Visitando los santuarios sintoístas

Santuarios sintoístas y ecología (2)

Cultura

Las creencias del sintoísmo son un reflejo inequívoco del agradecimiento y el miedo a la naturaleza que, además, incorporan multitud de elementos que sugieren una voluntad de proteger el medio ambiente. La protección de los bosques para que las generaciones futuras puedan heredarlos es, sin duda alguna, una realización de la ecología. Reflexionamos sobre la razón de ser de los bosques que forman parte de los santuarios y que representan cómo se ha venido heredando ese espíritu.

El espíritu de los japoneses y los bosques sagrados de los santuarios sintoístas

Existe un paisaje en particular que despierta nostalgia en muchos japoneses. Se trata de la estampa que representa un santuario sintoísta, con su bosque sagrado, situado bien en la falda de una montaña de pendiente ligera o en pleno corazón de la frondosa naturaleza de los campos de cultivo atravesados por un riachuelo y alrededor de los cuales se encuentran esparcidas diversas casas; o sea, la imagen típica de las aldeas y los pueblos de las zonas rurales. En la actualidad, es posible que sean pocos los que tengan recuerdos de sus días de infancia jugando en este tipo de lugar, pero lo aquí descrito sigue representando la patria del espíritu del pueblo nipón, su punto de partida, por decirlo de algún modo.

Sin embargo, este paisaje no se ha generado de forma natural, sino que es fruto de largos años de trabajo por parte de los japoneses. Además, los continuos esfuerzos de mantenimiento de quienes vivan en estos lugares han hecho posible que se conserve esta nostálgica estampa. De hecho, en Japón se vienen realizando trabajos de reforestación desde el período Jōmon (aprox. 14.500 a. C. - 300 a. C); en la actualidad, el 99 % de los bosques del país son artificiales, esto es, solo el 1 % del terreno boscoso del archipiélago nipón se ha originado de forma natural, sin la mano del hombre. En otras palabras, estos paisajes los hemos heredado de nuestros antepasados, que invirtieron una importante cantidad de tiempo en su creación. En el corazón de estas vistas no puede faltar un santuario sintoísta con su bosque sagrado: los ujigami jinja(*1) y los ubusuna jinja(*2) constituyen el núcleo de las aldeas y los pueblos de las zonas rurales. Desde tiempos antiguos los diferentes ciclos de la vida de la gente giran en torno a estos lugares santos.

Otra noción que tiene raíces en Japón desde hace siglos es la percepción de que el ser humano coexiste con la naturaleza en concordia y armonía; esto es, a su vez, la base del pensamiento de las ermitas y del shakkei (literalmente, paisaje prestado), que consiste en incorporar el paisaje de fondo a la composición de un jardín. En otras palabras, las montañas y los bosques más allá de un jardín se incorporan a este como una continuación del paisaje, mientras que las ermitas tienen su razón de ser en diluirse en  la naturaleza. Estas ideas se reflejan también en las viviendas privadas; por ejemplo, si se abre una puerta corrediza de madera y papel (shōji, en japonés), el interior y el exterior de la casa se convierten en uno, mientras que, si se cierra, eso no impide que penetre el ruido de los insectos o del viento.

Para los japoneses, elementos del paisaje como la temperatura, los colores y los olores son una bendición. Consideran que los dioses habitan los bosques o descienden a ellos. Por eso, los santuarios cuentan con zonas boscosas sagradas.

Minakata Kumagusu, artífice de la conservación de los bosques de los dioses

Antes de la era Meiji (1868-1912), las aldeas y los pueblos con el bosque de los santuarios sintoístas conformaban el paisaje estándar de Japón. Sin embargo, en 1906, se anunció oficialmente una fusión de santuarios(*3), lo que hizo que muchos de ellos se integraran en otros y, por lo tanto, desaparecieran los bosques. Por consiguiente, se talaron y se vendieron los grandes árboles que se consideraban objeto de culto según el Himorogi; también se perdieron los terrenos que ocupaban los complejos sintoístas. Además, algunos de los funcionarios responsables de estas ventas se apropiaron de los beneficios, algo que no hace sino provocar estupefacción. Hasta aquel entonces había cerca de 200.000 santuarios sintoístas en todo el país, pero la cifra se redujo drásticamente a 120.000. Esto fue particularmente grave en la prefectura de Mie, donde desapareció casi el 90 % de ellos. Destaca también Wakayama, prefectura en la que de contar con 3.700 santuarios pasaron a quedarse solamente con 790.

Minakata Kumagusu (imagen cortesía del Museo Minakata Kumagusu).

No obstante, el naturalista Minakata Kumagusu (1867-1941) logró frenar este fenómeno. Además de manifestarse en contra de la fusión de los santuarios, publicó un extenso artículo en el que expresaba vehementemente su oposición y señalaba la importancia de los bosques sagrados; argumentaba por qué no era necesario acabar con ellos desde el punto de vista de los ecosistemas, la cultura espiritual del ser humano y la repercusión social de estos lugares en las zonas donde se encontraban. En palabras del propio Minakata: "La fusión de santuarios daña el patriotismo. El amor por la tierra natal es la base del patriotismo".

El cabo Tenjin, en la ciudad de Tanabe (prefectura de Wakayama), es famoso por ser el lugar de origen del movimiento por el patrimonio nacional. Minakata solía pasear por la zona, que por su belleza era carne de quienes buscaban su explotación como lugar de vacaciones. Según Minakata Fumie, hija mayor del naturalista, cuenta que su padre pensaba que una inmobiliaria la compraría y destruiría. La zona de Kumano –conocida también como Kinan–, que abarca desde Tanabe hasta Nachi y Shingū, se caracterizaba antaño por el flujo incesante de peregrinos desde la capital. En los tres santuarios principales –Hongū, Hayatama y Nachi–, un río, una roca grande y una cascada, respectivamente, son objeto de devoción y se profesa el culto a la naturaleza sin ornamentos, además de conservarse un denso bosque sagrado. Esta zona boscosa es precisamente el punto de partida de Minakata.

El naturalista guió al Emperador Shōwa por la isla Kashima, en la bahía de Tanabe, cuyo bosque virgen se conserva a duras penas por haber sido designado Monumento Natural. La visita imperial se produjo en 1929, y de ella se recuerda como anécdota que Minakata le regaló al monarca una muestra de un moho mucilaginoso en una caja de caramelos grande. Un año más tarde, se erigió allí un monumento conmemorativo con una canción suya grabada en él.

Kashima (imagen cortesía del Museo Minakata Kumagusu).

Para Minakata, el respeto hacia el Emperador y el patriotismo iban de la mano. En 1962, años después de su fallecimiento, el Emperador Shōwa volvió a visitar el lugar que el naturalista le había mostrado e incluso escribió, con gran nostalgia, lo mucho que recordaba a Minakata allí. Las palabras del monarca quedaron también grabadas en un monumento erigido en el jardín frente al Museo Minakata Kumagusu, en Shirahama.

La desaparición de los bosques sagrados en las ciudades

El santuario Meiji, con su bosque sagrado –el más famoso de Japón–, se construyó en 1920. Las obras habían empezado cinco años antes; su inmenso bosque, de casi 700.000 m2, se creó completamente desde cero gracias, en su práctica totalidad, a las donaciones de árboles y a la labor realizada por voluntarios.

Bosque del santuario Meiji (imagen de Nakano Haruo).

Es necesario decir que en la actualidad la situación de los bosques sagrados en todo el país es grave, particularmente en las grandes ciudades, donde el aprovechamiento de los terrenos por el marcado aumento de su valor hace que no sean pocos los santuarios cuyos edificios estén prácticamente desnudos. Por ejemplo, la naturaleza que se encontraba detrás del pabellón principal ha sido sustituida por un aparcamiento. Además, en el complejo sintoísta, se amontonan edificios para el descanso de los visitantes. Lamentablemente, los santuarios despojados de su bosque no despiertan en la gente un sentimiento de devoción.

Aunque no haya edificios para el culto, la mera existencia de un bosque acerca los corazones. Esta era la forma en que se veneraba en Japón en la antigüedad. Si se tiene en cuenta que el bosque abundante del santuario Meiji se generó en varias decenas de años, no resulta imposible pensar en la regeneración de las zonas boscosas de otros santuarios.

Imagen del encabezado: El bosque del santuario Meiji, una zona verde de gran valor en el núcleo urbano de Tokio (fotografía cortesía de Meiji-jingū).

(Traducción al español del original en japonés)

(*1) ^ El término ujigami hace referencia a la deidad de los antepasados de una misma familia o clan, de ahí que un ujigami jinja sea el santuario sintoísta donde se rinde culto a tal deidad. No obstante, en la actualidad, se utiliza la palabra ujiko para denominar a quienes residen en una determinada zona en la que se sitúa un santuario, y son estos ujiko quienes emplearían la palabra ujigami jinja para referirse al santuario de su área, independientemente de que haya relación de parentesco.

(*2) ^ Se denomina ubusunagami a la deidad que protege el lugar de nacimiento de una personay, por lo tanto, la vida de esta. Esto explica que al hatsumiyamairi, esto es, la primera visita de un bebé a un santuario sintoísta aproximadamente un mes después de su nacimiento, se lo denomine también ubusunamairi. Cuando una persona cambia de domicilio, su ujigami pasa a ser el del lugar a donde se muda, pero el ubusunagami es para todo la vida, sin importar donde se reside.

(*3) ^ El Gobierno ordenó la fusión de los pequeños santuarios de las provincias con otros de tamaño mediano o mayor, por lo que se retiraron los edificios sagrados y se prescindió de los terrenos que ocupaban.

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