Criticar a los jóvenes japoneses no les hará marcharse al extranjero

Sociedad Cultura

El interés por el extranjero continúa siendo alto

Un informe de principios de 2012 que constataba la disminución del número de estudiantes japoneses en universidades estadounidenses hasta menos de veinte mil por primera vez en un cuarto de siglo ha provocado un alud de artículos que se lamentan de un supuesto descenso del interés de los jóvenes japoneses por el mundo que los rodea.

Un periódico llegó a titular “Los estudiantes se quedan en Japón”, mientras que otro cronista también había escrito anteriormente sobre el mismo fenómeno afirmando que “Los jóvenes japoneses no tienen interés en salir al extranjero”. 

Nada más lejos de la realidad. De nueve universitarios que acompañé a un viaje por Europa en 2008, cuatro habían estudiado en el extranjero o iban a regresar durante un año o más a una institución extranjera de enseñanza superior. No obstante, cabe remarcar que EE.UU. no era el destino elegido por ninguno de los cuatro. Uno se encuentra ahora en Winnipeg, Canadá, con un visado de trabajo y vacaciones de dos años. Otro había pasado un año en Toronto. Y otro fue al Reino Unido. 

Suponer que los jóvenes japoneses son perezosos porque no acuden a las universidades estadounidenses no tiene en cuenta la diversidad de las oportunidades de estudios en el extranjero a disposición de los estudiantes japoneses en instituciones fuera de  EE.UU. Mientras que los 47.000 estudiantes japoneses que había en las universidades estadounidenses en 1997 representaban a tres de cada cuatro japoneses que estudiaban en el extranjero ese año, hoy los estudiantes japoneses están matriculados en universidades de China, Reino Unido, Australia, Alemania, Taiwán, Canadá, Francia, Corea del Sur y Nueva Zelanda, por ese orden. De hecho, si se suma a todos los estudiantes japoneses de esos destinos, el total combinado es mayor que el número de estudiantes japoneses en universidades estadounidenses. 

Es bueno tener en cuenta que el descenso del número de estudiantes japoneses en facultades estadounidenses es el resultado de factores muy diversos, especialmente el repentino y desorbitado aumento del coste de las matrículas. Un motivo del aumento de la popularidad de los estudios en Australia, Canadá, Nueva Zelanda y el Reino Unido es el visado de trabajo y vacaciones que pueden obtener los jóvenes japoneses que viajan a esos países. Los estudiantes extranjeros que desean ir a EE.UU. no tienen la opción de combinar trabajo, vacaciones y estudios a la vez. En la actualidad, cerca de veinte mil jóvenes japoneses están disfrutando de una estancia prolongada en estos cuatro países citados anteriormente, lo cual no puede interpretarse como un signo de apatía respecto al resto del mundo. 

Los pesimistas señalan el futuro debilitamiento de los lazos entre EE.UU. y Japón debido a la sustitución de estudiantes japoneses en universidades estadounidenses por estudiantes chinos. Entre 1994 y 1997, los estudiantes japoneses eran los más numerosos entre los extranjeros matriculados en instituciones estadounidenses. Pero en la actualidad los más numerosos son los chinos. De hecho, en 2011 más de una cuarta parte de la población estudiantil extranjera en EE.UU. es de nacionalidad china. Los japoneses no llegan al tres por ciento. 

Más opciones para los estudiantes en la actualidad

Pero las cifras no lo explican todo. Incluso una rápida mirada a estadísticas fácilmente consultables demuestra que los jóvenes japoneses salen al extranjero en un número mayor que nunca. Si se tiene en cuenta el descenso del treinta por ciento en la población en edad universitaria ocurrido durante los últimos quince años en Japón, porcentualmente, es mucho más probable que los actuales jóvenes estudiantes japoneses viajen al extranjero para aprender idiomas y vivir en otros países mucho más que en el pasado. 

En lo que respecta a los 200.000 estudiantes chinos matriculados en universidades estadounidenses, la mayoría estudia fuera porque las dos mil universidades de China no pueden admitir a treinta millones de jóvenes deseosos de obtener titulación. Y ese número pronto aumentará hasta los cuarenta millones. Las condiciones que obligan a los estudiantes chinos a salir al extranjero para estudiar son muy distintas de las que experimentan los estudiantes japoneses en la actualidad.

Asimismo, cabría remarcar que los universitarios japoneses ya no tienen que ir al extranjero para participar en intercambios educativos internacionales. Por ejemplo, en la Universidad Doshisha, en Kioto, los estudiantes japoneses pueden asistir a cursos impartidos en inglés ofrecidos por profesores extranjeros, en los propios programas de lengua inglesa de la universidad o como oyentes de programas de universidades extranjeras impartidos por Doshisha. Los estudiantes japoneses pueden entablar amistad con estudiantes extranjeros (en gran parte provenientes de universidades estadounidenses) sin tener que pagar cincuenta mil dólares al año en matrículas, como habrían tenido que hacer en EE.UU. El coste medio de las carreras en algunas de las mejores universidades de Japón llega a ser una cuarta parte de esa cantidad. 

Todavía se pueden hacer muchas cosas para animar a los estudiantes japoneses a regresar a las universidades estadounidenses. Por ejemplo, a menudo se citan las pobres calificaciones en lengua inglesa de los estudiantes japoneses en exámenes internacionales para explicar el motivo por el que los estudiantes chinos y coreanos están ganando la carrera para obtener acceso a las escuelas de postgrado de élite de EE.UU. Si eso es cierto, ¿por qué no se permite a los estudiantes japoneses tomarse un tiempo libre en el verano para regresar a las facultades de lengua inglesa en EE.UU. y otros países? Esta idea tuvo que abandonarse cuando las autoridades educativas japonesas presionaron a las universidades para que incrementasen las horas lectivas, lo que amplió el periodo lectivo japonés de primavera hasta finales de julio e incluso hasta principios de agosto.

Aunque la decisión de alargar el periodo lectivo fue tomada por burócratas bienintencionados, no se tuvieron en cuenta las consecuencias negativas bastante predecibles respecto a los programas de estudio en el extranjero. Hay muchas opciones políticas abiertas para animar y ayudar a los estudiantes japoneses a viajar al extranjero, especialmente a EE.UU. Coordinar el curso académico japonés con el resto del mundo sería un paso en la dirección correcta. Proporcionar ayudas económicas para contrarrestar el alto coste de las matrículas de las facultades estadounidenses sería otro. E introducir un visado que permitiese a los estudiantes japoneses hacer en EE.UU. lo que los acuerdos de vacaciones combinadas con trabajo les permiten hacer en otros países sería muy útil para inclinar la balanza a favor de EE.UU. Pero echar la culpa a los jóvenes de medidas que están fuera de su control no servirá de mucho. 

(17 de diciembre de 2012; traducción al español del original en inglés)

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