se limpiaban con un paño solamente las mejillas, todo con el objetivo de que su cara pareciera transparente.

El maquillaje constituye una parte del decoro y los modales femeninos, de ahí que en el período Edo las japonesas estuvieran maquilladas desde que se levantaban hasta que se acostaban, incluso a la hora de darse un baño. Sin embargo, se consideraba de mala educación que una mujer mostrara cómo se maquillaba. Tomizawa Yoko nos cuenta que esta relación entre el decoro y el maquillaje es un concepto arraigado en Japón incluso en la actualidad, y que esto precisamente explicaría por qué se considera una grosería maquillarse en el tren, por ejemplo.

A la izquierda, Dōteishūgetsu, cuadro de la serie Shūjo hakkei, del pintor Gototei Kunisada, en el que una mujer semidesnuda se aplica unos polvos blancos. Se ha apartado el kimono para no ensuciarlo de maquillaje, ya que tradicionalmente las japonesas se maquillaban las orejas, el cuello y parte del pecho, además de la cara. Esta escena representa un momento privado y muy personal del día a día de las mujeres en Japón desde tiempos antiguos. A la derecha, Biensenjokō, shikibuhake (Biensenjokō con una brocha shikibu), obra del artista Keisai Eisen que data de entre 1818 y 1830. En ella vemos cómo una prostituta de la segunda mitad del período Edo se pone polvos de maquillaje blancos con una brocha. (propiedad de Instituto Pola de Investigación en Belleza y Cultura).

Colores básicos: blanco, rojo y negro

Yanagihashi Okon beni wo sashi, cuadro de la serie Tōseimitate jūroku, del pintor Tokohara Kunichika. Data de 1871 (Instituto Pola de Investigación en Belleza y Cultura).

En Japón, el negro es un color importante que simboliza la belleza y el esplendor: originalmente, las mujeres de este país tienen el pelo oscuro, y en otros tiempos solían ennegrecerse los dientes tras casarse. Esta costumbre, junto con la de depilarse las cejas después de tener un hijo, es exclusiva del archipiélago nipón, y tendría su explicación en el hecho de que no mostrar abiertamente el semblante se consideraba una virtud. Es una representación de la modestia, y como tal, un gesto de decoro. Sin embargo, en 1870 se les prohibió a las nobles de la corte que se tiñeran los dientes para evitar que los occidentales pensaran que se trataba de una costumbre bárbara. En las clases populares quedó parcialmente esta práctica hasta la era Shōwa (1926-1989).

Durante muchos años, las japonesas utilizaban el maquillaje como una forma de expresar modestia; esto es, para parecer discretas y moderadas. No obstante, en las grandes ciudades como Osaka, Kioto y Edo (la actual Tokio), comenzó a ponerse de moda maquillarse elegantemente para ir a ver obras de teatro kabuki o para salir a contemplar los árboles en su época de floración. En aquel entonces, las mujeres imitaban a los actores de kabuki y a las prostitutas, que eran los que marcaban tendencias en lo que a moda se refería. También empezó a estilarse una vestimenta más llamativa. Las mujeres decidieron usar el color rojo para resaltar partes como las mejillas, los labios, los ojos y las orejas.

Los colores básicos en el maquillaje típico de las japonesas son el blanco, el rojo y el negro, tonos que utilizan también los actores de kabuki para caracterizarse. La variedad cromática se amplió durante la segunda mitad de la era Meiji (1868-1912), cuando comenzó a difundirse la cultura occidental en Japón.

El color de la piel y la occidentalización

Uno de los mayores cambios que experimentó en esa época el mundo del maquillaje en Japón fue el nacimiento del concepto del "color de piel". Durante la segunda mitad de la era Meiji, con la llegada de los polvos para la cara en distintos tonos, las mujeres japonesas se dieron cuenta de que existen tonalidades que favorecen más o menos en función del color de la piel de cada una. Además, al entrar en la era Shōwa, se amplió la variedad de productos existentes, y se hizo posible elegir un tono más acorde con el color de piel original. La mayoría de los productos eran polvos de color.

A la izquierda, imagen de una mujer de la era Meiji con un maquillaje y unas cejas naturales. A la derecha, cosméticos de entre 1920 y 1930 cuyos envases están decorados con un dibujo de una mujer: barra de labios, polvos para la cara, pulverizador para perfume y colorete (propiedad del Instituto Pola de Investigación en Belleza y Cultura).

 

Imagen del fotógrafo Yokosuka Noriaki (cortesía de Shiseidō).

El maquillaje occidental estuvo en boga en Japón desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial hasta la década de los sesenta; en esa época, comenzaron a comercializarse sombras de ojos, bases de maquillaje con aceites y grasas para cosméticos, pestañas postizas y rímel, entre otros productos.

"La difusión de la televisión en color ejerció una gran influencia en que el maquillaje de estilo occidental se popularizara en Japón. En aquel entonces, se utilizaban tonos rosas para filmar casi todas las escenas de las películas, así que parece que este tono se puso de moda también a la hora de maquillarse", señala Tomizawa Yoko.

En los años ochenta se apreciaban dos tendencias en cuanto al maquillaje: por una parte, se imitaba lo occidental y, por la otra, se intentaba potenciar las características originales de cada persona y un estilo japonés. Que la actriz y modelo Yamaguchi Sayoko, de pelo negro y ojos rasgados, cobrara fama mundial sirvió de aliento al resto de japonesas.

Volviendo a los orígenes del maquillaje típico japonés

Tienda Pola The Beauty en el barrio de Ginza, en Tokio (cortesía de Pola Holding).

A partir de los años ochenta, el concepto que tienen las japonesas respecto al maquillaje evolucionó a la par que el sector de los cosméticos. En la segunda mitad de esta década, la ciencia se puso al servicio de la cosmética, y el mercado comenzó a exigir que se explicaran con claridad los componentes, los mecanismos y los beneficios de este tipo de productos. Además, en los últimos años se han puesto de moda en la industria palabras como "antienvejecimiento", algo que evidencia esta relación entre conocimientos científicos y estética.

Por mucho que ahora se lleve un maquillaje más cargado, existen personas como Tomizawa Yoko, que cree que las mujeres japonesas siguen pensando del mismo modo que lo hacían las de la época en que se publicó La novela de Genji: consideran que lo más bonito es una piel natural bien cuidada.

"En la actualidad existen numerosas tendencias, como la de broncearse y maquillarse con tonos muy oscuros (ganguro en japonés); sin embargo, las mujeres de hoy siguen pensando como las de antaño, de ahí que valoren que la tez tenga una textura lisa y suave como la de una pelota. Últimamente se habla especialmente de un boom de las pieles blancas, pero yo diría que esta tendencia se asemeja más bien al concepto tradicional de blancura", sentencia Tomizawa.

(Artículo traducido al español de la versión original en japonés de Ushijima Bifue)

Imagen del título: Ogushiage, cuadro perteneciente a la serie Chiyoda no Ōoku del pintor Yōshū Chikanobu. Data de entre 1894 y 1896 (propiedad del Instituto Pola de Investigación en Belleza y Cultura).

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