Japón y los avances en las relaciones entre las dos Chinas

Política

¿Qué cambiará con la “histórica” cumbre?

El jefe de Estado de la República Popular China, Xi Jinping, y el presidente de la República de China (Taiwán), Ma Ying-jeou, se reunieron en Singapur el día 7 de noviembre de 2015, una cita que recibió una amplia cobertura informativa y fue calificada de acontecimiento histórico. El antagonismo de Pekín y Taipéi se remonta a 1946, cuando se inició en el continente la guerra entre el nacionalista Kuomintang y el Partido Comunista, y se consolidó en diciembre de 1949, cuando el Gobierno nacionalista de la República de China se mudó de la provincia de Sichuan a la isla de Taiwán dos meses después de que se hubiera establecido la República Popular China.

Desde 1991, año en que el Gobierno taiwanés abandonó la política de enfrentamiento con China, se habían venido ensayando diversos acercamientos y especialmente desde que Ma asumió la presidencia taiwanesa en 2008 ambos países han entrado en una nueva era, con vuelos directos en ambas direcciones y una significativa presencia de turistas continentales en la isla. Puede decirse que las relaciones entre China y Taiwán se han estrechado y que la cumbre simboliza ese proceso, por lo cual indudablemente ha sido un acontecimiento histórico y existe la percepción de que ambas partes están empezando a moverse hacia la reunificación. Sin embargo, estas visiones optimistas se circunscriben al ámbito de los medios de información del mundo, incluidos los japoneses, y no son compartidas ni siquiera por el Gobierno de Pekín.

La reunión ha sido histórica, evidentemente, si se mira a largo plazo, tanto por el simple hecho de que ambos mandatarios se hayan reunido como porque la reunión ha servido para corroborar en líneas generales los términos del Consenso de 1992, al que luego me referiré. Pero sigue siendo un gran interrogante si a corto plazo se va a producir algún cambio.

Las elecciones terminaron según lo esperado

Podríamos preguntarnos si la reunión de noviembre influyó sobre las elecciones presidenciales y legislativas celebradas en Taiwán el 16 de enero. Tras dos periodos consecutivos el presidente Ma no pudo aspirar a la reelección. Su índice de popularidad ha continuado a niveles muy bajos, en torno al 10 %, hasta las elecciones. Su partido, el Kuomintang, eligió como candidato presidencial al actual alcalde de Nuevo Taipéi, Eric Chu (Chu Li-lian), pero finalmente triunfó su oponente, la líder del Partido Demócrata Progresista (PDP), Tsai Ing-wen, cuya victoria se daba por asegurada.

Como es sabido, en marzo de 2014 estalló la revuelta estudiantil que recibió el nombre del Movimiento del Girasol y las políticas seguidas por Ma con respecto a las relaciones con China, así como la forma en que ha tramitado sus proyectos de ley en la cámara legislativa han despertado recelos especialmente entre los jóvenes. El presidente ha perdido su popularidad y reuniéndose con Xi no ha logrado ni recuperarla ni posicionar favorablemente a su partido. Más bien, el resultado es que ahora arrecian las críticas contra él, porque con esta reunión que se ha sacado de la manga no ha conseguido nada destacable, aparte de corroborar el Consenso de 1992 y hacer suyo el eslogan de “revitalizar China” que tanto utiliza Xi. En este sentido, la reunión no se tradujo en un impulso electoral para su partido.

Ciertamente, la mayoría de los taiwaneses ha visto la cumbre como algo positivo. Pero esto no significa que el pueblo de Taiwán apoye la unificación ni que los problemas que afectan al Estrecho de Taiwán estén dirigiéndose hacia una solución pacífica. Algunos medios japoneses lo han interpretado de ese modo, pero tal interpretación se basa en una visión desfasada. La mayor parte de los taiwaneses desea que el estatus de Taiwán continúe siendo el actual, pues, mientras siga así, aunque en el ámbito internacional no sea reconocido como un estado independiente, podrá seguir ejerciendo sobre la isla un gobierno efectivo. Lo que esa mayoría quizás apoye es que el representante de ese gobierno efectivo se haya reunido con el máximo responsable de China, que es vista como un país extranjero, aunque con ese país se tengan unas relaciones particularmente estrechas. Esa es precisamente la razón por la que no ha cambiado su postura contraria a la independencia de Taiwán.

Desde el punto de vista de Pekín, sin embargo, haber confirmado los términos del Consenso de 1992 tiene una gran importancia. La razón es que el PDP no reconoce la existencia de tal consenso. Así, aunque en estas elecciones el Kuomintang ha sido expulsado del poder, con el presente acuerdo Pekín ha conseguido presionar a los demócrata-progresistas para que sostenga la misma postura. Pero, ¿cuáles fueron los términos del Consenso de 1992?

Significado de la confirmación del Consenso de 1992

El Consenso de 1992 se logró en Hong Kong, donde se reunieron los representantes de Pekín y Taipéi. Ambos Gobiernos habían abierto una línea de diálogo después de que Taipéi aboliera, en 1991, las Disposiciones Temporales de Movilización Efectivas durante el Periodo de la Rebelión Comunista, que habían servido de base para suspender la Constitución y movilizar a la población en contra de la rebelión comunista en el continente. La existencia del Consenso de 1992 solo fue conocida años más tarde, en marzo de 2000, cuando fue hecha pública por el ministro del Consejo de Asuntos Continentales Su Chi. El anuncio se produjo después de la derrota electoral del Kuomintang de Lee Teng-Hui y previamente a la asunción de funciones por el nuevo gabinete del PDP.

El contenido del consenso es, básicamente, el reconocimiento de una única China. Pero la parte taiwanesa hace hincapié en que cada parte se reserva el derecho a interpretar qué significa esa afirmación. Sin embargo, Pekín nunca ha reconocido oficialmente ese margen de interpretación. El Consenso de 1992 resulta ya problemático por su propio nombre, pues mientras Taipei lo considera, simplemente, un consenso o constatación de una conciencia común, Pekín lo toma por un acuerdo en toda regla y así es como lo denomina. La postura de Pekín tampoco fue la misma durante el mandato presidencial de Jiang Zemin (1989-2002) y el de Hu Jintao (2002-2012). Durante el primero, se posicionó claramente en contra de reconocer la libertad interpretativa que reclamaba Taipéi, mientras que durante el segundo no se mostró claramente ni a favor ni en contra.

En esta última cumbre, al parecer, el Gobierno de Xi ha secundado la actitud de Hu o, incluso, se ha mostrado todavía más comprensivo hacia las posiciones taiwanesas. Pero, en este momento en que se pronostica que será el PDP el que forme Gobierno en Taiwán, haber dado la imagen de que se ha reeditado el Consenso de 1992 es visto por Pekín como un gran avance, además de suponer una gran presión para el PDP.

Los propósitos de Ma y la renovación del mapa político

Pero, ¿por qué estaba Ma tan interesando en reunirse con Xi precisamente en este momento? Como he dicho más arriba, Pekín podía ver la reunión como una forma de defender sus intereses tanto a largo plazo –promover las relaciones con Taiwán– como a corto plazo –presionar sobre el Gobierno taiwanés del PDP–. Pero, aunque para Ma pueda ser una oportunidad para dejar su nombre en la historia de las relaciones con Pekín, no parece que su partido, el Kuomintang, haya obtenido ninguna ventaja.

Es verdad que, en cierto sentido, fue una reunión de igual a igual, como se refleja en la anécdota de que, al haberse celebrado en un tercer país, Singapur, la factura de la comida pudo pagarse a medias. Y este hecho, en alguna medida, ha sido valorado en Taiwán. Pero otros aspectos como la logística y la puesta en escena corrieron por cuenta de Pekín y el menú estuvo basado en las especialidades de las regiones de procedencia de los últimos líderes históricos de la República Popular China, sin ninguna presencia de platos taiwaneses.

¿Qué habrá pretendido Ma con esta cumbre? Tsai, hasta entonces candidata opositora, se presentó con una gran ventaja en las elecciones. Chu, candidato del Kuomintang, llevaba las de perder. El problema estaba en las elecciones legislativas que se han celebrado simultáneamente. En estos otros comicios el PDP también se ha alzado con la victoria, consiguiendo una mayoría absoluta, aunque el sistema bipartidista no se ha roto y el Kuomintang sigue siendo el segundo partido más votado. Lo que está considerando ahora Ma es, probablemente, de qué forma va a desempeñar el Kuomintang su papel como principal fuerza de la oposición.

Es muy probable que el nuevo Gobierno del PDP encuentre muchas dificultades en sus relaciones con Pekín. Se espera que el Kuomintang pueda recurrir a sus buenas relaciones con Pekín para presionarle. Cobra importancia entonces el detalle de quién será, dentro del Kuomintang, la figura que encarne esa buena relación. Se entiende que, después de la cumbre, Ma queda en óptima situación para convertirse en esa figura. Hasta ahora, había sido el exvicepresidente Lien Chan, de edad ya avanzada, quien había desempeñado ese papel.

Tras los comicios Eric Chu ha abandonado su puesto al frente del Kuomintang responsabilizándose de la derrota electoral. Aunque Ma no contempla actualmente la posibilidad de tomar las riendas del partido ocupando ese puesto, en cualquier caso para lograrlo tendría que imponerse al grupo del presidente de la Cámara Legislativa Wang Jin-pyng, un político nacido y criado en la isla.

Claro que, si a partir de mayo de 2016 el Kuomintang planta cara al PDP recurriendo a sus buenas relaciones con Pekín, su imagen prochina se reforzará y, dentro del partido, el cisma con el grupo de Wang Jin-pyng se ahondará, lo que podría llevar a una reorganización del mapa político.

Una oportunidad para replantearse las relaciones con Taiwán

Lo que ocurre a ambos lados del estrecho de Taiwán siempre es importante para Japón, tanto en lo económico como para su seguridad nacional. Japón debe estar pendiente de cumbres como la que se ha llevado a cabo y de cualquier otro desarrollo ulterior.

Al mismo tiempo, las reuniones al más alto nivel entre Pekín y Taipéi parece que representan oportunidades para que Japón reconsidere algunos aspectos de su política con respecto a China y a Taiwán. Por ejemplo, desde la normalización de las relaciones diplomáticas con China en 1972, Japón reconoció a la República Popular China como único Gobierno legítimo y mostró su comprensión y respeto hacia la postura mantenida por Pekín de que Taiwán es una porción irrenunciable del territorio de esta República Popular. Esa es la razón de que todas las relaciones entre Japón y Taiwán estén en manos de las organizaciones privadas Kōryū Kyōkai (Asociación de Intercambio) y Atō Kankei Kyōkai (Asociación para las Relaciones en Asia Oriental).

Esto obliga a instancias gubernamentales japonesas como los ministerios de Asuntos Exteriores y Defensa, a los políticos y a todos aquellos que ocupan cargos públicos de cierta relevancia a no hacer contactos directos con Taiwán. Hay muchas reglas, fruto de un acuerdo tácito, que se han ido gestando a lo largo de estos 40 años de relaciones bilaterales. Pero, al mismo tiempo, entre China y Taiwán las cosas van cambiando y los contactos ya no se limitan a visitas mutuas a nivel de ministros o equivalentes, sino que incluso se celebran cumbres. Japón también debería responder de alguna forma a estos cambios de situación.

Otros países están reaccionando atentamente. Japón dispone en Taiwán de un organismo llamado Oficina en Taipéi de la Asociación de Intercambio que equivale a una embajada. Su director viene a ser, pues, el embajador de Japón en Taiwán. Pero en el caso de Corea del Sur, el organismo se denomina Representación Surcoreana en Taipéi y su cabeza es llamado Representante. En vista de los avances que se están dando en las relaciones entre Pekín y Taipéi, Japón podría perfectamente ajustar el grado de restricción que, en consideración a China, viene imponiendo a sus relaciones con Taiwán.

Aunque la presente cumbre no traiga cambios inmediatos a la política internacional o a las cuestiones de seguridad, puede verse como una importante oportunidad para hacer este tipo de ajustes en aspectos administrativos. ¿Pueden seguir aplicándose, en esta época en que es posible una cumbre entre Xi y Ma, las mismas reglas que se establecieron en la época de Mao Zedong y Chiang Kai-shek? Para Japón, puede decirse que ha llegado el momento de tratar de elevar de nivel o, al menos, de replantearse, sus relaciones con Taiwán.

(Escrito el 9 de diciembre de 2015 y traducido al español del original en japonés)

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