Japón ante la tensa situación en el Mar de la China Meridional

Política

China se cree una potencia: su posición ante el problema

Prácticamente todos los expertos del mundo en temas chinos coinciden en afirmar que desde que se inició el mandato de Xi Jinping (noviembre de 2012) la política sostenida por Pekín en los mares de la China Oriental y Meridional se ha hecho más dura de lo que ya era. Y quienes siguen de cerca la política exterior china vaticinan que, a diferencia del anterior jefe de Estado, Hu Jintao, en materia marítima y territorial Xi no va a hacer concesiones.

Como quedó patente en documentos como la Declaración de Conducta de las Partes en el Mar de la China Meridional de 2002 con los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) o el acuerdo de 2008 entre Tokio y Pekín para el desarrollo conjunto de proyectos en el Mar de la China Oriental, durante los mandatos presidenciales de Jiang Zemin (1989-2002) y Hu Jintao (2002-2012) China mostraba todavía algún margen para la negociación en temas de soberanía territorial o derechos de explotación de los mares. Sin embargo, con Xi, China sigue adelante con sus obras de ampliación de arrecifes y escollos, donde construye pistas de aterrizaje e incluso instalaciones militares, obras que no detiene pese a las protestas de los países afectados, otros países de la zona o Estados Unidos.

Entre los chinos, la idea más compartida es que ahora que el país se ha dotado de la fuerza suficiente, está haciendo realidad por la fuerza las pretensiones que en otras épocas se quedaban en meras reclamaciones o protestas. El poderío militar alcanzado por China está llevando a pensar a su población que China se ha convertido en un gran país, en una potencia, y que esa es la razón de que lo que antes no podía conseguir lo consiga ahora.

Xi sabe que Estados Unidos no puede tomar medidas duras

Esta es la lógica interna que sostiene la actuación del Gobierno de Xi frente a otros países. El endurecimiento de la política exterior china comenzó a manifestarse en la segunda mitad del mandato de Hu y se acentuó cuando Pekín fue consciente del debilitamiento que había causado en Estados Unidos la situación derivada de la quiebra de la financiera Lehman Brothers. Pero, no contento con continuar esa política, Xi está dando nuevos pasos.

Detrás de este cambio se aprecia el hecho de que esta política responde a un determinado estado de la opinión pública interna. Pero no es solo eso. Si no ya la conciencia de ser la segunda potencia mundial, se percibe al menos la conciencia de disfrutar de una supremacía aplastante en el marco de Asia Oriental, y de que, como país hegemónico del Este de Asia o Eurasia, puede aportar un concepto o diseño de la región y bienes públicos internacionales.

Por supuesto, el hecho de haberse convertido en un país hegemónico en la región no significa que automáticamente pueda adoptar políticas duras en lo tocante a intereses territoriales o marítimos, pero la China de Xi probablemente haya juzgado que, por una parte, el país tiene capacidad para construir bases en esas islas ocupadas y, por la otra, ni los países del área tienen fuerza para dirigir una protesta seria ni Estados Unidos va a tomar medidas de fuerza para detener ese avance. Cabe pensar que este juicio se funda en realidades como el fortalecimiento del poderío militar chino, la política norteamericana frente al gigante asiático, el escaso poderío militar de los países de ASEAN o sus muchos lazos económicos con China.

Limitados efectos de la operación “Libertad de Navegación”

Esta actitud de China, lógicamente, ha despertado el interés de Estados Unidos. Desde que adoptó su política de redistribución de fuerzas (Rebalance), Estados Unidos se ha comprometido en el desarrollo económico de Asia Oriental y ha concedido a China un importante lugar dentro de esa política. Ha fortalecido también sus relaciones con Japón y con sus otros aliados en materia de seguridad, aunque con ello no pretende crear tiranteces en su relación con China. La actitud frente a China de la administración de Obama durante su segundo mandato difiere de la mantenida durante el primero, pues parece que ahora mira a este país con mayor cautela, pero las vías de diálogo siguen abiertas.

Aun así, Estados Unidos ha tenido que mover ficha finalmente, y lo ha hecho desplazando uno de sus destructores equipados con el sistema de defensa Aegis al Mar de la China Meridional. La operación ha sido bautizada “Libertad de Navegación”. Pero Estados Unidos no se inmiscuye en los problemas territoriales propiamente dichos. Por ahora, se está limitando a advertir a China en torno a qué derechos pueden y no pueden reclamarse a raíz de las obras de ampliación que China está haciendo en los atolones y otras interpretaciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, y a corroborar las interpretaciones sobre el principio de libertad de navegación. Frente a las pretensiones chinas de ser informada cada vez que un barco desee pasar siguiendo el régimen de “paso inocente” que se aplica en las aguas territoriales, Estados Unidos sostiene que es posible pasar por esas aguas sin aviso previo.

Evidentemente, China entiende estos asuntos marítimos de una forma diferente a la de los países occidentales o Japón, pero no está sola, pues muchos otros países del mundo interpretan las cosas de esa manera.

Por otra parte, hay que considerar cómo entiende China la actitud que Estados Unidos toma hacia ella. La idea es que, aunque envíe su destructor al Mar de la China Meridional, Estados Unidos no podrá detener la construcción de aeródromos o instalaciones militares en los islotes ocupados por China. En realidad, ni siquiera Estados Unidos debe de pensar que su movimiento pueda surtir ese efecto.

A la vez que envía su destructor a esas aguas, Estados Unidos realiza ejercicios militares conjuntos con China en aguas próximas a Shanghai e invita a China a participar en otros ejercicios militares, los RIMPAC (Rim of the Pacific Exercises). No parece que China pueda considerar, así las cosas, que el envío del destructor al Mar de la China Meridional sea una medida dura. En ese sentido, aunque pueda decirse que la administración Obama ha endurecido ligeramente su política para contener a China, desde el punto de vista chino la situación no es tal que China vaya a verse forzada a cambiar su postura.

Economía o soberanía: el dilema de los países de ASEAN

Aunque la tensión crezca en el Mar de la China Meridional, es difícil que los países de la ASEAN hagan frente a la situación abiertamente. En Asia Oriental no se ha creado una organización comparable a la OTAN. Aun así, los países que sufren directamente el endurecimiento de las posturas chinas están activando sus contactos y alianzas. Han empezado ya a intercambiar información sobre su situación nacional y sobre la forma en que están respondiendo a China. Muchos de los países implicados partían de una estrecha relación económica con China y se debaten por compatibilizar la defensa de su soberanía y seguridad nacional con el mantenimiento de esos lazos. Y les une el reto común de mejorar las capacidades de sus guardacostas.

En esta situación, la iniciativa filipina de llevar este problema a un tribunal internacional (la Corte Permanente de Arbitraje) podría tener un cierto efecto disuasorio. Aunque China no varíe su postura, si los países implicados emiten este tipo de mensajes hacia el exterior es de esperar que consigan tener algún impacto sobre la comunidad internacional.

Japón también es país afectado

Para Japón, el del Mar de la China Meridional no es un problema totalmente ajeno. Históricamente, en la época de la guerra, Japón ocupó prácticamente todas esas islas y explicitó su renuncia a las islas Spratly mediante el Tratado de Paz de San Francisco y el Tratado de Paz con la República de China (Taiwán). Las disputas sobre estas islas durante la segunda mitad del siglo XX pueden verse como disputas territoriales originadas a raíz de la renuncia japonesa.

Además, para el Japón actual este mar constituye una importante vía marítima y los problemas territoriales que ocurran en esas aguas quedan siempre vinculados a los que ocurren en el Mar de la China Oriental. Si pensamos en todo esto, en cierto sentido Japón puede contarse también entre los países afectados por el problema.

Vietnam y otros países directamente afectados saben que la implicación norteamericana en este problema será limitada y esperan que Japón se implique más en él. Sin embargo, desgraciadamente, por el momento es muy improbable que Japón envíe a esas aguas efectivos de sus Fuerzas Marítimas de Autodefensa. Podría pensarse en una implicación de la Agencia de Seguridad Marítima de Japón (Guardia Costera), pero se cree que su capacidad de hacer frente a China en aguas del Mar de la China Oriental está ya muy cerca del límite. Por el momento habrá que pedir que mejore sus capacidades suministrándole nuevos buques y trabajando en la capacitación de su personal.

Cinco posibles líneas de actuación

¿Qué cabe hacer, entonces, frente a esta China que no parece dispuesta a dar su brazo a torcer? Por supuesto, es posible oponerse a su intención de convertir en bases militares los terrenos que está añadiendo a esos islotes. Pero, como he dicho más arriba, en la situación actual no puede esperarse ningún resultado positivo. Si acaso, en adelante, podría pensarse en las siguientes posibles líneas de actuación.

En primer lugar, tratar de evitar que China amplíe y construya aeródromos en nuevos arrecifes o escollos. Para ello se necesitaría una mayor implicación de Estados Unidos, pero también Japón tendría un importante papel. En segundo lugar, crear los mecanismos necesarios para evitar que cualquier incidente que ocurra pueda pasar a mayores, llegando a acuerdos sobre prevención de accidentes marítimos o un teléfono rojo para casos de emergencia. Sería posible lograr algo así no solo para el Mar de la China Oriental, sino también para el de la China Meridional. La tercera línea sería reforzar las capacidades de los guardacostas y de la infantería de marina de los países del área, de forma que sean capaces de hacer frente a China. En este apartado el papel de Japón sería especialmente importante. La cuarta opción sería afinar algo más en cuanto a la interpretación del derecho internacional y otros asuntos, incluyendo en el diálogo a China. En este caso, sería vital incluir en el círculo a países occidentales y otros países no directamente implicados. Habría una quinta posibilidad: relativizar el peso de la propaganda china activando la diplomacia pública con respecto al resto de los países del mundo. Únicamente, hay que pensar en este caso que el efecto sería muy reducido si el enfoque se limitase a los problemas de soberanía o territorialidad. Más promisorios serían, aquí, los enfoques medioambientales. Las ampliaciones y obras en islotes llevadas a cabo por China son, indudablemente, actuaciones que destruyen el medio ambiente. Desde el punto de vista de las ONG y de los medios de comunicación occidentales, el peligro que corren estos bellos arrecifes coralinos despierta más interés que problemas territoriales que se les antojan demasiado lejanos. Algo así fue lo que me confesó un investigador occidental que había recibido las “correctas” explicaciones del Gobierno japonés sobre este problema territorial. La legitimidad es sin duda importante para uno mismo, pero en las relaciones públicas nunca hay que olvidar lo que produce interés en el otro, lo que lo atrae.

(Escrito el 21 de diciembre de 2015 y traducido al español del original en japonés)

Japón China Kawashima Shin Estados Unidos soberania diplomacia publica Mar de la China Meridional Xi Jinping Mar de la China Oriental territorio