El auge de China visto desde Alemania y Japón

Sociedad Cultura

El resurgimiento de China en la escena internacional ha causado inquietud en Europa y Asia Oriental. Aunque Europa ya tiene bastante con sus propios problemas de momento, parece que Japón todavía tiene tiempo libre para entrar en disputas —no siempre fructíferas— con China, como ha quedado de manifiesto últimamente.

Por desgracia, no solo se han deteriorado las relaciones diplomáticas entre Japón y China, sino que los pueblos de ambos países también están experimentando un acelerado distanciamiento. Según el sondeo gubernamental de opinión pública sobre la diplomacia (disponible solo en japonés) de octubre de 2011, el 71% de los japoneses no tienen ningún “sentimiento de simpatía (shinkinkan)” hacia China —es decir, que no les gusta ese país—, mientras que solo un 26% expresan sentimientos positivos hacia China. Los sondeos de opinión realizados en China también dibujan un panorama similar al de Japón. La diferencia de percepción entre ambos pueblos se ha ido ampliando durante los últimos diez años.

Los lazos van más allá de los sentimientos

Más que lo ocurrido en política y diplomacia, el motivo principal de esta situación es la forma en que los medios de comunicación informan sobre estos hechos. Mientras que pequeños debates por reclamaciones territoriales sobre determinados peñascos suelen exagerarse, la realidad de la asociación chino-japonesa en muchas áreas a menudo pasa desapercibida. Aunque más del 70% de los japoneses afirman que China no les gusta, gran parte de este 70% podría estar trabajando, conscientemente o no, en una empresa que se beneficia enormemente del crecimiento económico chino. Sin ese crecimiento, los resultados económicos de Japón de los últimos diez a quince años habrían sido peores todavía. Y entre ese 70% que muestra su desagrado por su vecino continental puede que haya muchos que realizan frecuentemente sus compras en las tiendas de todo a cien yenes que venden innumerables productos fabricados en China. En una época de disminución de los ingresos (como el recorte del 8% en los salarios de los funcionarios aprobado en marzo de 2012), de subidas de impuestos (previstas tanto para el impuesto sobre el consumo como para el impuesto sobre la renta), de aumento de los costes del bienestar, y de aumento de la carga impositiva sobre las familias con hijos, a la hora de debatir sobre las relaciones chino-japonesas hay que hacer hincapié en la motivación de realizar compras con presupuestos ajustados que mueve a las familias con bajos ingresos.

Asimismo, Europa y Estados Unidos, no solo Japón, están beneficiándose enormemente de la actividad económica china. Sin plantas de producción en China, el iPhone de Apple, por citar un ejemplo, no estaría tan fácilmente al alcance de un gran número de personas en Europa, EE.UU. o Japón. Los denominados “países industrializados” están en proceso de desindustrialización, traspasando sus plantas de producción a China y a otros países para poder generar mayores beneficios. Sin este recurso, muchas de estas empresas no hubiesen podido sobrevivir a la reciente crisis económica.

Por consiguiente, la cuestión del papel futuro de China no puede determinarse exclusivamente por las consideraciones diplomáticas, estratégicas y militares que nos surgen de forma inmediata a raíz del auge de China y de la potencial “amenaza china”. La interdependencia de las economías china, europea, estadounidense y japonesa debe tenerse también muy en cuenta.

No hay necesidad de temer al “peligro amarillo”

Históricamente, Occidente ha considerado a China muchas veces como “un peligro”. Pero curiosamente, Japón a veces ha defendido a China contra esta percepción occidental (aunque no de forma completamente desinteresada). En 1905, un diplomático japonés afincado en Europa, el vizconde Suematsu Kenchō (1855-1920), afirmó ante un público británico que no debían tener miedo de China porque China, como su historia demuestra, no es un país agresivo, a pesar de su tamaño. Es evidente que Suematsu tenía la intención de desviar los temores al “peligro amarillo” en Europa a raíz de la Guerra ruso-japonesa. Pero sus palabras (que luego dejó escritas) siguen teniendo vigencia, particulamente desde un punto de vista contemporáneo:

“La expansión de China es un tema importante en la historia, pero hace tiempo que llegó a su límite [...] El área del centro original de China era muy limitada, pero su esfera de influencia y actividad iba creciendo, generación tras generación, a medida que la civilización se desarrollaba y alcanzaba a las regiones colindantes [...] La peculiaridad de esta expansión es que, grosso modo, no ha sido resultado de una conquista agresiva. China ha actuado siempre a la defensiva, y los pueblos que la rodean siempre han asumido la ofensiva contra ese país.”(*1))

Japón, Alemania y otros países occidentales no tendrán más remedio que acabar encontrando la manera de entenderse con China, ya que ese país no va a desaparecer del mapa, por así decirlo. Solo la integración de China en la comunidad internacional generará sentimientos de seguridad en China; no eslóganes antichinos o acciones para aislar a ese país, ni acciones para desenterrar la noción del “peligro amarillo”, que tan en boga estuvieron hace cien años en Europa.

(8 de agosto de 2012; traducción al español del original en inglés)

(*1) ^ Vizconde Suyematsu (Suematsu Kenchō), The risen sun (“El sol naciente”), págs. 269-270. Londres: Archibald Constable & Co., 1905. (Este texto está disponible online.

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