La pérdida de un diseñador internacional: Ekuan Kenji

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Muere Ekuan Kenji, pionero del diseño industrial

Ekuan Kenji, figura emblemática del diseño industrial japonés, murió el 8 de febrero, a la edad de 85 años. Ekuan fue un pionero que abrió camino en la noción misma del diseño industrial en Japón.

Un artículo especial de Ekuan tras el Gran Terremoto del Este de Japón

Lo cierto es que, justo después de que ocurriera el desastre del Este de Japón, el 11 de marzo de 2011, cuando se le pidió que escribiera un texto para el OPINION 3/11 (la publicación antecesora de la página web plurilingüe nippon.com) aceptó hacerlo con mucho gusto.

En dicho texto enfatizaba que “Los japoneses deben volver a la relación de respeto y reverencia con la que trataban a la naturaleza sus antepasados en tiempos remotos”, pero también señaló que “Los japoneses son valorados en todo el mundo por tener perseverancia y un carácter colaborador; considerando ese espíritu japonés, estoy seguro de que la restauración del país es posible”. Ya han pasado casi cuatro años desde entonces; las obras de recuperación casi han llegado a su culmen, pero hasta que se puedan considerar terminadas la reconstrucción aún falta un largo camino por recorrer.

Su punto de partida fue Hiroshima

En 2014 Ekuan recibió el Compasso d’Oro (compás de oro), un premio internacional al mérito que se suele denominar el “Nobel del diseño”, y que han recibido personas y entidades tales como Apple, de Estados Unidos, o el italiano Giorgio Armani, y que reafirmó a Ekuan como un maestro del diseño japonés, que recibe tan alta estimación en todo el mundo.

Su deseo de convertirse en diseñador viene de Hiroshima. Tras el bombardeo, Ekuan visitó en dicha ciudad el templo del que su padre era monje superior, y durante la visita se sintió fuertemente impactado por aquella situación desastrosa, y se dio verdadera cuenta de la necesidad de realizar diseños que enriquecieran la vida diaria. Tras estudiar en el Departamento de Diseño de la antigua Escuela de Bellas Artes y Música de Tokio (la actual Universidad de Arte de Tokio) fundó, en 1957, el Instituto de Investigación de Diseño Industrial GK.  Creó una nueva corriente a través de la cual las obras del diseño industrial, hasta entonces elaboradas solo por diseñadores internos de las empresas, empezaron a subcontratarse a expertos externos.

El nombre de Ekuan saltó a la fama definitivamente a raíz del Encuentro Internacional de Diseño que se realizó en Tokio en 1960. En dicho evento Ekuan hizo sonar la campana ante la llegada de una innovación tecnológica, basada en el interés por los materiales, y aseguró que el diseño debía realizarse teniendo en cuenta al usuario, y no limitándose a la tradición de manufactura japonesa, que lo basaba en la técnica.

Consideraciones filosóficas también como monje

Entre sus diseños destaca el del bote de salsa de soja de Kikkoman, de 1961, que hasta la fecha ha vendido más de 400 millones de unidades y se exhibe en el MoMA (Museo de Arte Moderno) de Nueva York como muestra de diseño japonés. Además también fue responsable de diseños en todo tipo de géneros, desde las motocicletas y los instrumentos musicales de Yamaha, el primer modelo del tren bala de Akita y los vagones del Narita Express, y logotipos de la compañía petrolífera Cosmo o las cadenas de tiendas de veinticuatro horas Mini Stop.

Ekuan también es monje budista, y no solo se ha dedicado a sus diseños, sino que también ha unido a su actividad su faceta de filósofo. Para recordar a Ekuan también de esa manera, hemos decidido publicar de nuevo su artículo “Un corazón temeroso de la naturaleza”, un artículo especial que hizo justo después del Gran Terremoto del Este de Japón, en 2011.

Esperamos sinceramente que Ekuan Kenji, que tanto ha dado al mundo, pueda descansar en paz.

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Un corazón temeroso de la naturaleza

Representante del grupo de diseñadores GK
Ekuan Kenji

Hiroshima cruza por mi mente

Una quinta parte de Japón se ha visto afectada por este desastre en el este del país. Tras la Guerra, cuando nos desmovilizaron y me bajé del tren en Hiroshima, la ciudad se había convertido en una inmensa llanura en ruinas; es la misma sensación que tuve tras este terremoto. En la Guerra los crímenes de las personas son algo detestable, pero no se puede culpar a nadie de los desastres naturales.

Desde tiempos inmemoriales los japoneses han mantenido un estilo de vida y una cultura en cuyo fondo subyace el hecho de que Japón es un país animista, en el que cada montaña y río, cada gota de lluvia y cada ráfaga de viento, e incluso cada flor de la naturaleza aloja un dios, y esto sustenta el corazón de sus habitantes. Antes de la llegada de la civilización, aunque el agua fuera causa de inundaciones, también era un elemento que esencialmente invitaba a las personas a la intimidad del vientre materno. Y sin embargo, este terremoto y el posterior tsunami nos han hecho recordar que también existe un aspecto pavoroso más allá del respeto por la naturaleza.

Reflexionar sobre la convivencia entre la civilización y la naturaleza

¿Acaso los terremotos y los tsunamis solo provocan ira y compasión en las personas? Quizá, más bien, la salvación consista en aceptar la idea del respeto hacia la naturaleza, superando el pavor que nos causan sus desastres. Los japoneses deben volver a la relación de respeto y reverencia con la que trataban a la naturaleza sus antepasados en tiempos remotos. Japón ha experimentado una gran cantidad de desastres, desde el Gran Terremoto de Kantō a los bombardeos de la Guerra, la bomba atómica y el Gran Terremoto de Hanshin-Awaji, y tras cada uno de ellos supo reponerse. No obstante, esa experiencia aún no ha sido utilizada al máximo. Aún hay lugares afectados por el desastre en los que no se han recuperado las infraestructuras básicas para la vida normal. Ha llegado el momento, precisamente ahora, de reflexionar sobre la forma en la que convive nuestra civilización con la naturaleza.

Los japoneses son valorados en todo el mundo por tener perseverancia y un carácter colaborador; si consideramos ese espíritu japonés, estoy seguro de que la restauración del país es posible. Lo que ahora necesitamos es la sabiduría extraída de aquello que hemos aprendido del desastre. Y para lograrla es necesaria una firme disposición mental, sobre todo en lo relativo a la naturaleza. Los paisajes de ciudades y pueblos que renacen pronto iluminarán nuestro futuro. Cuando lo hagan, Japón podrá guiar a los países del mundo, pues tiene fuerza para hacerlo.

(Artículo escrito el 5 de abril de 2011, publicado por primera vez en OPINION 3/11, y traducido al español del original en japonés)

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