Editorial 9

Política Economía

En la cumbre de Pekín del 13 de mayo, China, Corea del Sur y Japón acordaron iniciar las negociaciones para establecer un tratado de libre comercio (TLC) trilateral antes de que termine 2012. El 30% de las exportaciones japonesas se dirige a esos dos países, de modo que la eliminación de aranceles representaría un gran beneficio para Japón. Además, se calcula que un TLC trilateral impulsaría el producto interno bruto japonés cerca de un 0,3%. El acuerdo para iniciar las negociaciones es, por lo tanto, bienvenido. Pero no es seguro que las negociaciones comiencen realmente este año. Corea del Sur importa de Japón más de lo que exporta y, si pensamos en la competencia entre estos dos países por el mercado chino, desde el punto de vista surcoreano tendría más sentido un TLC bilateral con China, que preparase el terreno de forma favorable a sus empresas, que uno trilateral que incluyera a Japón.

La no participación en el TPP no está entre las opciones de Japón

¿Qué debería hacer Japón? Debería decidirse a participar en las negociaciones previas al Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés). Si China y Corea del Sur aceptaron ponerse a negociar el TLC con la condición de iniciar las negociaciones este año, fue porque en noviembre del año pasado Japón había abierto una ronda de conversaciones para considerar su posible participación en el TPP.

Pero el gobierno de Japón sigue sin dar el paso definitivo hacia la participación en las negociaciones para el TPP. En una cena celebrada el 24 de mayo con motivo de la decimoctava edición de la Conferencia Internacional “El futuro de Asia”, organizada por el periódico Nihon Keizai Shimbun, el primer ministro japonés, Noda Yoshihiko, expresó sus intenciones de promover el crecimiento económico de Asia avanzando al mismo tiempo en el frente de las conversaciones para la participación de Japón en el TPP y en el de las negociaciones con diversos países de la región Asia-Pacífico para la firma de tratados de libre comercio. Pero no dijo que Japón fuera a participar en las negociaciones para el TPP. La razón más probable es que, ahora que la batalla por la reforma del sistema tributario para ligarlo a la Seguridad Social está pronta a resolverse, Noda no quiere causar una nueva ruptura dentro de su propio partido, el Partido Democrático de Japón, decidiendo la participación del país en las negociaciones para el TPP. Es comprensible. Pero tampoco sería inteligente dejar pasar demasiado tiempo antes de tomar esta decisión.

Al hablar del TPP, se están confundiendo dos niveles de discusión: el de si Japón debería participar o no en las negociaciones, y el de qué es lo que debería defender –en qué podría ceder– en caso de que participase en estas negociaciones. La prosperidad de que disfrutó Japón después de la Segunda Guerra Mundial le debe mucho al orden económico internacional de inspiración liberal creado en torno a Estados Unidos. Este orden está sufriendo una profunda transformación como resultado del ascenso de China y los otros países emergentes. Esa es la razón de que la Ronda de Doha, de la Organización Mundial del Comercio, se encuentre en un atolladero, y que muchos países traten de ampliar mercados en condiciones que les sean favorables, estableciendo TLC con los países o regiones con los que mantienen relaciones económicas más estrechas.

Los países emergentes van a seguir ascendiendo económicamente. Asia se ha convertido ya en el centro del crecimiento mundial gracias a la expansión económica de China, India, Indonesia, Filipinas, Vietnam y otros países. Esto explica que, como quedó patente en el discurso que pronunció el presidente norteamericano Barack Obama ante el Congreso australiano en noviembre de 2011, Estados Unidos tenga como objetivo para la región Asia-Pacífico la construcción de un sistema económico internacional abierto y basado en el comercio libre y justo, del que el TPP sería un modelo. El TPP es la piedra de toque en la construcción de un orden económico internacional para la región de Asia-Pacífico en este siglo XXI. La no participación no está entre las opciones de Japón.

Esto no significa que Japón deba hacer todo tipo de concesiones en las negociaciones para el TPP. Habrá asuntos en los que puedan cosecharse logros y otros en los que Japón se vea obligado a ceder. Pero se sabe ya que temas como la relajación de los criterios de seguridad alimentaria, el sistema del seguro público de salud o la aceptación de mano de obra extranjera no cualificada han quedado fuera de las conversaciones. El mayor foco de preocupación es ahora el influjo que pueda tener la participación de Japón en el TPP sobre la agricultura japonesa. Pero, participe o no Japón en el TPP, vemos que el promedio de edad de los agricultores superó en 2010 los 65 años. El envejecimiento y la falta de relevo al frente de las explotaciones llevarán a la agricultura japonesa a su fin en un futuro no muy lejano. Lo que se le pide ahora a la política agrícola japonesa es que aproveche la ocasión de la participación en el TPP para dar paso a una agricultura capaz de competir en el mercado internacional.

Manejo flexible de la “producción conjunta” de equipamiento de defensa

El día 6 de junio le fue entregado al ministro de Defensa el informe definitivo redactado por el Consejo de Investigaciones de los Fundamentos Industriales y Tecnológicas de Defensa. Por lo que sé, este es el primer informe acerca de los fundamentos industriales y tecnológicos de la seguridad nacional y la defensa de Japón. Por casualidad yo presidí la reunión, cuyos puntos más importantes consigno a continuación.

Para el desempeño de sus funciones, las Fuerzas de Autodefensa, dirigidas desde el Ministerio de Defensa, necesitan armas de fuego y pólvora para munición, vehículos, maquinaria de ingeniería, armas teledirigidas, equipos de comunicaciones, embarcaciones, aeronaves, etcétera. Podemos definir los “fundamentos industriales y tecnológicos de defensa”como la base humana, material y tecnológica necesaria para el diseño, fabricación, utilización, mantenimiento, remodelación y reparación de todos estos materiales y equipos. En Japón, la dependencia con respecto a las empresas del sector privado en este campo es casi absoluta. Además, el tamaño del mercado es muy pequeño, pues el total de la producción de materiales para su venta al Ministerio de Defensa solo alcanza un valor de dos billones de yenes, lo que apenas representa el 0,8% de la producción industrial de Japón, cifrada en 250 billones de yenes. Por otra parte, si consideramos la difícil situación que atraviesan actualmente las finanzas públicas, no cabe esperar que en un futuro cercano el presupuesto de defensa experimente un incremento suficientemente fuerte como para obrar una expansión de ese mercado. De hecho, para el año fiscal 2012 el total contratado para las dotaciones de equipos principales fue de 687.000 millones de yenes, mientras que los gastos de mantenimiento de los equipos existentes fue de 778.600 millones, es decir, que los gastos de mantenimiento superaron a los gastos en nuevas adquisiciones, prolongando un año más una situación que había comenzado en 2005.

Paralelamente, las aeronaves, las embarcaciones y los otros equipos tienen cada vez mejores prestaciones, son más complejos y, por lo tanto, su precio de adquisición es cada vez mayor, por lo que el número de unidades compradas está descendiendo. Como consecuencia de este doble círculo vicioso, la rentabilidad de la industria de defensa está bajando y para las empresas de este sector es cada vez más difícil mantener divisiones de investigación y fabricación de equipos de defensa, que son de alta especificidad. Si no se pone remedio a esta situación, serán las propias bases tecnológicas e industriales de defensa de Japón las que no podrán ser mantenidas.

La cuestión es qué puede hacerse en una situación como esta. Mantener todas las bases industriales y tecnológicas de defensa en Japón es imposible. Para conseguir la capacidad de “defensa activa” a la que se refieren las Líneas Generales del Plan de Defensa habría que considerar cuidadosamente cuáles de esas bases hay que conservar a toda costa en el interior del país, y luego sostenerlas, desarrollarlas y elevar su nivel. Si el Estado, definiendo cuáles son esas bases de obligada conservación y concentrando sus esfuerzos en su mantenimiento y desarrollo, mantiene bien equipada de forma estable y a medio y largo plazo la fuerza defensiva, las empresas vinculadas a la defensa podrán controlar mejor sus riesgos y llevar adelante sus programas de inversión, investigación y desarrollo, y formación de personal con una perspectiva de largo plazo.

¿Qué habría que considerar a la hora de diseñar esta estrategia? Muchas de las empresas japonesas vinculadas a industria de la defensa no fabrican exclusivamente este tipo de materiales. Producen también para uso civil, y es precisamente la producción civil lo que ha permitido la sostenibilidad de las secciones de producción para la defensa. Sin embargo, tras la quiebra de Lehman Brothers, circunstancias como el alza del yen, el oneroso impuesto de sociedades (a la renta corporativa), los problemas en el suministro de electricidad tras el accidente de la planta nuclear Fukushima Daiichi, etcétera, han puesto también a las secciones de producción civil en una situación muy difícil. Y, a diferencia de lo que ocurre con la industria de defensa en otros países, es difícil que en Japón pueda lograrse una ampliación del mercado (mediante las exportaciones), una elevación de la productividad mediante la cooperación de la industria, el gobierno y la universidad en los sistemas de investigación y desarrollo, o una reconversión e integración de las empresas del sector.

El gobierno, durante la comparecencia ante los medios del Secretario en Jefe del Gabinete el pasado mes de diciembre, anunció la revisión de los “tres principios básicos y otras disposiciones referentes a la exportación de armas” y la sustitución de la práctica seguida hasta el momento de establecer excepciones individuales a la exportación por la de designar un marco global de excepcionalidad. Esto significa que además de los equipamientos de producción nacional propiamente dicha, y los fabricados en el país bajo licencia, se posibilitará una nueva opción: la producción conjunta “en caso de que el país socio esté cooperando con Japón en el área de defensa, y que el desarrollo y la producción conjunta contribuyan a garantizar la seguridad de Japón”. Entiendo perfectamente que tanto el desarrollo como la producción conjunta entrañan dificultades muy especiales. Pero si, aun así, Japón consigue aprovechar bien esta opción, cabe esperar efectos positivos, como la rebaja de costes y la diversificación de riesgos en el desarrollo tecnológico y en la producción de equipos de defensa de próxima generación, el sostenimiento, fomento y elevación del nivel de la base productiva y tecnológica de las empresas japonesas del sector de la defensa, el acceso a la tecnología punta o la ampliación del mercado para la producción de piezas. Espero que, en adelante, el gobierno sepa tratar cada asunto con la máxima flexibilidad y agilidad, para que redunde en un mejor mantenimiento de la base productiva y tecnológica de la industria de defensa y en la elevación de su nivel.

(Escrito el 7 de junio de 2012; traducido al español del original en japonés)

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