En busca de los árboles gigantes

En busca de los árboles gigantes: 5. Colores otoñales

Cultura

Gracias a la abundancia y variedad de los árboles caducifolios de hoja ancha, los bosques que recubren los campos y montes japoneses se cuentan entre los más coloristas y bellos del mundo durante la estación otoñal. Claro que si a la exigencia de colorearse bellamente sumamos la de alcanzar grandes dimensiones, no tendremos tanto donde elegir. Recorrimos esta vez recintos de santuarios, parques y avenidas a la búsqueda de ejemplares que reúnan en sí ambas cualidades.

Árboles gigantes que se colorean con la estación

El follaje otoñal de los bosques japoneses pasa por ser el más bello del mundo. Esto se debe a la abundancia de especies latifolias de hoja caduca. Entre ellas, las más emblemáticas son las diversas especies de arce japonés, llamadas genéricamente momiji, palabra que se ha pasado a significar, por extensión, este bello fenómeno estacional. Los tonos que adquieren son especialmente atrayentes. No solo colorean montes y valles: armonizan de modo inimitable con santuarios y viejas casas.

Por lo que se refiere a su tamaño, pocas especies alcanzan grandes dimensiones, siendo las principales el ichō (Ginkgo biloba), el keyaki (Zelkova serrata, especie de olmo) y los cerezos sakura. Los tonos más uniformes y llamativos los alcanza el ichō. Hay otros árboles cuyas hojas adquieren tonos parecidos y el amarillo del katsura (Cercidiphyllum japonicum) es desde luego espectacular, pero esta especie suele crecer en zonas recónditas de montaña y sus galas otoñales se extienden y retiran sin muchos testigos. Por el contrario, el ichō, que suele crecer en áreas habitadas, estamos acostumbrados a verlo en bulevares o como árbol sagrado en santuarios sintoístas. Es, pues, una presencia muy familiar para los japoneses. Las largas hileras de ichō situadas en los jardines de Meijijingū Gaien (Tokio), en el bulevar de Midōsuji (Osaka) y en otros muchos puntos próximos a zonas céntricas y comerciales congregan, ya bien entrado el otoño, a un gran número de visitantes. La forma en que las amarillas hojas van cubriendo los recintos de los santuarios sintoístas, parques y calles está entre los fenómenos que mejor transmiten a los japoneses la sensación de otoño.

El kominekaede del templo de Saizenji (prefectura de Saitama)

Especie: KominekaedeAcer micranthum Sieb. et Zucc., familia Aceraceae, género Acer) ※Algunos lo consideran de la especie irohamomiji (Acer palmatum).
Dirección: Yokoze 598, Yokoze-machi, Chichibu-shi, Saitama-ken 368-0072
Perímetro del tronco: 3,8 m.
Altura: 7,2 m.
Edad: 600 años.
Designado Monumento Natural de la Prefectura de Saitama.
Tamaño ★★★
Vigor ★★★★
Porte ★★★★★
Calidad del ramaje ★★★★★
Majestuosidad ★★★★

El templo de Saizenji es la octava escala en la ruta de los 34 Santuarios de Kannon de Chichibu y, como tal, recibe un gran número de visitantes. La trinidad budista venerada en el pabellón principal del templo se ha ganado la fe de quienes aspiran a tener una larga vida, siendo conocida desde tiempo inmemorial por el sobrenombre de Bokefūji (“Libradora de la senilidad”).

La otra celebridad de este famoso templo es su árbol, un kominekaede (Acer micranthum Sieb. et Zucc, especie de arce japonés) cuyo encanto se renueva con cada estación de año, no aburriendo nunca al visitante habitual. Su ramaje tiene una envergadura de 18,9 m Norte-Sur y de 20,6 m Este-Oeste, con un perímetro de copa de 56,3 m, medidas que hacen de este ejemplar uno de los mayores de su especie en el país. En una entrega anterior de esta serie de artículos tratamos ya de este ejemplar (“En busca de los árboles gigantes: 1. La estación más verde”), pero entonces lo presentamos en la primavera, cuando su corteza queda cubierta por una aterciopelada capa de musgo. No habrá que decir lo hermoso que es el intenso verde de sus hojas, pero es que el color del árbol se intensifica todavía más cuando la temporada de lluvias que sigue a la primavera lo recubre con un musgo siempre húmedo, lo que le da un aspecto inigualable. Como una verde alfombra, el musgo se extiende también a los pies del árbol, creando una atmósfera de misterio. Pues bien, en el mes de noviembre, ya en pleno otoño, sus hojas van tiñéndose de rojo, un nuevo acto de este drama, igualmente digno de verse. Conforme avanza el proceso, puede disfrutarse un bello degradé, pues con las hojas rojas van mezclándose otras amarillas. Pero el espectáculo continúa en invierno, porque en Chichibu no es raro que este traiga nieve, dándonos oportunidad de contemplar nuestro árbol embozado con su blanco manto. Nunca se cansa uno de mirar este famoso momiji de la región de Kantō. El mejor momento para verlo rojear es entre mediados de noviembre y principios de diciembre. Durante esta temporada el lugar siempre está lleno de visitantes que aspiran a disfrutar de alguna de las fases de su gradual transformación. Y el Saizenji no se acaba en este árbol. A principios del verano alcanzan su máximo esplendor las peonías y al llegar el otoño lo hace el kinmokusei (Osmanthus fragrans, olivo fragante). Estamos en el “Templo de las flores”, tal como se lo conoce, y no falta el mukuge (Hibiscus syriacus, rosa de Siria o altea) ni el sarusuberi (Lagerstroemia indica, árbol de Júpiter o lila de las Indias). No en vano el Saizenji ocupa el primer lugar entre los templos de la prefectura de Saitama incluidos en la lista de los 100 más floridos de la mitad oriental del país. Un templo para disfrutar a lo largo de todo el año.

El Dios del Bosque, una gran haya de la prefectura de Aomori

Especie: Buna (Fagus crenata, fagácea).
Direccion: Okuse, Towada-shi, Aomori-ken 034-0301.
Perímetro del tronco: 6,01 m.
Altura: 29 m.
Edad: 400 años (atribuida).
Tamaño  ★★★★
Vigor   ★★★★★
Porte   ★★★★★
Calidad del ramaje  ★★★★
Majestuosidad   ★★★★

El gran tamaño de este ejemplar fue reconocido oficialmente por primera vez en 2007. Al oír hablar de hayas y de Aomori, lo primero que acudirá a la mente de muchos japoneses será seguramente el área montañosa de Shirakami (Shirakami sanchi). Pero no es allí donde se encuentra nuestro gigante, sino en otra zona montuosa más próxima a la costa pacífica de la prefectura, cercana al famoso paraje del torrente de Oirase, en el término municipal de la ciudad de Towada. Me desplacé hasta allí a petición de un conocido que me pidió que hiciera las comprobaciones del caso porque había una gran haya. Cuando llegué al lugar y me situé ante ella vi un ser realmente bello, de figura esbelta, alrededor de un tronco enhiesto y de buena altura. Tan esbelta es su figura que, vista desde lejos, esta haya no parezca merecer el calificativo de “árbol gigante”. Pero me bastó con tomar los instrumentos y ponerme a medir para que esa impresión inicial se desvaneciera. El perímetro de su tronco resultó superar los seis metros, suficiente para hacer de ella el haya de tronco simple más grande de Japón. Estábamos entonces en otoño, con las hojas del bosque en pleno enrojecimiento. Expuesta al sol de la mañana, la estampa de este árbol transmitía algo divino, que en nada deshonraba el nombre que se le ha impuesto: el Dios del Bosque. Es extraño que en los alrededores no se vea ninguna otra haya, todas han debido de ser taladas, quedando solo esta divinidad. El Sublime Solitario, sería otro buen nombre para este gallardo superviviente.

A una cierta altura, el tronco del Dios del Bosque se divide en tres. En nuestro país el número tres tiene desde antiguo reminiscencias sagradas –pensemos, por ejemplo, en los Tres Tesoros Sagrados de Japón: la espada, el espejo y la joya–. Entre los leñadores de la zona se extendió la creencia de que los árboles trífidos alojaban en su seno lo divino y esta sería, según se dice, la razón de que se negaran en redondo a dirigir su hacha contra este ejemplar, salvándolo así de la tala. Muchas habrán sido las casualidades que han mantenido vivo a este Dios del Bosque, bienaventurado entre los bienaventurados. Pese al gran desarrollo físico que ha conseguido, no se detectan en él indicios de grandes ramas rotas, ni se advierten oquedades. Que se haya conservado vivo en una forma tan cercana a la perfección es poco menos que un milagro. Ahora se ha colocado junto a él un panel informativo y alrededor de su tronco un anillo de madera para protegerlo. No tengo ninguna duda de que con el tiempo se popularizará como un nuevo punto turístico de la ciudad de Towada. Pero poco después de ser instalado el panel informativo algún oso dejó en él unos buenos arañazos, así que el visitante que se aventure hasta aquí deberá ser consciente de que se ha internado en territorio de plantígrados y conviene andarse con cuidado.

El Kubikake Ichō de Tokio

El municipio de Chiyoda (uno de los 23 ku o distritos de Tokio) es la zona central por excelencia de la metrópolis. Sí, hasta en un lugar como este podemos hallar un árbol gigante. Saliendo de la estación del metro de Hibiya, nos dirigimos hacia la parte donde el parque de Hibiya colinda con los jardines exteriores del Palacio Imperial (Kōkyo Gaien). Emplazado entre grandes avenidas que alojan edificios gubernamentales y oficinas centrales de muchas grandes empresas, este parque es un oasis de paz para quienes trabajan en el área. Como puede verse en los mapas situados en el propio parque, exactamente en su centro se alza un ichō (Ginkgo biloba) que recibe el curioso nombre de Kubikake Ichō (Ichō de “me juego el cuello”). Es uno de los ejemplares más grandes que pueden encontrarse en la capital. Está justo delante del Matsumotorō, un restaurante con mucha historia, famoso por su solidario “arroz al curry a 10 yenes el plato”, al que el árbol sirve como símbolo viviente. Contemplarlo desde un asiento de terraza mientras se almuerza es un pequeño lujo al que no cabe resistirse.

En los últimos tiempos, gracias al boom de la “espiritualidad”, este árbol ha sido foco de atracción como nuevo power spot (lugar que irradia energía positiva) y no dejan de llegar mujeres a formular sus deseos. Las anécdotas que rodean este árbol han contribuido también a darle popularidad. Antiguamente se alzaba en otro lugar, en el cruce de Hibiya, donde su existencia se vio amenazada por los planes de ensanchamiento de las calzadas. Salió entonces en su defensa el ilustre botánico Honda Seiroku, verdadero padre del parque de Hibiya, quien dijo que lo trasplantaría –como de hecho lo hizo– aunque tuviera que “jugarse el cuello” por ello. De ahí el impactante nombre, uno de esos que no se olvidan fácilmente. Todavía se cuenta la hazaña que supuso transportar el gigantón a lo largo de los 450 metros que separan el cruce de su actual emplazamiento y coronar la operación con el éxito. Actualmente el árbol ha recobrado la gracia que mostraba antes del traslado y todavía parece dispuesto a seguir ganando altura y grosor de tronco. Ahí continúa el Kubikake Ichō, a despecho de todos los gases de escapes y de todas las vibraciones e incordios propios de un gran centro urbano. El capricho humano lo obligó a adaptarse a un entorno completamente distinto, pero ha sido a costa de ese sacrificio como se ha ganado la predilección de la gente. Extraño destino el de este árbol.

Especie: Ichō (Ginkgo biloba, familia Ginkgoaceae, género Ginkgo)
Dirección: 1-6 Hibiya Kōen, Chiyoda-ku, Tōkyō-to 100-0012
Perímetro del tronco: 6,5 m.
Altura: 20 m.
Edad: Desconocida.
Tamaño  ★★★
Vigor   ★★★★
Porte   ★★★★★
Calidad del ramaje  ★★★★
Majestuosidad   ★★★

Texto y fotografías: Takahashi Hiroshi

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