“Shūkatsu”: la búsqueda de empleo en Japón

Sociedad Educación

En estos últimos años no hay día en que no me cruce con un turista extranjero por las calles de Tokio. Me pregunto qué pensarán los turistas al ver a los grupos de chicos y chicas jóvenes que van enfundados en trajes totalmente negros, más homogéneos incluso que los típicos trajes de oficinista, y a los que se les nota a la legua que no son gente de negocios. Me refiero a los estudiantes universitarios japoneses que se encuentran en pleno proceso de buscar empleo.

En Japón el proceso de búsqueda de empleo se conoce popularmente como shūkatsu (abreviación de la expresión shūshoku katsudō, literalmente ‘actividades para buscar empleo’) y tiene una característica muy particular: todos los organismos contratantes —sean del sector público, privado o académico— llevan a cabo el proceso de selección simultáneamente, dentro de unas fechas estrictamente definidas. Por lo general los universitarios empiezan el shūkatsu en el tercer curso de la carrera, asistiendo a seminarios de contratación dentro y fuera de la universidad. En el cuarto curso se dedican a enviar las solicitudes a las empresas donde desean trabajar, con el objetivo de completar todo el proceso de selección y recibir alguna admisión. Los que lo logran se gradúan de la universidad en marzo, y en abril entran en la empresa para iniciarse en el mundo laboral.

Las universidades japonesas disponen de centros de apoyo a la carrera profesional que publican ofertas de trabajo, imparten seminarios y ofrecen servicios de consulta personalizados. Se trata de una faceta más de la educación que reciben los estudiantes para poder pasar en poco tiempo de “niños” que desconocen por completo el mundo laboral a “adultos” preparados para trabajar. Como los profesores universitarios (como yo misma, que fui directora del Departamento de Búsqueda de Empleo en una universidad) carecen de la experiencia necesaria para guiar a los alumnos en el mundo empresarial, se suele contar con asesores especializados. Hoy en día el encogimiento de la población joven como consecuencia de la baja natalidad engendra una competencia feroz entre las universidades para captar estudiantes. Como los datos de contratación laboral de los estudiantes de cada universidad se difunden por los medios de comunicación, se convierten en una herramienta de reclamo clave, y por ello las universidades dedican costosos recursos a apoyar el proceso de búsqueda de empleo de sus alumnos. Tanto es así que hay quien lamenta que la ayuda excesiva por parte de los centros educativos merma la iniciativa de los estudiantes.

En el proceso de búsqueda de empleo los estudiantes, hasta entonces pasivos y despreocupados, empiezan de un día para otro a hablar con el lenguaje formal y a sacar a la luz sus dotes de liderazgo. Los profesores nos maravillamos de esta metamorfosis año tras año. Y así se emprende ese proceso de aprendizaje para convertirse en personas de negocios característico de Japón, en el que los chicos se desprenden de parte de su carácter como si mudasen de piel para convertirse mentalmente en adultos trabajadores.

El desconcierto del shūkatsu

La temporada de búsqueda de empleo para 2016, iniciada en verano de 2015, trajo un colosal desconcierto. El desencadenante del caos fue la Keidanren (Federación de Organismos Económicos de Japón), que decidió lanzar una directiva para posponer el período de selección de los nuevos empleados de las empresas. Anteriormente las actividades informativas para los estudiantes de tercero, como las reuniones explicativas y los anuncios de nuevos puestos de trabajo, empezaban el 1 de diciembre, y el período de entrevistas se abría al siguiente abril. Con ese calendario el proceso de búsqueda de empleo se solapaba con las clases de los estudiantes de cuarto curso, influyendo negativamente en su rendimiento académico. Por eso el Gobierno, obedeciendo a las quejas de las universidades, sugirió posponer las actividades informativas hasta el 1 de marzo y las entrevistas hasta el 1 de agosto (en plenas vacaciones de verano), y las empresas integrantes de la Keidanren reprogramaron las fechas de sus procesos de contratación.

Sin embargo, el cambio de fechas conllevó ciertos problemas. Mientras que las empresas miembros de la Keidanren se vieron obligadas a acatar la nueva directiva, el resto de las empresas —como las extranjeras— siguieron con el calendario antiguo y se apresuraron a contratar a los mejores estudiantes antes que nadie. Por su lado, las pymes japonesas no vinculadas a la Keidanren, tampoco vinculadas a la directiva, empezaron la temporada de contratación pronto pero no lograron captar al personal deseado ante los atractivos del sistema meritocrático y los generosos salarios de las empresas extranjeras, y la tendencia estable de los estudiantes que aspiraban a entrar en empresas grandes y conocidas.

El resultado fue una gran frustración tanto por parte de los estudiantes, que quedaron agotados por una temporada de búsqueda laboral maratoniana, y las empresas, que no lograron contratar a los empleados que requerían. A raíz de esta experiencia, en la temporada de búsqueda de empleo para 2017 se decidió que las actividades de contratación comenzaran el 1 de junio. Aun así, el proceso de contratación japonés conlleva problemas independientemente de la época en que se desarrolle por el simple hecho de que todas las entidades lo concentran en un mismo período.

Un mercado ventajoso para la mano de obra y el acoso para retener a los nuevos empleados

En el trasfondo de la situación que exponíamos arriba está el mercado, que ofrece ventajas a la mano de obra. El mercado laboral japonés se ha transformado radicalmente en los últimos años. Mientras que por un lado los trabajadores irregulares han pasado a constituir el 40 % de la población trabajadora y la media de ingresos va a la baja, la disminución de la población infantil y el envejecimiento demográfico agravan el problema de la escasez de la mano de obra. La situación es tal que incluso la Administración Abe, de tendencia conservadora, recurre a medidas para promover la participación activa de toda la sociedad en el mercado laboral y la relajación de los criterios de inmigración. Para las empresas se trata de un problema apremiante.

Los estudiantes bien valorados por las empresas suelen ser admitidos en varias entidades. Y los departamentos de recursos humanos se tiran de los pelos, porque los estudiantes destacados se quedan en las mejores empresas que los admiten y rechazan sin miramientos el resto de las ofertas recibidas. Hay quien defiende con vehemencia que, si las empresas eligen a los estudiantes que quieren contratar, es lógico que los estudiantes también elijan a las empresas donde quieren trabajar, una idea que antiguamente era casi inconcebible.

Este marco es el que originó una de las expresiones de moda de 2015: owahara, el acoso que ejerce la empresa sobre los estudiantes que quiere contratar para que dejen de buscar empleo en otras empresas. A finales de la década de los ochenta, con la burbuja económica, sucedió un fenómeno parecido, pero en aquel tiempo las represalias que recibían los estudiantes por rechazar una oferta laboral eran tan inofensivas como que el responsable de recursos humanos les vertiera el té encima “sin querer”. Había empresas que enviaban a los estudiantes seleccionados a un “cursillo” en un complejo turístico donde quedaban incontactables, algo que en estos días sonaría a cuento de hadas. Ahora las empresas japonesas no van tan sobradas. Y, si el acoso se pasa de la raya, la empresa corre el riesgo de que los estudiantes lo publiquen en redes sociales como Twitter y dinamiten su reputación en cuestión de segundos.

Los trabajadores que buscan las empresas

¿Qué es lo que buscan las empresas en los candidatos? Los logros académicos son importantes, pero no lo son todo. El proceso de selección incluye exámenes escritos y varias entrevistas. En las entrevistas de grupo se evalúa la cooperatividad y la capacidad de liderazgo, y en las entrevistas individuales se examina el carácter, la capacidad de comunicación y el potencial. Uno de los puntos que más se valoran es la gestión del fracaso: se pondera la capacidad de resolución de problemas a partir de las experiencias vitales del estudiante y su forma de enfrentarse a sus fracasos. También existen las “entrevistas agresivas”, en las que el entrevistador adopta una actitud coercitiva para observar la reacción del candidato bajo presión.

A un profesional del análisis personal como es un responsable de recursos humanos no se lo impresiona con afirmaciones como “tengo capacidad de liderazgo porque fui subdelegado de mi club extraescolar”. Sin embargo, ¿qué más puede ofrecer en el limitado tiempo de la entrevista un estudiante válido pero poco elocuente para demostrar sus cualidades?

Las empresas que buscan los estudiantes

Todos los años se publica una clasificación de las empresas preferidas por los estudiantes, pero cabe apuntar que es más un ranking de popularidad que una valoración objetiva de las entidades. Por eso en la época del shūkatsu aparecen anuncios publicitarios que destacan más la imagen de las empresas que sus productos. Y así es como las empresas populares reciben una avalancha de solicitudes de empleo. Además la generalización de internet ha multiplicado el número de solicitudes por estudiante; hay quienes envían hasta 50 o 100 solicitudes. Evidentemente casi todas las solicitudes son descartadas. La mayoría de los estudiantes se enfrentan a un buen número de empresas que los rechazan, y así muchos experimentan la frustración por primera vez en la vida. No son pocos los que no logran superar la experiencia. La búsqueda de empleo es también una batalla psicológica.

Lo que más repele a los estudiantes son las llamadas empresas negras, donde se trabajan más de 100 horas extras al mes —algo que viola la Ley Laboral Básica—, los jefes maltratan a los subordinados, se exigen resultados excesivos o se llevan a cabo otras prácticas abusivas. Es un tipo de empresa que se resiste a desaparecer. No es raro detectar estas prácticas en empresas del sector de las tecnologías de la información, empresas donde abundan el trabajo y los beneficios o en empresas emprendedoras acabadas de fundar. Pero, aunque logren entrar en una “empresa blanca” con buenas condiciones laborales, los estudiantes temen que caiga en bancarrota y se queden sin nada.

El shūkatsu refleja el cambio de época

La interferencia de los padres en el proceso de búsqueda de empleo de los hijos preocupa a las universidades y las empresas. En algunos casos el lugar de trabajo puede ser motivo del deterioro de las relaciones entre padres e hijos, ya que la generación de los padres, que se crio en la época dorada de la economía japonesa, intenta imponer su sistema de valores a los hijos y origina un choque generacional. En la generación de los padres triunfaban las empresas grandes, conocidas y estables, y se huía de las pymes y las empresas emprendedoras desconocidas. A veces los hijos rechazan ofertas de trabajo por comentarios de los padres del estilo de “¿Crees que una empresa desconocida es fiable?”, o “¿No es mejor que elijas una empresa grande?”.

El sueldo, las prestaciones sociales y el poder de la marca de las grandes empresas son sin duda factores atractivos, pero incluso las empresas más conocidas pueden acabar hundiéndose. Muchos de los estudiantes realmente ambiciosos eligen pymes desconocidas pero con miras globales, o pequeñas empresas emprendedoras del sector de las tecnologías de la información o los videojuegos. También hay muchos que seleccionan las empresas por sus valores en cuestiones de género o ecología.

Uno de los mayores dolores de cabeza de las empresas en estos años es la proliferación de los empleados que renuncian al poco de entrar a trabajar. Después del esfuerzo dedicado a captarlos, el 30 % de los nuevos empleados abandona el trabajo en los tres primeros años. Es característico de la contratación de recién licenciados en Japón que las empresas no prioricen la capacidad de rendir inmediatamente sino el potencial de futuro. Por eso dedican tantos recursos a la formación de sus nuevos miembros, pero si estos abandonan a los pocos años de entrar no pueden recuperar la inversión. No son raros los casos en que un nuevo empleado deja de acudir al trabajo el día después de recibir una reprimenda por haber cometido un error. A diferencia de las generaciones anteriores, los estudiantes de hoy en día no soportan ni el fracaso ni los rapapolvos y se frustran enseguida. Los trabajadores mayores los tachan de mimados y faltos de aguante, pero los jóvenes tienen sus motivos para actuar como lo hacen, como el acoso laboral, el deseo de disfrutar de una vida personal plena al margen del trabajo o la intención de adquirir competencias especializadas para poder seguir ganándose la vida si la empresa donde trabajan se arruina.

La devoción por la empresa y el espíritu de sacrificio por el bien común propio de los trabajadores japoneses de las generaciones anteriores se han convertido en reliquias del pasado. El sistema del empleo de por vida se ha desmoronado y es cada vez más común cambiar de trabajo. Las empresas que hoy tiran del carro de los sectores en crecimiento no existían cuando los estudiantes universitarios actuales nacieron. Los tiempos han cambiado mucho. Los estudiantes que encuentren en una empresa pequeña o desconocida a la “Sony del mañana” o los que sean capaces de recolocarse tras el cierre de su empresa pueden ser los triunfadores del futuro.

El shūkatsu condensa las transformaciones de la sociedad nipona: la caída de las empresas que reinaban antaño, el cambio del estilo de trabajo de los japoneses, la brecha comunicativa entre generaciones. Los jóvenes renuncian a la abundancia material de la generación de los padres y reniegan de ella. El empleo irregular se expande. Los hikikomori (personas que se aíslan de la sociedad enclaustrándose en su habitación) son cada vez más numerosos y mayores. Todo esto sucede en una sociedad en la que, si uno se desvía del camino principal, le cuesta mucho volver. A pesar de la escasez de mano de obra, el mercado laboral sigue siendo inflexible. En un contexto así no es de extrañar que los estudiantes sientan inquietud por su porvenir. Los jóvenes que buscan empleo ahora se hallan frente a la transformación de la economía japonesa y la diversificación del sistema de valores.

Fotografía del titular: Estudiantes acuden a una reunión explicativa conjunta de un grupo de empresas, celebrada en Tokio en marzo de 2016. (Cortesía de Jiji Press)

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