La politización de las discusiones históricas entre Japón, China y Corea del Sur

Política

Declaraciones de la presidenta surcoreana Park sobre la “correcta visión histórica”

Cada vez más, el problema de la historia está convirtiéndose en un tema imposible de controlar políticamente. Según informaron medios de comunicación surcoreanos, en la reunión que mantuvo el 6 de mayo Park Geun-hye con su homólogo estadounidense Barack Obama, la presidenta surcoreana manifestó que “para la paz de la región de Asia Nororiental”, es necesario que Japón tenga “una correcta visión de la historia”. Dos días después, hablando ante miembros de ambas cámaras del Congreso en una sesión conjunta a la que fue invitada, Park dijo también que pese a la creciente dependencia económica entre los países del Nordeste de Asia, los enfrentamientos que tienen su origen en problemas históricos están agravándose. “No hay futuro sin una correcta visión de la historia”, afirmó.

Personalmente, ignoro por qué Park se pone a hablar en Estados Unidos de los problemas existentes entre Japón y Corea del Sur acerca de la visión de la historia, e ignoro también si lo que pretende es decir a los dirigentes políticos norteamericanos algo así como que pongan fin a la alianza nipo-estadounidense. Lo que ella llama “correcta visión de la historia” es, por supuesto, la visión de la historia promovida por el gobierno surcoreano, pero tengo serias dudas sobre si Park tiene una “correcta visión” sobre la historia de los esfuerzos realizados a partir de los años 90 por ambos gobiernos, el de Japón y el de Corea del Sur, en el tratamiento político de estos problemas.

Como dije ya en mi artículo editorial de septiembre del año pasado, en 1998 el primer ministro de Japón, Obuchi Keizō, y el presidente surcoreano, Kim Dae-jung, manifestaron lo siguiente en la declaración conjunta titulada “Una nueva asociación Japón-Corea del Sur para el siglo XXI”:

Los dos líderes comparten la opinión de que para ir construyendo sólidas relaciones de buena vecindad, amistad y cooperación en el siglo XXI, es importante que ambos países miren cara a cara al pasado y vayan desarrollando una relación basada en el mutuo entendimiento y la confianza.En una mirada retrospectiva sobre las relaciones bilaterales nipo-surcoreanas durante el presente siglo, el primer ministro Obuchi reconoció con humildad el hecho histórico de que durante un periodo del pasado su país infligió grandes daños y sufrimientos al pueblo coreano como consecuencia de su dominio colonial, en relación a lo cual expresó su profundo arrepentimiento y sus más sinceras disculpas.Por su parte, el presidente Kim aceptó con sinceridad este reconocimiento de la historia expresado por el primer ministro Obuchi y, tras reconocer su valor, manifestó que es una exigencia de los tiempos que ambos países se esfuercen para superar esta desafortunada historia y desarrollar, sobre la base de la reconciliación, la buena vecindad y la cooperación amistosa, unas relaciones orientadas al futuro.

Posteriormente, entre 2002 y 2010, sobre la base del acuerdo alcanzado en 2001 por el entonces primer ministro de Japón, Koizumi Jun´ichirō, y el presidente surcoreano Roh Moo-hyun, se celebraron dos reuniones conjuntas para investigar temas de la historia común, con la participación de un gran número de expertos de ambos países, al final de las cuales se emitieron informes. Como se ve, sobre este problema de la visión histórica, Japón y Corea del Sur tienen mucho en su haber. Puestos a hablar sobre una “correcta visión de la historia”, la presidenta Park debería hacer declaraciones que tuvieran en consideración también esta otra historia.

Japón: visitas de ministros a Yasukuni y declaraciones sobre la visión de la historia

Al margen de esto, el día 21 de abril, el viceprimer ministro japonés Asō Tarō visitó el santuario sintoísta de Yasukuni, haciendo coincidir su visita con las fiestas de la primavera, las más importantes entre las celebraciones anuales que tienen lugar en el santuario. Este hecho me resulta tanto más incomprensible cuanto que, en referencia al problema de Yasukuni, Asō se mostró partidario de segregar del culto a los caídos en la guerra el que se rinde en el santuario a las almas de los dirigentes que fueron declarados criminales de guerra de la clase A tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, tratándose de un viceprimer ministro y un correligionario tan especialmente cercano como Asō, el primer ministro Abe Shinzō no podía limitarse a decir que visitar o no el templo queda sujeto al libre albedrío de los miembros de su gabinete y se ha visto obligado a salir en su defensa, algo lógico si pensamos que él mismo ha dicho en una ocasión que le pesaba profundamente no haber podido visitar Yasukuni durante su (anterior) mandato. Ante la comisión de presupuestos de la Cámara Alta, Abe dijo el día 24 de abril sobre el tema de las visitas de miembros del gabinete a Yasukuni que era lógico que fueran a presentar sus respetos a los caídos en batalla que habían sacrificado sus preciosas vidas por el país. “Mi gabinete no va a ceder ante ninguna intimidación, tiene garantizada una total libertad”, manifestó.

Ya antes Abe había hecho pública su intención de revisar la declaración no oficial emitida en 1995 por el entonces primer ministro, Murayama Tomiichi, en la que este reconocía el pasado de “dominio colonial” e “invasión”, y de emitir una declaración propia orientada hacia el futuro en el año 2015, cuando se cumplirán los 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial. Quizás por esta razón, el 22 de abril Abe dijo ante la citada comisión de la Cámara Alta que su gabinete no secundaba íntegramente la declaración de Murayama, y un día después volvió a incidir en el tema diciendo que la definición del término “invasión” no estaba clara, pues dependía del punto de vista que se adoptara dentro de la relación entre los países. Sin embargo, el día 15 de mayo, en otra intervención en el mismo foro, Abe modificó su postura en lo referente a la declaración de Murayama afirmando que en líneas generales secundaría las posturas mostradas por los anteriores gobiernos y que su gabinete se proponía respaldar también las declaraciones emitidas por sus predecesores en el gobierno. Añadió que si expresase su visión de la historia esto derivaría en problemas diplomáticos y políticos, y que esas cosas había que confiárselas a los historiadores.

En el ámbito internacional apenas se alzan voces de apoyo al revisionismo existente entre una parte de los japoneses en lo concerniente a estos problemas relacionados con las diferentes concepciones de la historia, problemas que se politizan más y más a medida que los políticos van haciendo sus declaraciones. Y si un miembro del gabinete Abe, un viceprimer ministro, visita el santuario de Yasukuni, el efecto es el mismo. La consecuencia es un progresivo debilitamiento del espíritu de la declaración conjunta nipo-surcoreana de 1998 y la desactivación de los intentos por estudiar conjuntamente la historia que ha venido desarrollado Japón con Corea del Sur y con China tras el cambio de siglo. Como ha dicho Abe, a fin de cuentas, las diferencias de concepciones históricas hay que dejarlas en manos de los historiadores. Al mismo tiempo, conviene no olvidar que las declaraciones sobre temas históricos y los comportamientos de los miembros clave del gobierno japonés y de los políticos en general están dañando la credibilidad internacional de Japón.

Asimismo, si lo que pretende el gobierno es dar un paso más, lo que podría hacer es fomentar la investigación estableciendo un programa de apoyo para estudiar cómo han sido el dominio colonial, las guerras, la revolución y la contrarrevolución en Asia durante el siglo XX, lo cual podría hacerse contando con la participación de historiadores que hayan obtenido un alto reconocimiento internacional por su integridad intelectual para formar un comité de selección, y publicando los resultados de las investigaciones en revistas académicas en inglés, japonés, chino y coreano, o al menos en tres de esos idiomas, mediando siempre una inspección crítica de especialistas.

China: Escrito sobre el problema de la pertenencia de Okinawa aparecido en el Diario del Pueblo

El Diario del Pueblo, órgano del Comité Central del Partido Comunista Chino, publicó el día 8 de mayo un artículo de investigación titulado “En torno al Tratado de Shimonoseki y al problema de las Islas Diaoyu”, que aparecía firmado por Zhang Haipeng, de la Academia China de las Ciencias Sociales, y por Li Guoqiang, del Instituto de Investigaciones de las Zonas Fronterizas de China, que forma parte de la citada academia. El escrito cita, extrayendo solo las partes que interesan a sus autores, el trabajo de la investigadora japonesa Hamakawa Kyōko “Senkaku Shotō no ryōyū wo meguru ronten” (Cuestiones sobre la posesión de las Islas Senkaku), que apareció en el número 565 de la publicación Chōsa to jōhō (Biblioteca Nacional de la Dieta, 2007). Según sostienen Zhang y Li, Japón arrebató a China las Islas Diaoyu (nombre que dan en China a las Islas Senkaku) y trató de legalizar su acción mediante el Tratado de Shimonoseki, también conocido como Tratado de Bakan, por el que se puso fin a la Guerra Sino-Japonesa (1894-1895). Sin embargo, prosiguen los autores, China incorporó las Diaoyu a la jurisdicción de Taiwán, pudiendo así ejercer de forma efectiva su jurisdicción durante un largo periodo de tiempo. Nada de esto me sorprende.

Sin embargo, este artículo está abriendo la caja de Pandora en lo que respecta a la visión histórica y a los derechos territoriales en China. Esa es precisamente la razón por la que ha concitado tanta atención en Japón y en todo el mundo. Pero está escrito con sumo cuidado y no sostiene abiertamente que Okinawa sea territorio chino. Presentaré a continuación con algún detalle el contenido del escrito.

La incorporación por parte de Japón de las islas Diaoyu a la prefectura de Okinawa está en relación con la Guerra Sino-Japonesa, por una parte, y con la liquidación del antiguo reino de Ryūkyū, por la otra. Okinawa es el lugar donde se asentaba, originalmente, el reino de Ryūkyū. Era un estado independiente, pero desde el inicio de la dinastía Ming sus reyes obtuvieron el reconocimiento imperial y fue un estado vasallo de la China Ming y Qing (Ching). Desde la época Ming, China enviaba a Okinawa una misión naval con el reconocimiento oficial. Después de la Restauración Meiji ocurrieron las invasiones japonesas de las Ryūkyū, Corea y China. La conquista de Taiwán y la invasión de las Ryūkyū se desarrollaron simultáneamente. En 1875, el emperador de Japón ordenó a las Ryūkyū que pusieran fin al sistema de reconocimiento imperial chino. En 1877, He Ruzhang, representante en Japón del gobierno chino, expresó su parecer de que Japón no se contentaría con prohibir la costumbre seguida en las Ryūkyū de tributar a la corte de China, y que terminaría por abolir el reino. “Una vez termine con Ryūkyū”, señaló He, “pasará a Corea”. En 1879, el gobierno japonés se anexó el reino de Ryūkyū, que pasó a denominarse prefectura de Okinawa. El gobierno chino protestó e incluso hubo negociaciones entre China y Japón por la cuestión de las Ryūkyū. Sin embargo, cuando, en 1887, el titular del Zongli Yamen [órgano del gobierno chino encargado de la política exterior] recordó a Japón que el problema de las Ryūkyū seguía sin resolverse, Japón hizo caso omiso de la advertencia y mediante el Tratado de Bakan de 1895 despojó a China de Taiwán con sus islas anexas (entre ellas, las Diaoyu), de las islas Penghu (Pescadores) y de las Ryūkyū. En 1941 China declaró la guerra a Japón y anuló el Tratado de Bakan. Japón aceptó las disposiciones contenidas en las declaraciones de Postdam y El Cairo sobre el tratamiento que recibiría después de la guerra y, de acuerdo a estas disposiciones Taiwán y sus islas anexas, así como las Penghu, fueron restituidas a China, además de lo cual se abrió una nueva época en la que se hacía posible debatir de nuevo el problema de las Ryūkyū, una cuestión histórica que había quedado por resolver. (Zhang Haipeng, Li Guoqiang: “En torno al Tratado de Shimonoseki y a la posesión de las islas Diaoyu”, resumen de la edición en japonés del Diario del Pueblo, 9 de mayo de 2013).

Las Ryūkyū eran un estado vasallo de “China” durante las dinastías Ming y Qing. Incluso después de la “liquidación del reino de Ryūkyū” por parte de Japón (su conversión en un prefectura) la pertenencia de las islas era un problema pendiente entre Japón y China. Aunque China fue privada de ellas mediante el Tratado de Shimonoseki, en 1941 anuló este tratado. Con las declaraciones de El Cairo y Potsdam Japón aceptó las disposiciones sobre el tratamiento que recibiría tras la guerra. De modo que si a China se le ocurre reclamar las Ryūkyū, puede reclamar su posesión en cualquier momento. Con más razón aún las Senkaku son chinas sin ninguna duda. Esto es lo que pretende el escrito.

Sin embargo, en la Declaración de Potsdam se afirma que “la soberanía de Japón deberá limitarse a Honshū, Hokkaidō, Kyūshū y Shikoku, así como a las otras islas menores que determinemos”. Y entre esas islas menores se incluye también Okinawa. Por eso, en 1972, Okinawa fue objeto de devolución, pasando de la administración norteamericana a la de Japón. Sobre este asunto el escrito no dice nada. En la raíz de esto está la idea de que, por lo que respecta a los territorios de los “países vasallos” que hace tiempo, durante las dinastías Ming y Qing, recibían el reconocimiento oficial chino, China podrá reclamar su posesión siempre que así lo desee. ¿Pero qué ocurre con Tailandia, Vietnam o Myanmar, que también tributaron y obtuvieron su reconocimiento oficial durante esas épocas del pasado? ¿Y qué hacer, además, con el territorio ocupado actualmente por Corea del Norte y Corea del Sur, que, ya en el decenio de 1880, cuando de hecho Corea era el único estado tributario y supeditado en su reconocimiento a China, fue calificado no como “estado tributario”, sino como un “protectorado” por Yuan Shikai, quien durante su estancia en Seúl se presentó con el cargo de resident, el mismo que utilizaban algunos oficiales británicos destinados en India? (Kawashima Shin y Mōri Kazuko, Gurōbaru Chūgoku e no dōtei – Gaikō 150 nen, Iwanami Shoten, 2009). Aquí, de una forma diferente a las de Corea del Sur o Japón, el gobierno chino está extrayendo de las investigaciones históricas lo que le interesa y utilizándolo políticamente.

Nueve de cada diez okinawenses tienen una opinión negativa de China

Por otra parte, en Internet han aparecido reacciones a estos planteamientos, como la que señala que, a diferencia de Tailandia o Vietnam, que ya son independientes, Okinawa no lo es, y que debería serlo. En relación con esto, es relevante analizar las elecciones al gobierno prefectural de Okinawa celebradas en 2006, así como los resultados de una encuesta de opinión llevada a cabo por el gobierno prefectural entre noviembre y diciembre de 2012 sobre la valoración que merecían a los okinawenses China y Taiwán. El presidente del Partido por la Independencia de las islas Ryūkyū, Yara Chōsuke, concurrió a las elecciones al gobierno prefectural en 2006 y obtuvo 6.220 votos, un 0.93% del total computado. En cuanto a la encuesta cuyos resultados el periódico Okinawa Times publicó el día 9 de mayo, frente al 9,1% de la suma de quienes tienen un concepto de China “bueno” o “en alguna medida bueno”, quienes tienen un “mal concepto” o un concepto “en alguna medida malo” llegan al 89,0%. En contraste con lo anterior, las opiniones positivas con respecto a Taiwán sumaron un 78,2%, frente a un 19,2% de las negativas. Por establecer una comparación, si atendemos a los resultados de una encuesta nacional realizada por la organización Genron NPO entre abril y mayo de 2012 , vemos que las opiniones positivas se sitúan en el 15,6% y las negativas en el 84,3%.

(Escrito el 20 de mayo de 2013 y traducido al español del original en japonés)

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