El remordimiento japonés frente a la receptividad china

Política Sociedad

El analista chino Ma Licheng reflexiona sobre los distintos factores que influyeron en la declaración del primer ministro Abe Shinzō con ocasión del septuagésimo aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial y hace un llamamiento a China para que se muestre más receptiva a las palabras de Abe.

La declaración que realizó el primer ministro Abe Shinzō el 14 de agosto de 2015, en la víspera del septuagésimo aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, fue fruto de un compromiso generado tras las intensas presiones de muchas partes interesadas, tanto en Japón como en el extranjero.

Presiones internas sobre el primer ministro

Dentro de Japón, miembros de grupos conservadores como la Asociación de Miembros de la Dieta para la Veneración Conjunta del Santuario de Yasukuni, que consigue un gran número de votos en época de elecciones, se opuso a la inclusión de las palabras “agresión” y “dominio colonial” en la declaración. Lo mismo hicieron veteranos representantes de línea dura del Gobierno. Las fuerzas conservadoras forman la base de apoyo de Abe, y él comparte sus sentimientos; además, desde un punto de vista electoral no puede ignorarlos.

Por otra parte, intelectuales, ejecutivos del mundo empresarial y políticos que esperan una mejora de las relaciones chino-japonesas mantuvieron una actitud muy enérgica de presión sobre Abe, instándole a que demostrase una correcta comprensión de la historia.

Atrapado entre estos dos bandos, Abe no acababa de tomar una decisión. Durante bastante tiempo, la información que salía de Tokio sobre si la declaración terminaría reconociendo la “agresión” japonesa era extremadamente confusa, lo que provocaba muchas conjeturas y tensión.

Un factor jugó un papel crucial de presión latente sobre el primer ministro durante el proceso que le llevaría a tomar su decisión final sobre el contenido de la declaración: el Emperador Akihito pronunció varios discursos este año en los que reflexionó sobre la historia japonesa y expresó un profundo remordimiento. Esto obligó a Abe a modificar su propia postura. La controversia sobre la legislación de seguridad que hizo tambalear la popularidad del primer ministro le obligó también a buscar una solución al estancamiento en que se encontraban las relaciones chino-japonesas para así poder recuperar apoyos.

Influencias internacionales

Fuera de Japón, países del sudeste asiático como Vietnam, Filipinas, Singapur y Malasia, que sufrieron todos ellos la invasión de las fuerzas japonesas durante la Segunda Guerra Mundial, se mostraron comprensivos y no presionaron al primer ministro.

Sin embargo, China, que ahora compite con Japón por el liderazgo de Asia, se mostró vehementemente crítica sobre su vecino isleño y dejó claras sus demandas referentes al contenido de la declaración. A mediados de julio, Yachi Shōtarō, el consejero de seguridad nacional de Abe y antiguo viceministro de relaciones exteriores, visitó China. Apodado el “Kissinger japonés”, Yachi insiste en que Japón debe mostrar una paciencia estratégica en sus relaciones con China. A través de su persona, China presentó tres demandas a Abe: que debía mantener la postura fijada en los cuatro “documentos básicos” entre ambos países,(*1) que debía ratificar la declaración realizada por el primer ministro Murayama Tomiichi en el quincuagésimo aniversario del fin de la guerra, y que no debía visitar el Santuario de Yasukuni.

Por su parte, Corea del Sur se ha acercado rápidamente a China, cuyas relaciones con Corea del Norte siguen siendo distantes. El Gobierno de Seúl, buscando mantener sus lazos de amistad con Pekín en contraposición con Pyongyang para de esta forma apaciguar al nacionalismo de su país, exigió con firmeza a Abe abordar la historia de Japón adecuadamente.

Otro factor importante fue la presión que ejerció sobre el primer ministro Estados Unidos, preocupado por la estabilidad y el equilibrio de poderes en la región. Los estadounidenses le forzaron a enfrentarse a la historia honestamente y a reducir tensiones entre Japón y sus vecinos del este asiático.

La declaración del primer ministro fue sin duda revisada repetidamente y terminada bajo estas complejas circunstancias. Abe desea seguir gobernando, y por ello tuvo que tener en cuenta las distintas demandas interiores y exteriores que le llegaban. Por eso su declaración originó tanto debate. Y, por supuesto, sus valores personales jugaron también su propio papel a la hora de redactar el contenido final.

Avances en las relaciones chino-japonesas

En contra de las expectativas de mucha gente, Abe acabó incluyendo palabras clave como “agresión”, “dominio colonial” y “disculpa” en su declaración del 14 de agosto. Si lo comparamos con sus afirmaciones anteriores de que la palabra “agresión” no tenía una definición establecida, fue un avance importante. La declaración jugó un papel positivo para acabar con la situación de estancamiento de los lazos chino japoneses y preparar el camino para una tercera reunión entre Abe y el presidente chino Xi Jinping, y la inclusión de esas palabras clave debe ser reconocida.

Es cierto que la declaración fue expresada de un modo indirecto. Por ejemplo, la palabra “agresión” apareció en la frase “Incidente, agresión, guerra; nunca recurriremos a ninguna forma de amenaza ni al uso de la fuerza como medio para resolver disputas internacionales”.

Esto difiere mucho de la manera franca y directa con que el primer ministro Murayama del Partido Socialista de Japón utilizó la palabra “agresión” en su declaración de 1995 para referirse a acciones japonesas anteriores. En este sentido, las críticas de muchos chinos de que Abe se mostró evasivo resultan razonables.

No obstante, las relaciones chino-japonesas son ahora muy distintas de lo que eran en 1995. En ese momento, la economía china iba muy por detrás de la japonesa, pero hoy su tamaño ya es el doble de la economía japonesa, y la antigua confianza de Japón ha quedado enormemente afectada. He visitado Japón varias veces recientemente, y puesto que ahora debe enfrentarse a la presión y el resentimiento chino de forma directa, noto que la sociedad japonesa en su conjunto se encuentra bajo una gran tensión. Y puedo entender que el estallido del sentimiento antijaponés en China haya creado miedo e inquietud en Japón. En la actualidad, esto sucede cada vez que surge una cuestión relacionada con China.

Se ha llegado a esta situación por una variedad de factores. El Partido Liberal Democrático, que se ha mantenido en el poder durante la mayor parte del periodo de posguerra en Japón, ha sido consistentemente conservador, con un enfoque de las percepciones históricas mucho más limitado que el aplicado por el PSJ (en la actualidad Partido Socialdemócrata). Además, Estados Unidos presiona a Japón contínuamente para que apoye su contención sobre China; y los japoneses, al sentirse incapaces de confiar en sus vecinos chinos, no pueden ignorar los ruegos de sus aliados estadounidenses.

El enfoque de Abe hacia China consta de dos elementos opuestos: fomentar la reconciliación y mantener un cierto grado de cautela. Pero en el contexto de la actual relación chino japonesa, esto no es algo de lo que se pueda discrepar. Podemos encontrar los mismos elementos en los lazos existentes entre China y Estados Unidos. Las relaciones chino rusas parecen incorporar también un elemento de actitud defensiva. Asimismo, hablando en términos históricos, Japón se comportó de forma similar cuando trató con China en los días de Mao Zedong, Zhou Enlai y Deng Xiaoping, quienes a su vez aplicaron este enfoque de la misma forma.

China debería mostrarse más receptiva con la declaración de Abe. Algunos chinos han descrito a Abe como un “estafador” o han dicho que su declaración resulta inútil en la mejora de las relaciones bilaterales, pero estas opiniones son demasiado severas.

La necesidad de revisar la historia china

Personalmente creo que China debería mostrar una benevolencia constante hacia Japón. Las reacciones negativas anteriormente citadas provienen de una falta de confianza. China debería demostrar la misma magnanimidad digna de una importante potencia, como lo hizo durante la Dinastía Han (206 AC–220 DC) y la Dinastía Tang (618–907). La intolerancia no lleva a niguna parte.

Deberíamos reconocer los pasos positivos que ha dado Abe. Un académico chino apareció en televisión la noche del 14 de agosto, tras la declaración, y remarcó su papel positivo. Pero al día siguiente, la denunció por completo. Esto permite especular que se asustó cuando vió que otras personas lanzaban improperios a las palabras de Abe y cambió rápidamente su postura anterior. Esta no es una actitud propia de un experto, cuya misión debería ser la búsqueda de la verdad.

¿Cómo deberíamos contemplar los chinos nuestra propia historia? ¿Nos enfrentamos a ella con real franqueza? Por ejemplo, muchas personas perecieron de hambre en la Gran Hambruna China (1959-1961), pero ¿quién se disculpó por esta tragedia? ¿Cómo deberíamos estudiar la violencia y la persecución de la Revolución Cultural (1966-1976)? Estas son cuestiones que exigen una cuidadosa reflexión, y no podemos ignorarlas cuando pensemos y hablemos del poder blando de China. Solo si nos enfrentamos a estas cuestiones propias podremos ganarnos el respeto y crear el ambiente que contribuya a las disculpas de los demás.

Escrito originalmente en chino y publicado el 24 de agosto de 2015. Foto principal: El autor en una intervención ante el Club de Prensa Nacional de Japón en junio de 2015.

(*1) ^ El Comunicado Conjunto de 1972 del Gobierno de Japón y el Gobierno de la República Popular China, el Tratado de Paz y Amistad de 1978 entre Japón y la República Popular China, la Declaración Conjunta Japón-China de 1998 sobre la Creación de una Colaboración de Amistad y Cooperación para la Paz y el Desarrollo, y la Declaración Conjunta de 2008 entre el Gobierno de Japón y el Gobierno de la República Popular China sobre un exhaustivo fomento de una “relación mútuamente beneficiosa basada en intereses estratégicos comunes”. —Ed.

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