Repaso del Festival Internacional de Cine de Tokio 2014

Cultura Cine

Puede que aquellos que no pasaran por Roppongi como una exhalación de camino al trabajo se detuvieran y maravillaran ante los carteles que cubrían las paredes de la estación este otoño. Los anuncios del Festival Internacional de Cine de Tokio (TIFF, por sus siglas en inglés) de este año, con sus crudos monocromos y su chocante logo, diseñado por Sano Kenjirō, fueron de los más bellos de los últimos años. Pero el tono no estaba bien.

“Oh, llegar a ver el día en que Tokio se pueda comparar con Cannes, Venecia y Berlín”, decía un eslogan. “No debemos olvidar que nuestra nación vio nacer a algunos de los directores más respetados del mundo”, proclamaba otro. El director Matsue Tetsuaki (Flashback Memories 3D) no era el único que encontraba el segundo particularmente cuestionable: cuando se conectó a Twitter para decir que le parecía “vergonzoso” que un país se jactara de los logros de un individuo, su comentario fue “retwiteado” más de 3.000 veces.

¿Una nueva dirección para el TIFF?

No sería justo juzgar un festival de cine por su márketing, pero algo raro estaba ocurriendo en el TIFF este año. La cumbre cinematográfica más importante de Japón, con casi treinta años a sus espaldas, de pronto quiere ser cool (o, más bien, “Cool Japan”, una frase que aparecía una y otra vez en el folleto del festival). El director general Shiina Yasushi habló de la necesidad de que el TIFF “promoviera proactivamente una cooperación cercana con contenidos de calidad, como parte de sus iniciativas ‘Cool Japan’”. Y como si esas palabras fueran la señal, Akimoto Yasushi, el productor de AKB48 (presencia inevitable, últimamente) apareció para hacer de “productor ejecutivo”.

Aunque la naturaleza exacta de su implicación sigue sin quedar clara, quizá fuera Akimoto quien sugirió a los organizadores que pusieran más anime en el menú, sobre todo una retrospectiva dedicada al creador de Evangelion, Anno Hideaki. Quizá también fuera él quien los animó a que diversificaran: la acción de este año estaba dividida entre la sede del TIFF, en Roppongi Hills, y el nuevo multicine de Toho Cinemas en Nihonbashi, con lo que se duplicó el número de proyecciones respecto a 2013. Los eventos incluyeron una cumbre de cosplay, una representación de kabuki y una feria de “Cocina de Cine de Tokio” (es decir, puestos de comida de moda). Todo esto no podía sustituir una buena película, claro; la mayoría de estos eventos parecían más bien distracciones innecesarias.

Puntos álgidos para los aficionados al cine

La actriz Miyazawa Rie con su premio a la Mejor Actriz por Kami no tsuki (© Jiji Press)

Hay que decir, para alabar lo que se debe alabar, que los organizadores lograron al menos una producción doméstica de alto nivel para la sección de competición: Kami no tsuki (“Luna de papel”, o Pale Moon en su versión en inglés), la película que Yoshida Daihachi realizó tras Kirishima, bukatsu yamerutteyo (“Kirishima dice que deja el club”; The Kirishima Thing en su versión en inglés). Es una adaptación de una novela de éxito escrita por Kakuta Mitsuyo, y cuenta la historia de una cajera de banco (Miyazawa Rie) que empieza a disfrutar de la buena vida usando dinero de fraudes; es una película bien actuada y dirigida, aunque tampoco es nada especial. No parece que la protagonista se juegue mucho, y la historia carece de la ingenuidad de Kirishima, aunque esto no impidió que se llevara el Premio del Público y el Premio a la Mejor Actriz para Miyazawa.

Okita Shūichi, ganador del segundo puesto en el Premio Especial del Jurado en el TIFF de 2011, fue calurosamente recibido de vuelta con Taki wo mini iku (“Voy a ver la cascada”, o Ecotherapy Getaway Holiday, en su versión en inglés). El talento del director para las comedias sosegadas y de baja presión funciona bien en esta historia sobre un grupo de mujeres de mediana y avanzada edad que se pierden en el bosque durante un tour. Okita, trabajando con un reparto de actores poco conocidos que acudieron a una audición abierta, logró una obra con bastante encanto, al tiempo que daba voz a uno de los sectores demográficos con menos presencia en el cine japonés.

Con otro estilo, el documental Hōyō (“Abrazo”, o Walking with My Mother en su versión en inglés) de Sakaguchi Katsumi también es material potente: un retrato íntimo de Suchie, la anciana madre de la directora, rodado a lo largo de cuatro años mientras se lamentaba por las muertes de su hija y su marido. Aunque es dolorosamente triste a ratos, también estaba lleno de un sorprendente humor, sobre todo en las escenas de Suchie con su hermana menor.

Había mucho que disfrutar en Hyaku en no koi (Amor de cien yenes), que se llevó a casa el premio principal de la sección Japan Cinema Splash, de cine japonés. La mugrienta mezcla de comedia y drama de Take Masaharu provocó muchas risas, y Andō Sakura estaba insuperable como holgazana que intenta convertirse en boxeadora profesional. Sin embargo el disfrute del público se vio empañado por el superficial tratamiento de una brutal escena de violación, sin mencionar algo de dirección amateur en algunos puntos.

Hay mucho que mejorar

No obstante, es una película muy superior a muchos de las otras obras mostradas en el Japan Cinema Splash. No se puede sacar placer alguno de disparar críticas contra cintas independientes de presupuesto cero, tan poco maduradas como Shiranai machi (“Ciudad desconocida”), de Ohuchi (Ōuchi) Shingo, o tan erráticas como los 160 minutos de Chokolietta, de Kazama Shiori, o tan egocéntricas y pobremente realizadas como Kaihōku (“Zona liberada”, o Fragile en su versión en inglés), de Ōta Shingo. Pero en un festival que presenta una muestra tan incompleta del cine japonés actual, ¿tiene algún sentido dedicar tanto espacio a trabajos tan mediocres?

Resulta irónico que el principal rival asiático del TIFF, el Festival Internacional de Cine de Busan, de Corea del Sur, ofrezca una selección mucho mejor de películas japonesas: este año ha presentado los últimos trabajos de directores como Sono Sion, Kawase Naomi, Tsukamoto Shin’ya e Ishii Yūya (muchos de los cuales, hay que reconocer, ya se habían estrenado en su país de origen). Y con todo lo que se habló en la publicidad del TIFF sobre “directores respetados”, resulta chocante que no hubiera un programa de cine japonés clásico. La sección “Nippon Cinema Classics” se canceló discretamente en 2009, no lo olvidemos.

(Artículo traducido al español del original en inglés. Foto del banner: el Japón tradicional acapara el escenario el 23 de octubre, en la ceremonia de apertura del TIFF en el Roppongi HIlls Arena. © Jiji Press)

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