En busca de los árboles gigantes

En busca de los árboles gigantes: 12. La estación de las lluvias

Cultura

Para los árboles, que han gastado en el salto a la primavera buena parte de sus reservas nutritivas, el tsuyu o baiu (estación de las lluvias) es un importante periodo para volver a aprovisionarse de dichas sustancias. Presentaremos a continuación árboles que brillan con esplendor en esta estación pasada por agua, como el katsura (Cercidiphyllum japonicum), que en algunos casos es adorado y objeto de rogativas por la lluvia en zonas montañosas apartadas de los núcleos de población, o el akagi, especie considerada sagrada según las creencias de las islas Ryūkyū (prefectura de Okinawa)

Durante la última parte de la primavera, el verde de las hojas cobra intensidad y los árboles lucen exultantes de vida, pero lo cierto es que sus energías no dan para mucho más. Especialmente en el caso de los caducifolios, que han gastado en el esfuerzo de crecimiento primaveral todos los nutrientes acumulados durante el otoño anterior, puede hablarse incluso de una incipiente precariedad nutritiva.

El tsuyu visita, tras la primavera, todo el territorio japonés, si exceptuamos la septentrional isla de Hokkaidō y el lejano archipiélago de Ogasawara, perdido en el océano Pacífico. Entre el 20 % y el 25 % de todas las precipitaciones pluviales anuales que recibe Japón (un país que dobla el promedio mundial de lluvia) se produce en este periodo. El agua que se evapora de las hojas de todas las especies vegetales trae nieblas y con ellas los bosques quedan empapados de humedad. En este ambiente, los árboles van atesorando los nutrientes que necesitarán para el verano. Si nos fijamos en los diversos fenómenos relacionados con el agua que son propios de esta estación, como el kisame (literalmente, “lluvia de árbol”, la que cae al condensarse la lluvia en la superficie de ramas y hojas y formar gotas) o el jukanryū (literalmente “corriente por tronco de árbol”, en referencia al flujo formado en el tronco por la lluvia recogida por toda la copa) sentiremos con gran inmediatez cómo el bosque vivo, con todo su dinamismo, promueve el ciclo del agua.

A diferencia de las grandes lluvias producidas por la temporada de los tifones, que suelen acarrear grandes daños a los árboles, las suaves lluvias de esta estación son en muchos casos benéficas. Claro está, no se trata simplemente de que llueva mucho, pues la escasez de horas de sol que acompaña a los días de lluvia puede convertirse en un factor de retraso en el crecimiento de las especies. Si el volumen de precipitaciones es el adecuado, la aportación de humedad y nutrientes será suficiente y los árboles podrán seguir creciendo sanos y fuertes cuando reciban los rayos del sol estival.

A muchos japoneses, pese a todo, el tsuyu no les resulta grato. Sus argumentos son un tanto egocéntricos: el ambiente empapado de humedad se les hace muy molesto, la ropa tendida no se seca, etcétera, etcétera. Pero para los árboles, que en primavera han echado brotes, este es el momento de acceso a esa esperada estación de plena actividad, en la que se harán más frondosos y desarrollarán su ramaje. Si salimos al encuentro de los árboles gigantes, que hallaremos exultantes, recibiendo la lluvia en toda su anatomía, es muy probable que la imagen que teníamos del tsuyu cambie.

El Senbon Katsura de Kasosan (prefectura de Tochigi)

Especie: Katsura (Cercidiphyllum japonicum), familia Cercidiphyllaceae, género Cercidiphyllum
Dirección: 1710 Kamikuga, Kanuma-shi, Tochigi-ken 322-0254
Perímetro del tronco: 8,25 m.
Altura: 38 m.
Edad: 1.000 años (atribuida)
Designado monumento natural prefectural
Tamaño  ★★★★
Vigor    ★★★★
Porte    ★★★★
Calidad del ramaje ★★★★
Majestuosidad    ★★★★★

Si, entre los árboles que alcanzan grandes dimensiones, hay alguno cuyo aspecto mejore con la lluvia, ese es sin duda el katsura. Tanto su tronco, que brilla empapado de lluvia, como sus bellas hojas acorazonadas parecen recibir con gozo el agua que tan generosamente mana en esta estación. El santuario sintoísta de Kasosan está rodeado de un bosque de cedros. Ascendiendo durante unos 30 minutos por el camino de montaña que partiendo de un costado de su pabellón principal y remontando el curso de un arroyo conduce al monte Ozaku, aparece nuestro gigante en plena quebrada, cortándonos el camino. Por su majestuosidad, diríase que estamos ante el dueño y señor del bosque. Una enorme personalidad la de esa estampa suya de árbol ennoblecido por el paso del tiempo, a la que contribuye no poco su corteza cuarteada y poblada de musgo.

Este katsura está formado por dos cepas bien definidas y de diverso tamaño que se han ido desarrollando entorno al antiguo tronco principal. Este debió de ocupar la parte central del conjunto, pero terminó pudriéndose por completo. Según el ángulo desde el que lo miremos podría parecernos un único árbol y es esta compenetración lo que le ha ganado desde antiguo la fama de árbol propiciador de uniones y ha hecho de él el árbol sagrado asociado al citado santuario de Kasosan, al pie de la montaña. Tampoco quienes hayan tomado este camino solo para llegar hasta el pabellón trasero del santuario pueden ocultar su sorpresa ante una aparición tan aparatosa y se les ve detener su paso olvidados de sí mismos y levantar sus ojos hacia las ramas superiores, que alcanzan una altura de unos 40 metros. El árbol aparece justo cuando el visitante desearía tomarse un descanso en su ascenso, así que es el lugar ideal para recuperar el aliento refugiándose en la sombra y hacer acopio de valor para afrontar la dureza del camino restante.

El Gran Katsura de Gongenyama (prefectura de Yamagata)

Especie: Katsura (Cercidiphyllum japonicum), familia Cercidiphyllaceae, género Cercidiphyllum
Dirección: Hōden, Mogami-machi, Mogami-gun, Yamagata-ken 999-6213
Perímetro del tronco: 18,4 m.
Altura: 38 m.
Edad: 1.000 años
Tamaño ★★★★★
Vigor    ★★★
Porte  ★★★★
Calidad del ramaje ★★★
Majestuosidad  ★★★★★

Este katsura se alza solitario en la parte alta de la ladera suroriental del monte Gongenyama, situado en la zona norte del término municipal de Mogamimachi. El camino forestal se hace muy empinado ya desde su arranque. Hay que ascender durante unos 45 minutos siguiendo el lecho seco de un arroyo hasta llegar a un punto donde el paisaje se ensancha, dejándonos contemplar el gigantesco árbol.

El tamaño es para dejar pasmado a cualquiera. El paso de los años ha dejado la superficie de su tronco cubierta de profundas grietas y, según el ángulo desde el que lo miremos, hay en él algo que recuerda vivamente al milenario cedro (sugi) de Yakushima conocido como Jōmonsugi. Por lo que a tamaño se refiere, este supera con creces al famoso cedro. El perímetro de su tronco rondará los 20 metros y su porte es realmente imponente. El que otrora fuera tronco principal está ya totalmente descompuesto y ha dejado en el centro un hueco por el que puede pasar una persona adulta. Es muy posible que sea un ejemplar todavía joven, pues apenas presenta la división en varios troncos de una misma cepa ni los hikobae (brotes que nacen alrededor de un árbol o tocón) que caracterizan a su especie. No habrá problema en otorgarle el segundo puesto entre los katsura más grandes de Japón, a la zaga solo del Gran Katsura de Itoi, en la prefectura de Hyōgo.

El árbol está situado en un paraje montañoso al que no llega el ruido de los pueblos y donde no se advierten indicios de presencia humana. Mi visita, además, se vio amenizada por una fina lluvia y una densa niebla. Pero estas condiciones atmosféricas se aliaron para escenificar un espectáculo fantástico que perdura en mi mente como un recuerdo imborrable.

Al parecer, este árbol ha sido conocido por los cazadores del área desde tiempos muy antiguos, pero su fama se extendió sobre todo a raíz de su inclusión en una base de datos del Ministerio de Medio Ambiente. Acceder al lugar es ahora más fácil que antes, pues un grupo local de aficionados a la naturaleza ha abierto una senda hasta allí, pero aun así los 45 minutos de ascensión directa resultan muy duros.

Desde luego, lo ideal es llevar un guía. Podría ser muy divertido contratar uno y hacer un recorrido por los numerosos katsura gigantes de perímetro troncal superior a los 10 metros que se encuentran en el área de Mogami (prefectura de Yamagata).

El Gran Akagi de Shurikinjō (prefectura de Okinawa)

Especie: Akagi (Bischofia javanica), familia Phyllanthaceae, género Bischofia
Dirección: 3-18 Shurikinjō-chō, Naha-shi, Okinawa-ken 903-0815
Perímetro del tronco: 8,75 m.
Altura: 25 m.
Edad: 300 años
Tamaño ★★★
Vigor    ★★★★★
Porte  ★★★★
Calidad del ramaje ★★★★
Majestuosidad  ★★★★

El barrio de Shurikinjō-cho, en Naha, se formó a los pies del castillo de Shuri, centro político del antiguo reino de Ryūkyū (actual prefectura de Okinawa). Sus calles adoquinadas con la piedra caliza típica de la zona han entrado en la selección de los 100 caminos más bellos de Japón y se han convertido en el símbolo de este barrio lleno de exótico encanto. Si tomamos uno de los pasadizos laterales entre viviendas, llegaremos a un bosquecillo donde verdea un akagi (Bischofia javanica) de gran tamaño. Es un lugar muy especial, una zona verde que se abre, aislada, en medio de las casas. En otros tiempos, los akagi fueron muy abundantes en el recinto amurallado del castillo de Shuri, pero durante la batalla de Okinawa (1945, Segunda Guerra Mundial) la zona fue intensamente bombardeada por los americanos desde sus buques y casi todos los bosques perecieron bajo el fuego. Y este núcleo arbolado, que incluye seis akagi, fue el único y milagroso superviviente.

En lo más profundo de este reducto, que alberga en poco espacio un rico muestrario de especies vegetales, impone su altura sobre el resto un portentoso akagi. Su corteza mojada por la lluvia se basta para crear la peculiar atmósfera de humedad que caracteriza a los bosques de los países meridionales. Sobre la pulida corteza se presentan muchos abultamientos y sobre el grueso tronco, de color rojizo, crecen numerosos helechos, como el ootaniwatari (Asplenium antiquum Makino). Pero el akagi no da muestras de acusar su presencia. Sus raíces, que se extienden poderosas y macizas en todas las direcciones, parecen morder ávidamente la tierra, dándole al árbol un aire de gran vigor.

Esta zona verde es llamada Uchikanagusukutaki y es una de los muchos utaki (en las creencias del antiguo reino de Ryūkyū, lugar natural sagrado) que hallamos en las islas. Cuenta también con un uganju (lugar de oración), formado con hileras de piedras superpuestas, y en ese conjunto este akagi sagrado ocupa el lugar central de honor. Un buen ejemplo de la disposición que caracteriza a los utaki de Okinawa.

Habitualmente tranquilo y silencioso, el bosquecillo se abarrota de gente cuando llega el día 15 del sexto mes del antiguo calendario. Se cree que este es el único día del año en que el dios de árbol se aposenta en la pequeña capilla que lo acompaña y esto da oportunidad a visitarlo a muchas personas que han regresado a la isla tras una larga ausencia. Para quienes residen en este barrio es un lugar sagrado desde siempre y el akagi, su manifestación más divina. Debió de haber un tiempo en que toda esta área alrededor del castillo de Shuri estaba cubierta por bosques de estos árboles.

Texto y fotografías: Takahashi Hiroshi

Ecología naturaleza Árboles